Jaurías
Nos estamos acostumbrando a que cada cierto tiempo se repitan una serie de violentos sucesos con un denominador común, el ensañamiento con el agredido.
Resulta lamentable comprobar que es algo asiduo, cotidiano, como si se tratara de accidentes de tráfico; palizas, violaciones, robos, hurtos, etc. se repiten ante el estupor general que hace que parezca que debamos resignarnos a convivir con ese tipo de comportamientos al igual que durante medio siglo tuvimos que hacerlo con otros.
El ciudadano de a pie es consciente de que la gran mayoría de ese tipo de delitos, son perpetrados por bandas, manadas, jaurías de jóvenes que hemos acogido y por quienes la clase política en general se desvive para que no les falte absolutamente nada. Con nuestros impuestos.
Un manto de silencio protege normalmente la identidad de los autores de esos delitos, un miedo cerval a que se sepa quiénes son y sobre todo de dónde provienen como si el hacerlo supusiera quebrantar el secreto de confesión, de sumario y fuese de obligado cumplimiento la ley de la 'omertá' para preservarlos de quién sabe qué.
El muro de silencio y ocultación afortunadamente se está resquebrajando y son los propios medios de comunicación quienes han decidido dar un paso adelante, tal vez tímido, e informar sin ambages. Es su deber.
Debemos ayudar a los necesitados actuando como buenos samaritanos pero separando el grano de la cizaña, quien se niegue a vivir conforme a nuestros cánones tratando de imponer comportamientos con los que no comulgamos, ajenos a nuestra idiosincrasia, deberá ser expulsado ipso facto.
No es racismo, xenofobia, o cuestión de colores o creencias, simplemente defender nuestro 'modus vivend'i, nuestra casa común y la de todo aquel que respete nuestra cultura. Nos jugamos el ser o no ser.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
Nos estamos acostumbrando a que cada cierto tiempo se repitan una serie de violentos sucesos con un denominador común, el ensañamiento con el agredido.
Resulta lamentable comprobar que es algo asiduo, cotidiano, como si se tratara de accidentes de tráfico; palizas, violaciones, robos, hurtos, etc. se repiten ante el estupor general que hace que parezca que debamos resignarnos a convivir con ese tipo de comportamientos al igual que durante medio siglo tuvimos que hacerlo con otros.
El ciudadano de a pie es consciente de que la gran mayoría de ese tipo de delitos, son perpetrados por bandas, manadas, jaurías de jóvenes que hemos acogido y por quienes la clase política en general se desvive para que no les falte absolutamente nada. Con nuestros impuestos.
Un manto de silencio protege normalmente la identidad de los autores de esos delitos, un miedo cerval a que se sepa quiénes son y sobre todo de dónde provienen como si el hacerlo supusiera quebrantar el secreto de confesión, de sumario y fuese de obligado cumplimiento la ley de la 'omertá' para preservarlos de quién sabe qué.
El muro de silencio y ocultación afortunadamente se está resquebrajando y son los propios medios de comunicación quienes han decidido dar un paso adelante, tal vez tímido, e informar sin ambages. Es su deber.
Debemos ayudar a los necesitados actuando como buenos samaritanos pero separando el grano de la cizaña, quien se niegue a vivir conforme a nuestros cánones tratando de imponer comportamientos con los que no comulgamos, ajenos a nuestra idiosincrasia, deberá ser expulsado ipso facto.
No es racismo, xenofobia, o cuestión de colores o creencias, simplemente defender nuestro 'modus vivend'i, nuestra casa común y la de todo aquel que respete nuestra cultura. Nos jugamos el ser o no ser.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria