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Antonio Ríos Rojas
Martes, 17 de Septiembre de 2019 Tiempo de lectura:

Vox, según Pablo Iglesias

[Img #16346]Desde el olimpo intelectual que la izquierda en general ha construido para sí misma y desde el cual domina el mundo, uno de los dioses que allí residen –acaso el Zeus de la izquierda española-, Pablo Iglesias, no cesa en su empeño de proclamar al mundo lo que es Vox. Su proclama causa admiración y regocijo en las diversas sucursales del olimpo en la Tierra, es decir, en la mayor parte de los medios de comunicación del país, incluido el vivero del olimpo: las estancias-canales del mismo Zeus, “Fort Apache” o “La Tuerca”. Pero si bien Iglesias lleva ya tiempo analizando a Vox, han sido las declaraciones de la última semana las que han alcanzado gran resonancia, contentando esta vez no sólo a los admiradores y votantes de los dioses de izquierda, sino también a algunos habitantes del Hades, en concreto a ciertos medios cercanos a Falange originaria –medios que no es necesario mencionar aquí-. En resumen, la simiente que Zeus lanzó a la Tierra fue esta: “Vox nada tiene que ver con el Frente Nacional de Marine Le Pen, ni con la Falange originaria de José Antonio y Ledesma Ramos. Vox responde más bien a la extrema derecha española, es decir, una derecha de ricos, defensora del antiguo régimen para cuyo mantenimiento se sirve de un liberalismo extremo. Es una derecha insensible ante los problemas sociales, sádicamente explotadora del trabajador, una extrema derecha que ya estaba en el PP, por lo que Vox no es más que una escisión radical y purista del PP”.


La visión de Vox proclamada por Iglesias da mucha tela que cortar. Iremos reposadamente por partes.
 

1) Huelga comentar que la génesis inmediata de Vox está en el PP, pues Vox nace del descontento de una serie de miembros del PP con las políticas de Rajoy.
 

2) El primer asunto interesante para detenernos es que a tenor de los resultados electorales, la visión de Iglesias parece bien encaminada, puesto que Vox no ha logrado convencer ni movilizar más que en proporciones minoritarias a sectores obreros o sectores más marginales de la sociedad española. Sin embargo, la causa de esta evidencia no hay que buscarla tanto en que Vox sea -según Iglesias- una derecha de ricos, sino más bien en el éxito irrefutable de Podemos y la izquierda española en general en convencer a estos sectores de que sólo ellos son sus defensores, sus salvadores. La izquierda en general, pero sobre todo la española en particular, ha ganado la gran guerra: la de la propaganda, la del manejo y apropiación de un vocabulario y de un lenguaje fácil con el que el ciudadano sigue aún identificado. Este vocabulario y este lenguaje son succionados por el español tan fácilmente como una papilla. Esta no sólo alimenta al niño, sino que crea niños, niños mentales que recibiendo el alimento no crecen y que sólo permite un desarrollo intelectual hasta la adolescencia. Por eso encontramos hoy a personas de 40, 50, 60, 70 años que succionando este biberón se mantienen ingenuamente niños, atontadamente adolescentes, creyéndose que no existe alimento más allá de su maná. Las frases tópicas que les escuchamos a estos críos adultos están en la mente de todos. Los ingredientes de ese producto alimenticio forman en su mezcla una textura de digestión fácil, y de un aspecto apetecible. Los ingredientes son: tolerancia, libertad, solidaridad, justicia social, multiculturalismo, cosmopolitismo… pero esta mezcla perfecta no adquiere su efecto en toda su dimensión si no se advierte en el producto, con letras enormes, la marca: izquierda y sólo izquierda. Libertad, solidaridad, justicia social, tolerancia, multiculturalismo y cosmopolitismo aparecen así como ingredientes que sólo pueden encontrarse en la denominación de origen, en la izquierda. Es un alimento perfecta y cuidadosamente elaborado, patentado y eficazmente distribuido en los medios de comunicación, en la “cultura”, en el “arte”. Todo ello forma el perfecto monopolio de la izquierda. En eso consiste la “dictadura progre” de la que se queja Abascal, y que éste tendrá que aprender aún a hacer añicos con otras proclamas que se integren en las que justamente ya viene haciendo. Vox debe dirigirse con más contundencia a las clases trabajadoras y contarles esto mismo, el engaño que les alimenta desde hace decenios, casi siglos. Debe decirles que la ingestión de esa papilla les hace esclavos de un Estado que no les sirve sino que se sirve de ellos. Debe advertir que ese alimento monopolizado es un narcótico, un veneno que tiene como efecto la salida constante de la palabra libertad por la boca, concepto que sin embargo no asume ni asimila el cuerpo y que menos aún transforma el alma. Un concepto que no se eleva en todo su alcance hasta el entendimiento. Para los fabricantes del producto alimenticio, “libertad” es más bien una palabra que se siente, no un concepto que se entiende en toda su dimensión y complejidad. El resumen de este segundo punto es: con sus declaraciones Iglesias no ha pretendido sino ampliar el horizonte del monopolio: la izquierda y solo la izquierda tiene que ver con la justicia y la bondad.
 

