¿Qué es la moral en la política?
Las preguntas con las que inicio este artículo son... ¿Existe el bien y el mal en la política? ¿Hay actitudes y hechos que intrísecamente son perversos o malos en la acción política? ¿Debe haber moral en la política? En caso afirmativo, ¿bajo qué parámetros de valoración hay cosas que son correctas desde el plano moral y que actuaciones o actitudes se pueden considerar inapropiadas? ¿Existe la moral en la política? ¿Quién o qué es el que puede establecer los criterios morales? ¿La moral ha de ser pública?
Este dilema de fondo, que es el que guía a las sociedades hacia la perfección o las inclina hacia la descomposición, se suscitó en una comisión en las Juntas Generales de Alava allá por los años 2005, aproximadamente, cuando hice un requerimiento a un alcalde de una localidad alavesa para que sus actuaciones estuvieran regidas por criterios morales, pues un grupo numeroso de vecinos se vieron afectados por su arbitrariedad, comportamiento despótico y sesgo sospechosamente corrupto. Cuando llegó el turno de intervenciones a uno de los junteros socialistas, éste me arrojó la frase siguiente... “La moral en lo público no existe. La moral pertenece al ámbito de cada uno. Cada cual tiene su moral”.
La cuestión de fondo, desde el punto de vista de moral pública, basada en el Derecho Natural que es previo y antecedente del Derecho Positivo, es si debe haber criterios morales y hasta qué punto deben llegar éstos a la actuación de nuestros representantes; y, por tanto, ser exigibles por los ciudadanos.
Es una cuestión evidente que la izquierda, acompañada lealmente por los separatistas, se pasan la moral por donde mejor les parece. No hay más que ver su escasa o nula sensibilidad con el derecho a la vida de personas en estado embrionario, en proceso de gestación; o lo que ahora predican de proponer una ley de eutanasia, que suena algo así como solución final al proceso brutal del envejecimiento de la población española; para arreglar el exceso de gente anciana con patologías múltiples de salud. O, si les parece un ejemplo más claro, el denigrante espectáculo en las calles provocado por colectivos subvencionados (LGTBI), en sus escenificaciones callejeras de amor libre y falta de todo tipo de ética y estética en las cosas indescriptibles que hacen; incluído el escrache al partido Ciudadanos, en una muestra de intransigencia e incivismo intolerable. Y solo son ejemplos entre muchos. (Y ahora solamente falta que me procesen por delito de odio, cuando estoy escribiendo sobre moral pública).
Esta espinosa cuestión que está marcando la forma de ver y de sentir; la caída sin límite del sentido del gusto y de la corrección en los comportamientos visto como positivo por una considerable “masa” de nuestros conciudadanos, no puede ser fruto de la casualidad. Está programada para descomponer los pilares de nuestra cultura y civilización y para romper los moldes en los que -afortunadamente- fuimos educados los que tenemos algo más que unas cuantas canas.
Una muestra significativa de esa falta de educación, que consiste en no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti, es el comportamiento de Sánchez, al que no me da la gana de adjudicarle el noble título de “señor”. En su intervención posterior a las comparececias en la tribuna del Congreso de los Diputados del portavoz del grupo parlamentario del partido “Vox” Sánchez se comportó con manifiesta indecencia. Considero que una persona que se presenta a una investidura tiene una obligación moral de dar debida réplica a los considerandos y argumentaciones de grupos políticos que estén a favor o en contra de su candidatura a la presidencia del Gobierno. Les pagamos para eso: para que discutan, debatan y lleguen a acuerdos, o no, en el juego de representación que les corresponde, por mandato de los ciudadanos que les han elegido. A Vox le siguen casi tres millones de españoles con su voto. Por tanto, es justo que el candidato a la presidencia del Gobierno no actúe negándole esa representación, que es lo que hizo el candidato a la presidencia del Gobierno de España al ningunearle y tratarle como si esos diputados fueran parte del mobiliario. Esta actitud le descalifica como pretendiente a tan alta representación de todos los españoles, pues no se puede aceptar que un pretendido presidente del Gobierno “in péctore” actúe con ese sectarismo y con tan escasa sensibilidad con el pluralismo político de la sociedad española. Tal comportamiento es censurable por profundamente antidemocrático. Pero, no solamente por ser así, sino porque el Presidente es el que tiene depositada la legitimidad de defender las instituciones, su forma de regirse, y representar al conjunto de los ciudadanos españoles.
