San Martín del Rey Aurelio
Recuerdo un pueblo muy triste
con un puente medieval
y un río de agua dura
que nunca llegó a la mar.
Tenía una fuente fresca
de perenne manantial
escondida en la floresta
de un sonoro pedregal.
Una casa en la pobreza
del olvido y un solar
donde creció la rareza
de un socialismo social.
Recuerdo un valle sin cielo,
un Sol que no es de alumbrar
y una niebla de subsuelo
en un silencio letal.
Silencio que suda barro
silencio que suda hielo,
silencio que suda sarro
en los colmillos del miedo.
Recuerdo algún sueño blanco
buscando despertar lejos
del metalúrgico fango
cubierto de terciopelo.
Silencios de campanario,
rocíos amarillentos
pingando como sudarios
por los castilletes yertos.
Recuerdo un llanto de marzo
entre las flores del duelo
terrible como el regazo
metálico del desconsuelo.
Los temblores de portazos
que estremecieron los sueños
de puños cerrados, mazos
de gobernantes pastueños.
Quedaron ecos amargos
de sílice a cielo abierto
y las minas seminales
extrañas en su mismo suelo,
ciegas como los hastiales
de San Martín del Rey Aurelio.
![[Img #15550]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/04_2019/4922_captura-de-pantalla-2019-04-18-a-las-194016.png)
Recuerdo un pueblo muy triste
con un puente medieval
y un río de agua dura
que nunca llegó a la mar.
Tenía una fuente fresca
de perenne manantial
escondida en la floresta
de un sonoro pedregal.
Una casa en la pobreza
del olvido y un solar
donde creció la rareza
de un socialismo social.
Recuerdo un valle sin cielo,
un Sol que no es de alumbrar
y una niebla de subsuelo
en un silencio letal.
Silencio que suda barro
silencio que suda hielo,
silencio que suda sarro
en los colmillos del miedo.
Recuerdo algún sueño blanco
buscando despertar lejos
del metalúrgico fango
cubierto de terciopelo.
Silencios de campanario,
rocíos amarillentos
pingando como sudarios
por los castilletes yertos.
Recuerdo un llanto de marzo
entre las flores del duelo
terrible como el regazo
metálico del desconsuelo.
Los temblores de portazos
que estremecieron los sueños
de puños cerrados, mazos
de gobernantes pastueños.
Quedaron ecos amargos
de sílice a cielo abierto
y las minas seminales
extrañas en su mismo suelo,
ciegas como los hastiales
de San Martín del Rey Aurelio.
![[Img #15550]](https://latribunadelpaisvasco.com/upload/images/04_2019/4922_captura-de-pantalla-2019-04-18-a-las-194016.png)











