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Pablo Mosquera
Lunes, 18 de Febrero de 2019 Tiempo de lectura:

Es el momento y la ocasión

[Img #15246]En 1992, Bill Clinton ganó las elecciones a George Bush -padre- con una frase: "es la economía, estúpido". En 2017 el actual y peligroso mandamás del "Tío Sam" emocionó a los "yankis" con aquella frase digna de las películas de John Ford: "América, primero". En estos días del invierno 2019 escucho frases publicitarias que, como las mentiras, a fuerza de repetirse, las gentes las incorporan al subconsciente y hasta el autor de la mentira termina por dudar si se corresponden con la verdad. "Vuelve la España en blanco y negro". "La derecha trifálica". "Unos plantean un país en el que sólo caben ellos, nosotros un país en el que cabemos todos".

 

A lo que antecede añado dos novedades que alguien inteligente debería asumir. En el "totum revolutum" actual es casi imposible encuestar cuál será el voto de los españoles. La convocatoria de elecciones generales rompe con cualquier previsión para las elecciones municipales, europeas y autonómicas. Sólo la inmediatez de las redes sociales puede saber y responder sobre claves para la realidad social.

 

Pero debemos reflexionar. Y los viejos humanistas sabemos que la filosofía resulta indispensable para ordenar el pensamiento. En este caso, la filosofía política. La que huye del insulto, descalificación, confrontación zafia, y produce ideas capaces de emocionar al receptor. Les aconsejo retroceder para avanzar. Volver a los clásicos para inspirarse. Les recomiendo leer a Manuel Azaña y a Ortega. Incluso hacer uso de la obra de Don Gregorio Marañón para descubrir la fortaleza y las debilidades en la personalidad del contrincante aspirante al Gobierno de la nación.

 

Si me hacen elegir, no lo dudo. Las mejores frases de los últimos tiempos son de Ciudadanos. España necesita regeneración y reformas. Yo añadiría más. España necesita sacudirse los viejos y rancios complejos de inferioridad y culpabilidad. Ahí está, en parte, el éxito de VOX. Es como si de pronto, muchos ciudadanos hubieran descubierto aquello que hace años alguien trató de colocar en la reflexión sobre modelo de Estado, desde luego con el aplauso del nacionalismo independentista. "¿Somos un Estado multinacional o somos una gran nación de españoles?". Desgraciadamente, los socialistas son esos políticos que siempre confunden progresismo con nacionalismo; lo que les lleva inexorablemente a buscar diálogos perversos. Y los acuso de tal por lo que tienen de reconocimiento a los desequilibrios, desigualdades y privilegios de ciertas regiones sobre la inmensa mayoría del país. El nacionalismo, tal como demostramos en el País Vasco y formuló Unidad Alavesa, no puede formar parte de la solución, precisamente por ser núcleo duro del problema para la convivencia.   

 

Casi sin darnos cuenta, la regeneración se ha instalado en la clase política. Por fin hay una nueva generación ocupando el puente de los buques. Los patrones son gentes que no tienen connotaciones con el siglo XX. Ahora sólo queda exigirles un mínimo historial profesional. Aquel que señaló Platón. Los dirigentes deben, al menos, gozar de dos virtudes: decencia y cultura. Todo ciudadano es fuente de derechos. Todo ciudadano puede optar por ejercer su derecho al voto y con tal, ser herramienta para que se produzca la alternancia -votar y alternancia son las excelencias del sistema democrático-. Pero al igual que en el mundo clásico, necesitamos que nos gobiernen los mejores. Y para ello hay que exigir decencia y cultura. No vale cualquiera. La política conduce al arte o ciencia de gobernar. Por tanto, los que acudan para tal ejercicio deben llegar con dos herramientas. Experiencias profesionales contrastadas. Espíritu de servicio público coyuntural. La política no puede ser una profesión. La política debe dejar de ser el arte de hacer posible lo imposible. La política es la acción intermediaria entre las soberanía popular y la gestión en las instituciones públicas.

 

Regenerar es abandonar la política de la zancadilla, la trampa saducea, la traición, la mentira y el desprecio al pueblo soberano al día siguiente de haber conseguido el voto. ¡Cuidado!. Siempre y en estos tiempos de incertidumbre laboral, hay dos "chollos" perseguidos por los aventureros o sociópatas, ser funcionario, ser cargo político. En nombre de la democracia -gobierno del pueblo y para el pueblo- los partidos deben poner toda suerte de tamices que garanticen la llegada, desde la sociedad civil a la política, de ciudadanos intachables. Para que la sociedad recupere la esperanza y vuelva a confiar en el sistema, evitando caer en lo que se conoce como populismo -en Alemania, una crisis de valores y conductas, pusieron a un tal Hitler en el Gobierno de la nación- la primera regeneración consiste en reconocer que los partidos políticos, por la gente que los ocupa, se han convertido en una parte muy grave de lo que aquellos franceses -Michel Rocard y Laurent Fabius- identificaron como perversión del sistema democrático.

 

Regenerar es saber lo que sucede en la sociedad civil. No confundir las ambiciones del político con las necesidades del ciudadano. No provocar debates para entretener o desviar la atención del pueblo. No caer en lo fácil para evitar hacer frente a lo difícil. Tener claras las coordenadas de la acción sin temer a la reacción - Gaspar Jovellanos tuvo que hacer la Ilustración enfrentándose con la reacción, del viejo Régimen y de la Iglesia con su Inquisición-. No confundir las voces con los ecos -Antonio Machado-. Regenerar es recuperar el pulso. El éste lo produce el corazón. Que late en el pueblo, no desde una élite que usa a la clase política como marionetas para sus fines. Tan importante como mantener la separación de los poderes es evitar a los poderes fácticos.

 

Regenerar es aquello que dijo Unidad Alavesa. ¡Queremos poder hacer!.          

 

Tras las elecciones generales, habrá un nuevo escenario. Un nuevo rumbo para el buque de la política. Esta vez las elecciones generales son la primera vuelta para las elecciones municipales. Por tanto, hablar de candidatos a las alcaldías en tal situación es un error. Esta vez es el momento y la ocasión para regenerar la vida pública. 

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