Tribuna Libre
Regeneración de la democracia española
Hoy se vuelve a hablar de la necesidad de regenerar la democracia española. Se coincide, por parte de muchos, en que nos encontramos ante un sistema político-social que está dando alarmantes síntomas de descomposición, perceptibles claramente en lo que se denomina politización de la justicia, partitocracia, corrupción administrativa, crisis institucional por las derivas secesionistas, incapacidad de generar empleo estable y de calidad, etc.
De aquí surge una posible comparación con la crisis de la llamada Restauración decimonónica. Pues, hay muchos paralelismos que se pueden hacer entre la crítica de Joaquín Costa en su famoso libro-Informe, Oligarquía y Caciquismo a la 1ª Restauración y la que hoy se está haciendo a esta 2ª Restauración borbónica.
En primer lugar, la constitución de una oligarquía escandalosamente corrupta y demagógica en ambas. Una oligarquía, en la Restauracación decimonónica, de burgueses terratenientes, improductiva y atrasada, resultado de la desamortización de los inmensos bienes de la Iglesia que, debido a que el pueblo, salvo en las grandes ciudades, se abstiene en las elecciones, consigue aminorar esa abstención mayoritaria por el predominio de la población rural analfabeta con la compra del voto a través de los caciques locales controlados por el gobernador civil correspondiente, el cual neutraliza a su vez al poder judicial en las denuncias contra los caciques.
En esta 2ª Restauración aparece una nueva oligarquía integrada por los dos grandes partidos (PSOE, PP) más alguna bisagra (CIU, PNV) junto con grandes bancos y grupos mediáticos, necesarios estos últimos porque en una España ya predominantemente industrial (gracias a la industrialización del franquismo), el pueblo mayoritariamente vota a estos partidos y solo cabe controlar el voto con el control de los media y las listas cerradas (cuasi plebiscito).
Quienes organizan ahora las elecciones son los partidos mayoritarios, los cuales controlan a su vez al poder judicial por el nombramiento de los miembros del Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial (partitocracia) con la tendencia desbocada por los Estatutos de Autonomía no constitucionales a regionalizar estos controles a través del poder de los presidentes autonómicos, que tienden a considerar las autonomías como una especie de nuevos Estados libre-asociados. Asimismo, se observa una semejanza en la crisis y dejadez de las Universidades y los “intelectuales”, a los que se condena a la muerte civil, si son díscolos, por medio del control de sus apariciones mediáticas que les acercarían al pueblo. De ahí la apatía intelectual en la que nos hallamos.
Pero aquí se acaban las semejanzas principales pues, si comparamos otros aspectos, la España oficial que hoy tenemos no se parece nada a la España oficial de la 1ª Restauración. La España oficial decimonónica era “casticista” y defendía un patriotismo español de “cartón piedra”, retórico, tradicionalista, etc., mientras que la España oficial actual es papanatamente europeísta, antipatriótica, rechaza la bandera, pone en cuestión la unidad e identidad de la nación española, sacraliza el euro, etc. La España de la 1ª Restauración exaltaba al Cid y a Lepanto contra el Islam, a las glorias literarias del Siglo de Oro. La España oficial actual ha dado tantas vueltas de llave en la enseñanza, no solo al sepulcro del Cid, sino a la propia historia de España, que hoy es sustituida en las autonomías por la historia en versión anti-española de Cataluña, del País Vasco, etc. El llamado “respeto” al Islam está llegando tan lejos que se idealiza la Alhambra y lo islámico medieval como faro de la civilización frente a un supuesto cristianismo atrasado, bárbaro y supersticioso de los Reyes Católicos.
La 1ª Restauración carecía de “escuela y despensa”, según Costa. Hoy podríamos decir lo contrario, pues hoy son enfermedades comunes y muy extendidas entre el pueblo las que tienen que ver, no ya con el hambre, sino con el exceso de consumo y la sobrealimentación. Incluso la escolarización es excesiva, sujetando a los niños desde los cero hasta la mayoría de edad, lo que obliga a todos a permanecer en una especie de guardería infantil sin posibilidad de seguir otros itinerarios educativos más adecuados a las características individuales; con la consecuencia de un gran fracaso escolar por la imposición del igualitarismo educativo y la pérdida de autoridad de los profesores. Incluso se han creado un número desorbitado de universidades, mal dotadas y peor organizadas, por intereses meramente electoralistas de los líderes autonómicos y locales. Por tanto, hoy diríamos mas bien, parodiando a Joaquín Costa, que necesitamos una escuela de calidad y una despensa más sana.