3) Iglesias ha presentado a Vox como un partido ultraliberal (a esto se refiere también Iglesias  cuando presenta a Vox como “aznariano” y “atlantista”). Es cierto que Vox se ha definido –hasta ahora- como un partido liberal, y es cierto que algunos ricachones y gente sin escrúpulo han querido sumarse a la ola de Vox para sacar provecho personal contante y sonante en sus negocios, que temen ver menguados por un Gobierno de izquierdas o por un PP que cada vez hace más concesiones a la izquierda. Pero dichas estas verdades tenemos ahora que matizar. Vox en sentido estricto no es liberal ni neoliberal. Entendemos por lo primero el sistema económico que separa al Estado del Mercado, “al César lo que es del César y a Dios –en este caso, el Mercado- lo que es de Dios. Por lo segundo se entiende la preeminencia radical del Mercado sobre el Estado, hasta el punto de convertirse este en una marioneta, en una reliquia nada más que litúrgica u ornamental. Vox no es ni lo primero, ni lo segundo, independientemente de que haya en Vox más de un liberal o neoliberal  que, según mi opinión, se han equivocado de partido político. Vox garantiza especialmente la soberanía de España, es decir del Estado frente a poderes como una Unión Europea que cada vez ahoga más la soberanía de sus Estados miembros, especialmente de todos aquellos que no son Alemania o Francia, y con especial mimo e interés de los países del sur de Europa. Nadie como Vox ha denunciado la traición que la liberal-neoliberal UE ha ejercido contra España en el caso de Puigdemont. El gozar de más soberanía implica que el Estado español tendrá más capacidad para crear y gestionar su propio mercado (no sólo para elegir socios de Mercado, atlantismo o UE). El Mercado ya no es ese Dios que esclaviza al Estado. El liberalismo y el neoliberalismo no son propios del todo de esa actual ultraderecha española que supuestamente representa Vox, sino que son propios de la socialdemocracia (de esos con los que quiere pactar Iglesias) y de los democristianos.


Vox no sólo ha defendido más soberanía contra la imposición liberal y neoliberal de la UE, ha defendido algo que Iglesias no puede tolerar, y que éste, como muchos izquierdistas españoles, cree propio del liberalismo: la propiedad privada. La propiedad privada no es algo liberal o neoliberal. No es tampoco el principio de todos los males, como pretendía Rousseau, sino que es una vía que, junto a otras, sirve para dignificar a cada ser humano frente a un Estado comunista y filoetarra como el que pretende instaurar Podemos. Pablo Iglesias necesita alimentar al ciudadano-súbdito de continuas subvenciones estatales, para ofrecerle la falsa certeza de que el Estado nutre, de que es la teta que no deja de manar leche. Esta nutrición, con el monopolio de la papilla de la propaganda a través del control del lenguaje es lo que esclaviza al individuo, lo que le impide tener un mínimo de libertad frente al Estado. De ahí los impuestos sangrantes para unos, los ricos, los semiricos, y los “un poquito ricos”, y las subvenciones para aquellos no ya pobres, sino progres saltimbanquis o inmigrantes ilegales, que no sólo son futuros votantes de Podemos o PSOE sino sus más radicales protectores; la guardia mora del PSOE y de Podemos más que aquellos jinetes a caballo que formaban la guardia de Franco.


