
¿Qué está pasando en el mundo hispano?
En pocas semanas hemos podido observar fenómenos de violencia social y de inestabilidad política que se producen casi al mismo tiempo en casi todo el territorio hispanoamericano.
Podemos intentar analizar cada uno en su singularidad aparente y encontrar razones coyunturales y contextuales que explican cada explosión, pero ningún argumento podrá explicar el sorprendente paralelismo o, simplemente, la extraña conjunción de los hechos, sin buscar las relaciones entre ciertos elementos aparentemente desconectados unos de otros, pero repetitivos, que se producen en diferentes territorios y, a menudo de influencia extranjera.
Sin buscar especialmente la fabulación, sí podemos constatar los hechos siguientes: la dimisión forzada de Evo Morales en Bolivia; el conflicto sin fin en Venezuela; la crisis de Nicaragua, de Honduras y de Guatemala; la difícil sostenibilidad de los acuerdos de paz en Colombia; la incomprensible persecución legal a Correa (Ecuador); la crisis de Brasil; la irrecuperable economía argentina; las violentas manifestaciones de Chile; los casos de corrupción desatados en Perú o el disfrazado populismo de México, sin olvidarnos de la crisis de nacionalismos independentistas que ahoga España.
¿Qué esconde la simultaneidad de tanto conflicto en tan poco tiempo?
Recordemos que estos conflictos suceden a un período de paz, estabilidad y crecimiento que había generado esperanza en el futuro de toda Hispanoamérica y de España, así como numerosas inversiones tanto nacionales como extranjeras. Tantas son las razones que me producen una gran perplejidad por lo que, para poder comprender qué está pasando, he decidido buscar pocas causas, que sean comprensibles y, a partir de las cuales, se pueda ampliar mi comentario.
De alguna manera, lo que voy a decir, ya lo decía María Elvira Roca Barea en su libro Imperiofobia, aunque con más claridad y contundencia que yo, sobre todo cuando explicaba que lo que está sucediendo en Hispanoamérica no es más que un reflejo de nuestro quebranto interno, pero con otro disfraz.
En todo caso, me consta, y por ello lo considero un elemento clave, que el empuje y la fuerte expansión de las iglesias evangelistas en toda Hispanoamérica constituye un signo de la introducción de la semilla de una nueva filosofía, tanto como la expansión visceral del movimiento indigenista, muchas veces teledirigido desde el exterior, y estos dos elementos, por su importancia y el peligro implícito que conllevan, merecen una explicación.
¿Quiere esto decir que son un peligro para la paz?
Antes de responder, analicemos ciertos aspectos de su comportamiento y después juzguemos.
La iglesia evangélica es, en principio, un grupo muy heterogéneo, en términos de tipos de iglesias, adscripciones teológicas y posicionamientos políticos, pero todos establecen una relación directa entre la comunión con Dios y el bienestar material, como los movimientos protestantes europeos del siglo XVI (léase Miedo a la Libertad de Eric Fromm), teniendo además, como terreno fértil del mundo actual y de la globalización, una mayor individualización de la sociedad asociada al desarrollo de una identidad de los sectores populares a través del consumo, como una substitución a la antigua filosofía de vida basada en la tradición, y todo ello ayudado por las corrientes neoliberales que, por su parte, con un rostro moderno, propagan los mismos principios en todos los territorios, atacándose al humanismo cristiano representado por las viejas tradiciones y por el catolicismo, al que acusan de traer la pobreza y con ella, la corrupción.
Ahora bien, no olvidemos – aunque no queramos que nos lo recuerden – que estos nuevos principios, al enfrentarse directamente a nuestra idiosincrasia católica, crean un problema insidioso y permanente que poco a poco polariza nuestras sociedades, pues tradicionalmente, la unión hispana se sustenta sobre la unidad cultural, lingüística y religiosa. Eso quiere decir que al asociar la pobreza a lo católico y lo católico a la tradición hispana y a su lengua, pronto se pondrá en duda el mantenimiento de dicha cultura y se intentará destruir la comunidad lingüística, justificando el retorno a las lenguas indígenas y a una filosofía identitaria, como una forma de liberación y de sacudirse el dominio de los que, vistos de repente como extranjeros, al imponer su mundo, les empobrecieron, expoliaron y aculturaron.
