Los idiotas
El término idiota, según el diccionario de la RAE, significa, en su primera acepción, "tonto o corto de entendimiento". En la segunda, "engreído sin fundamento para ello". En algún otro lugar se define como la persona que es poco inteligente pero que, aun así, se muestra engreída o pretenciosa.
Aunque no estén explicadas en el diccionario de la RAE, también hay muchas maneras de ser idiota. Una de ellas, muy extendida, es acompañarse de la ínfula (vanidad pretenciosa en su tercera acepción) de profesor universitario. Esto es, un intelectual. Aunque todos sabemos que sólo se es intelectual si se defienden ciertas posturas siempre "progresistas".
Me vino a la cabeza la palabra idiota cuando leí hace unas semanas el artículo El precariado se rebela, de Guy Standing, en El País.
Como subtítulo, nos regala la siguiente información: "En un país tras otro, el Estado está en manos de funcionarios y políticos seguidores del neoliberalismo".
No se puede mentir más en una sola frase. Hay dos mentiras esenciales: que el Estado está en manos de funcionarios cuando en realidad sólo está en manos de políticos, que son los únicos que toman las decisiones verdaderamente importantes que afectan a la sociedad. Y, sobre todo, la falsedad fundamental: que tales funcionarios y políticos son seguidores del maléfico neoliberalismo.
Tal vez el profesor Standing viva en una burbuja en su universidad, pero no se adivina en ningún país de Europa una política neoliberal por ninguna parte. Las políticas que critica son esencialmente socialdemócratas, cuando no socialistas del todo. ¿Acaso Macron es neoliberal? ¿Acaso lo es Merkel? ¿Lo fue Rajoy? Cierto que ninguno de estos políticos se define de izquierdas, pero no es menos cierto que sus políticas se confunden con la socialdemocracia más tradicional. Otra cosa es que al insigne profesor Standing tales políticas socialdemócratas le parezcan deficientemente socialistas.
Pocos podrán discutir a estas alturas que desde hace décadas el sueño europeo lo constituyó la socialdemocracia, aunque hoy parezca un sueño a punto de convertirse en pesadilla. Únicamente Thatcher intentó limitar, en la medida que pudo, la socialdemocracia en el Reino Unido, sin llegar a desmantelar más que sus abusos más terribles, y Aznar en España también inició un proceso real de liberalización de la economía. Ambos proyectos fueron un éxito. De hecho, el Reino Unido aún vive a lo grande de lo hecho entonces. No así España, pues tras Aznar sucedieron los espantosos años de Zapatero, quien desmanteló concienzudamente todos los avances.
El profesor Standing olvida que en Europa no hay un solo partido realmente liberal con capacidad para alcanzar el poder en ninguno de los países importantes. Supongo que al profesor los recortes de Merkel, que no fueron tales sino sólo ajustes contables para huir del despilfarro en un momento de crisis, le parecerán terriblemente neoliberales. Seguramente al profesor Standing no le hubieran gustado las consecuencias de no aplicar una política de rigor en el gasto durante los años de crisis.
O tal vez sí.
Nos viene a contar el profesor que el precariado se rebela en todo el mundo. Es difícil verlo así. Algunos sectores de clases medias que han visto menoscabada su situación económica y social durante la crisis en Europa podrían entrar en su análisis. Pero parece difícil encontrar clases medias empobrecidas en el resto del mundo, donde lo que está ocurriendo es justo lo contrario: a consecuencia de la globalización, grandes masas de población en países asiáticos (y también en algunos países de África) están abandonando sus situaciones de pobreza para alcanzar una situación equivalente a nuestra clase media. Éste es el verdadero sacrificio que está realizando el mundo occidental con la globalización, que ha beneficiado a la gran mayoría.
Según el profesor, la valentía y la indignación del precariado ha dado lugar a un justificado resentimiento basado, ¡cómo no!, en la desigualdad, y ha provocado la sensación de que las políticas de Occidente y sus instituciones están "moralmente corruptas" y es deseable construir una realidad alternativa. Sólo desde el cinismo más vil se puede catalogar de políticas e instituciones esencialmente corruptas a las que han dado lugar en menos de un siglo a la civilización humana más avanzada, más libre y más justa de la historia.
