Martes, 04 de Noviembre de 2025

Actualizada Martes, 04 de Noviembre de 2025 a las 16:20:25 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Antonio Ríos Rojas
Jueves, 02 de Mayo de 2019 Tiempo de lectura:

Vivir en burbujas

[Img #15613]El fraude en las elecciones de 1936 perpetrado por el Frente Popular ha tardado casi setenta años en ser rigurosamente demostrado. Los vencedores de la guerra ni siquiera se molestaron en investigar el fraude del que fueron víctimas. Gestar una propaganda “antiroja” y reconstruir el país les era suficiente. Muy tímidamente han asomado sospechas de fraude en los recientes comicios celebrados. Van a ir apareciendo más. Sin embargo, estoy convencido –aunque no tengo la certeza- de que esas sospechas se explican como fruto de un mal perder. Ha habido encuestas de todos los colores –serias me refiero, no a porras de resultados- y todas apuntaban más o menos a lo mismo. Por lo tanto, mientras no se nos demuestre que hubo pucherazo –y creo que no lo hubo- compete analizar la realidad tal y como parece que es.

 

Y esa realidad es mucho más dura de lo que creemos. Es cierto que la vida sigue, y sigue al modo moderno, el de no sentir demasiado las cosas, ya que  todo es renovable, todo es canjeable. Sigue la lucha con nuestras enfermedades, nuestras prisas interiores, la vorágine que nos devora, el partido de fútbol de mañana, el nuevo fichaje de nuestro equipo, el próximo viaje planeado. Y sin embargo, las elecciones generales nos han dado, no una bofetada, sino una paliza en toda regla. La realidad nos ha vapuleado. Las llamadas “derechas” se habían atrincherado en una confianza sólo propia de un creyente. Sino tocar, al menos creían ver, creían oír. Estaban seguras de estar en la auténtica realidad y que eran los otros los que vivían en un mundo ficticio. Veían a miles y decenas de miles de personas llenar los actos de VOX, oían en sus círculos íntimos decir que votarían a las “derechas”, escuchaban sus sectarios programas de radio, canales de televisión y páginas de internet. Creyeron, creíamos –pues yo también me incluyo en el grupo- que el sentido común había despertado por fin en España. El pueblo español diría basta a tantas cesiones a nacionalistas, a tanta dictadura progre, a tanta denigración de nuestra historia. Se acabaría una ideología de género que ha convertido a los hombres en seres primitivos, potencialmente maltratadores y asesinos. Una ideología que sólo mira al varón con indulgencia cuando éste dice ser “feminista”. Por fin se acabaría una memoria histórica que nos imponía quiénes eran los buenos y quién los malos. Parecía que el eslogan de VOX no podía ser más acertado: Una España viva latía.

 

Pero era más fuerte el deseo de ver que el ver mismo. Veíamos y oíamos sólo lo que queríamos ver y oír. Ante la devastación anímica, moral y espiritual que nos ocasionaban los medios tomados por la progresía izquierdista, nos metimos en una burbuja. Creíamos salir de un “Mátrix” para insertarnos en la realidad, pero nos salimos de un “Mátrix” para meternos en otro. De una burbuja que nos resultaba devastadora nos insertamos en otra que exhalaba un aroma a nuestro gusto y en la que podíamos respirar. Hoy hay que calificar a ambos mundos, a ambas burbujas, como opio del pueblo. Nadie ha denunciado el engaño que hemos sufrido. Hemos sido títeres consumidores de propaganda pues las burbujas nos tenían preparado asiento, audífonos, incluso ridículas tarimas donde expresar en dos frases o un “like” nuestra opinión. Pero sería ridículo denunciar, pues nosotros nos hemos tirado de cabeza dentro de esos habitáculos de espuma. No resultó ser sino una tela de araña perfecta. Las dos Españas se vuelven hoy densas en sus dos burbujas. Es un perfecto bipartidismo que nutriendo de esperanza a muchos da dinero a unos pocos. Creíamos que si los españoles se cansaron del franquismo después de cuarenta años, nos cansaríamos de esta democracia fundamentalista y vacía después de otros tantos años. Nos equivocamos. Esta dictadura está mejor trenzada. El tejido parece más blando pero es mucho más resistente y duradero. Nos apresa el alma en las escuelas, en la televisión, en internet.

 

Esta derrota de las “derechas” es la más dolorosa que se recuerda, porque el desengaño ha sido proporcional al autoengaño y este ha sido sideral. La realidad, por muy cruda y zafia que fuera, nos ha demolido. Hay que reconocerlo. Y nos preguntamos cuándo va a despertar España si no lo ha hecho en esta situación de extrema gravedad, de extrema traición. Si no ha despertado España el 28 de abril, ¿despertará alguna vez? ¿Está viva o está muerta y desintegrada la España que soñamos? Lo que sé es que de momento España está profundamente dormida. Lo que nos ha derrotado ha sido un ejército de bellas durmientes. Alicia en el país de las maravillas les ha capitaneado. Nosotros estamos al lado del realismo, no cabe duda. Vemos más, intuimos más. Nuestra burbuja fue mucho más justa, real, sensata que la otra. El problema es que el mundo ya no se deja moldear por la realidad. Se ha acomodado en un dulce pero malévolo sueño y no hemos sabido ver que el bosque de Birnan se movía hacia Dunsinane. No éramos nosotros los Macbeths. La tragedia se ha vuelto del revés. Lo que nos asediaba era un ejército de Macbeths y de Ladys Macbeths, de traidores -y traidoras- dispuestas a todo. Sí, el vacío sin escrúpulos nos ha vencido. El 28 de abril tomó la plaza. No creímos a los Tezanos que en forma de brujas nos profetizaban la realidad, la fea realidad que se nos venía encima. Y como las brujas de Macbeth, los Tezanos profetizaban con risas, sabiendo que nosotros vivíamos en un sueño, y que no despertaríamos hasta el 28 de abril. Hasta que el bosque de Dirnan nos derrotó.