De esta manera, el proceso social iniciado, entrará en una nueva fase donde las nuevas élites, apoyándose en la oposición indigenista a lo hispano (véase también el caso catalán), con la connivencia de las clases populares, buscarán imponer – en cohabitación con la indígena - la nueva lengua vehicular de los ricos y del éxito social, la cual según ellos y basados en la aculturación realizada, no podrá ser otra que el inglés.
¿Por qué el inglés?
Recordemos que cuando un imperio dominante quiere aculturar, para mejor dominar y “esclavizar” un territorio que ya está bajo su influencia económica, se ataca prioritariamente a la religión, al idioma, a sus principales símbolos o mitos y a la familia.
Por estas razones insisto en el hecho de que la gran familia hispana de América está siendo intensamente atacada para producir la aculturación de su población, y ello por la vía de dos movimientos que, aunque diferentes, tienen una importante correlación y se producen conjuntamente:
- El “indigenismo”, que pretende recuperar viejas costumbres y las viejas lenguas, arrinconando todo lo que represente lo hispánico (que en el fondo es lo que los une y les da su fuerza) para crear una babel insolidaria donde la lengua española desaparezca y, como decía en mi introducción,
- Los movimientos “evangelistas”, qué con el fin del retorno a las fuentes del Libro, atacan constantemente el catolicismo y sus bases humanistas, identificando la tradición católica (donde se origina el humanismo cristiano actual y los Derechos del Hombre) con un pasado deformado de horrores que les ha conducido a la pobreza. En América son los evangelistas, en Europa es el laicismo de raíz protestante.
Basta con realizar un análisis elemental para comprobar que estas dos tendencias, que intentan acabar con la Hispanidad, tienen su origen en el mundo anglosajón – por eso hablábamos de la substitución del español por el inglés, a largo plazo - y dichas tendencias son unas interesadas corrientes de manipulación que polarizan las sociedades donde actúan, creando violentos conflictos internos que destruyen la cohesión social (Chile, Ecuador… , España) y deslegitiman a sus representantes políticos tradicionales o provocan su auto-deslegitimación (Bolivia, Nicaragua, Brasil, …), y transforman las bases filosóficas de sus jóvenes democracias.
El caos así creado pretende convencer tanto a sus élites como a sus clases populares de instaurar un nuevo modelo socioeconómico inspirado en el de los países ricos y estables, lo que se irá haciendo de la mano, a menudo oculta, de asesores extranjeros, hasta crear una nueva dependencia del imperio dominante, basada en un poder más frio y sin rostro, llevado a sus extremos por ciertos organismos internacionales (FMI, …, Banco Central, … ,): el poder financiero se instala .
De esta manera todo empieza a adquirir sentido y puede verse con más claridad que hubo, y aún hay, un plan de destrucción de la hispanidad, que comenzó, urdido por Inglaterra, con las independencias de los virreinatos, más tarde descuartizados, que continuó con los endeudamientos forzados de las nuevas repúblicas y el expolio de las tierras y recursos indígenas, a partir de los siglos XIX y XX, así como de la aculturación progresiva, que se aceleró gracias a los medios de comunicación modernos y a la falsedad histórica enseñada en las escuelas, como pasa en estos momentos en España y en la mayor parte de los países hispanoamericanos.
No obstante, toda ingeniería social requiere precisión y paciencia, y este proceso tenía que ser reforzado y completado por una transformación interna de lo religioso, convirtiendo el resultado de dicha transformación en fuerza política legitimada, solo así se podrá dar el paso necesario para la destrucción de la unidad lingüística y espiritual, alejando toda posibilidad de una Hispanoamérica unida, rica y fuerte, y por ende, también de una España fuerte, unida y solidaria.
Hechas estas reflexiones, os invito a analizar lo que sucede en cada país, individualmente, sin perder de vista las correlaciones con los elementos que he señalado y, quizás podamos aclarar qué está pasando en Bolivia, en Argentina, en Brasil, en Colombia, … , y en toda Hispanoamérica en general.
