¿Por qué la izquierda al servicio del capital ama a Soros?
El filósofo italiano Diego Fusaro, (Turín,1983) enseña Historia de la Filosofía en el IASSP de Milán (Instituto de Altos Estudios Estratégicos y Políticos), donde también es director científico. Gran conocedor de la obra de Marx y del pensamiento de izquierdas, en sus numerosos ensayos (varios de ellos traducidos ya al español) analiza con detalle la traición que las izquierdas han llevado a cabo contra la clase trabajadora, vendiéndose al globalismo de individuos como George Soros y apostando por convertirse en títeres de los grandes poderes neoliberales mundialistas. Traemos a La Tribuna del País Vasco, en exclusiva para el público lector en español, uno de sus más clarividentes ensayos, donde se demuestra que todavía hay una parte de la izquierda, muy minoritaria aún, crítica con los intentos mundialistas de acabar con los valores derivados de la familia, las tradiciones, la identidad, el derecho natural, el arraigo, etc.
¿Por qué la izquierda al servicio del Capital ama a Soros?
La trágica historia de la izquierda es, en esencia, la historia de su metamorfosis kafkiana: que desde el partido comunista del glorioso Gramsci les ha llevado finalmente a ser, tras una larga y turbulenta historia, el fucsia [color del feminismo, N. del T.] y el arco iris [color del homosexualismo, N. del T.] de izquierdas al servicio de las clases dominantes.
Como movimiento organizado partidista en la lucha contra el capital (Gramsci, Togliatti y la vía nacional hacia el comunismo), se han redefinido metafóricamente como un movimiento en la lucha por el capital: cada victoria que han obtenido en los últimos treinta años ha sido un baño de sangre para las clases trabajadoras. Pensemos en el trabajo de Mitterrand en Francia, D'Alema en Italia y Blair en Inglaterra. Hoy, en cambio, han perdido toda referencia real y simbólica hacia el pueblo y hacia la clase obrera, a los que incluso desprecian por medio del uso de categorías risibles como la etiqueta de "populismo", que es, de hecho, el barniz con la que esconden su propia demofobia, su propio odio proclamado hacia el pueblo, hacia los trabajadores y hacia sus reivindicaciones básicas de salarios, estabilidad existencial y laboral, proteccionismo económico.
El emblema de todo esto reside en el amor desenfrenado que la izquierda siente por el "filántropo", en realidad el turbomundialista Soros: es decir, por tratarse quizás del miembro más influyente de las clases sin fronteras dominadas por el cosmo-mercado. ¿Cómo surgió este abismo? ¿Por qué la izquierda, como amiga de los trabajadores que antes era, ahora es amiga de aquellos que, protegiendo sus intereses de clase, proceden a masacrar a los trabajadores a golpes de una globalización desgraciada y de una competencia sin fronteras? ¿Por qué del amor por Gramsci, que niegan hoy, estas personas de izquierdas son las que han pasado a amar a Soros, en contra de aquello contra lo que una vez habrían luchado con orgullo? "Estoy con Soros": Así tuiteó recientemente, sin vergüenza, Carlo Calenda, imagen de la izquierda amigable para con el mercado para completar, así, el eslabón del poder capitalista. ¿Qué pasa con eso? La elección del sabio Calenda es excelente, coherente con el plan de la izquierda, el plan de dócil servidumbre hacia las clases dominantes y de despiadada masacre de los trabajadores en nombre del mercado, de la UE, de la competitividad.
Lo sabemos: los payasos de la izquierda italiana aman a Soros. Ahora está claro por qué: nadie ha invertido más dinero que él en la destrucción del comunismo, permitiendo que estos payasos se reajusten al dinero del capital y en el sentido liberal. Permitiéndoles realizar plenamente su propia metamorfosis indecorosa, lo que les llevó a negar todo, incluso a sí mismos. Soros, lo sabemos, siempre y de forma exclusiva, apoya las luchas que, fingiendo ser deseadas por la sociedad civil, protegen los intereses de la política de clase global y la competitividad: desde las deportaciones de esclavos de África por parte de barcos privados hasta el derrocamiento de gobiernos no alineados gracias a las "revoluciones coloridas" gestionadas ad hoc desde arriba. ¿Ha visto alguna vez al turbo-capitalista Soros financiar las protestas de los trabajadores de Fiat Mirafiori? ¿O los precarios trabajadores de Bolonia? ¿O, de nuevo, los desempleados de Nápoles? Por supuesto que no. Siempre y sólo financia lo que es orgánico para con la sociedad abierta, es decir, para el modelo del capitalismo más despiadado del mundo.
Los heraldos del pensamiento único políticamente correcto y éticamente corrupto, los "militantes" de izquierda, que los apoyan sin darse cuenta de que, precisamente por eso, defienden los intereses de los dominantes (Martina, que dice que sale a la calle con la bandera de la UE, puede bastar como ejemplo...) [Maurizio Martina, político italiano, líder del Partido Demócrata, N. del T.], dirán en este momento que somos antisemitas: quien critica a Soros es antisemita, en su opinión. La idiotez alcanza aquí el límite extremo de la no devolución: si atacamos a Soros, ciertamente no lo hacemos porque es judío. Lo hacemos porque él -sea judío o cristiano, ateo o musulmán- es un enemigo de clase: el odio que nos reserva a nosotros, a las clases trabajadoras y a los pueblos que sufren, debe serle devuelto en su totalidad y sin descuentos. ¿Se llama antisemitismo? No, caballeros, se llama lucha de clases. Esto nos lo enseñó un hombre que también era judío, pero que, a diferencia de Soros, estaba de nuestro lado: Carlos Marx.
