El doctor Pedro Cavadas o cómo reparar el cuerpo y el alma
Dicen que la cara es el espejo del alma, y la del doctor Pedro Cavadas es la de un alma atormentada por el sufrimiento consciente y voluntario que ha absorbido de aquellos a los que ha querido reparar. La sabiduría judía es muy rica en anécdotas, alegorías y moralejas, y su expresión más fascinante es la cábala, ese conjunto de enseñanzas que pretende revelar el saber oculto acerca de Dios y del mundo por medio de la interpretación mística del Antiguo Testamento. Una filosofía que conecta la naturaleza del universo y del hombre al establecer que las elecciones personales tienen implicaciones en el Cosmos, como se desprende del principio del Tikun Olam a partir del descubrimiento por parte de Abraham de la unidad dentro de la diversidad y la elección de la preocupación mutua por encima de la explotación mutua. Un pensamiento revolucionario que cambiaría para siempre la percepción de la Humanidad como parte de la creación divina y que sentaría las bases del pensamiento libre y del libre albedrío.
Dios, nos recuerda el presidente de la Federación de Comunidades Judías – FCJE- Isaac Querub durante la entrega, el pasado 26 de noviembre, del Premio Maimónides, otorgado por la Fundación Amigos de la Universidad de Tel Aviv a este cirujano conocido como doctor milagro, concentró toda la energía en un cubículo que, al explotar, dispersó los halos de luz sagrada por todo el universo. Según la tradición judía, cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad compartida de arreglar este mundo, fracturado, quebrado e imperfecto desde entonces, reparando las relaciones entre las personas. El hombre es débil, y se necesita mucha fuerza y perseverancia para superarse y enfrentar los desafíos que nos presenta la vida. Resiliencia le llaman algunos, resignación otros, y renacimiento este hombre tímido - él dice que poco sociable - de mirada transparente, aspecto cansado y manos cálidas. En la búsqueda de la perfección hay momentos en los que priman las motivaciones egoístas, narcisistas, pero también la necesidad espiritual de la liberación y la justicia social. El despertar de la conciencia, tras un infortunio personal, de que todos los seres son importantes, sin discriminación, sin clases, tuvo un efecto expansivo en su vida personal y en aquellos a los que desinteresadamente ha decidido reparar su sufrimiento, físico y emocional.
Puede que este hombre pase a la historia por ser el primero que en España hizo un trasplante de cara, o por las arriesgadas cirugías reconstructivas de diagnósticos imposibles que antaño le convirtieron en una estrella mediática y hoy dan sentido a su vida. Puede que este mago, que dice que si Dios tuviera que escoger una profesión, sería médico, recoja premios como churros. Personalmente creo que será recordado por los que tuvimos el placer de conocerle por la dimensión humana de su técnica. Y si hay algún premio en particular del que estoy convencida que guardará como un tesoro, y que le va como anillo al dedo, es este Premio Maimónides que acertadamente le ha entregado una Universidad que tiene por lema perseguir lo desconocido.
Decía el filósofo y médico del siglo XII que presta su nombre al galardón, considerado también en algunos círculos de su época casi como un hereje, que el hombre es libre, y en base a esa libertad, puede realizar el bien desinteresadamente. Más allá de la excelencia, que da sentido a su profesión y le otorga reputación, el doctor Cavadas ha encontrado su propia libertad en la felicidad de ayudar a los que no pueden elegir.
Ciencia y humanidad se unen en unas manos que asumen riesgos, reparan almas y cuerpos y devuelven, en forma de esperanza, lo que el universo, por azar, dice que le otorgó: la capacidad de aliviar y gestionar el sufrimiento. Que Dios siga bendiciendo tus manos y que tu alma encuentre la paz y se desprenda del peso del dolor que acumulas cuando, dentro de unos años y ya liberado del estrés de tu profesión, te permitas dormir mirando el atardecer en un poblado de masais.
Dicen que la cara es el espejo del alma, y la del doctor Pedro Cavadas es la de un alma atormentada por el sufrimiento consciente y voluntario que ha absorbido de aquellos a los que ha querido reparar. La sabiduría judía es muy rica en anécdotas, alegorías y moralejas, y su expresión más fascinante es la cábala, ese conjunto de enseñanzas que pretende revelar el saber oculto acerca de Dios y del mundo por medio de la interpretación mística del Antiguo Testamento. Una filosofía que conecta la naturaleza del universo y del hombre al establecer que las elecciones personales tienen implicaciones en el Cosmos, como se desprende del principio del Tikun Olam a partir del descubrimiento por parte de Abraham de la unidad dentro de la diversidad y la elección de la preocupación mutua por encima de la explotación mutua. Un pensamiento revolucionario que cambiaría para siempre la percepción de la Humanidad como parte de la creación divina y que sentaría las bases del pensamiento libre y del libre albedrío.
Dios, nos recuerda el presidente de la Federación de Comunidades Judías – FCJE- Isaac Querub durante la entrega, el pasado 26 de noviembre, del Premio Maimónides, otorgado por la Fundación Amigos de la Universidad de Tel Aviv a este cirujano conocido como doctor milagro, concentró toda la energía en un cubículo que, al explotar, dispersó los halos de luz sagrada por todo el universo. Según la tradición judía, cada uno de nosotros tenemos la responsabilidad compartida de arreglar este mundo, fracturado, quebrado e imperfecto desde entonces, reparando las relaciones entre las personas. El hombre es débil, y se necesita mucha fuerza y perseverancia para superarse y enfrentar los desafíos que nos presenta la vida. Resiliencia le llaman algunos, resignación otros, y renacimiento este hombre tímido - él dice que poco sociable - de mirada transparente, aspecto cansado y manos cálidas. En la búsqueda de la perfección hay momentos en los que priman las motivaciones egoístas, narcisistas, pero también la necesidad espiritual de la liberación y la justicia social. El despertar de la conciencia, tras un infortunio personal, de que todos los seres son importantes, sin discriminación, sin clases, tuvo un efecto expansivo en su vida personal y en aquellos a los que desinteresadamente ha decidido reparar su sufrimiento, físico y emocional.
Puede que este hombre pase a la historia por ser el primero que en España hizo un trasplante de cara, o por las arriesgadas cirugías reconstructivas de diagnósticos imposibles que antaño le convirtieron en una estrella mediática y hoy dan sentido a su vida. Puede que este mago, que dice que si Dios tuviera que escoger una profesión, sería médico, recoja premios como churros. Personalmente creo que será recordado por los que tuvimos el placer de conocerle por la dimensión humana de su técnica. Y si hay algún premio en particular del que estoy convencida que guardará como un tesoro, y que le va como anillo al dedo, es este Premio Maimónides que acertadamente le ha entregado una Universidad que tiene por lema perseguir lo desconocido.
Decía el filósofo y médico del siglo XII que presta su nombre al galardón, considerado también en algunos círculos de su época casi como un hereje, que el hombre es libre, y en base a esa libertad, puede realizar el bien desinteresadamente. Más allá de la excelencia, que da sentido a su profesión y le otorga reputación, el doctor Cavadas ha encontrado su propia libertad en la felicidad de ayudar a los que no pueden elegir.
Ciencia y humanidad se unen en unas manos que asumen riesgos, reparan almas y cuerpos y devuelven, en forma de esperanza, lo que el universo, por azar, dice que le otorgó: la capacidad de aliviar y gestionar el sufrimiento. Que Dios siga bendiciendo tus manos y que tu alma encuentre la paz y se desprenda del peso del dolor que acumulas cuando, dentro de unos años y ya liberado del estrés de tu profesión, te permitas dormir mirando el atardecer en un poblado de masais.