En pocas semanas hemos podido observar fenómenos de violencia social y de inestabilidad política que se producen casi al mismo tiempo en casi todo el territorio hispanoamericano.
Podemos intentar analizar cada uno en su singularidad aparente y encontrar razones coyunturales y contextuales que explican cada explosión, pero ningún argumento podrá explicar el sorprendente paralelismo o, simplemente, la extraña conjunción de los hechos, sin buscar las relaciones entre ciertos elementos aparentemente desconectados unos de otros, pero repetitivos, que se producen en diferentes territorios y, a menudo de influencia extranjera.
Sin buscar especialmente la fabulación, sí podemos constatar los hechos siguientes: la dimisión forzada de Evo Morales en Bolivia; el conflicto sin fin en Venezuela; la crisis de Nicaragua, de Honduras y de Guatemala; la difícil sostenibilidad de los acuerdos de paz en Colombia; la incomprensible persecución legal a Correa (Ecuador); la crisis de Brasil; la irrecuperable economía argentina; las violentas manifestaciones de Chile; los casos de corrupción desatados en Perú o el disfrazado populismo de México, sin olvidarnos de la crisis de nacionalismos independentistas que ahoga España.
¿Qué esconde la simultaneidad de tanto conflicto en tan poco tiempo?
Recordemos que estos conflictos suceden a un período de paz, estabilidad y crecimiento que había generado esperanza en el futuro de toda Hispanoamérica y de España, así como numerosas inversiones tanto nacionales como extranjeras. Tantas son las razones que me producen una gran perplejidad por lo que, para poder comprender qué está pasando, he decidido buscar pocas causas, que sean comprensibles y, a partir de las cuales, se pueda ampliar mi comentario.
De alguna manera, lo que voy a decir, ya lo decía María Elvira Roca Barea en su libro Imperiofobia, aunque con más claridad y contundencia que yo, sobre todo cuando explicaba que lo que está sucediendo en Hispanoamérica no es más que un reflejo de nuestro quebranto interno, pero con otro disfraz.
En todo caso, me consta, y por ello lo considero un elemento clave, que el empuje y la fuerte expansión de las iglesias evangelistas en toda Hispanoamérica constituye un signo de la introducción de la semilla de una nueva filosofía, tanto como la expansión visceral del movimiento indigenista, muchas veces teledirigido desde el exterior, y estos dos elementos, por su importancia y el peligro implícito que conllevan, merecen una explicación.
¿Quiere esto decir que son un peligro para la paz?
Antes de responder, analicemos ciertos aspectos de su comportamiento y después juzguemos.
La iglesia evangélica es, en principio, un grupo muy heterogéneo, en términos de tipos de iglesias, adscripciones teológicas y posicionamientos políticos, pero todos establecen una relación directa entre la comunión con Dios y el bienestar material, como los movimientos protestantes europeos del siglo XVI (léase Miedo a la Libertad de Eric Fromm), teniendo además, como terreno fértil del mundo actual y de la globalización, una mayor individualización de la sociedad asociada al desarrollo de una identidad de los sectores populares a través del consumo, como una substitución a la antigua filosofía de vida basada en la tradición, y todo ello ayudado por las corrientes neoliberales que, por su parte, con un rostro moderno, propagan los mismos principios en todos los territorios, atacándose al humanismo cristiano representado por las viejas tradiciones y por el catolicismo, al que acusan de traer la pobreza y con ella, la corrupción.
Ahora bien, no olvidemos – aunque no queramos que nos lo recuerden – que estos nuevos principios, al enfrentarse directamente a nuestra idiosincrasia católica, crean un problema insidioso y permanente que poco a poco polariza nuestras sociedades, pues tradicionalmente, la unión hispana se sustenta sobre la unidad cultural, lingüística y religiosa. Eso quiere decir que al asociar la pobreza a lo católico y lo católico a la tradición hispana y a su lengua, pronto se pondrá en duda el mantenimiento de dicha cultura y se intentará destruir la comunidad lingüística, justificando el retorno a las lenguas indígenas y a una filosofía identitaria, como una forma de liberación y de sacudirse el dominio de los que, vistos de repente como extranjeros, al imponer su mundo, les empobrecieron, expoliaron y aculturaron.
