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Winston Galt
Miércoles, 23 de Octubre de 2019 Tiempo de lectura:

Interiorización del crimen

El pasado verano, David Torres escribió un artículo titulado Ortega Lara sigue secuestrado por ETA, que levantó mucha polvareda. Creo que los que se quejaron de la ignominia que, sin duda, hedía el artículo, estaban equivocados. Torres, estoy seguro, no es mala persona. Sólo es un producto.

 

Refería Torres en su artículo que la derecha quería olvidar los crímenes cometidos durante la guerra civil y el franquismo, pero que seguía atrapada en el zulo y concluía que necesita a ETA “como el comer”. Creo que yerra el tiro, nunca mejor dicho. Precisamente, quien necesitaba a ETA no era la derecha, por mucho que todos los presidentes hayan intentado negociar con ella para acabar con sus crímenes. Quien más necesitaba a ETA eran los que se beneficiaban de ella: algunos nacionalistas, para los cuales lo que hacía ETA era una “forma moderna de hacer política”, y buena parte de la izquierda, por dos razones: primero, porque los nacionalistas eran y son los socios naturales de nuestra izquierda; segundo, porque el terrorismo de izquierda, precisamente, lo que hacía era retroalimentar a la izquierda que marcaba distancias con el terrorismo según los vaivenes de sus propios intereses. No es una sutileza. La izquierda siempre ha jugado con cierta legitimación del terrorismo, siempre que éste sea de izquierdas, por supuesto.

 

No toda la izquierda, claro, porque no ocurrió con el PSOE de González, pero nadie puede negar que sí ocurrió con el PSOE de Zapatero, que se ocupó de rehabilitar a ETA por otras dos razones esencialmente: para obtener el mérito de acabar con el terrorismo, y para encontrar una fuerza aliada en la izquierda (ideológicamente muy cercana), pero con la que no era estético hacerlo mientras mataba.

 

En su texto, Torres admitía la redención de los que mataban hace cuatro días y que todavía jalean a los asesinos o lo fueron ellos mismos. Pero no admite la redención de los nietos y bisnietos de los que eran de derechas hace ochenta años. Bonita manera de entender la redención.

 

Pero, insisto, la culpa no es de Torres. Él sólo es el producto de un proyecto de ingeniería social diseñado por Zapatero que ha legitimado los crímenes de ETA mientras ha criminalizado a generaciones descendientes de la mitad de los españoles por crímenes de hace casi un siglo.

 

Interiorizar el crimen es blanquear el crimen de hoy y criminalizar la historia; es aceptar al asesino como un interlocutor válido; es considerar moral ir de su mano o cenar con él en Navidad; es considerar fascista a la derecha democrática y considerar demócrata al brazo político del crimen, con el que gobiernan en ayuntamientos; es considerar democrático al nacionalismo; es considerar que ser víctima u opresor es una cuestión de opiniones.

 

Zapatero fue un pésimo presidente, pero fue un buen pastor y Torres no es más que otra cabeza de su rebaño ideológico. Seguramente él no lo admitirá y se creerá un gran intelectual por defender el blanqueamiento de los terroristas de ayer y criminalizar a los descendientes de los que lo fueron hace ochenta años, pero no somos aquéllo que creemos que somos, sino lo que realmente somos. Torres ha interiorizado el crimen de modo tal que se permite ensuciar la heroicidad de alguien que sobrevivió 532 días en un agujero, pero no dice ni media de los que se regodeaban mientras tanto en su agonía. ¿Alguien duda que Torres jamás hablaría así de Ortega Lara si éste se hubiera afiliado al PSOE?

 

Al ganado no le queda ni educación cuando ha interiorizado el crimen como una forma de hacer política. Siempre que sea de izquierdas, claro.


 

(*) Winston Galt es escritor, autor de la novela Frío Monstruo

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