Hace tiempo se superaron las dos Españas, pero, con Zapatero y ahora Sánchez se ha abierto de nuevo en canal a la sociedad española y nos han devuelto las rencillas, la división, el enfrentamiento, la exclusión del diferente, la profunda desigualdad de derechos y libertades según pertenezcas a la secta o no, y la fragmentación de España. Y lo que es peor, la desmemoria y deconstrucción de los años de terror y sus implicaciones y connivencias.
Probablemente Sánchez omitió su obligación de replicar al representante de tres millones de electores porque no sabía qué responder. Porque su mente simple, guiada sobre el carril del sectarismo y de una nueva izquierda deshumanizante, ideologizada con totenes frágiles e inconsistentes desde el plano dialéctico, y actualizadora de lo peor del socialismo marxista del pasado con pastiches que no tienen nada que ver con aquella ideología y que son un disfraz para volver a llevarnos a la España roja y chequista, no es capaz de dar respuestas coherentes a los planteamientos de Santiago Abascal en la tribuna del Congreso de los Diputados.
Pero estamos en el peor momento de cultura democrática de las sociedades actuales, donde el nacionalismo identitario y socialismo amalgaman sus posiciones en una mezcla letal. Tras la primera conflagación mundial, el mundo quedó alertado sobre el problema de los nacionalismos, y se produjo una oleada de estudios sobre la manipulación de las masas y la formación de las cosmovisiones acríticas y gregarias, donde el indivíduo pierde su capacidad de razonamiento y se deja llevar por el rebaño. “El amor a la patria, raíz del patriotismo, es comparable al de la familia. La teoría y el sistema del nacionalismo operan una reversión de valores morales: las ideas de libertad y de fraternidad de los pueblos desaparecen ante la de la nación, que deviene un verdadero 'bien en sí mismo'. El principio teórico del nacionalismo tiene un fudamento pagano, inmoral […]” (Sturzo 1924)
Y es esa masa, moldeada sobre un erial cultural programado para que los sujetos pierdan el concepto de lo que son y de dónde vienen como hombres y mujeres con una filogenia histórica, la que hace de caldo de cultivo y soporte de dictadorzuelos con apariencia democrática y con una versión de constitucionalismo falseado y adulterado.
“Desvanecimiento de la personalidad consciente, predominio de la personalidad inconsciente, orientación por vía de sugestión y contagio de los sentimientos y de las ideas en un mismo sentido, tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas; tales son los principales caracteres del indivíduo en muchedumbre. No es el indivíduo mismo, es un autómata, en quien no rige la voluntad. Así por el solo hecho de formar parte de una muchedumbre organizada el hombre desciende muchos grados en la escala de la civilización. Aislado sería tal vez un indivíduo culto, en muchedumbre es un bárbaro, un impulsivo. Tiene la espontaneidad, la violencia, la ferocidad y también los entusiasmos y los heroísmos de los seres primitivos. (Gustave Le Bon, “La psicología de las masas”, 1895)
“Con el crecimiento del nacionalismo, el hombre se ha convertido en la mayor amenaza para el hombre. El indivíduo piensa, incluso cuando siente; pero el mismo indivíduo, cuando siente con la multitud, no razona en absoluto. Su sentido moral se hace borroso. Esta supresión de la más elevada huanidad en las mentes de la multitud produce una fuerza enorme. Porque la mente de la multitud es esencialmente primitiva; sus fuerzas son elementales. En consecuencia, la Nación está siempre pendiente de sacar ventaja de este enorme poder de maldad.” (Tagore, 1922)
“El éxito de Hitler para hacerse con el poder demuestra que incluso una gran nación civilizada puede degradarse en una multitud mediante el hábil recurso de todos los medios técncos de propaganda para estimular los instintos latentes […]. Estos sistemas totalitarios evidencian las más estrechas semejanzas con las descripciones de Le Bon, por ejemplo, la hipnotización de las masas por el líder y la supresión de la inteligencia y la moralidad por las emociones de las masas”. (Hertz, 1944)
Son algunos autores que antes, durante o después de las guerras mundiales alertaron sobre el riesgo de auspiciar movimientos secesionistas o ultranacionalistas.