De esta manera, el proceso social iniciado, entrará en una nueva fase donde las nuevas élites, apoyándose en la oposición indigenista a lo hispano (véase también el caso catalán), con la connivencia de las clases populares, buscarán imponer – en cohabitación con la indígena - la nueva lengua vehicular de los ricos y del éxito social, la cual según ellos y basados en la aculturación realizada, no podrá ser otra que el inglés.
¿Por qué el inglés?
Recordemos que cuando un imperio dominante quiere aculturar, para mejor dominar y “esclavizar” un territorio que ya está bajo su influencia económica, se ataca prioritariamente a la religión, al idioma, a sus principales símbolos o mitos y a la familia.
Por estas razones insisto en el hecho de que la gran familia hispana de América está siendo intensamente atacada para producir la aculturación de su población, y ello por la vía de dos movimientos que, aunque diferentes, tienen una importante correlación y se producen conjuntamente:
- El “indigenismo”, que pretende recuperar viejas costumbres y las viejas lenguas, arrinconando todo lo que represente lo hispánico (que en el fondo es lo que los une y les da su fuerza) para crear una babel insolidaria donde la lengua española desaparezca y, como decía en mi introducción,
- Los movimientos “evangelistas”, qué con el fin del retorno a las fuentes del Libro, atacan constantemente el catolicismo y sus bases humanistas, identificando la tradición católica (donde se origina el humanismo cristiano actual y los Derechos del Hombre) con un pasado deformado de horrores que les ha conducido a la pobreza. En América son los evangelistas, en Europa es el laicismo de raíz protestante.
Basta con realizar un análisis elemental para comprobar que estas dos tendencias, que intentan acabar con la Hispanidad, tienen su origen en el mundo anglosajón – por eso hablábamos de la substitución del español por el inglés, a largo plazo - y dichas tendencias son unas interesadas corrientes de manipulación que polarizan las sociedades donde actúan, creando violentos conflictos internos que destruyen la cohesión social (Chile, Ecuador… , España) y deslegitiman a sus representantes políticos tradicionales o provocan su auto-deslegitimación (Bolivia, Nicaragua, Brasil, …), y transforman las bases filosóficas de sus jóvenes democracias.
El caos así creado pretende convencer tanto a sus élites como a sus clases populares de instaurar un nuevo modelo socioeconómico inspirado en el de los países ricos y estables, lo que se irá haciendo de la mano, a menudo oculta, de asesores extranjeros, hasta crear una nueva dependencia del imperio dominante, basada en un poder más frio y sin rostro, llevado a sus extremos por ciertos organismos internacionales (FMI, …, Banco Central, … ,): el poder financiero se instala .
De esta manera todo empieza a adquirir sentido y puede verse con más claridad que hubo, y aún hay, un plan de destrucción de la hispanidad, que comenzó, urdido por Inglaterra, con las independencias de los virreinatos, más tarde descuartizados, que continuó con los endeudamientos forzados de las nuevas repúblicas y el expolio de las tierras y recursos indígenas, a partir de los siglos XIX y XX, así como de la aculturación progresiva, que se aceleró gracias a los medios de comunicación modernos y a la falsedad histórica enseñada en las escuelas, como pasa en estos momentos en España y en la mayor parte de los países hispanoamericanos.
No obstante, toda ingeniería social requiere precisión y paciencia, y este proceso tenía que ser reforzado y completado por una transformación interna de lo religioso, convirtiendo el resultado de dicha transformación en fuerza política legitimada, solo así se podrá dar el paso necesario para la destrucción de la unidad lingüística y espiritual, alejando toda posibilidad de una Hispanoamérica unida, rica y fuerte, y por ende, también de una España fuerte, unida y solidaria.
Hechas estas reflexiones, os invito a analizar lo que sucede en cada país, individualmente, sin perder de vista las correlaciones con los elementos que he señalado y, quizás podamos aclarar qué está pasando en Bolivia, en Argentina, en Brasil, en Colombia, … , y en toda Hispanoamérica en general.