Ortega y Gasset y la solución europea
Los últimos tiempos han vuelto a traernos a la memoria la famosa frase pronunciada por Ortega con tintes programáticos: “España es el problema; Europa, la solución”. Se ha tratado de interpretar la frase de Ortega en el sentido de que España volvía a las andadas, volvía a convertirse en un problema, como se pone de manifiesto con Pedro Sánchez quien, con su pacto de Gobierno con los secesionistas catalanes, ha desatado todos los demonios tradicionales de la llamada “anti-España" y por ello creen algunos que la solución vendría de nuevo de fuera, de una Europa, que, ejerciendo una suerte de protectorado, nos dictará la solución de nuestros problemas.
Pero esto es una evidente desfiguración de lo que Ortega quería decir con su frase. El problema es que en España el índice de lectura es muy bajo y, por ello, la mayoría de los españoles no ha leído a Ortega. Por lo cual no están en disposición de juzgar sobre el sentido de la famosa frase. Queda una minoría, quizás muy minoritaria, que sí lo habrá leído. Es una minoría de profesores de filosofía, literatos, algunos periodistas e intelectuales en general y algún autodidacta. Como miembro de esa minoría, que sí ha leído a Ortega tratando de entenderlo y no para utilizar alguna de sus brillantes frases cuando me convenga, me considero en la obligación de precisar su sentido ante lo que considero una desfiguración o mala interpretación. La famosa frase en cuestión fue pronunciada en conexión con las propuestas de regeneración y reconstrucción de España que configuraron el movimiento político y cultural de la llamada Generación del 98 (Joaquín Costa, Unamuno, etc.), en un discurso que Ortega pronunció en la Sociedad liberal de El Sitio en Bilbao el 12 de marzo de 1910, hace ya poco más de un siglo, cuyas palabras finales eran:
“Regeneración es inseparable de europeización; por eso apenas se sintió la emoción reconstructiva, la angustia, la vergüenza y el anhelo, se pensó la idea europeizadora. Regeneración es el deseo; europeización es el medio de satisfacerlo. Verdaderamente se vio claro desde un principio que España era el problema y Europa la solución” (José Ortega y Gasset, “La pedagogía social como programa político”, Discursos políticos, Alianza Editorial, Madrid, 1990, p. 62).
Para Ortega la regeneración de España pasaba por su europeización, por asimilar, como dijo otras veces, aquello que define característicamente a la civilización europea moderna diferenciándola de otras grandes civilizaciones como la china, la hindú, etc., esto es, por asimilar la ciencia, el espíritu científico, objetivo. Europa, decía Ortega, es igual que otras civilizaciones, salvo en una cosa, la Ciencia. La asimilación de dicho espíritu científico debía ser algo normal y extendido a la mayoría de la población, o al menos al núcleo de sus minorías gobernantes: políticos, profesores, jueces, periodistas, etc. Por ello veía una gran tarea pedagógica por hacer para alcanzar dicha europeización. Lo que no me parece orteguiano es creer que por entrar en instituciones económicas como la Unión Europea ya nos vamos a europeizar por las buenas o por las malas. De ahí que sacar la conclusión de que España es el problema y la Unión Europea la solución me parece ignorancia de la gruesa (ignorantia elenqui). Con ello parece que el ser europeísta es un monopolio de los que son partidarios de la Idea de Europa que tienen unos europeos (alemanes y franceses) frente a otros (ingleses), a los que despectivamente se los denomina como “euroescépticos”. Me parece bien que cada uno defienda la idea de Europa que considere oportuna, ya sea federal, confederal o unitaria. Pero que no trate de descalificar al resto considerándolo anti-europeo, ni menos utilizar a prestigiosos pensadores para, falseando sus pensamientos, intimidar al contrario.
Históricamente hablando, Europa es el resultado de muchos pueblos diferentes. Pero entre todos ellos son cuatro (cuatro amigos-enemigos) los que más decisivamente contribuyeron a su constitución y desarrollo. Son aquellos que han alcanzado la categoría política de verdaderos Imperios: Alemania, España, Inglaterra y Francia. Son los que han lanzado lo europeo por el resto del globo. De ahí que sus intereses hayan sido muy diferentes, lo que ha motivado sus intentos sucesivos de imponer, por las buenas o por las malas, a los demás su idea de lo que debería ser Europa. Hoy, dichos imperios pertenecen al pasado. Pero permanecen, sin embargo, los restos de la influencia de Inglaterra en su Commonwealth, de España en Hispanoamérica, de Alemania en Centroeuropa, o de Francia en África. Por ello es difícil conciliar intereses tan dispares en una unidad nacional europea o en una centralización federal. Será muy difícil ir más allá de una Liga o Confederación europea en la que deberían conservarse las características nacionales sin incurrir en una gran cesión de soberanía por cada uno de estos grandes países.
