Mercaderes del poder
¿De qué nos vale votar?; ¿Dónde están los cambios que nos prometieron?; ¿En qué se diferencian los nuevos mandarines de los de antes?; ¿Qué concepto tienen los políticos de la democracia;. ¿A cuanta buena gente dejarán, mediante sus enjuagues, por el camino de la decepción?; ¿Qué se puede hacer?.
Estamos a punto de completar la obra de teatro. Seguro que aquel gran periodista Leopoldo Alas "Clarín" le habría dedicado "un suelto" pleno de crítica, tristeza y desencanto con los protagonistas del espacio político, o lo que es peor, el espacio que hay entre pueblo y mandatarios, tras varias consultas a través de las urnas. Me lo imagino en su tertulia de la "Cervecería Inglesa" en la que fundaron el "Bilis Club". De tal lugar se habría dirigido a la redacción de "El Solfeo" para escribir aquella temida columna "Azotacalles de Madrid". No le importaba echarse a las espaldas más enemigos. En esto tampoco hemos cambiado. O das la razón, o te callas, o te la guardan para darte un ejemplar castigo al pecado que supone usar la libertad de expresión para señalar a truhanes y malandrines...
La obra de teatro la señaló Emilio Romero. "La política es, mitad teatro, mitad basura". La primera escena estuvo preñada de insultos para marcar diferencias entre los nuevos y los viejos aspirantes a la mano de "doña poltrona". Hasta nos hicieron creer que había llegado el Renacimiento. Atrás quedaban los vicios propios de quienes habían fundado el bipartidismo con la ayuda precisa del nacionalismo. Como diría Groucho Marx, "disculpen si les llamo caballeros, pero es que no los conozco bien". Y así el hombre de la barba gris y labios de hastío volvió al despacho de Registrador y a la felicidad inmensa de poder leer "El Marca" sentado en la playa del Silgar. Dio paso a la nueva generación. La que se formó en la factoría de ideas FAES. Todos jóvenes sonrientes, bien presentados, educados, con titulaciones más o menos virtuales. Pero hoy, tras varios batacazos, son la bisagra del poder que le queda a las derechas, entre los radicales y los liberales. Y Madrid será la Numancia necesaria para aguantar a las legiones de Sánchez.
La segunda escena casi termina en tragedia. Como hacer listas que se puedan vender al pueblo, y al mismo tiempo eliminar la disidencia con la cúpula o el autor. Casi logran que me lo crea. Llega la regeneración. Algo así les obnubiló a los madrileños cuando Fernando VII regresa y salen a las calles gritando ¡Vivan las cadenas!. Supongo el desencanto y el cabreo infinito que sufrieron los padres de "La Pepa". Alguno no tuvo ni el pudor de emplear el puchero en Castilla para que ganara las primarias el ungido por la curia. Menos mal que un galeno les pilló y arregló un vergonzoso episodio en el que una dama endomingada se pasaba del PP a Cs, con toda la desvergüenza precisa para el caso. Apliquen otra vez a Groucho. "El secreto del éxito se encuentra en la sinceridad y la honestidad. Si eres capaz de simular eso, lo tienes hecho".
La tercera escena consiste en decirle al pueblo soberano que ejerza de tal. Y las gentes acuden a lo que pomposamente llaman la fiesta de la democracia. Votando podemos cambiar el mundo. Si hay dos armas que temen los tiranos, estas son los versos de un poeta, y el voto secreto de un paisano. Pero no seamos ingenuos convencidos. A los poetas se les domina mediante las editoriales, que les publican o no, sus obras literarias. A los votantes, les manipulan desde la teoría del voto útil y como de costumbre - la Iglesia fue magisterio en la cuestión - la gestión del miedo. Gana la izquierda. Ganan los fieles a Sánchez que ha logrado pasar del infierno a la gloria. A la derecha se le transforma la sonrisa en una mueca de dolor. Menos mal que Susana Díaz no esperó a la convocatoria general y así facilitó que un tal Moreno Bonilla, casi condenado desde Génova, lograra con el apoyo de Abascal -caudillo que me recuerda al terrible Aníbal- formar gobierno en la casa madre del socialismo hispano. Y tal situación se convierte en "hoja de ruta" para salvar la retirada. Hay que poner esas formas de acuerdo-pacto-reparto, en Madrid, Castilla y León, Murcia y poco más. Y ahí es dónde viene otra hermosa frase filosófica de Groucho. "Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros".