El filósofo italiano Diego Fusaro, (Turín,1983) enseña Historia de la Filosofía en el IASSP de Milán (Instituto de Altos Estudios Estratégicos y Políticos), donde también es director científico. Gran conocedor de la obra de Marx y del pensamiento de izquierdas, en sus numerosos ensayos (varios de ellos traducidos ya al español) analiza con detalle la traición que las izquierdas han llevado a cabo contra la clase trabajadora, vendiéndose al globalismo de individuos como George Soros y apostando por convertirse en títeres de los grandes poderes neoliberales mundialistas. Traemos a La Tribuna del País Vasco, en exclusiva para el público lector en español, uno de sus más clarividentes ensayos, donde se demuestra que todavía hay una parte de la izquierda, muy minoritaria aún, crítica con los intentos mundialistas de acabar con los valores derivados de la familia, las tradiciones, la identidad, el derecho natural, el arraigo, etc.
¿Por qué la izquierda al servicio del Capital ama a Soros?
La trágica historia de la izquierda es, en esencia, la historia de su metamorfosis kafkiana: que desde el partido comunista del glorioso Gramsci les ha llevado finalmente a ser, tras una larga y turbulenta historia, el fucsia [color del feminismo, N. del T.] y el arco iris [color del homosexualismo, N. del T.] de izquierdas al servicio de las clases dominantes.
Como movimiento organizado partidista en la lucha contra el capital (Gramsci, Togliatti y la vía nacional hacia el comunismo), se han redefinido metafóricamente como un movimiento en la lucha por el capital: cada victoria que han obtenido en los últimos treinta años ha sido un baño de sangre para las clases trabajadoras. Pensemos en el trabajo de Mitterrand en Francia, D'Alema en Italia y Blair en Inglaterra. Hoy, en cambio, han perdido toda referencia real y simbólica hacia el pueblo y hacia la clase obrera, a los que incluso desprecian por medio del uso de categorías risibles como la etiqueta de "populismo", que es, de hecho, el barniz con la que esconden su propia demofobia, su propio odio proclamado hacia el pueblo, hacia los trabajadores y hacia sus reivindicaciones básicas de salarios, estabilidad existencial y laboral, proteccionismo económico.
El emblema de todo esto reside en el amor desenfrenado que la izquierda siente por el "filántropo", en realidad el turbomundialista Soros: es decir, por tratarse quizás del miembro más influyente de las clases sin fronteras dominadas por el cosmo-mercado. ¿Cómo surgió este abismo? ¿Por qué la izquierda, como amiga de los trabajadores que antes era, ahora es amiga de aquellos que, protegiendo sus intereses de clase, proceden a masacrar a los trabajadores a golpes de una globalización desgraciada y de una competencia sin fronteras? ¿Por qué del amor por Gramsci, que niegan hoy, estas personas de izquierdas son las que han pasado a amar a Soros, en contra de aquello contra lo que una vez habrían luchado con orgullo? "Estoy con Soros": Así tuiteó recientemente, sin vergüenza, Carlo Calenda, imagen de la izquierda amigable para con el mercado para completar, así, el eslabón del poder capitalista. ¿Qué pasa con eso? La elección del sabio Calenda es excelente, coherente con el plan de la izquierda, el plan de dócil servidumbre hacia las clases dominantes y de despiadada masacre de los trabajadores en nombre del mercado, de la UE, de la competitividad.
Lo sabemos: los payasos de la izquierda italiana aman a Soros. Ahora está claro por qué: nadie ha invertido más dinero que él en la destrucción del comunismo, permitiendo que estos payasos se reajusten al dinero del capital y en el sentido liberal. Permitiéndoles realizar plenamente su propia metamorfosis indecorosa, lo que les llevó a negar todo, incluso a sí mismos. Soros, lo sabemos, siempre y de forma exclusiva, apoya las luchas que, fingiendo ser deseadas por la sociedad civil, protegen los intereses de la política de clase global y la competitividad: desde las deportaciones de esclavos de África por parte de barcos privados hasta el derrocamiento de gobiernos no alineados gracias a las "revoluciones coloridas" gestionadas ad hoc desde arriba. ¿Ha visto alguna vez al turbo-capitalista Soros financiar las protestas de los trabajadores de Fiat Mirafiori? ¿O los precarios trabajadores de Bolonia? ¿O, de nuevo, los desempleados de Nápoles? Por supuesto que no. Siempre y sólo financia lo que es orgánico para con la sociedad abierta, es decir, para el modelo del capitalismo más despiadado del mundo.
Los heraldos del pensamiento único políticamente correcto y éticamente corrupto, los "militantes" de izquierda, que los apoyan sin darse cuenta de que, precisamente por eso, defienden los intereses de los dominantes (Martina, que dice que sale a la calle con la bandera de la UE, puede bastar como ejemplo...) [Maurizio Martina, político italiano, líder del Partido Demócrata, N. del T.], dirán en este momento que somos antisemitas: quien critica a Soros es antisemita, en su opinión. La idiotez alcanza aquí el límite extremo de la no devolución: si atacamos a Soros, ciertamente no lo hacemos porque es judío. Lo hacemos porque él -sea judío o cristiano, ateo o musulmán- es un enemigo de clase: el odio que nos reserva a nosotros, a las clases trabajadoras y a los pueblos que sufren, debe serle devuelto en su totalidad y sin descuentos. ¿Se llama antisemitismo? No, caballeros, se llama lucha de clases. Esto nos lo enseñó un hombre que también era judío, pero que, a diferencia de Soros, estaba de nuestro lado: Carlos Marx.