España, sin embargo, ha abrazado el europeismo de la forma más papanatas que se podía hacer, y no como proponía Ortega. En vez de seguir una política como la inglesa de estar en Europa, pero sin ceder palancas de soberanía económica y fiscal como la moneda, hemos entrado en la ratonera del euro y ahora nos encontramos con la imposición de una especie de protectorado Sacro-Germánico. Otra vez hay que decir que la europeización soñada por Ortega no era eso. Era más bien el aprender a ser europeos en disciplinas en las que habíamos quedado rezagados durante dos o tres siglos: la ciencia, la filosofía y la democracia liberal. Mientras tengamos espíritu científico y democracia liberal seremos esencialmente europeos. Lo demás no hay por qué imitarlo servilmente. Todo lo contrario, Ortega esperaba que, ante una Europa agotada y en crisis, fuésemos los españoles los que la revitalizásemos con nuevas ideas que surgirían de la mezcla de nuestra idiosincrasia con los instrumentos del racionalismo europeo. Ya Unamuno decía que solo españoles que se hubiesen empapado de los sofisticados métodos de la ciencia y la filosofía europea podrían entender y descubrir lo realmente válido para resolver el problema del atraso de España.
Hoy nos encontramos con que las élites intelectuales que Ortega soñaba se empapasen de la ciencia y la filosofía europeas, aunque en escaso número, existen, pero han sido postergadas debido al proceso de oligarquización y cierre de la democracia española en manos de dos grandes partidos, ciegos para fomentar la excelencia, y rápidos para promover la mediocridad de los que pretender adornarse con ideas ajenas. Pues mediocres o, en el mejor de los casos, equivocados, son los partidos políticos que han impuesto, con sus excesivas cesiones de soberanía, una europeización entreguista y errónea, por idealista y utópica, abriendo fronteras sin control y desindustrializando España. Han desplazado y silenciado a aquellos críticos que proponían otras alternativas, que hoy se ven como más realistas, más creativas y menos seguidistas. Debemos volver por ello a empezar, como hace un siglo lo hizo Ortega en Bilbao, con su escrito de la pedagogía social como programa político, por la explicación clara y distinta a todos los españoles de todo esto que nos está ocurriendo.
Los últimos tiempos han vuelto a traernos a la memoria la famosa frase pronunciada por Ortega con tintes programáticos: “España es el problema; Europa, la solución”. Se ha tratado de interpretar la frase de Ortega en el sentido de que España volvía a las andadas, volvía a convertirse en un problema, como se pone de manifiesto con Pedro Sánchez quien, con su pacto de Gobierno con los secesionistas catalanes, ha desatado todos los demonios tradicionales de la llamada “anti-España" y por ello creen algunos que la solución vendría de nuevo de fuera, de una Europa, que, ejerciendo una suerte de protectorado, nos dictará la solución de nuestros problemas.
Pero esto es una evidente desfiguración de lo que Ortega quería decir con su frase. El problema es que en España el índice de lectura es muy bajo y, por ello, la mayoría de los españoles no ha leído a Ortega. Por lo cual no están en disposición de juzgar sobre el sentido de la famosa frase. Queda una minoría, quizás muy minoritaria, que sí lo habrá leído. Es una minoría de profesores de filosofía, literatos, algunos periodistas e intelectuales en general y algún autodidacta. Como miembro de esa minoría, que sí ha leído a Ortega tratando de entenderlo y no para utilizar alguna de sus brillantes frases cuando me convenga, me considero en la obligación de precisar su sentido ante lo que considero una desfiguración o mala interpretación. La famosa frase en cuestión fue pronunciada en conexión con las propuestas de regeneración y reconstrucción de España que configuraron el movimiento político y cultural de la llamada Generación del 98 (Joaquín Costa, Unamuno, etc.), en un discurso que Ortega pronunció en la Sociedad liberal de El Sitio en Bilbao el 12 de marzo de 1910, hace ya poco más de un siglo, cuyas palabras finales eran:
“Regeneración es inseparable de europeización; por eso apenas se sintió la emoción reconstructiva, la angustia, la vergüenza y el anhelo, se pensó la idea europeizadora. Regeneración es el deseo; europeización es el medio de satisfacerlo. Verdaderamente se vio claro desde un principio que España era el problema y Europa la solución” (José Ortega y Gasset, “La pedagogía social como programa político”, Discursos políticos, Alianza Editorial, Madrid, 1990, p. 62).
