El modelo de Estado
Hemos pasado por el rito de las listas y los listeros. Hemos asumido que habrá diputados cuneros o paracaidistas; de esos que imponen desde el alto mando de los partidos políticos a las provincias. Estamos pendientes del nerviosismo que sufren los altos ejecutivos de la partitocracia cada vez que sale una encuesta desfavorable. Empezamos a sufrir las entrevistas a diferentes aspirantes, por cierto, con poco sentido común en algunos presentados como grandes fichajes. ¡Menuda metedura de pata del aspirante a Duque de Suarez!
Pero como ciudadano tengo mi propia escala de valores. La democracia depende de la separación de poderes. El Ejecutivo dependerá de las mayorías que forme el Legislativo. Es imprescindible la independencia y profesionalidad del judicial.
En esa escala de valores hace falta saber cuáles son los límites para pactar. Al tener muy claro que no habrá mayoría absoluta, los acuerdos entre grupos parlamentarios promoverán un gobierno con un determinado signo. Pero admitiendo que será importante el modelo económico y sus derivadas en el mercado laboral, me preocupa qué modelo de Estado van a impulsar, mantener o cambiar.
Por lo de pronto, el socialismo no ha desvelado si aplicará interpretaciones "imaginativas" para la Constitución española, o si está dispuesto a promover un proceso constituyente para dar cabida a las pretensiones de nacionalistas vascos y catalanes. Me adelanto advirtiendo que los catalanes subidos en el lomo del tigre sólo admitirán un proceso hacia la independencia con el reconocimiento expreso de la soberanía catalana para decidir, sin otras opiniones desde la soberanía española.
Ese modelo de Estado también requiere de una financiación suficiente. La relación entre la autonomía de las comunidades y la autonomía de los grandes municipios es otro espacio que debemos mejorar con el fin de establecer los deberes competenciales de cada cual y los límites de las capacidades para asumir actividades internacionales o de servicios que no corresponden a la letra de los Estatutos.
Llegado a este punto resulta útil y necesario por eficiencia del gasto público, aclarar el papel del Estado, los límites de las autonomías como fragmentos de Estado, el poder municipal para asumir determinadas funciones en un proceso de subsidiaridad que disponga por fin lo que Manuel Fraga llamaba " la ventanilla única".
Posiblemente, los éxitos en la intención del voto para VOX sea la consecuencia de un modelo que se ha ido de las manos, por su ineficacia, su elevado desajuste coste-eficacia, por el servicio a la política clientelar, por la dificultad que con lo sabido a fecha de hoy, tenemos para admitir determinadas autonomías, determinados procesos a favor del desequilibrio y la desigualdad, o la proliferación de organismos encubiertos que cuestan un potosí y son el refugio de leales con los colores del partido gobernante. ¿Alguien me puede asegurar que lo sucedido en Andalucía no sucede en otros Comunidades del Estado de las autonomías?. ¿Hay alguna Comunidad que resista una auditoria profesional e independiente?.
Me ha sorprendido Aznar. Ya no por su cara de mala leche. Ya no por su retórica. Ya no por su sentido posesivo de la sacro santa unidad de la derecha española. Me ha sorprendido por su irrupción, con un discurso que me recuerda aquello de "a ver quién la tiene más grande". Su sentido patrimonialista del Estado le lleva a dar dicterios desde la tribuna, pero se olvida que pueden en cualquier momento despertar a los fantasmas de la foto en las Azores, o los negocios de sus hombres de confianza.
Los socialistas, sobre todo a la vista del descalabro de Podemos, tienen que anunciar alto y claro con quién están dispuestos a pactar. No puede ser que votar al PSOE sea darle carta de naturaleza al proceso de secesión en Cataluña. Y es que la unidad de España es el primer gran problema que debe afrontar la nueva legislatura que salga de las elecciones generales.
Es tal el problema que justifica al igual que hicimos en el País Vasco, un Gobierno de unidad nacional constitucionalista para enfrentar de una vez por todas el proceso de secesión. Y si alguien cree que no hay para tanto, que se tome la molestia de escuchar las declaraciones que en sede judicial se están dando sobre los acontecimientos del 1-O.
Sobre lo que antecede, yo he llegado a la conclusión que estuvo a punto de haber un gravísimo estallido- sea de rebelión, sublevación, golpe contra el orden legal- en aquellos días, y si la cosa no fue a más, se lo debemos a la profesionalidad de la Guardia Civil, a la que los Mossos dejaron al pairo. Pero cuidado. Las sentencias del tribunal que juzga a los conspiradores, a buen seguro que no serán acatadas, y puede haber alguien que en su monomanía de tener el poder, cueste lo que cueste, recurra al indulto. A todo este barullo se unen determinados sectores políticos e informativos de una Europa que debería ser muy responsable con la soberanía de España, máxime por los efectos de traslación que el contencioso Estado-comunidad pueden producirse en otros puntos de la geografía de la UE.
Cada vez que escucho a los socialistas catalanes asumir "el diálogo", de inmediato me viene a la mente cuando en Euskadi la habilidad de Arzalluz y la barbarie de ETA lograron impregnar a los socialistas con la convicción del "diálogo", pero, como siempre, diálogo sobre la rendición del Estado a las pretensiones del secesionismo. Como en aquella Euskadi, hace falta la unidad de los constitucionalistas para expulsar del Gobierno a los nacionalistas, y así reeducar la democracia en la sociedad catalana.