Para el profesor, las causas de todo ello es que al frente de las protestas "por todo el mundo" están "los miembros más preparados del precariado". No explica qué entiende por los miembros más preparados del precariado, pero si echamos un vistazo a nuestro alrededor podemos imaginar a qué clase de gente se refiere: ¿Colau?, ¿Errejón?, ¿Iglesias?, ¿O su colega Owen? Debemos preguntarnos entonces: preparados, ¿para qué? ¿Para implantar el viejo socialismo de siempre? Porque a ninguno se le ha adivinado jamás un pensamiento nuevo.
Añade que tales miembros tan preparados se sienten insatisfechos por vidas inestables y falta de seguridad laboral. Imagino que el profesor no comparte que todas las vidas son inestables y que todos los trabajos provocan incertidumbre excepto, eso sí, los que ofrecía el Estado en lugares tan recomendables como la Unión Soviética o Cuba. Aunque seguramente algunos de los que disfrutaron de aquella seguridad laboral tal vez tendrían algo que decir al respecto.
Por supuesto, según el profesor, para comprender lo que ocurre hay que mirar, ¡cómo no!, ¡a los poderes ocultos neoliberales!, como la Sociedad Mont Pelerin, de la que todos sabemos que tiene tal poder que determina las políticas de Occidente. Del mismo modo, los antiguos asesores de Thatcher y Reagan siguen dominando el mundo con sus perniciosas y pecaminosas políticas (por cierto, hay economistas que aseguran que la prosperidad desde hace treinta años de ambos países, Reino Unido y EEUU, se debe a las políticas de entonces). Y cómo no aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para criticar el ejemplo neoliberal de Chile. Efectivamente, Chile ha sido y es el país más próspero económicamente de Río Grande hasta la Patagonia. Tal ejemplo no se puede permitir. Es pernicioso para los ciudadanos de Cuba, Venezuela o Nicaragua, que disfrutan de regímenes mucho más libres y prósperos, como todos sabemos.
Era inevitable que el profesor afirmase, sin rubor alguno, que se está produciendo un "desmantelamiento de las instituciones de solidaridad social" y lo que llama "el saqueo de los bienes comunes". No acierto a comprender dónde encuentra justificación fáctica a estas afirmaciones, que son un lugar común sin que se corresponda con la realidad. ¿Qué instituciones de solidaridad social se han desmantelado en Occidente? El saqueo de bienes comunes tal vez se corresponda más con el que el profesor no ve en Venezuela.
Se pregunta si está justificada la revuelta y se responde a sí mismo que es una pregunta difícil. Falta a la verdad, como en todo su discurso. Pues tal pregunta retórica no es sino la evidente justificación de que, en su opinión, está plenamente justificada. Esto es, no se plantea la revuelta en otros lugares y órdenes sociales (socialismo, comunismo, dictaduras de izquierda o repúblicas islámicas), pero sí que está justificada la rebelión en los países que han dado a luz a la civilización más avanzada, libre y próspera de la historia. Es decir, destruyamos nuestro mejor invento, donde la paz y la seguridad son la norma.
Como no podía ser de otro modo, se pregunta si el Estado neoliberal (¿?) "está construyendo poco a poco un aparato autoritario", lo que se materializa en los adelantos técnicos que estamos viviendo. No sólo vive en la ficción de que los Estados actuales son neoliberales sino que encima, como siempre ha hecho la izquierda más retrógrada, se muestra alarmado de que la técnica avance. Tal vez se le debería recordar al insigne profesor que en los lugares donde más se ha controlado a la población, Unión Soviética y países satélites, Cuba, Corea del Norte o Venezuela, no han sido nunca neoliberales ni han necesitado grandes avances técnicos para dicho control. Precisamente los avances técnicos, si bien es verdad que pueden permitir un mayor control, también permiten una mayor libertad, como nadie que observe la realidad puede negar.