La pregunta es si Vox es un partido de esos o no. Yo no lo veo por ningún lado. Tiene un planteamiento sumamente crítico por la evolución que ha seguido la política de la mano de los partidos políticos que han desarrollado el mandato constitucional desfigurándolo, pero su proyecto y propuestas son precisamente un reto de conservación de la letra y el espíritu de la Constitución en su estado puro, sin adulteraciones. Por ejemplo, con la defensa de la soberanía nacional que está en el frontispicio de la Constitución, y la defensa de los derechos que los españoles tienen por la razón de serlo. ¿Qué hay de extrema derecha en eso? ¿No será más extremo el espectro de la izquierda en toda su configuración, que tiene en sus genes el espíritu de exclusión, de hegemonía y de liquidación del pluralismo político? ¿No es extrema derecha el nacionalismo separatista, en sus diferentes modulaciones y significaciones, que trata de socabar el sistema de libertades y derechos individuales de las personas que procuran ejercer libremente su derecho de ciudadanía? ¿No hay suficientes casos que así lo constatan?
Por si no tienen suficientes ejemplos y constataciones, en el día en el que escribo este artículo hay otro caso de una profesora que ha maltratado con saña a otra alumna que ha dibujado una bandera de su país, de España. Otro elemento más de esa masa de pretendidos corderos que van en rebaño sin saber cual es su destino, convirtiéndose en lobos cuando el pastor se lo indica con el cayado.
Las preguntas con las que inicio este artículo son... ¿Existe el bien y el mal en la política? ¿Hay actitudes y hechos que intrísecamente son perversos o malos en la acción política? ¿Debe haber moral en la política? En caso afirmativo, ¿bajo qué parámetros de valoración hay cosas que son correctas desde el plano moral y que actuaciones o actitudes se pueden considerar inapropiadas? ¿Existe la moral en la política? ¿Quién o qué es el que puede establecer los criterios morales? ¿La moral ha de ser pública?
Este dilema de fondo, que es el que guía a las sociedades hacia la perfección o las inclina hacia la descomposición, se suscitó en una comisión en las Juntas Generales de Alava allá por los años 2005, aproximadamente, cuando hice un requerimiento a un alcalde de una localidad alavesa para que sus actuaciones estuvieran regidas por criterios morales, pues un grupo numeroso de vecinos se vieron afectados por su arbitrariedad, comportamiento despótico y sesgo sospechosamente corrupto. Cuando llegó el turno de intervenciones a uno de los junteros socialistas, éste me arrojó la frase siguiente... “La moral en lo público no existe. La moral pertenece al ámbito de cada uno. Cada cual tiene su moral”.
La cuestión de fondo, desde el punto de vista de moral pública, basada en el Derecho Natural que es previo y antecedente del Derecho Positivo, es si debe haber criterios morales y hasta qué punto deben llegar éstos a la actuación de nuestros representantes; y, por tanto, ser exigibles por los ciudadanos.
Es una cuestión evidente que la izquierda, acompañada lealmente por los separatistas, se pasan la moral por donde mejor les parece. No hay más que ver su escasa o nula sensibilidad con el derecho a la vida de personas en estado embrionario, en proceso de gestación; o lo que ahora predican de proponer una ley de eutanasia, que suena algo así como solución final al proceso brutal del envejecimiento de la población española; para arreglar el exceso de gente anciana con patologías múltiples de salud. O, si les parece un ejemplo más claro, el denigrante espectáculo en las calles provocado por colectivos subvencionados (LGTBI), en sus escenificaciones callejeras de amor libre y falta de todo tipo de ética y estética en las cosas indescriptibles que hacen; incluído el escrache al partido Ciudadanos, en una muestra de intransigencia e incivismo intolerable. Y solo son ejemplos entre muchos. (Y ahora solamente falta que me procesen por delito de odio, cuando estoy escribiendo sobre moral pública).