Hemos pasado por el rito de las listas y los listeros. Hemos asumido que habrá diputados cuneros o paracaidistas; de esos que imponen desde el alto mando de los partidos políticos a las provincias. Estamos pendientes del nerviosismo que sufren los altos ejecutivos de la partitocracia cada vez que sale una encuesta desfavorable. Empezamos a sufrir las entrevistas a diferentes aspirantes, por cierto, con poco sentido común en algunos presentados como grandes fichajes. ¡Menuda metedura de pata del aspirante a Duque de Suarez!
Pero como ciudadano tengo mi propia escala de valores. La democracia depende de la separación de poderes. El Ejecutivo dependerá de las mayorías que forme el Legislativo. Es imprescindible la independencia y profesionalidad del judicial.
En esa escala de valores hace falta saber cuáles son los límites para pactar. Al tener muy claro que no habrá mayoría absoluta, los acuerdos entre grupos parlamentarios promoverán un gobierno con un determinado signo. Pero admitiendo que será importante el modelo económico y sus derivadas en el mercado laboral, me preocupa qué modelo de Estado van a impulsar, mantener o cambiar.
Por lo de pronto, el socialismo no ha desvelado si aplicará interpretaciones "imaginativas" para la Constitución española, o si está dispuesto a promover un proceso constituyente para dar cabida a las pretensiones de nacionalistas vascos y catalanes. Me adelanto advirtiendo que los catalanes subidos en el lomo del tigre sólo admitirán un proceso hacia la independencia con el reconocimiento expreso de la soberanía catalana para decidir, sin otras opiniones desde la soberanía española.
Ese modelo de Estado también requiere de una financiación suficiente. La relación entre la autonomía de las comunidades y la autonomía de los grandes municipios es otro espacio que debemos mejorar con el fin de establecer los deberes competenciales de cada cual y los límites de las capacidades para asumir actividades internacionales o de servicios que no corresponden a la letra de los Estatutos.
Llegado a este punto resulta útil y necesario por eficiencia del gasto público, aclarar el papel del Estado, los límites de las autonomías como fragmentos de Estado, el poder municipal para asumir determinadas funciones en un proceso de subsidiaridad que disponga por fin lo que Manuel Fraga llamaba " la ventanilla única".
Posiblemente, los éxitos en la intención del voto para VOX sea la consecuencia de un modelo que se ha ido de las manos, por su ineficacia, su elevado desajuste coste-eficacia, por el servicio a la política clientelar, por la dificultad que con lo sabido a fecha de hoy, tenemos para admitir determinadas autonomías, determinados procesos a favor del desequilibrio y la desigualdad, o la proliferación de organismos encubiertos que cuestan un potosí y son el refugio de leales con los colores del partido gobernante. ¿Alguien me puede asegurar que lo sucedido en Andalucía no sucede en otros Comunidades del Estado de las autonomías?. ¿Hay alguna Comunidad que resista una auditoria profesional e independiente?.
Me ha sorprendido Aznar. Ya no por su cara de mala leche. Ya no por su retórica. Ya no por su sentido posesivo de la sacro santa unidad de la derecha española. Me ha sorprendido por su irrupción, con un discurso que me recuerda aquello de "a ver quién la tiene más grande". Su sentido patrimonialista del Estado le lleva a dar dicterios desde la tribuna, pero se olvida que pueden en cualquier momento despertar a los fantasmas de la foto en las Azores, o los negocios de sus hombres de confianza.
Los socialistas, sobre todo a la vista del descalabro de Podemos, tienen que anunciar alto y claro con quién están dispuestos a pactar. No puede ser que votar al PSOE sea darle carta de naturaleza al proceso de secesión en Cataluña. Y es que la unidad de España es el primer gran problema que debe afrontar la nueva legislatura que salga de las elecciones generales.
Es tal el problema que justifica al igual que hicimos en el País Vasco, un Gobierno de unidad nacional constitucionalista para enfrentar de una vez por todas el proceso de secesión. Y si alguien cree que no hay para tanto, que se tome la molestia de escuchar las declaraciones que en sede judicial se están dando sobre los acontecimientos del 1-O.
Sobre lo que antecede, yo he llegado a la conclusión que estuvo a punto de haber un gravísimo estallido- sea de rebelión, sublevación, golpe contra el orden legal- en aquellos días, y si la cosa no fue a más, se lo debemos a la profesionalidad de la Guardia Civil, a la que los Mossos dejaron al pairo. Pero cuidado. Las sentencias del tribunal que juzga a los conspiradores, a buen seguro que no serán acatadas, y puede haber alguien que en su monomanía de tener el poder, cueste lo que cueste, recurra al indulto. A todo este barullo se unen determinados sectores políticos e informativos de una Europa que debería ser muy responsable con la soberanía de España, máxime por los efectos de traslación que el contencioso Estado-comunidad pueden producirse en otros puntos de la geografía de la UE.
Cada vez que escucho a los socialistas catalanes asumir "el diálogo", de inmediato me viene a la mente cuando en Euskadi la habilidad de Arzalluz y la barbarie de ETA lograron impregnar a los socialistas con la convicción del "diálogo", pero, como siempre, diálogo sobre la rendición del Estado a las pretensiones del secesionismo. Como en aquella Euskadi, hace falta la unidad de los constitucionalistas para expulsar del Gobierno a los nacionalistas, y así reeducar la democracia en la sociedad catalana.