El Defensor del Pueblo y el adoctrinamiento
Marugán es un socialista de vieja estirpe y es el Defensor del Pueblo a nivel general en España.
Nunca he entendido la politización de figuras así ni su dependencia directa del poder político. Más que para la defensa de los ciudadanos, a veces parecen ser un parapeto que sirve para evitar que las demandas ciudadanas tengan un canal para la resolución de los abusos de las administraciones públicas.
Cada comunidad autónoma tiene su homólogo, y ciertamente me resulta difícil de comprender cuál es su misión concreta, pues parecen depender más de las correspondientes consignas políticas que servir para la canalización de quejas hacia los poderes públicos y para la resolución de abusos de autoridad y atropellos flagrantes de derechos individuales. Lo mismo ocurre con otras instituciones igualmente nombradas por los parlamentos –es decir, por los partidos gobernantes, que es lo mismo- como los correspondientes tribunales de cuentas, que más parecen estar para dar legitimidad a ilícitos administrativos. Quizás por ello tienen tan poco trabajo, ya que los ciudadanos desconfían de la eficacia de esas instituciones creadas para dar apariencia de defensa de los intereses colectivosa, mientras que en realidad son unos instrumentos más de los poderes públicos, o, lo que es lo mismo, de los partidos.
Hay que decir, sin temor a equivocación, que una cosa es la democracia formal y otra la real.
Pero Marugan ha demostrado tener sentido de la oportunidad política al salir al paso del fenómeno del adoctrinamiento nacionalista imperante, que es tan evidente que negarlo es un insulto a la inteligencia. Le honra esta determinación de poner en solfa las actuaciones del PP y del PSOE en esta cuestión, o más bien el ser cómplices por omisión, pues lo que ha prevalecido en el ejercicio del poder político en nuestra vapuleada nación española es lo que yo llamo la táctica de la tortícolis, que consiste en torcer el cuello para apartar la mirada de los atropellos a los derechos individuales, demostrando escaso sentido de la responsabilidad insititucional y de la lealtad constitucional.
Consiste en legitimar el lavado de cerebro sistemático realizado en las escuelas; o lo que es peor, la inseminación de ideas falsificadas, erróneas y manipuladas de la historia, de la antropología social y cultural de nuestras sociedades –la real, no la mitológica- y la persistente insistencia en introducir ideología política en nuestros escolares, sustituyendo la originaria finalidad de la escuela que es el propiciar el desarrollo de las potencialidades de nuestros niños y jóvenes. Ese trasunto ideológico de variada naturaleza no representa ni de lejos el común acervo cultural y cosmovisión de la sociedad española, incluso en comunidades autonómicas cuyo paradigma dominante es el nacionalista.
Eso tiene una lógica explicación. Nuestro sistema político es partitocrático y con una representación muy corregida respecto a la voluntad ciudadana. Y al final el resultado es que las urnas no reproducen la concepción del mundo y las cosas del ciudadano medio, sino tienen un sesgo que no es representativo en el sentido estadístico. Y hay unas minorías que en la práctica se hacen con el poder; el cual no se corresponde con lo que en realidad es la voluntad general en sentido genuino.
En definitiva, Marugán ha hecho bien denunciando el adoctrinamiento en las escuelas, por mucho que los últimos ministros que han pasado por la cartera de Educación lo hayan negado de una forma conspicua y falaz. Quizás, porque la evidencia es incontestable. Mis felicitaciones. Ya era hora.
Una de las personas que más ha combatido el adoctrinamiento y el uso de las lenguas autonómicas con fines nacionalistas, sembrando un reguero de víctimas de la inmersión lingüística, es Gloria Lago, la presidente de la Asociación “Hablamos Español”. Llevo tiempo diciendo que esta maravillosa persona merecía un reconocimiento.
La Fundación Universitaria San Pablo CEU le ha concedido, entre otros homenajeados como Francesc de Carreras, Augusto Ferrer Dalmau y Alfonso Ussía, el premio al Mérito en Defensa a España.
Algo empieza a moverse en nuestra malhadada España; y a cambiar.
Cuando comienzan los reconocimientos a este tipo de luchas por la dignidad de los españoles es que realmente han ocurrido cosas muy graves para la salud de nuestras instituciones y de nuestra aún joven democracia. Hay que caminar en la línea de la reforma política para que la vida pública vaya por la senda de la que nunca se debía haber apartado.
