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Pablo Mosquera
Domingo, 03 de Marzo de 2019 Tiempo de lectura:

Tres hombres malos

Hubo una vez un serial radiofónico en la SER que se llamaba "Tres hombres buenos", que junto a "Diego Valor" mantenían la atención del público masculino, mientras Elena Francis daba consejos a petición del público femenino. Era la España en blanco y negro, cañí, seguidora de Kubala y Di Stefano, dividida por la irrupción del Cordobés frente a la liturgia taurina de los Bienvenida y Ordóñez.

 

Estos días raros. Dónde nada es lo que debe ser. Un febrero disfrazado de junio. Unos carnavales que a buen seguro harán de los políticos, caricaturas y cuchufletas para regocijo del llevar parodias por las calles antes de la Semana Grande de la Iglesia, siempre circunspecta, gestionando como nadie desde antiguo el miedo, el Santo Temor de Dios, aunque desde hace tiempo sean los prelados quienes inspiran temor por sus comportamientos incalificables.

 

El primero de mis personajes fue miembro destacado de la Iglesia. Hay un libro escrito por un gallego cuyo título lo define. "El Jesuita".

 

Evidentemente Pepe Rey sufrió persecución tanto por sus connivencias con ETA, como por sus investigaciones publicadas en las que hizo de Arzalluz un personaje propio de Maquiavelo.

 

Durante diez años compartí Mesa de Ajuria Enea con Xabier. Había tres cuestiones que le incomodaban y con las que perdía las formas. Cuando le recordábamos cómo su padre "carlistón", a punta de pistola, trató de sublevar a la Guardia Civil de Azpeitia en favor de los africanistas en 1936. Cuando le preguntábamos por el número de veces que juró los "principios fundamentales del movimiento", cuestión administrativa de obligado cumplimiento para poder tomar posesión de una plaza de profesor o médico, o letrado, en el sector público durante la oprobiosa. O cuando le echábamos en cara su intervención para que ETA siguiera "actuando" cada vez que algún verso libre de la organización -Pertur- trataba de abandonar la lucha armada. Me estoy refiriendo a la teoría del árbol y las nueces. ETA era la vanguardia del nacionalismo para chantajear a Madrid y obtener réditos competenciales que comenzaron con la incompresible para hoy, garantía de los Derechos Históricos de los Territorios Forales.

 

De tales Derechos y la libre interpretación del término Constitucional de nacionalidades, abundando sobre las regiones, procede el desarrollo de la teoría de Pujol sobre el Estado plurinacional.   

 

Se ha ido para siempre el ilustre 'burukide'. Será muy interesante que algún investigador hiciera una tesis sobre el personaje. Yo podría estar largo y tendido contando anécdotas vividas en primera persona. Se refería a mí como "ese gallego de Lugo". Y le tenía que corregir. "Gallego de San Ciprián", es decir, mindoniense. Precisamente en los últimos años de convivencia me trataba con afecto y estaba muy interesado en acompañarme en alguna visita a Mondoñedo. ¡Me habría buscado la ruina!

 

Del juicio a los presuntos responsables del proceso que derivó en la declaración de la República Catalana, dónde hubo toda suerte de actitudes para eludir responsabilidades a inventario del código en Derecho Penal, me quedo con la declaración del Honorable Mas.

 

Es mi segundo hombre malo. Algo así como un "capitán Araña". Tengo razones y experiencias para advertir sobre las intenciones del ilustre ex presidente de la Generalidad. Ha iniciado su regreso a la política, una vez que cumpla la sentencia que le inhabilitó temporalmente. Pues sí. El bizarro nacionalista ha marcado distancias con sus colegas. Lo hace por dos sabios motivos. No quiere que le salpiquen sentencias 'ab personan'. No quiere perder el tren del futuro.

 

¿Qué futuro?. Aquel que se vislumbra como regreso a posiciones nacionalistas moderadas, tipo PNV actual. Y para recuperar el pulso de la autonomía catalana se requiere un personaje al estilo Tarradellas. El diálogo, tras las sentencias, pasa por regresar al nacionalismo de CIU. Además, el político sucesor de Pujol y Montilla, ha descubierto que el proceso sólo ha perjudicado a la derecha catalana, en beneficio de las izquierdas de Oriol Junqueras y la CUP. Y es que Cataluña siempre fue tierra de comerciantes, empresarios, familias de misa dominical y palco en el Teatro del Liceo.

 

Arturo Mas aspira a ser lo que hoy es Urkullu. Dejando a Torra en el papel de Arzallus.  Y a Puigdemont le tocará ser como Aguirre. Un hombre que vivirá su exilio dorado y recibirá en su palacio a todos los descontentos con lo que pudo haber sido y no fue. Por algo eligió el mismo lugar dónde Wellington puso fin a los sueños imperiales de Napoleón.

 

El tercero es Íñigo Urkullu. No sé lo que puede haber de cierto, pero... manda narices, hasta dónde hemos llegado. Arzallus nunca lo habría consentido. Un lendakari haciendo de correveidile en el contencioso-sedición-rebelión, entre el Parlamento de Cataluña y el Estado de España. Tratando de convencer a un Presidente enardecido, fustigado, presionado, empujado, a negociar una salida dentro de la Ley con España para evitar males mayores.

 

No me gustan nada los mediadores. Suelen tener un cierto tufillo de alcahuetes. Además su presencia es un símbolo histórico del colonialismo y su final. Me da igual a quien se le ocurrió la "brillante" idea de usar al inquilino de la Casa de los Ajuria en Vitoria para salvar una situación grave, confusa, dónde la peor parte se la llevaron los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado, que como a los soldados en 1898 de Filipinas, casi los dejaron abandonados y señalados como los malos de la película, máxime comparándolos con la actitud de los Mossos de Escuadra -una banda de privilegiados a la que alguien con autoridad deberá poner en su sitio-.

 

Pero toda historia debe tener un final. Bueno o malo. Está por escribir. Pero hay un hombre bueno, al menos lo hemos recuperado entre el paso del tiempo y las nieves de las sienes que señalaba el Tango.

 

Se trata de Don Alfonso Guerra. Sus comparecencias en las televisiones para presentar su libro "La España en la que creo", ha sido una delicia. El sevillano, que tuvo aquella librería "Antonio Machado", amante de las sinfonías de Mahler, es un español que merece la pena.

 

Gesgraciadamente pertenece a una estirpe agotada. Pero, les recomiendo comprar y leer su libro. Descubrirán que la transición en un país tan complicado como España, la hicieron gentes como Alfonso. Y de paso, pónganse a buscar otros dirigentes de su talla para las próximas citas electorales...¿Qué me dicen?. ¡Que no hay!. Pues estamos perdidos...               

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