Nacionalismo es guerra
Por causa de la irresponsabilidad de los gobiernos centrales, y sobre todo por la decadencia moral y la deriva política desnortada del Partido Socialista, instaurada y materializada por un personaje ruin, egocéntrico, narcisista y con una ambición ilimitada al borde de la psicopatología, estamos en un proceso de descomposición que nos llevará al hambre.
Los pueblos, al igual que las personas, solo aprenden de las situaciones límites. Lo aprendieron nuestros padres (hablo desde mi atalaya de la setentena), que lo pasaron muy mal en la guerra y postguerra) pero, desgraciadamente, no supieron transmitirlo a los de mi generación para no remover la mierda de la guerra. Y los de nuestra generación quisieron poner sobre algodones a sus hijos, para que no vivieran las épocas de blanco y negro, con lo cual los que ahora son padres desconocen la realidad de la II República, la Guerra, la llamada Dictadura, y los esfuerzos para abrir nuevos tiempos de democracia y libertad. Y los hijos de nuestros hijos ya no sabrán nada de lo que ocurrió pues no habrá quien cuente lo que pasó. Y los libros de texto desvirtúan la verdad y omiten la realidad, con lo que todo se convierte en virtual, en una gran mentira.
Vamos a ver repetida la historia, por su desconocimiento. Nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos lo van a pasar mal, pues prevalece la mentira, y ésta lleva a errores graves que ya sucedieron, y que se repetirán, pues estamos condenados a reiterar la ignominia, a tropezar sistemáticamente una y otra vez en la misma piedra. Solamente que el trompazo cada vez es mayor porque la piedra es más grande.
Cataluña va directamente al enfrentamiento civil. Cuando el nacionalismo ve que pierde la hegemonía siempre recurre a métodos sucios, a bordear las reglas de la convivencia democrática, de la coexistencia. El nacionalismo es trilero por naturaleza, mentiroso, ruin, mezquino, traicionero, amante de la tiranía como sistema de gobierno. Los nacionalistas no son demócratas. Lo he dicho y repetido a la luz de la historia, a la luz de los acontecimientos ya vividos por quienes atravesamos el tránsito de la dictadura a la democracia. Algunos hemos vivido lo de “los árboles y las nueces”, aforismo ya conocido y convertido por el uso en refrán, cuyo autor ya no está en el mundo terrenal. No sé si en el infierno.
Cuando el nacionalismo pierde los papeles y no encuentra en el sistema jurídico el amparo a sus pretensiones, lo rompe. Cuando el nacionalismo ve que pierde credibilidad y sustento social, liquida los derechos fundamentales para expulsar del sistema a los que no son nacionalistas. Cuando el nacionalismo observa que la disidencia va tomando cuerpo, articula métodos de adoctrinamiento, de manipulación infantil convertida en perversión de menores, métodos de coacción social, de exclusión y discriminación; y a la postre de expulsión de contingentes de población que huyen para escapar de un ambiente irrespirable, solo oxigenado para quienes beben de las ubres de un presupuesto público utilizado para ganar voluntades. Y utilizando la propaganda mediante la compra de los instrumentos privados de información.
Y si el nacionalismo no logra, aún así, sus objetivos, porque todavía quede algún atisbo de Estado de Derecho y de mecanismos para aplicarlo, el nacionalismo recurre a la violencia. Lo vamos a ver pronto. Lo estamos constatando ya. Los CDR intentarán crear un contexto violento con el objetivo de que no se mueva nada que no esté dentro del paradigma independentista. Lo vimos en el País Vasco, lo comprobamos, lo experimentamos y lo sufrimos. Y aún estamos en el estigma del temor. Del temor a opinar en público (yo lo hago pese a los riesgos), del temor a hablar en voz alta en las cafeterías (todavía; quién lo puede negar), del temor a ser señalado como españolista, es decir facha, en términos característicamente goebbelianos.
Estamos condenados a repetir la historia. El nazismo nació así. El nacionalismo es guerra.