Por todo ello, un movimiento regeneracionista actual, que trate de criticar la España oficial de esta 2ª Restauración borbónica, no debe repetir miméticamente el programa de aquellos regeneracionistas decimonónicos que, a pesar de su poco efecto político en el corto plazo, en el que Costa se consideró políticamente como un fracasado, tuvo un efecto a medio y largo plazo que hace que, sin sus críticas y propuestas, no se pueda entender la política en la dictadura de Primo de Rivera y en la de Franco, incluso en algunos aspectos positivos de la II República, como fue la dignificación social del maestro de escuela. Un movimiento regeneracionista de la situación política actual debería proponer reformas económicas como la vuelta a un capitalismo más industrial y menos especulativo, con la reforma de la función de los bancos; debería proponer una superación de la crisis institucional por la limitación de competencias autonómicas excesivas y, en los casos necesarios para el mantenimiento de la economía nacional o el funcionamiento del Estado, su intervención o supresión. Debería proponer una separación del Poder Judicial, una reforma de la enseñanza, una separación mayor del Legislativo y el Ejecutivo, dada la escasa capacidad moderadora que ha demostrado la Monarquía, etc.
Pero debería ser también consciente de que la nueva regeneración política y social llevará tiempo y debe ser enfocada para el medio y largo plazo, aunque ya se está produciendo la irrupción súbita de nuevas fuerzas políticas, como Vox, similares a las de otros países europeos ante fenómenos difíciles de domesticar como la inmi-gración incontrolada. De ahí que sea muy importante en España la formación de un nuevo tipo de políticos y minorías dirigentes, como decía Ortega y Gasset, junto con la de un nuevo tipo de elector español medio que se aleje del seguidismo y deje de votar al mal menor; porque estamos ante las circunstancias de ser hoy España ya un país integrado en Europa, en el grupo de las cuatro grandes economías, pero que, por errores de sus dirigentes políticos y seguidismo conformista del electorado, nos hemos convertido en meros ejecutores de los dictados de Bruselas, sin el menor espíritu y conciencia crítica de nuestros propios intereses nacionales.
Hoy se vuelve a hablar de la necesidad de regenerar la democracia española. Se coincide, por parte de muchos, en que nos encontramos ante un sistema político-social que está dando alarmantes síntomas de descomposición, perceptibles claramente en lo que se denomina politización de la justicia, partitocracia, corrupción administrativa, crisis institucional por las derivas secesionistas, incapacidad de generar empleo estable y de calidad, etc.
De aquí surge una posible comparación con la crisis de la llamada Restauración decimonónica. Pues, hay muchos paralelismos que se pueden hacer entre la crítica de Joaquín Costa en su famoso libro-Informe, Oligarquía y Caciquismo a la 1ª Restauración y la que hoy se está haciendo a esta 2ª Restauración borbónica.
En primer lugar, la constitución de una oligarquía escandalosamente corrupta y demagógica en ambas. Una oligarquía, en la Restauracación decimonónica, de burgueses terratenientes, improductiva y atrasada, resultado de la desamortización de los inmensos bienes de la Iglesia que, debido a que el pueblo, salvo en las grandes ciudades, se abstiene en las elecciones, consigue aminorar esa abstención mayoritaria por el predominio de la población rural analfabeta con la compra del voto a través de los caciques locales controlados por el gobernador civil correspondiente, el cual neutraliza a su vez al poder judicial en las denuncias contra los caciques.
En esta 2ª Restauración aparece una nueva oligarquía integrada por los dos grandes partidos (PSOE, PP) más alguna bisagra (CIU, PNV) junto con grandes bancos y grupos mediáticos, necesarios estos últimos porque en una España ya predominantemente industrial (gracias a la industrialización del franquismo), el pueblo mayoritariamente vota a estos partidos y solo cabe controlar el voto con el control de los media y las listas cerradas (cuasi plebiscito).
Quienes organizan ahora las elecciones son los partidos mayoritarios, los cuales controlan a su vez al poder judicial por el nombramiento de los miembros del Constitucional y del Consejo General del Poder Judicial (partitocracia) con la tendencia desbocada por los Estatutos de Autonomía no constitucionales a regionalizar estos controles a través del poder de los presidentes autonómicos, que tienden a considerar las autonomías como una especie de nuevos Estados libre-asociados. Asimismo, se observa una semejanza en la crisis y dejadez de las Universidades y los “intelectuales”, a los que se condena a la muerte civil, si son díscolos, por medio del control de sus apariciones mediáticas que les acercarían al pueblo. De ahí la apatía intelectual en la que nos hallamos.