Finaliza, como no podía ser de otra manera, con la esperanza de que "si el proletariado educado es capaz de movilizar nuevos movimientos progresistas, aún estaremos a tiempo de construir una política del paraíso para vencer nuestros peores miedos". No estoy seguro de si tras leer esta frase prevalece en mí la hilaridad o el terror. Hilaridad porque hay que ser un bobo solemne para pensar aún en términos de proletariado. Terror porque no otra respuesta nos puede provocar la gente que desea construir un paraíso en la tierra. Todos sabemos cómo han acabado tales cuentos. Hay que ser un cretino sin fisuras para pensar que en la tierra pueda haber nunca un paraíso.
Leo en Wikipedia que el profesor Standing ha estudiado la necesidad de una renta básica, la democracia deliberativa y el capitalismo corrupto. Nada nuevo bajo el sol. A veces pienso que el deseo de una renta básica no se hace con la intención de favorecer a las clases más desfavorecidas sino, simplemente, de acabar con el sistema de democracia representativa por colapso económico. Si se colapsan económicamente los países occidentales, la izquierda espera poder construir sus paraísos socialistas, pues esta construcción sólo puede conseguirse a través de la miseria y la desesperación de amplias capas de población, a través del conflicto, como ya ocurriera hace cien años cuando dichas capas de población dieron lugar a las diversas variantes de las sociedades socialistas: comunismo, fascismo, nazismo.
En la misma dirección se mueve la llamada democracia deliberativa, que no es sino otro intento de deslegitimar nuestra democracia representativa para socavar sus principios y sus pilares, exactamente la misma intención que tiene considerar ontológicamente corrupto al capitalismo cuando se hace evidente que en toda sociedad humana habrá corrupción porque la corrupción es consecuencia de nuestra naturaleza, pero ello no obsta a que, de todas las sociedades que han existido, la menos corrupta, la más justa y próspera y la que más libertad ha proporcionado a los humanos ha sido la capitalista. Una sociedad tan generosa que permite, incluso, que personas como el profesor Standing se ganen muy dignamente la vida atacando el sistema que defiende su libertad para escribir solemnes estupideces.
Como siempre, aunque se oculte en numerosas ocasiones, la clave del artículo es la finalidad: esa realidad alternativa que casi nunca definen los apóstoles "progresistas", que se conseguiría aplicando lo que llama "una política del paraíso". No explica en qué consiste tal política ni qué clase de paraíso es el deseable, seguramente porque su modelo de sociedad paradisíaca se parecería mucho a la que ya hemos conocido en lugares como la Unión Soviética.
El profesor Standing no aporta nada nuevo al evangelio "progresista". Es la misma historia de siempre de los colectivistas que odian la libertad individual, odian la prosperidad y odian todo lo que signifique progreso. Los milenaristas del siglo XXI son los intelectuales de izquierda, que se mueven entre el resentimiento y la decepción, entre el asombro ante el avance de las sociedades y el odio contra todo lo que se oponga a su místico y necio mensaje.
Quienes piensan como el profesor Standing pretenden, bajo la máscara de la preocupación por los desfavorecidos, revertir la situación de progreso real de las sociedades occidentales llamando "progresista" a todo discurso opuesto precisamente a lo que ha llevado a estas sociedades a las más altas cotas de prosperidad y libertad. No se entiende muy bien que precisamente las universidades que comenzaron a alumbrar el conocimiento hace casi mil años huyendo de una época oscura, sean en el siglo XXI el nido de los más retrógrados, censores, obtusos y autoritarios promotores de un pensamiento que sólo nos podría conducir a otra era oscura dominada por el pensamiento único, el colectivismo más tribal, la ceguera al conocimiento y la miseria.
Son los auténticos enemigos de la vida. Continuarán, sin desmayo, como todos los apóstoles, prodigando su miserable evangelio y pontificando que cada paso que da la sociedad es peor que el anterior. Recuerdan a los agoreros del apocalipsis que se subían a una piedra para anunciar el fin de los tiempos y la necesidad imperiosa del arrepentimiento y la flagelación antes de la hecatombe final.
Inasequibles al desaliento, los idiotas siguen, ciegos, su camino.