Claro que al pueblo llano, que torea un sueldo para llegar a final de mes, o que teme le apliquen dicterios economicistas para congelarle la pensión, no le queda horizonte al que mirar. Lo de Unidas es de Aurora Boreal. Primero son un pelín incultos. No son capaces de asimilar el castellano y las reglas del género. Con lo cual, todos los varones quedamos excluidos de Unidas. A no ser que procedamos en masa a cambiarnos de género. Pero mientras pensamos en tal cuestión, asistimos a la cuarta escena. La del sofá entre Pablo y Pedro. A Pedro le ha salido todo mal. Aun no ha descubierto la maldición de la casona, con sus psicofonías, o simplemente los consejos que le viene dando su "faraona", señalándole a traidores/as, agitadores/as y enemigos de la doctrina. Ante el batacazo caben tres soluciones. Decapitar a un vasallo. Ser Ministro de algo. Formar gobiernos de coalición y así distraer al personal. Eso sí. Ahora resulta que la culpa ha sido del chachachá de la sopa de letras en que se partió Podemos. Por cierto, ¿cómo es posible que Pablo Iglesias aun no haya descubierto lo que ya dijo Groucho y que resulta de aplicación total a Irene, Ada y Noelia: "Si eres capaz de hablar sin parar, al final te saldrá algo gracioso, brillante e inteligente".
Acto final. Todos se quitan el disfraz. El lenguaje se vuelve claro como el agua del manantial. "¿Qué hay de lo mío?". ¡Queremos poder con nómina!. Aquella ecuación tan sencilla. Si A es igual a B, y B es igual a C, A es igual a C. Y para eso tanto barullo. Si todo se reduce al mercado. "yo tengo esto, ¿qué me das a cambio?. Me parece poco. Mis votos valen más".
¿Pero no habíamos quedado que los votos eran un contrato social con el pueblo?. Caben tres respuestas. Lo hacemos por el bien del pueblo. El pueblo no entendió lo que quisimos decir de palabra y por escrito. De inmediato, ¡ejecuten al de la pregunta!. Termino con Groucho. "Nunca pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como yo".
¿De qué nos vale votar?; ¿Dónde están los cambios que nos prometieron?; ¿En qué se diferencian los nuevos mandarines de los de antes?; ¿Qué concepto tienen los políticos de la democracia;. ¿A cuanta buena gente dejarán, mediante sus enjuagues, por el camino de la decepción?; ¿Qué se puede hacer?.
Estamos a punto de completar la obra de teatro. Seguro que aquel gran periodista Leopoldo Alas "Clarín" le habría dedicado "un suelto" pleno de crítica, tristeza y desencanto con los protagonistas del espacio político, o lo que es peor, el espacio que hay entre pueblo y mandatarios, tras varias consultas a través de las urnas. Me lo imagino en su tertulia de la "Cervecería Inglesa" en la que fundaron el "Bilis Club". De tal lugar se habría dirigido a la redacción de "El Solfeo" para escribir aquella temida columna "Azotacalles de Madrid". No le importaba echarse a las espaldas más enemigos. En esto tampoco hemos cambiado. O das la razón, o te callas, o te la guardan para darte un ejemplar castigo al pecado que supone usar la libertad de expresión para señalar a truhanes y malandrines...
La obra de teatro la señaló Emilio Romero. "La política es, mitad teatro, mitad basura". La primera escena estuvo preñada de insultos para marcar diferencias entre los nuevos y los viejos aspirantes a la mano de "doña poltrona". Hasta nos hicieron creer que había llegado el Renacimiento. Atrás quedaban los vicios propios de quienes habían fundado el bipartidismo con la ayuda precisa del nacionalismo. Como diría Groucho Marx, "disculpen si les llamo caballeros, pero es que no los conozco bien". Y así el hombre de la barba gris y labios de hastío volvió al despacho de Registrador y a la felicidad inmensa de poder leer "El Marca" sentado en la playa del Silgar. Dio paso a la nueva generación. La que se formó en la factoría de ideas FAES. Todos jóvenes sonrientes, bien presentados, educados, con titulaciones más o menos virtuales. Pero hoy, tras varios batacazos, son la bisagra del poder que le queda a las derechas, entre los radicales y los liberales. Y Madrid será la Numancia necesaria para aguantar a las legiones de Sánchez.