Para Ortega la regeneración de España pasaba por su europeización, por asimilar, como dijo otras veces, aquello que define característicamente a la civilización europea moderna diferenciándola de otras grandes civilizaciones como la china, la hindú, etc., esto es, por asimilar la ciencia, el espíritu científico, objetivo. Europa, decía Ortega, es igual que otras civilizaciones, salvo en una cosa, la Ciencia. La asimilación de dicho espíritu científico debía ser algo normal y extendido a la mayoría de la población, o al menos al núcleo de sus minorías gobernantes: políticos, profesores, jueces, periodistas, etc. Por ello veía una gran tarea pedagógica por hacer para alcanzar dicha europeización. Lo que no me parece orteguiano es creer que por entrar en instituciones económicas como la Unión Europea ya nos vamos a europeizar por las buenas o por las malas. De ahí que sacar la conclusión de que España es el problema y la Unión Europea la solución me parece ignorancia de la gruesa (ignorantia elenqui). Con ello parece que el ser europeísta es un monopolio de los que son partidarios de la Idea de Europa que tienen unos europeos (alemanes y franceses) frente a otros (ingleses), a los que despectivamente se los denomina como “euroescépticos”. Me parece bien que cada uno defienda la idea de Europa que considere oportuna, ya sea federal, confederal o unitaria. Pero que no trate de descalificar al resto considerándolo anti-europeo, ni menos utilizar a prestigiosos pensadores para, falseando sus pensamientos, intimidar al contrario.
Históricamente hablando, Europa es el resultado de muchos pueblos diferentes. Pero entre todos ellos son cuatro (cuatro amigos-enemigos) los que más decisivamente contribuyeron a su constitución y desarrollo. Son aquellos que han alcanzado la categoría política de verdaderos Imperios: Alemania, España, Inglaterra y Francia. Son los que han lanzado lo europeo por el resto del globo. De ahí que sus intereses hayan sido muy diferentes, lo que ha motivado sus intentos sucesivos de imponer, por las buenas o por las malas, a los demás su idea de lo que debería ser Europa. Hoy, dichos imperios pertenecen al pasado. Pero permanecen, sin embargo, los restos de la influencia de Inglaterra en su Commonwealth, de España en Hispanoamérica, de Alemania en Centroeuropa, o de Francia en África. Por ello es difícil conciliar intereses tan dispares en una unidad nacional europea o en una centralización federal. Será muy difícil ir más allá de una Liga o Confederación europea en la que deberían conservarse las características nacionales sin incurrir en una gran cesión de soberanía por cada uno de estos grandes países.
España, sin embargo, ha abrazado el europeismo de la forma más papanatas que se podía hacer, y no como proponía Ortega. En vez de seguir una política como la inglesa de estar en Europa, pero sin ceder palancas de soberanía económica y fiscal como la moneda, hemos entrado en la ratonera del euro y ahora nos encontramos con la imposición de una especie de protectorado Sacro-Germánico. Otra vez hay que decir que la europeización soñada por Ortega no era eso. Era más bien el aprender a ser europeos en disciplinas en las que habíamos quedado rezagados durante dos o tres siglos: la ciencia, la filosofía y la democracia liberal. Mientras tengamos espíritu científico y democracia liberal seremos esencialmente europeos. Lo demás no hay por qué imitarlo servilmente. Todo lo contrario, Ortega esperaba que, ante una Europa agotada y en crisis, fuésemos los españoles los que la revitalizásemos con nuevas ideas que surgirían de la mezcla de nuestra idiosincrasia con los instrumentos del racionalismo europeo. Ya Unamuno decía que solo españoles que se hubiesen empapado de los sofisticados métodos de la ciencia y la filosofía europea podrían entender y descubrir lo realmente válido para resolver el problema del atraso de España.
Hoy nos encontramos con que las élites intelectuales que Ortega soñaba se empapasen de la ciencia y la filosofía europeas, aunque en escaso número, existen, pero han sido postergadas debido al proceso de oligarquización y cierre de la democracia española en manos de dos grandes partidos, ciegos para fomentar la excelencia, y rápidos para promover la mediocridad de los que pretender adornarse con ideas ajenas. Pues mediocres o, en el mejor de los casos, equivocados, son los partidos políticos que han impuesto, con sus excesivas cesiones de soberanía, una europeización entreguista y errónea, por idealista y utópica, abriendo fronteras sin control y desindustrializando España. Han desplazado y silenciado a aquellos críticos que proponían otras alternativas, que hoy se ven como más realistas, más creativas y menos seguidistas. Debemos volver por ello a empezar, como hace un siglo lo hizo Ortega en Bilbao, con su escrito de la pedagogía social como programa político, por la explicación clara y distinta a todos los españoles de todo esto que nos está ocurriendo.