Winston Galt es autor de la novela Frío Monstruo
El término idiota, según el diccionario de la RAE, significa, en su primera acepción, "tonto o corto de entendimiento". En la segunda, "engreído sin fundamento para ello". En algún otro lugar se define como la persona que es poco inteligente pero que, aun así, se muestra engreída o pretenciosa.
Aunque no estén explicadas en el diccionario de la RAE, también hay muchas maneras de ser idiota. Una de ellas, muy extendida, es acompañarse de la ínfula (vanidad pretenciosa en su tercera acepción) de profesor universitario. Esto es, un intelectual. Aunque todos sabemos que sólo se es intelectual si se defienden ciertas posturas siempre "progresistas".
Me vino a la cabeza la palabra idiota cuando leí hace unas semanas el artículo El precariado se rebela, de Guy Standing, en El País.
Como subtítulo, nos regala la siguiente información: "En un país tras otro, el Estado está en manos de funcionarios y políticos seguidores del neoliberalismo".
No se puede mentir más en una sola frase. Hay dos mentiras esenciales: que el Estado está en manos de funcionarios cuando en realidad sólo está en manos de políticos, que son los únicos que toman las decisiones verdaderamente importantes que afectan a la sociedad. Y, sobre todo, la falsedad fundamental: que tales funcionarios y políticos son seguidores del maléfico neoliberalismo.
Tal vez el profesor Standing viva en una burbuja en su universidad, pero no se adivina en ningún país de Europa una política neoliberal por ninguna parte. Las políticas que critica son esencialmente socialdemócratas, cuando no socialistas del todo. ¿Acaso Macron es neoliberal? ¿Acaso lo es Merkel? ¿Lo fue Rajoy? Cierto que ninguno de estos políticos se define de izquierdas, pero no es menos cierto que sus políticas se confunden con la socialdemocracia más tradicional. Otra cosa es que al insigne profesor Standing tales políticas socialdemócratas le parezcan deficientemente socialistas.
Pocos podrán discutir a estas alturas que desde hace décadas el sueño europeo lo constituyó la socialdemocracia, aunque hoy parezca un sueño a punto de convertirse en pesadilla. Únicamente Thatcher intentó limitar, en la medida que pudo, la socialdemocracia en el Reino Unido, sin llegar a desmantelar más que sus abusos más terribles, y Aznar en España también inició un proceso real de liberalización de la economía. Ambos proyectos fueron un éxito. De hecho, el Reino Unido aún vive a lo grande de lo hecho entonces. No así España, pues tras Aznar sucedieron los espantosos años de Zapatero, quien desmanteló concienzudamente todos los avances.
El profesor Standing olvida que en Europa no hay un solo partido realmente liberal con capacidad para alcanzar el poder en ninguno de los países importantes. Supongo que al profesor los recortes de Merkel, que no fueron tales sino sólo ajustes contables para huir del despilfarro en un momento de crisis, le parecerán terriblemente neoliberales. Seguramente al profesor Standing no le hubieran gustado las consecuencias de no aplicar una política de rigor en el gasto durante los años de crisis.
O tal vez sí.
Nos viene a contar el profesor que el precariado se rebela en todo el mundo. Es difícil verlo así. Algunos sectores de clases medias que han visto menoscabada su situación económica y social durante la crisis en Europa podrían entrar en su análisis. Pero parece difícil encontrar clases medias empobrecidas en el resto del mundo, donde lo que está ocurriendo es justo lo contrario: a consecuencia de la globalización, grandes masas de población en países asiáticos (y también en algunos países de África) están abandonando sus situaciones de pobreza para alcanzar una situación equivalente a nuestra clase media. Éste es el verdadero sacrificio que está realizando el mundo occidental con la globalización, que ha beneficiado a la gran mayoría.
Según el profesor, la valentía y la indignación del precariado ha dado lugar a un justificado resentimiento basado, ¡cómo no!, en la desigualdad, y ha provocado la sensación de que las políticas de Occidente y sus instituciones están "moralmente corruptas" y es deseable construir una realidad alternativa. Sólo desde el cinismo más vil se puede catalogar de políticas e instituciones esencialmente corruptas a las que han dado lugar en menos de un siglo a la civilización humana más avanzada, más libre y más justa de la historia.