Por causa de la irresponsabilidad de los gobiernos centrales, y sobre todo por la decadencia moral y la deriva política desnortada del Partido Socialista, instaurada y materializada por un personaje ruin, egocéntrico, narcisista y con una ambición ilimitada al borde de la psicopatología, estamos en un proceso de descomposición que nos llevará al hambre.
Los pueblos, al igual que las personas, solo aprenden de las situaciones límites. Lo aprendieron nuestros padres (hablo desde mi atalaya de la setentena), que lo pasaron muy mal en la guerra y postguerra) pero, desgraciadamente, no supieron transmitirlo a los de mi generación para no remover la mierda de la guerra. Y los de nuestra generación quisieron poner sobre algodones a sus hijos, para que no vivieran las épocas de blanco y negro, con lo cual los que ahora son padres desconocen la realidad de la II República, la Guerra, la llamada Dictadura, y los esfuerzos para abrir nuevos tiempos de democracia y libertad. Y los hijos de nuestros hijos ya no sabrán nada de lo que ocurrió pues no habrá quien cuente lo que pasó. Y los libros de texto desvirtúan la verdad y omiten la realidad, con lo que todo se convierte en virtual, en una gran mentira.
Vamos a ver repetida la historia, por su desconocimiento. Nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos lo van a pasar mal, pues prevalece la mentira, y ésta lleva a errores graves que ya sucedieron, y que se repetirán, pues estamos condenados a reiterar la ignominia, a tropezar sistemáticamente una y otra vez en la misma piedra. Solamente que el trompazo cada vez es mayor porque la piedra es más grande.
Cataluña va directamente al enfrentamiento civil. Cuando el nacionalismo ve que pierde la hegemonía siempre recurre a métodos sucios, a bordear las reglas de la convivencia democrática, de la coexistencia. El nacionalismo es trilero por naturaleza, mentiroso, ruin, mezquino, traicionero, amante de la tiranía como sistema de gobierno. Los nacionalistas no son demócratas. Lo he dicho y repetido a la luz de la historia, a la luz de los acontecimientos ya vividos por quienes atravesamos el tránsito de la dictadura a la democracia. Algunos hemos vivido lo de “los árboles y las nueces”, aforismo ya conocido y convertido por el uso en refrán, cuyo autor ya no está en el mundo terrenal. No sé si en el infierno.
Cuando el nacionalismo pierde los papeles y no encuentra en el sistema jurídico el amparo a sus pretensiones, lo rompe. Cuando el nacionalismo ve que pierde credibilidad y sustento social, liquida los derechos fundamentales para expulsar del sistema a los que no son nacionalistas. Cuando el nacionalismo observa que la disidencia va tomando cuerpo, articula métodos de adoctrinamiento, de manipulación infantil convertida en perversión de menores, métodos de coacción social, de exclusión y discriminación; y a la postre de expulsión de contingentes de población que huyen para escapar de un ambiente irrespirable, solo oxigenado para quienes beben de las ubres de un presupuesto público utilizado para ganar voluntades. Y utilizando la propaganda mediante la compra de los instrumentos privados de información.
Y si el nacionalismo no logra, aún así, sus objetivos, porque todavía quede algún atisbo de Estado de Derecho y de mecanismos para aplicarlo, el nacionalismo recurre a la violencia. Lo vamos a ver pronto. Lo estamos constatando ya. Los CDR intentarán crear un contexto violento con el objetivo de que no se mueva nada que no esté dentro del paradigma independentista. Lo vimos en el País Vasco, lo comprobamos, lo experimentamos y lo sufrimos. Y aún estamos en el estigma del temor. Del temor a opinar en público (yo lo hago pese a los riesgos), del temor a hablar en voz alta en las cafeterías (todavía; quién lo puede negar), del temor a ser señalado como españolista, es decir facha, en términos característicamente goebbelianos.
Estamos condenados a repetir la historia. El nazismo nació así. El nacionalismo es guerra.