La segunda escena casi termina en tragedia. Como hacer listas que se puedan vender al pueblo, y al mismo tiempo eliminar la disidencia con la cúpula o el autor. Casi logran que me lo crea. Llega la regeneración. Algo así les obnubiló a los madrileños cuando Fernando VII regresa y salen a las calles gritando ¡Vivan las cadenas!. Supongo el desencanto y el cabreo infinito que sufrieron los padres de "La Pepa". Alguno no tuvo ni el pudor de emplear el puchero en Castilla para que ganara las primarias el ungido por la curia. Menos mal que un galeno les pilló y arregló un vergonzoso episodio en el que una dama endomingada se pasaba del PP a Cs, con toda la desvergüenza precisa para el caso. Apliquen otra vez a Groucho. "El secreto del éxito se encuentra en la sinceridad y la honestidad. Si eres capaz de simular eso, lo tienes hecho".
La tercera escena consiste en decirle al pueblo soberano que ejerza de tal. Y las gentes acuden a lo que pomposamente llaman la fiesta de la democracia. Votando podemos cambiar el mundo. Si hay dos armas que temen los tiranos, estas son los versos de un poeta, y el voto secreto de un paisano. Pero no seamos ingenuos convencidos. A los poetas se les domina mediante las editoriales, que les publican o no, sus obras literarias. A los votantes, les manipulan desde la teoría del voto útil y como de costumbre - la Iglesia fue magisterio en la cuestión - la gestión del miedo. Gana la izquierda. Ganan los fieles a Sánchez que ha logrado pasar del infierno a la gloria. A la derecha se le transforma la sonrisa en una mueca de dolor. Menos mal que Susana Díaz no esperó a la convocatoria general y así facilitó que un tal Moreno Bonilla, casi condenado desde Génova, lograra con el apoyo de Abascal -caudillo que me recuerda al terrible Aníbal- formar gobierno en la casa madre del socialismo hispano. Y tal situación se convierte en "hoja de ruta" para salvar la retirada. Hay que poner esas formas de acuerdo-pacto-reparto, en Madrid, Castilla y León, Murcia y poco más. Y ahí es dónde viene otra hermosa frase filosófica de Groucho. "Damas y caballeros, estos son mis principios. Si no les gustan tengo otros".
Claro que al pueblo llano, que torea un sueldo para llegar a final de mes, o que teme le apliquen dicterios economicistas para congelarle la pensión, no le queda horizonte al que mirar. Lo de Unidas es de Aurora Boreal. Primero son un pelín incultos. No son capaces de asimilar el castellano y las reglas del género. Con lo cual, todos los varones quedamos excluidos de Unidas. A no ser que procedamos en masa a cambiarnos de género. Pero mientras pensamos en tal cuestión, asistimos a la cuarta escena. La del sofá entre Pablo y Pedro. A Pedro le ha salido todo mal. Aun no ha descubierto la maldición de la casona, con sus psicofonías, o simplemente los consejos que le viene dando su "faraona", señalándole a traidores/as, agitadores/as y enemigos de la doctrina. Ante el batacazo caben tres soluciones. Decapitar a un vasallo. Ser Ministro de algo. Formar gobiernos de coalición y así distraer al personal. Eso sí. Ahora resulta que la culpa ha sido del chachachá de la sopa de letras en que se partió Podemos. Por cierto, ¿cómo es posible que Pablo Iglesias aun no haya descubierto lo que ya dijo Groucho y que resulta de aplicación total a Irene, Ada y Noelia: "Si eres capaz de hablar sin parar, al final te saldrá algo gracioso, brillante e inteligente".
Acto final. Todos se quitan el disfraz. El lenguaje se vuelve claro como el agua del manantial. "¿Qué hay de lo mío?". ¡Queremos poder con nómina!. Aquella ecuación tan sencilla. Si A es igual a B, y B es igual a C, A es igual a C. Y para eso tanto barullo. Si todo se reduce al mercado. "yo tengo esto, ¿qué me das a cambio?. Me parece poco. Mis votos valen más".
¿Pero no habíamos quedado que los votos eran un contrato social con el pueblo?. Caben tres respuestas. Lo hacemos por el bien del pueblo. El pueblo no entendió lo que quisimos decir de palabra y por escrito. De inmediato, ¡ejecuten al de la pregunta!. Termino con Groucho. "Nunca pertenecería a un club que admitiera como miembro a alguien como yo".