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Pablo Mosquera
Domingo, 15 de Diciembre de 2019 Tiempo de lectura:

Euskadi y Cataluña

La izquierda española debería haber aprendido. Ser progresista no es sólo defender las libertades, la igualdad de oportunidades y la solidaridad organizada por el Estado. Es promover la democracia. Mantener la separación de los poderes. Garantizar la Ley. No se puede ser progresista y al mismo tiempo nacionalista, ni español, ni vasco, ni gallego, ni catalán. Ser progresista supone adecuar las normas de convivencia de las que nos hemos dotado a las nuevas exigencias de la nación. Pero hay que tener muy clara la defensa de la nación y de sus ciudadanos en el marco jurídico vigente, que puede y debe ser modificado para mejorar la calidad de vida de los auténticos soberanos del sistema, que no son, ni los parlamentarios, ni los empresarios, ni las confesiones religiosas, ni los sindicatos. Son los ciudadanos.

 

El gravísimo conflicto de Euskadi debe servir a la nueva generación política para no volver a cometer los mismos errores de entonces, que no sólo no permitían avanzar en la convivencia entre vascos y de éstos con el resto de España, es que creó dos bloques irreconciliables, con víctimas, hasta que nos dimos cuenta de quiénes eran el problema y quiénes debíamos unirnos para encontrar la solución, en la que además nos favoreció la situación internacional, que tras los atentados de Nueva York, cambiaron el criterio que les merecía el denominado "Movimiento de Liberación Nacional Vasco", con la consiguiente colaboración integral para su "tratamiento".

 

Personajes como Iceta los hemos sufrido en Euskadi. Poca preparación, corto recorrido y absoluta falta de realismo, creyendo y propagando que la solución pasaba por atender las pretensiones del nacionalismo vasco - aun recuerdo a Benegas pidiendo independencia por las calles de Vitoria-,  colaborando con tal, cuando ese nacionalismo no podía tener la solución, ya que formaba parte del problema. Sólo cuando se dieron cuenta los socialistas vascos y conformamos una unidad de fuerzas políticas nacionales, sin complejos, fuimos capaces de alcanzar la paz y la normalidad democrática.

 

El nacionalismo catalán tiene muy claros sus objetivos: impedir la aplicación de la Ley, por la simple razón que consideran que es la Ley de otro Estado. Avanzar decididamente hacia la independencia de Cataluña. Imponer al resto de ciudadanos no nacionalistas, que residen en Cataluña, sus credos, postulados y normas de convivencia, ya que o se integran o serán extranjeros en su nación. Luego tendrán que resolver, entre los diferentes partidos y sensibilidades nacionalistas catalanas, todas las diferencias ideológicas que van desde la derecha burguesa y católica hasta el anarquismo. Puede que del conflicto con España pasen al conflicto entre ellos, tipo "carlistada".

 

¿Y con estos caballeros y señoras pretende el socialismo español llegar a un acuerdo de gobernabilidad para el Estado de España?. Tales errores ya se cometieron. Cada vez que PP y PSOE usaban los escaños del nacionalismo vasco y catalán, se daban dos hechos incuestionables. Volcaban las inversiones en tales territorios, aumentando la asimetría entre regiones y comunidades españolas. Dotaban al nacionalismo de instrumentos que les permitía avanzar hacia la autodeterminación. Los nacionalistas cambiaban votos en las Cortes por capacidades y competencias para ser, actuar y llegar como "pueblo" con derechos históricos para construir la independencia.

 

El Jefe del Estado debería, en la medida de sus posibilidades, advertir al candidato a Presidente del Gobierno sobre el conflicto que ya es de convivencia entre habitantes de España, creado por una saga de políticos mediocres, ignorantes voluntarios de la historia, peligrosamente ineptos para resolver problemas, diría más, dónde hay un problema suelen agregarle alguno más.

 

Los partidos Nacionales deberían advertir al candidato sobre el "laberinto diabólico" -lo ha dicho el presidente socialista de Aragón- en el que nos estamos metiendo, por obra y gracia de las ambiciones personales que representan falta de escrúpulos, en la izquierda. O esa frase casi histriónica de la vaselina que ha pronunciado el presidente socialista de Castilla-La Mancha. No se puede consentir dejar a España en manos de Podemos y ERC. Los resultados pueden ser de ruptura total.

 

El problema de Cataluña requiere de una fortaleza estatal similar a la que practicamos en Euskadi. Pero la primera condición está en diferenciar poder para disfrutar de poder para hacer y evitar conflictos, ante los que muchos ciudadanos no nos vamos a conformar. No se trata de sumar para emprender aventuras que terminen con esta vieja y orgullosa nación, simplemente por la voluntad de una minoría que aprovecha la coyuntura diabólica: ególatras-ignorantes-egoístas-.

 

También en los peores momentos de Euskadi había voceros que nos pedían negociar la rendición del Estado, atender las demandas separatistas, pactar con ETA. Frente a tales agoreros surgió el "espíritu de Ermua". Y fue en Alava dónde constituimos en julio de 1999 el primer Gobierno transversal para evitar que la manija del proceso la tuvieran los nacionalistas, todos ellos, hasta los más moderados, usando a ETA para avanzar hacia la construcción nacional de Euskal Herría. Euskadi-Navarra-Iparralde.

 

Magnífica la iniciativa de Inés Arrimadas. Se nota que sabe priorizar gestiones. Lo primero es evitar un Gobierno manejado por una formación desesperada por recuperar la fuerza que tuvo y volver a ser la referencia de una izquierda latinoamericana, dónde terminan por engullir a los moderados; y de otra parte, con dos consejeros de cabecera,  tan "peculiares" como el inefable Iceta y la omnipresente Ada Colau.

 

Es más. Estamos hartos de procesos electorales. Pero es preferible pasar por las urnas, otra vez, que pasar por las orcas caudinas de ERC. Además, si tenemos paciencia y firmeza democrática, veremos cómo las tres sensibilidades nacionalistas catalanas terminan por sacarse los ojos entre ellos, y cómo la sociedad amedrentada por la ausencia del Estado recupera la dignidad y les hace frente en las urnas. Lo que no puede tolerarse es que la primera aspiración de Iceta -un perfecto indocumentado- sea ser presidente de la Generalitat, quitándole votos a los partidos nacionalistas catalanes.

 

Recuerden. Cataluña sólo fue un Condado del Reino de Aragón. El resto fueron privilegios que se les concedieron a costa de hacer dos Españas. La rica y la pobre, que emigró a Cataluña y Euskadi.              

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