 

Hemos sido víctima de lo que los griegos consideraban una epidemia: la esperanza. No es extraño que tantos votantes de las derechas fueran creyentes, pues se aferraron a la esperanza como virtud teologal y no como supremo engaño.

 

Y asomados ya por fin al doloroso desengaño, atenuado por la vorágine de consumo y de apariencia que nos devora, cabe preguntarnos. ¿Cómo vamos a poder vivir en una España tan fea como la que se nos viene encima? Porque lo que se nos viene encima, si no lo saben, es muy feo. Quiero ofrecer la respuesta que he adoptado para mí mismo. Sólo podremos vivir… viviendo por fin, viviendo de una vez por todas. Y me preguntarán: ¿es que antes no vivíamos? No. Vivíamos en burbujas falsas. Sólo vivíamos de verdad cuando la enfermedad llamaba a nuestras puertas, cuando amábamos al contemplar una puesta de sol, cuando nos aferrábamos a la persona amada en ese abrazo amoroso que nos alejaba de la muerte, tal como sugería Unamuno. Pero en nuestras esperanzas políticas no vivíamos, sólo soñábamos. Sí, me dirán que la vida es sueño. Sí, les digo, el sueño como engaño, tal como bien sabía Calderón.

 

Vivir, pues. Ahora nos toca insertarnos en la menos falsa de las burbujas, la burbuja de nuestro yo. No es una huida, no es una vuelta al solipsismo, es un baño de realismo. Un baño en el que la espuma de la burbuja la crearán buenas lecturas, buen cine, amor y naturaleza. Los medios de comunicación más afines a nosotros colaborarán en ello. Ellos también vivirán en una burbuja más auténtica. Recuerdo un pasaje del libro de Roca Barea en el que anima a extender una propaganda contra los enemigos de España (sobre todo los enemigos internos) similar a la que ellos hacen contra nosotros. Y alerta la historiadora que, de no hacerlo, no deberíamos quejarnos después. Yo no quiero emplear esa estrategia. Me niego.  Cuidaremos de nuestro jardín anímico y mental. Olvidaremos el insidioso “zasca” y la tergiversación en la que el bipartidismo de burbujas nos bañan con aguas de alcantarillas. Es hora de que el enemigo sepa que nos hacemos más fuertes de la forma más sólida en la que los hombres pueden fortalecerse: creciendo en la adversidad. A los católicos ha de parecerles ese un campo idílico. Pobres católicos de misa diaria y rosario. Muchos de los cuales veían, casi tocaban otra España. Ellos se han llevado la mayor de las desilusiones. Pero ellos tienen abono -natural y artificial- suficiente para el jardín del alma. Envidiémoslos. ¿No ha dicho al fin y al cabo Cristo “mi reino de no es de este mundo”? Sin embargo, nos une a todos una misma fe. La fe en una España liberada de esta dictadura progre. La fe en la libertad. Y desde nuestras burbujas sentiremos aún más concentradamente la conexión con la Tradición de nuestros mayores, y aumentará todavía más nuestro amor a la Patria. Habrá que tener paciencia y confianza en que en cada una de las  burbujas irán abriéndose agujeros que dejen pasar rayos de luz, ventanas que nos inunden de claridad y nos abran al exterior, hasta que las burbujas estallen.  Por fin estallarán de luz.

 

La España que deseamos vendrá. Tarde o temprano, vendrá. El tiempo no está aún maduro. Lo estará cuando a la devastación moral y cultural que ya padecemos se sume la devastación económica. Los españoles han entregado su país a la más perfecta máquina devastadora, el PSOE de Pedro Sánchez. El pueblo español pagará por ello. Aún no ha alcanzado España la devastación de Sodoma y Gomorra. Pero al tiempo. Sin embargo, no haremos algo propio del comunismo: desear relamidos la hecatombe, desear una destrucción apocalíptica. Ni siquiera nos pondremos a esperar, pues urge crecer. Seremos exigentes con nosotros mismos. No basta con gritos de “Viva España”. La España que queremos no es la de la testiculina. Ha de nacer del cuidado de nuestro jardín interior. Como el mundo moderno nos dificulta la tarea, y en España es la mayor fábrica de obstáculos, habremos que imitar a los cristianos, habremos de ser cristianos de algún modo. Viviremos en el mundo sin ser del mundo. Parecerá un refugio, una huida. Es, sin embargo, el comienzo de algo grande. Lo grande sólo estallará de luz si previamente nos hemos hecho mejores. De otra forma, no vale la pena.

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.