Al defender la propiedad privada y el valor del ahorro, el Estado fomentará la familia y hará que el individuo y sus allegados sean dueños y señores de algo, en una realidad o condición humana que nos hace dueños de muy poco. Así, Vox con su defensa de la soberanía hace al ciudadano más libre contra el Dios Mercado, y con su defensa de la propiedad privada hace al individuo más libre frente al Estado, a menos que ese Estado, claro, sea por ejemplo el chavista. En esto Vox no se parece al liberalismo ni al neoliberalismo, sino más a una doctrina que combatió los peligros del liberalismo a través de encíclicas, hablamos de la doctrina social de la Iglesia o del distributismo económico, según el cual los medios de producción deberían estar lo más repartido posible entre la población, y esto sólo lo dará la posibilidad de ser propietarios de una vivienda, por ejemplo, lo cual cada vez es más imposible en España.
 

4) Claro está que por eso mismo Iglesias acierta en decir que Vox no es el Frente Nacional de Marine Le Pen, dado que este partido está más alejado ideológicamente del catolicismo. En realidad, ¿cuando ha sido católica la “católica” Francia? Tampoco la Falange de Primo de Rivera y Ledesma Ramos fue tan defensora del distributismo. Eran más como Pablo Iglesias, qué duda cabe, eran más comunistas, eran más sindicalistas, por eso en un Partido como Podemos cabe no sólo un falangista sino también alguien como Jorge Verstrynge.


5) Llegamos al quinto y último punto de la crítica a “Lo que es Vox según Pablo Iglesias”. Es turno ahora de comentar, no lo que dice, sino lo que calla Iglesias sobre lo que es Vox. Esto es lo que calla y merece ser clamado aquí: Vox es sobre todo un partido político contra el mismo Pablo Iglesias. Por tanto, Iglesias hace un teatro consciente cuando aparenta analizar fría y objetivamente a Vox. Él sabe que Vox es su antídoto, la antítesis de su tesis que no aspira hegelianamente a fundirse en síntesis. Vox nace, no tanto como corrección o desviación del PP, sino como un movimiento urgente ante el peligro de la desaparición de España impulsado por Podemos. Esto no cesaremos de repetirlo y tampoco nos cansaremos de escuchar a Abascal repetir una y otra vez que Vox no es un partido de extrema derecha sino de extrema necesidad. La existencia de España, su desguace, no estaría en verdadero peligro si no existiera un partido como Podemos, amigo de Bildu y del nacionalismo catalán, defensor de un referéndum en la Comunidad Autónoma más desagradecida hacia el resto de España. En este punto –y no tanto en el económico- Vox sí se parece a aquella Falange originaria, y también a los militares sublevados ante la deriva de España en manos del Frente Popular. Vox nace contra Podemos, es decir, nace para luchar por la existencia de España, no sólo ya por la existencia de tradiciones sino del propio país, amenazado con una inminente balcanización (amenaza de la que por ejemplo Francia o Italia están libres-). Por lo tanto, al nacer para la defensa de su existencia, Vox nace filosóficamente, pues no hay asunto de mayor relevancia en filosofía que el de la existencia. La esencia es un asunto ulterior a la existencia. Podemos, en cambio, nació para modificar la esencia de España rompiendo su existencia. Vox nace para luchar por la existencia, y en ese combate se encontrará con esencias que coinciden con la misma existencia de España. Por supuesto que la caricatura que hace la izquierda española de Vox la pinta como un partido de paletos, militares, retrógrados, incultos en general. Es, ya lo saben, la papilla. Ya puedan existir votantes garrulos en Vox, gañanes que no ven a España más allá de la Legión, racistas que se sirvan de la evidente delincuencia extranjera para justificar su odio innato al de otro color, ya pueda haber en Vox todo esto (ninguna casa está limpia), que Vox es de largo el partido más intelectual, más filosófico de los que puedan haber hoy en España.

 

En Vox se funde el existencialismo ya señalado con el materialismo filosófico que defiende la necesaria unidad de la nación española. No sólo se funden en el partido de Abascal la existencia con la esencia, sino también la pasión se funde con la razón para destrozar al sentimentalismo adolescente de Podemos.
 

Como resumen a las palabras de Iglesias sobre Vox y a estos mismos comentarios diremos que Vox ha de apuntalar más su mensaje social porque, de lo contrario, algún falangista o algún tradicionalista acabarán consumiendo la papilla. Algunos ya han empezado a olerla con fruición, y cuando la ingieran acabarán completamente confundidos. Pero como ellos mismos dirán por los efectos del alimento: la confusión es libre.
 

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