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Ernesto Ladrón de Guevara
Domingo, 21 de Julio de 2019 Tiempo de lectura:

Gobierno, sí, pero, ¿para qué?

Se están haciendo largas peroratas en todas las tertulias sobre la necesidad de que los partidos lleguen a un pacto o a un arreglo para facilitar la investidura de Sánchez, como si el hecho de que hubiera que convocar elecciones fuera una realidad que nos lleve al precipicio abisal.

 

Evidentemente, nadie niega que un sistema organizado, estable, con un sistema adecuado para abordar las necesidades del país es fundamental para el desarrollo.

 

La cuestión es para qué queremos Gobierno si no hay un paradigma que sirva para atajar los males estructurales que nos aquejan.

 

Un Gobierno que simplemente se dedique a gastar, y más aún si el gasto es infértil para el bien común, y barre para los amigos y acólitos del grupo que dirija la nave del país, es un Gobierno metastásico, un Gobierno absolutamente estéril para abordar cualquier reto sistémico; un Gobierno que solamente sirve para decir que tenemos Gobierno.

 

El tema de transfondo es más profundo, y más sustancial, que esta frivolidad de quién va a ser ministro, o si Iglesias va a ser o no ministro; o si los que van a votar la investidura son los que precisamente quieren romper la unidad nacional, la estructura constitucional, el elemento capilar que nos une a todos los españoles como es la lengua común, etc.

 

El tema de fondo es si queremos que exista España como nación o pretendemos fraccionarla en trozos que luego sean reunificados en un modelo confederal. El tema de fondo es si queremos o no mantener las bases de nuestra civilización o modificarlas hacia un modelo mal llamado multicultural; pues se trata más de una sistemática de sustitución de un tipo de sociedad con raíces cristianas por otro que nos devuelve a la Edad Media.

 

El tema es si se tiene proyecto para España, entendido ese proyecto como un un reto colectivo para mantener la presencia de lo español en el mundo. O si se plantea por alguien nuestra unidad de destino para seguir realizando  misiones históricas de lo español fuera de nuestras fronteras. O de si de lo que se trata es de demolerlo para disolverlo como un azucarillo en una nueva hegemonía basada en el dominio de la Europa central sobre la periferia. O, de si se quiere conservar lo poco que queda de las glorias del pasado que los demoledores de España denigran, en unos casos por sangrante ignorancia y en otros por pura maldad consciente.

 

La gran pregunta que debe guiar la idea de la conformación del Gobierno y justificar su existencia es si quienes aspiran a gobernar España creen o no en España. De si aceptan o no  que España es una nación histórica que tuvo en sus manos la construcción de mundo moderno, que trajo grandes avances para la humanidad; y lo hizo afrontando retos y misiones inigualables desde que el hombre ha sido hombre,  como la construcción del espacio hispanoamericano, la difusión del cristianismo en ese ámbito, la generalización del español como lengua por el mundo, la enorme actitud y acción civilizatoria de las leyes de Indias y de la humanización de la conquista de aquellos continentes poblados por aborígenes que tuvieron un trato incomparablemente mejor que los afectados por la colonización del mundo anglosajón; con la construcción de hospitales, las misiones jesuitas, las vacunaciones contra la viruela, las técnicas agrícolas y tecnologías de la época que desconocían aquellos en sus lugares de origen, etc.

 

La gran prueba de que eso fue así era que los procesos de independencia americana en el ámbito español se produjeron alimentados por quienes aprovechando una leyenda negra difundida con mala saña sobre todo por los ingleses, aguzaron las ambiciones de los criollos, mientras que los indígenas luchaban para mantener sus lazos con España, por sentirse protegidos por la metrópoli.

 

Esa gran azaña universal, como la vuelta al mundo, entre otras, caracteriza por sí sola la existencia de España como nación histórica.

 

La nación política es otra cosa, pues es un pacto de españoles que puede hacer volar por los aires lo que quede de unidad de todo lo español tal como lo entendemos, de la mano de quienes quieren reconfigurar el mundo para intereses que no coinciden con  los de las poblaciones afectadas. Pero eso sería una convención, no un hecho legítimo; pues ilegítimo sería poner las bases para que España no tuviera continuidad tal como nos la han legado nuestros antepasados, gracias a los oscuros intereses de unos politicastros vendidos a intereses foráneos.

 

Por eso afirmo: es necesario un Gobierno para España. Pero cualquier Gobierno no.

    

Es necesario un Gobierno que tenga claro lo que quiere para España, conservando lo fundamental y reformando lo accesorio.

 

Es mejor que sigamos sin Gobierno a que haya un gobierno destructor.

 

El argentino hispanista Marcelo Gullo en la revista “Razón Española” ha escrito un muy importante artículo titulado “España como caso práctico de subordinación pasiva”.  En él  considera entre otras fundamentales razones que  “[…] aquellos Estados que tienen poder tienden a constituirse en Estados líderes o a transformarse en Estados subordinantes, y, por lógica consecuencia, los Estados desprovistos de los atributos del poder suficiente, en materia militar, económica y cultural, para mantener su autonomía, tienden a devenir en Estados vasallos o Estados subordinados, es decir, a convertirse en colonias informales o semicolonias, más allá de que logren conservar los aspectos formales de la soberanía”

 

Y en ese sentido, considera que la pérdida de la influencia cultural en el mundo y su subordinación a otra esfera cultural lleva aparejada la pérdida o destrucción del propio Estado, para desfigurarse bajo el influjo económico, cultural y económico de los Estados que han propiciado el desdibujamiento de ese espacio cultural propio, labrado por los siglos.  Por eso Trump está poniendo en marcha mecanismos para frenar el influjo de lo Español en Norteamérica, poniendo barreras a su expansión creciente. Él lo entiende bien. Los que no lo entendemos somos los españoles.  Y a tal propósito, la conquista de las mentalidades es esencial. Justamente lo que se está haciendo en España por los mecanismos del adoctrinamiento y de la acción de los medios de comunicación de masas.

 

Esa es la cuestión: si queremos ser un país líder, uno más entre los líderes, o colonizado, avasallado, súbdito de otros intereses. Pues en ese caso, nuestra soberanía dejaría de existir -ya de hecho solamente existe a efectos nominales o formales, no reales-. Ahí está el meollo de la cuestión.

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