Para el profesor, las causas de todo ello es que al frente de las protestas "por todo el mundo" están "los miembros más preparados del precariado". No explica qué entiende por los miembros más preparados del precariado, pero si echamos un vistazo a nuestro alrededor podemos imaginar a qué clase de gente se refiere: ¿Colau?, ¿Errejón?, ¿Iglesias?, ¿O su colega Owen? Debemos preguntarnos entonces: preparados, ¿para qué? ¿Para implantar el viejo socialismo de siempre? Porque a ninguno se le ha adivinado jamás un pensamiento nuevo.
Añade que tales miembros tan preparados se sienten insatisfechos por vidas inestables y falta de seguridad laboral. Imagino que el profesor no comparte que todas las vidas son inestables y que todos los trabajos provocan incertidumbre excepto, eso sí, los que ofrecía el Estado en lugares tan recomendables como la Unión Soviética o Cuba. Aunque seguramente algunos de los que disfrutaron de aquella seguridad laboral tal vez tendrían algo que decir al respecto.
Por supuesto, según el profesor, para comprender lo que ocurre hay que mirar, ¡cómo no!, ¡a los poderes ocultos neoliberales!, como la Sociedad Mont Pelerin, de la que todos sabemos que tiene tal poder que determina las políticas de Occidente. Del mismo modo, los antiguos asesores de Thatcher y Reagan siguen dominando el mundo con sus perniciosas y pecaminosas políticas (por cierto, hay economistas que aseguran que la prosperidad desde hace treinta años de ambos países, Reino Unido y EEUU, se debe a las políticas de entonces). Y cómo no aprovechar que el Pisuerga pasa por Valladolid para criticar el ejemplo neoliberal de Chile. Efectivamente, Chile ha sido y es el país más próspero económicamente de Río Grande hasta la Patagonia. Tal ejemplo no se puede permitir. Es pernicioso para los ciudadanos de Cuba, Venezuela o Nicaragua, que disfrutan de regímenes mucho más libres y prósperos, como todos sabemos.
Era inevitable que el profesor afirmase, sin rubor alguno, que se está produciendo un "desmantelamiento de las instituciones de solidaridad social" y lo que llama "el saqueo de los bienes comunes". No acierto a comprender dónde encuentra justificación fáctica a estas afirmaciones, que son un lugar común sin que se corresponda con la realidad. ¿Qué instituciones de solidaridad social se han desmantelado en Occidente? El saqueo de bienes comunes tal vez se corresponda más con el que el profesor no ve en Venezuela.
Se pregunta si está justificada la revuelta y se responde a sí mismo que es una pregunta difícil. Falta a la verdad, como en todo su discurso. Pues tal pregunta retórica no es sino la evidente justificación de que, en su opinión, está plenamente justificada. Esto es, no se plantea la revuelta en otros lugares y órdenes sociales (socialismo, comunismo, dictaduras de izquierda o repúblicas islámicas), pero sí que está justificada la rebelión en los países que han dado a luz a la civilización más avanzada, libre y próspera de la historia. Es decir, destruyamos nuestro mejor invento, donde la paz y la seguridad son la norma.
Como no podía ser de otro modo, se pregunta si el Estado neoliberal (¿?) "está construyendo poco a poco un aparato autoritario", lo que se materializa en los adelantos técnicos que estamos viviendo. No sólo vive en la ficción de que los Estados actuales son neoliberales sino que encima, como siempre ha hecho la izquierda más retrógrada, se muestra alarmado de que la técnica avance. Tal vez se le debería recordar al insigne profesor que en los lugares donde más se ha controlado a la población, Unión Soviética y países satélites, Cuba, Corea del Norte o Venezuela, no han sido nunca neoliberales ni han necesitado grandes avances técnicos para dicho control. Precisamente los avances técnicos, si bien es verdad que pueden permitir un mayor control, también permiten una mayor libertad, como nadie que observe la realidad puede negar.
