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Pablo Mosquera
Domingo, 26 de Mayo de 2019 Tiempo de lectura:

Últimos momentos

No hemos avanzado en cultura política. Hay más listas electorales, pero sus componentes dedican más tiempo, palabras y gestos, a la descalificación que a proyectos para emocionar al tejido social con propuestas esperanzadoras. Sigue funcionando algo tan grosero como el "y tú más". O el viejo complejo, herencia de la Iglesia, la gestión del miedo. "Vótame para evitar que lleguen los...".

 

El nivel de los aspirantes está cada vez más a la baja. No puede ser, ni conformarme con la disculpa. ¡Es lo que hay!. Pienso que no es así. Falta creatividad. Falta grandeza en el pensamiento y en el comportamiento. Falta patriotismo, más allá de esas rancias señales de amor a una patria que no sabemos a quién contiene, protege y juzga. Es todo tan teatral, que podíamos ahorrarnos las campañas electorales.    

Pedro Sánchez tiene que estar encantado de haberse conocido. Un tipo mediocre como él, con buena presencia física y voz de actor para el teatro al aire libre en Mérida, ha realizado una remontada espectacular. De ser un maldito, de ser expulsado a gorrazos desde la sede en la calle Ferraz, está a punto de darle la vuelta a "la tortilla" y alcanzar máximas cotas de poder institucional para el PSOE.

 

No sólo está a punto de agujerear el casco del destructor de la armada en la derecha del siglo XX, es que ha logrado que aquel otro Pablo que, desde la conquista de los cielos, le achicaba los espacios socio-políticos, ahora suplique, grite, se esfuerce en cada acto de campaña rogándole le de poder, necesita tocar poder, no puede dejar sólo al PSOE pues no es de fiar. Pero, ¿acaso Irene, Echenique y Pablo son de fiar?.

 

Dicen mis antepasados que siempre debemos dejar una puerta abierta y una vela encendida. Así se entiende la virguería que ha puesto sobre el tapete la nueva Presidenta del Parlamento. Sabía que los tribunales son indisponibles para decirle si cabe inhabilitar a los presos del proceso. Sabía que el Reglamento de la Cámara se aplica a los que adquieren la condición de Diputados. Y que tal condición se pierde por situaciones como las que afectan a tales presos. Pero se trata de ganar tiempo. Para dejar abierta la posibilidad de un comodín que garantice, en un mal escenario, la investidura de Pedro Sánchez.    

 

En el PP dan por descontado que tendrán muy mal resultado. Les queda la esperanza de Madrid y Castilla y León. Pero tengo motivos para pensar que tampoco ahí evitarán la marea roja. Así que el lunes de penitencia será una 'vendetta', y no se arregla tratando de engañar a la militancia. Ni se arregla ofreciendo algunas cabezas. Ni mucho menos recuperando al equipo de Arenas. Se arregla con la dimisión de Pablo Casado y un Congreso de refundación, sin Maroto y con Alonso. Hay que aceptar que el nuevo centro-derecha está nucleado por C's, y que aquellos viejos roqueros que dilapidaron la mayoría absoluta no conectan con las gentes.

 

Son tiempos de mudanzas. Son tiempos para cambiar mensajes y buscar una generación que no sea de laboratorio en universidad tramposa o en FAES que tampoco ha vuelto a decir nada. Y es que Aznar tiene mucha culpa de toda la historia en torno a la corrupción que pilotaban desde Génova. ¿Se les ha olvidado?. Pues se lo recordarán en cuanto empiecen las sentencias de la Gurtel.

 

Centrándome en la municipalidad. Desde esta Galicia mágica por naturaleza, se nos ha puesto como ejemplos de gestión para mejorar la vida de los ciudadanos los casos de Bilbao y Vitoria.

 

En Bilbao, en plena crisis económica de la industria y los astilleros, se hizo una apuesta por los equipamientos culturales. En el espacio de las ruinas Euskalduna y de la vieja estación en las cercanías de Deusto, hoy se levantan dos iconos que cambiaron la imagen de la ciudad y de una comunidad zaherida por la violencia etarra. Me refiero a ese espacio dónde el viajero puede visitar el Palacio de la Opera "Euskalduna", el Museo de Bellas Artes y sobre todo la "catedral del titanio", el Guggenheim.

 

En Vitoria se practicó todo un ejemplo de urbanismo. La zonificación del territorio, la dotación de equipamientos a los barrios para que dispusieran de forma autónoma de respuesta a las demandas de sus habitantes, la puesta en escena de los centros cívicos como lugar de encuentro para el ocio y la cultura, y sobre todo, el crecimiento sostenible basado en el medio ambiente.

 

Sólo hay otro ejemplo que yo recuerdo como espectacular. La Barcelona de las Olimpiadas. Cómo se aprovechó la cita deportiva para abrir la ciudad Condal al Mediterráneo, sustituyendo las ruinas de las factorías textiles por esa Barcelona moderna y marítima. Donde, como en otras grandes urbes de Europa, el visitante puede recordar el pasado modernista, o el de los viejos barrios que desde la montaña caminan por sus Ramblas en busca del puerto y sus atarazanas. Lo peor de la Barcelona actual, punto obligado para el turista, es la alcaldesa, una mujer con verborrea y cambios de conducta, fruto de su ignorancia que pone al servicio del oportunismo demagógico. Pero la alternativa no es mejor. Pascual Maragall era un catalán que quiso hacer de su barcelonismo una forma rica y culta de ser español. El hermano del anterior pretende convertir a Barcelona en la capital de una República que no existe, o que en su intento vuelva a recordarnos aquella semana trágica en la que los anarquistas fueron abatidos por los cañones de la República española.

 

Lo peor de las ciudades es que son el espacio más codiciado para la especulación. Desde las grandes compañías se aspira a proyectos gigantes en los que todos ganan dineros, menos los ciudadanos que son utilizados como polichinelas. Concejales que no tenían ni títulos, ni patrimonio económico, gracias a su paso por los ayuntamientos, son ahora señoritos adinerados que lucen palmito por las terrazas, los eventos y son tratados de usía en la entidades bancarias dónde descansan sus cuentas corrientes. Y si se les pregunta... responden con falta de imaginación. "Es que me ha tocado ser heredero de un tío lejano..."

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