Esta espinosa cuestión que está marcando la forma de ver y de sentir; la caída sin límite del sentido del gusto y de la corrección en los comportamientos visto como positivo por una considerable “masa” de nuestros conciudadanos, no puede ser fruto de la casualidad. Está programada para descomponer los pilares de nuestra cultura y civilización y para romper los moldes en los que -afortunadamente- fuimos educados los que tenemos algo más que unas cuantas canas.
Una muestra significativa de esa falta de educación, que consiste en no hacer a los demás lo que no quieras que te hagan a ti, es el comportamiento de Sánchez, al que no me da la gana de adjudicarle el noble título de “señor”. En su intervención posterior a las comparececias en la tribuna del Congreso de los Diputados del portavoz del grupo parlamentario del partido “Vox” Sánchez se comportó con manifiesta indecencia. Considero que una persona que se presenta a una investidura tiene una obligación moral de dar debida réplica a los considerandos y argumentaciones de grupos políticos que estén a favor o en contra de su candidatura a la presidencia del Gobierno. Les pagamos para eso: para que discutan, debatan y lleguen a acuerdos, o no, en el juego de representación que les corresponde, por mandato de los ciudadanos que les han elegido. A Vox le siguen casi tres millones de españoles con su voto. Por tanto, es justo que el candidato a la presidencia del Gobierno no actúe negándole esa representación, que es lo que hizo el candidato a la presidencia del Gobierno de España al ningunearle y tratarle como si esos diputados fueran parte del mobiliario. Esta actitud le descalifica como pretendiente a tan alta representación de todos los españoles, pues no se puede aceptar que un pretendido presidente del Gobierno “in péctore” actúe con ese sectarismo y con tan escasa sensibilidad con el pluralismo político de la sociedad española. Tal comportamiento es censurable por profundamente antidemocrático. Pero, no solamente por ser así, sino porque el Presidente es el que tiene depositada la legitimidad de defender las instituciones, su forma de regirse, y representar al conjunto de los ciudadanos españoles.
Hace tiempo se superaron las dos Españas, pero, con Zapatero y ahora Sánchez se ha abierto de nuevo en canal a la sociedad española y nos han devuelto las rencillas, la división, el enfrentamiento, la exclusión del diferente, la profunda desigualdad de derechos y libertades según pertenezcas a la secta o no, y la fragmentación de España. Y lo que es peor, la desmemoria y deconstrucción de los años de terror y sus implicaciones y connivencias.
Probablemente Sánchez omitió su obligación de replicar al representante de tres millones de electores porque no sabía qué responder. Porque su mente simple, guiada sobre el carril del sectarismo y de una nueva izquierda deshumanizante, ideologizada con totenes frágiles e inconsistentes desde el plano dialéctico, y actualizadora de lo peor del socialismo marxista del pasado con pastiches que no tienen nada que ver con aquella ideología y que son un disfraz para volver a llevarnos a la España roja y chequista, no es capaz de dar respuestas coherentes a los planteamientos de Santiago Abascal en la tribuna del Congreso de los Diputados.