Marugán es un socialista de vieja estirpe y es el Defensor del Pueblo a nivel general en España.
Nunca he entendido la politización de figuras así ni su dependencia directa del poder político. Más que para la defensa de los ciudadanos, a veces parecen ser un parapeto que sirve para evitar que las demandas ciudadanas tengan un canal para la resolución de los abusos de las administraciones públicas.
Cada comunidad autónoma tiene su homólogo, y ciertamente me resulta difícil de comprender cuál es su misión concreta, pues parecen depender más de las correspondientes consignas políticas que servir para la canalización de quejas hacia los poderes públicos y para la resolución de abusos de autoridad y atropellos flagrantes de derechos individuales. Lo mismo ocurre con otras instituciones igualmente nombradas por los parlamentos –es decir, por los partidos gobernantes, que es lo mismo- como los correspondientes tribunales de cuentas, que más parecen estar para dar legitimidad a ilícitos administrativos. Quizás por ello tienen tan poco trabajo, ya que los ciudadanos desconfían de la eficacia de esas instituciones creadas para dar apariencia de defensa de los intereses colectivosa, mientras que en realidad son unos instrumentos más de los poderes públicos, o, lo que es lo mismo, de los partidos.
Hay que decir, sin temor a equivocación, que una cosa es la democracia formal y otra la real.
Pero Marugan ha demostrado tener sentido de la oportunidad política al salir al paso del fenómeno del adoctrinamiento nacionalista imperante, que es tan evidente que negarlo es un insulto a la inteligencia. Le honra esta determinación de poner en solfa las actuaciones del PP y del PSOE en esta cuestión, o más bien el ser cómplices por omisión, pues lo que ha prevalecido en el ejercicio del poder político en nuestra vapuleada nación española es lo que yo llamo la táctica de la tortícolis, que consiste en torcer el cuello para apartar la mirada de los atropellos a los derechos individuales, demostrando escaso sentido de la responsabilidad insititucional y de la lealtad constitucional.
Consiste en legitimar el lavado de cerebro sistemático realizado en las escuelas; o lo que es peor, la inseminación de ideas falsificadas, erróneas y manipuladas de la historia, de la antropología social y cultural de nuestras sociedades –la real, no la mitológica- y la persistente insistencia en introducir ideología política en nuestros escolares, sustituyendo la originaria finalidad de la escuela que es el propiciar el desarrollo de las potencialidades de nuestros niños y jóvenes. Ese trasunto ideológico de variada naturaleza no representa ni de lejos el común acervo cultural y cosmovisión de la sociedad española, incluso en comunidades autonómicas cuyo paradigma dominante es el nacionalista.
Eso tiene una lógica explicación. Nuestro sistema político es partitocrático y con una representación muy corregida respecto a la voluntad ciudadana. Y al final el resultado es que las urnas no reproducen la concepción del mundo y las cosas del ciudadano medio, sino tienen un sesgo que no es representativo en el sentido estadístico. Y hay unas minorías que en la práctica se hacen con el poder; el cual no se corresponde con lo que en realidad es la voluntad general en sentido genuino.
En definitiva, Marugán ha hecho bien denunciando el adoctrinamiento en las escuelas, por mucho que los últimos ministros que han pasado por la cartera de Educación lo hayan negado de una forma conspicua y falaz. Quizás, porque la evidencia es incontestable. Mis felicitaciones. Ya era hora.
Una de las personas que más ha combatido el adoctrinamiento y el uso de las lenguas autonómicas con fines nacionalistas, sembrando un reguero de víctimas de la inmersión lingüística, es Gloria Lago, la presidente de la Asociación “Hablamos Español”. Llevo tiempo diciendo que esta maravillosa persona merecía un reconocimiento.
La Fundación Universitaria San Pablo CEU le ha concedido, entre otros homenajeados como Francesc de Carreras, Augusto Ferrer Dalmau y Alfonso Ussía, el premio al Mérito en Defensa a España.
Algo empieza a moverse en nuestra malhadada España; y a cambiar.
Cuando comienzan los reconocimientos a este tipo de luchas por la dignidad de los españoles es que realmente han ocurrido cosas muy graves para la salud de nuestras instituciones y de nuestra aún joven democracia. Hay que caminar en la línea de la reforma política para que la vida pública vaya por la senda de la que nunca se debía haber apartado.