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Pablo Mosquera
Viernes, 18 de Octubre de 2019 Tiempo de lectura:

Quo vadis Cataluña

Cualquier ciudadano residente en una capital de Europa que ponga la televisión se verá sorprendido por los acontecimientos que se están produciendo en Barcelona. Si tenían previsto viajar por razones de ocio a la ciudad Condal, anularán tal proyecto. Sobran los motivos. Nadie garantiza las comunicaciones aéreas o terrestres. Nadie garantiza poder disfrutar jornadas de asueto por las calles de una ciudad atractiva para hacer turismo cultural.

 

Pero hay algo más que los desórdenes al estilo del París con chalecos amarillos. Motivos de la revuelta y agitadores de un desorden creciente. ¡Sí, revuelta!. Y es que lo primero es el diagnóstico sin hacerse trampas en el solitario. Cataluña ha vuelto a cambiar realidad por mito. Hemos asistido desde el discurso del pacifismo a la guerrilla urbana.

 

¿Ha sido algo súbito o imprevisto? En absoluto. Lo que acontece está en los manuales y me recuerda aquellos postulados de "propaganda y agitación". Todo lo que acontece ha sido perfectamente planificado. Los miembros del Gobierno de la Generalitat han sido un instrumento necesario. Los cerebros de la operación revolució per a la independéncia todavía permanecen en tercera línea. Como en las viejas e históricas revoluciones, los primeros agitadores cumplen un papel necesario durante la primera fase. Luego llegarán los segundos que tratarán de hacerse con la situación, serán los ingenuos reconductores. Pero al fin, y si no se corta la espiral de violencia, aparecerán los auténticos líderes del proceso, los que tienen hilo directo con Puigdemont. Los que son partidarios del órdago independentista. ¡Ahora o nunca!

 

Faltan algunos ingredientes en el proceso que ha ido desde la esperada sentencia a los responsables de 1-O, bajo el disfraz del pacifismo democrático, hasta la lucha en las calles por el descontrol absoluto. Tenían la duda razonable sobre el papel de los Mossos. No la tenían sobre el papel del "honorable" Torra. Necesitan enfrentamientos con los españoles. Tienen perfectamente planificada la escalada en función de los daños colaterales. Necesitan una víctima...

 

La toma de Barcelona por las columnas procedentes de las otras provincias, dónde el separatismo es mucho más intenso, recuerda la llegada de las columnas que tomaron la capital imperial de San Petersburgo en la revolución de 1917. Al final, todo está inventado. Huelga general y fin de semana preparado con la escalada creciente para la lucha callejera, y así llegar el cénit de la revuelta.

 

Pero llega el momento del Gobierno. Tanto del que preside el imbécil útil llamado Quim Torra, como el que preside el empecinado Pedro Sánchez. Al primero, nadie le hace caso, y menos tras su discurso en el Parlamento del Parque de la Ciudadela, dónde hay hasta un zoo. Al segundo se le ve indiferente, asistiendo a las reuniones de Bruselas y dejando en manos de Marlasca el problema de orden público que se extiende a modo de mancha de aceite por toda Cataluña. ¿Qué espera o mejor dicho, que esperamos los españoles de su gestión en el conflicto?

 

Como era de esperar los protagonistas de esta película ya están en sus papeles. Todos mirando de reojo a las encuestas para el 10-N. La inefable Ada Colau, en tempestad de movimientos y máxima verborrea. El "coletas" tratando de quitar hierro con una puesta en escena cargada de gestos al servicio de la serenidad teatral. Aguarda la cadena de errores para subirse en ellos y ganar el espacio perdido. Casado mucho más moderado de lo que cabría esperar por los antecedentes del PP, y es que alguien le aconseja que para subir en las encuestas debe volver al centro. VOX partidario de "leña al mono", será a la postre el referente de los votantes que están hartos del proceso y necesitan autoridad. Rivera, ha tomado la senda del 155, y no parece tener otra. Se ha quedado anticuado. Ha sido mucho más precisa su portavoz en el Parlamento de Cataluña, que nos ha sorprendido con gestos y discursos propios de una buena líder.

 

Pero la decisión es del PSOE. Y como de costumbre, pesa la opinión equidistante de los socialistas catalanes, que se han creído las patrañas del nacionalismo sobre los sentimientos del pueblo catalán. Es posible que si Sánchez no acierta con las medidas, cometa el segundo error. El primero fue la convocatoria electoral. El segundo, quedarse corto ante la gravísima situación que sufre Cataluña. Dos errores que se pagarán en las urnas.

 

Los catalanes son burgueses fenicios, y lo que peor llevan es acontecimientos capaces de afectarles en su economía. De ahí, que hasta la Cámara de Comercio en Barcelona, que tan dirigentemente aprobó medidas en el sentido marcado por el proceso, han sido los primeros en bajarse del vehículo para gritar que pongan orden en la situación. Y es que estos mercaderes no han leído los manuales de la revolución, pero siguen muy preocupados el devenir de las cuentas corrientes o de resultados.   

 

Los españoles, que tienen mucho que decir, están por la mano dura ya. Menos autonomía y más aplicación de la Ley. Las gentes de este país no comprenden como la situación se les ha ido de las manos cuando todo hacía prever una respuesta violenta en cuanto se conociera la sentencia sobre los encausados por el 1-O. Insisto en que hasta ahora no tengo motivos para criticar la actuación de los Mossos. Pero no me fío de sus jefes.

 

Cataluña y España no pueden tolerar sucesos como aquellos que reprimió la República Española en 1934. Antes de llegar a esa situación se hace necesario suspender todos los ingredientes de una autonomía fallida y causante de una revuelta que pone en peligro la convivencia en una región del Estado Social y de Derecho en la vieja Nación de España.               

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