Finaliza, como no podía ser de otra manera, con la esperanza de que "si el proletariado educado es capaz de movilizar nuevos movimientos progresistas, aún estaremos a tiempo de construir una política del paraíso para vencer nuestros peores miedos". No estoy seguro de si tras leer esta frase prevalece en mí la hilaridad o el terror. Hilaridad porque hay que ser un bobo solemne para pensar aún en términos de proletariado. Terror porque no otra respuesta nos puede provocar la gente que desea construir un paraíso en la tierra. Todos sabemos cómo han acabado tales cuentos. Hay que ser un cretino sin fisuras para pensar que en la tierra pueda haber nunca un paraíso.
Leo en Wikipedia que el profesor Standing ha estudiado la necesidad de una renta básica, la democracia deliberativa y el capitalismo corrupto. Nada nuevo bajo el sol. A veces pienso que el deseo de una renta básica no se hace con la intención de favorecer a las clases más desfavorecidas sino, simplemente, de acabar con el sistema de democracia representativa por colapso económico. Si se colapsan económicamente los países occidentales, la izquierda espera poder construir sus paraísos socialistas, pues esta construcción sólo puede conseguirse a través de la miseria y la desesperación de amplias capas de población, a través del conflicto, como ya ocurriera hace cien años cuando dichas capas de población dieron lugar a las diversas variantes de las sociedades socialistas: comunismo, fascismo, nazismo.
En la misma dirección se mueve la llamada democracia deliberativa, que no es sino otro intento de deslegitimar nuestra democracia representativa para socavar sus principios y sus pilares, exactamente la misma intención que tiene considerar ontológicamente corrupto al capitalismo cuando se hace evidente que en toda sociedad humana habrá corrupción porque la corrupción es consecuencia de nuestra naturaleza, pero ello no obsta a que, de todas las sociedades que han existido, la menos corrupta, la más justa y próspera y la que más libertad ha proporcionado a los humanos ha sido la capitalista. Una sociedad tan generosa que permite, incluso, que personas como el profesor Standing se ganen muy dignamente la vida atacando el sistema que defiende su libertad para escribir solemnes estupideces.
Como siempre, aunque se oculte en numerosas ocasiones, la clave del artículo es la finalidad: esa realidad alternativa que casi nunca definen los apóstoles "progresistas", que se conseguiría aplicando lo que llama "una política del paraíso". No explica en qué consiste tal política ni qué clase de paraíso es el deseable, seguramente porque su modelo de sociedad paradisíaca se parecería mucho a la que ya hemos conocido en lugares como la Unión Soviética.
El profesor Standing no aporta nada nuevo al evangelio "progresista". Es la misma historia de siempre de los colectivistas que odian la libertad individual, odian la prosperidad y odian todo lo que signifique progreso. Los milenaristas del siglo XXI son los intelectuales de izquierda, que se mueven entre el resentimiento y la decepción, entre el asombro ante el avance de las sociedades y el odio contra todo lo que se oponga a su místico y necio mensaje.
Quienes piensan como el profesor Standing pretenden, bajo la máscara de la preocupación por los desfavorecidos, revertir la situación de progreso real de las sociedades occidentales llamando "progresista" a todo discurso opuesto precisamente a lo que ha llevado a estas sociedades a las más altas cotas de prosperidad y libertad. No se entiende muy bien que precisamente las universidades que comenzaron a alumbrar el conocimiento hace casi mil años huyendo de una época oscura, sean en el siglo XXI el nido de los más retrógrados, censores, obtusos y autoritarios promotores de un pensamiento que sólo nos podría conducir a otra era oscura dominada por el pensamiento único, el colectivismo más tribal, la ceguera al conocimiento y la miseria.
Son los auténticos enemigos de la vida. Continuarán, sin desmayo, como todos los apóstoles, prodigando su miserable evangelio y pontificando que cada paso que da la sociedad es peor que el anterior. Recuerdan a los agoreros del apocalipsis que se subían a una piedra para anunciar el fin de los tiempos y la necesidad imperiosa del arrepentimiento y la flagelación antes de la hecatombe final.
Inasequibles al desaliento, los idiotas siguen, ciegos, su camino.
Winston Galt es autor de la novela Frío Monstruo