Pero aquí se acaban las semejanzas principales pues, si comparamos otros aspectos, la España oficial que hoy tenemos no se parece nada a la España oficial de la 1ª Restauración. La España oficial decimonónica era “casticista” y defendía un patriotismo español de “cartón piedra”, retórico, tradicionalista, etc., mientras que la España oficial actual es papanatamente europeísta, antipatriótica, rechaza la bandera, pone en cuestión la unidad e identidad de la nación española, sacraliza el euro, etc. La España de la 1ª Restauración exaltaba al Cid y a Lepanto contra el Islam, a las glorias literarias del Siglo de Oro. La España oficial actual ha dado tantas vueltas de llave en la enseñanza, no solo al sepulcro del Cid, sino a la propia historia de España, que hoy es sustituida en las autonomías por la historia en versión anti-española de Cataluña, del País Vasco, etc. El llamado “respeto” al Islam está llegando tan lejos que se idealiza la Alhambra y lo islámico medieval como faro de la civilización frente a un supuesto cristianismo atrasado, bárbaro y supersticioso de los Reyes Católicos.
La 1ª Restauración carecía de “escuela y despensa”, según Costa. Hoy podríamos decir lo contrario, pues hoy son enfermedades comunes y muy extendidas entre el pueblo las que tienen que ver, no ya con el hambre, sino con el exceso de consumo y la sobrealimentación. Incluso la escolarización es excesiva, sujetando a los niños desde los cero hasta la mayoría de edad, lo que obliga a todos a permanecer en una especie de guardería infantil sin posibilidad de seguir otros itinerarios educativos más adecuados a las características individuales; con la consecuencia de un gran fracaso escolar por la imposición del igualitarismo educativo y la pérdida de autoridad de los profesores. Incluso se han creado un número desorbitado de universidades, mal dotadas y peor organizadas, por intereses meramente electoralistas de los líderes autonómicos y locales. Por tanto, hoy diríamos mas bien, parodiando a Joaquín Costa, que necesitamos una escuela de calidad y una despensa más sana.
Por todo ello, un movimiento regeneracionista actual, que trate de criticar la España oficial de esta 2ª Restauración borbónica, no debe repetir miméticamente el programa de aquellos regeneracionistas decimonónicos que, a pesar de su poco efecto político en el corto plazo, en el que Costa se consideró políticamente como un fracasado, tuvo un efecto a medio y largo plazo que hace que, sin sus críticas y propuestas, no se pueda entender la política en la dictadura de Primo de Rivera y en la de Franco, incluso en algunos aspectos positivos de la II República, como fue la dignificación social del maestro de escuela. Un movimiento regeneracionista de la situación política actual debería proponer reformas económicas como la vuelta a un capitalismo más industrial y menos especulativo, con la reforma de la función de los bancos; debería proponer una superación de la crisis institucional por la limitación de competencias autonómicas excesivas y, en los casos necesarios para el mantenimiento de la economía nacional o el funcionamiento del Estado, su intervención o supresión. Debería proponer una separación del Poder Judicial, una reforma de la enseñanza, una separación mayor del Legislativo y el Ejecutivo, dada la escasa capacidad moderadora que ha demostrado la Monarquía, etc.
Pero debería ser también consciente de que la nueva regeneración política y social llevará tiempo y debe ser enfocada para el medio y largo plazo, aunque ya se está produciendo la irrupción súbita de nuevas fuerzas políticas, como Vox, similares a las de otros países europeos ante fenómenos difíciles de domesticar como la inmi-gración incontrolada. De ahí que sea muy importante en España la formación de un nuevo tipo de políticos y minorías dirigentes, como decía Ortega y Gasset, junto con la de un nuevo tipo de elector español medio que se aleje del seguidismo y deje de votar al mal menor; porque estamos ante las circunstancias de ser hoy España ya un país integrado en Europa, en el grupo de las cuatro grandes economías, pero que, por errores de sus dirigentes políticos y seguidismo conformista del electorado, nos hemos convertido en meros ejecutores de los dictados de Bruselas, sin el menor espíritu y conciencia crítica de nuestros propios intereses nacionales.











