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Ernesto Ladrón de Guevara
Lunes, 06 de Mayo de 2019 Tiempo de lectura:

La formación de las masas

Me llega la información de que el candidato a la alcaldía de Vitoria por Podemos fue el número tres de la banda terrorista ETA político-militar en su época más sangrienta. A estas alturas, por sus pronunciamientos y actitudes parece bastante evidente que Podemos es uno más de los que intentan blanquear la negra historia del terrorismo de ETA. No parece tan claro que lo justifiquen, pero, al menos, no muestran una rotunda condena a la violencia terrorista y se suman a los voceros que mezclan churras con merinas para desprestigiar a la Policía en aquellos tiempos y, de alguna manera, dar la imagen consabida de que aquello era una guerra entre idealistas revolucionarios frente a una Policía brutal. Algo así como lo del juicio del “procés”, con los vergonzosos y mendaces testimonios de los defensores del golpe de Cataluña y de los que montaron una presunta rebelión.

 

Podemos es la marca blanca de Bildu. Los navarros lo saben bien tras esta legislatura nefasta que ha subvertido un mandato en las urnas que dio casi el doble de escaños a UPN sobre su inmediato seguidor que era Geroa Bai. Bildu es la herencia política de ETA, como todo el mundo sabe, salvo, al parecer, sus votantes. O, a lo mejor ellos también lo saben y les da igual, en una expresión de inmoralidad que a mí me acongoja. Y éstos no me van a dar clases de amor a mi tierra. Los del PNV se suman al concierto de lavado de cara al terrorismo, como es evidente a todas luces, por lo que tenemos la orquesta completada.

 

Todos ellos han ganado por goleada en el País Vasco en las últimas elecciones generales. Lo cual también es patético. Desconozco si ello responde a la realidad sociológica, cosa que no lo parece a tenor de cómo es la calle, al menos en su aspecto formal. La verdad es que lo dudo a tenor de la masiva concurrencia a la última 'Korrika'. No acabo de explicarme cómo la gente secunda una acción que más que apoyar al euskera parece un movimiento político a favor de los presos como es patente a la vista de los carteles expuestos y la parafernalia típica en estos eventos. Y a esos les podría caber la duda de con quién van, pues AEK al parecer pertenecía al bloque KAS de apoyo a ETA, o al menos hubo alguien de su cúpula dirigente implicada y condenada.

 

En conclusión, la masa ya está compuesta y ordenada para acudir a los llamamientos para la independencia. Ha sido un largo recorrido de adoctrinamiento, de modelamiento de la percepción colectiva a través de la escuela, la propaganda, los medios de comunicación sobornados al efecto y sus propios mecanismos de adulteración de la verdad informativa; y, sobre todo, los instrumentos de aculturación, como es el euskera; mediante los cuales se han puesto cribas muy efectivas para seleccionar a los comisarios políticos y voceros de la causa en las administraciones, sobre todo la educativa.

 

Sin olvidar la acción eficacísima del aparato paramilitar, es decir de ETA, en cuya travesía de terror no se ha movido ni una mosca que se pudiera salir de los parámetros ideológicos abertzales.

 

A ello hay que añadir un sistema educativo marco nefasto y prácticamente  inexistente, en su disolución en 17 taifas mal llamadas educativas, bajo el mando y la dirección de caciques que llevan a España a la desaparición efectiva.

 

Ese régimen educativo, que no sistema, consiste en un fracaso maquillado y preservado para dar continuidad a la ignorancia más supina y a la relativización más flagrante del sistema de valores y legado cultural transmitido por generaciones. Desde la relativización de los esquemas de comportamiento social inaugurada por Nietzsche y la negación de Dios de los hegelianos llevamos un par de siglos donde todo vale en los comportamientos políticos y sociales.  Con una formación humanística deplorable, la peor en generaciones desde que en el siglo XIX se pusiera en marcha un precario sistema educativo nacional en un Estado liberal cogido con pinzas.

 

Y parece que no quieren enmendarlo, lo que hace suponer que esta situación responde a un diseño de creación de una masa aborregada, muy bien dispuesta a dejarse manipular, e incapaz de fomentar un pensamiento autónomo, libre, no alienado, emancipado y resistente a las bridas y correajes identitarios. Una masa, en definitiva, al servicio y disposición de quienes manejan el destino colectivo desde zonas oscuras del poder de las tinieblas y con intereses de enriquecimiento de unas castas internacionales que manejan los hilos del futuro de nuestras generaciones bajo prismas cognitivos bien dispuestos en moldes calibrados al efecto.

 

Aquí se podrían aplicar aquellas palabras de Ortega y Gasset, proféticas y aplicables al momento presente, que decían lo siguiente en el libro “La revolución de las masas”.

 

“Triunfa hoy sobre toda el área continental una forma de homogeneidad que amenaza consumir por completo aquel tesoro. Dondequiera ha surgido el hombre-masa de que este volumen se ocupa, un tipo de hombre hecho de prisa, montado nada más que sobre unas cuantas y pobres abstracciones y que, por lo mismo, es idéntico de un cabo de Europa al otro. A él se debe el triste aspecto de asfixiante monotonía que va tomando la vida en todo el continente. Este hombre-masa es el hombre previamente vaciado de su propia historia, sin entrañas de pasado y, por lo mismo, dócil a todas las disciplinas llamadas “internacionales”. Más que un hombre, es solo un caparazón de hombre constituido por meros idola fori; carece de un ´dentro´, de una intimidad suya, inexorable e inalienable, de un yo que no se pueda revocar. De aquí que esté siempre en disponibilidad para fingir ser cualquier cosa. Tiene sólo apetitos, cree que sólo tiene derechos y no cree que tiene obligaciones: es el hombre sin la nobleza que obliga -sine nobilitate-, snob”.

 

La inexorable realidad de una clase política -con alguna excepción muy notable- que es inútil para ahormar nuestra fortaleza como nación y darle sustancia, nos lleva a las palabras del mismo Ortega:

 

“La misión del llamado ‘intelectual’ es, en cierto modo, opuesta a la del político. La obra intelectual aspira con frecuencia en vano, a aclarar un poco las cosas, mientras que la del político suele, por el contrario, consistir en confundirlas más de lo que estaban. Ser de la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el hombre puede elegir para ser un imbécil: ambas, en efecto, son formas de hemiplejia moral. Además, la persistencia de estos calificativos contribuye no poco a falsificar más aún la ‘realidad’ del presente, ya falsa de por sí, porque se ha rizado el rizo de las experiencias políticas a que responden, como lo demuestra el hecho de que hoy las derechas prometen revoluciones y las izquierdas proponen tiranías.”

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