Pero estamos en el peor momento de cultura democrática de las sociedades actuales, donde el nacionalismo identitario y socialismo amalgaman sus posiciones en una mezcla letal. Tras la primera conflagación mundial, el mundo quedó alertado sobre el problema de los nacionalismos, y se produjo una oleada de estudios sobre la manipulación de las masas y la formación de las cosmovisiones acríticas y gregarias, donde el indivíduo pierde su capacidad de razonamiento y se deja llevar por el rebaño. “El amor a la patria, raíz del patriotismo, es comparable al de la familia. La teoría y el sistema del nacionalismo operan una reversión de valores morales: las ideas de libertad y de fraternidad de los pueblos desaparecen ante la de la nación, que deviene un verdadero 'bien en sí mismo'. El principio teórico del nacionalismo tiene un fudamento pagano, inmoral […]” (Sturzo 1924)
Y es esa masa, moldeada sobre un erial cultural programado para que los sujetos pierdan el concepto de lo que son y de dónde vienen como hombres y mujeres con una filogenia histórica, la que hace de caldo de cultivo y soporte de dictadorzuelos con apariencia democrática y con una versión de constitucionalismo falseado y adulterado.
“Desvanecimiento de la personalidad consciente, predominio de la personalidad inconsciente, orientación por vía de sugestión y contagio de los sentimientos y de las ideas en un mismo sentido, tendencia a transformar inmediatamente en actos las ideas sugeridas; tales son los principales caracteres del indivíduo en muchedumbre. No es el indivíduo mismo, es un autómata, en quien no rige la voluntad. Así por el solo hecho de formar parte de una muchedumbre organizada el hombre desciende muchos grados en la escala de la civilización. Aislado sería tal vez un indivíduo culto, en muchedumbre es un bárbaro, un impulsivo. Tiene la espontaneidad, la violencia, la ferocidad y también los entusiasmos y los heroísmos de los seres primitivos. (Gustave Le Bon, “La psicología de las masas”, 1895)
“Con el crecimiento del nacionalismo, el hombre se ha convertido en la mayor amenaza para el hombre. El indivíduo piensa, incluso cuando siente; pero el mismo indivíduo, cuando siente con la multitud, no razona en absoluto. Su sentido moral se hace borroso. Esta supresión de la más elevada huanidad en las mentes de la multitud produce una fuerza enorme. Porque la mente de la multitud es esencialmente primitiva; sus fuerzas son elementales. En consecuencia, la Nación está siempre pendiente de sacar ventaja de este enorme poder de maldad.” (Tagore, 1922)
“El éxito de Hitler para hacerse con el poder demuestra que incluso una gran nación civilizada puede degradarse en una multitud mediante el hábil recurso de todos los medios técncos de propaganda para estimular los instintos latentes […]. Estos sistemas totalitarios evidencian las más estrechas semejanzas con las descripciones de Le Bon, por ejemplo, la hipnotización de las masas por el líder y la supresión de la inteligencia y la moralidad por las emociones de las masas”. (Hertz, 1944)
Son algunos autores que antes, durante o después de las guerras mundiales alertaron sobre el riesgo de auspiciar movimientos secesionistas o ultranacionalistas.
La pregunta es si Vox es un partido de esos o no. Yo no lo veo por ningún lado. Tiene un planteamiento sumamente crítico por la evolución que ha seguido la política de la mano de los partidos políticos que han desarrollado el mandato constitucional desfigurándolo, pero su proyecto y propuestas son precisamente un reto de conservación de la letra y el espíritu de la Constitución en su estado puro, sin adulteraciones. Por ejemplo, con la defensa de la soberanía nacional que está en el frontispicio de la Constitución, y la defensa de los derechos que los españoles tienen por la razón de serlo. ¿Qué hay de extrema derecha en eso? ¿No será más extremo el espectro de la izquierda en toda su configuración, que tiene en sus genes el espíritu de exclusión, de hegemonía y de liquidación del pluralismo político? ¿No es extrema derecha el nacionalismo separatista, en sus diferentes modulaciones y significaciones, que trata de socabar el sistema de libertades y derechos individuales de las personas que procuran ejercer libremente su derecho de ciudadanía? ¿No hay suficientes casos que así lo constatan?
Por si no tienen suficientes ejemplos y constataciones, en el día en el que escribo este artículo hay otro caso de una profesora que ha maltratado con saña a otra alumna que ha dibujado una bandera de su país, de España. Otro elemento más de esa masa de pretendidos corderos que van en rebaño sin saber cual es su destino, convirtiéndose en lobos cuando el pastor se lo indica con el cayado.