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Jueves, 19 de Diciembre de 2019 Tiempo de lectura:

Corruptio corruptionis

La corrupción florece por dondequiera que haya poder siendo este el mejor abono para que la cosecha resulte feraz; todos conocemos cuál es la vacuna para que desaparezca, y es arrancarla de raíz castigando con severidad a quienes incurren en ella y enviarlos de por vida al ostracismo. 

 

El País Vasco no es refractario a dicho mal; nuestra pequeña comunidad, donde todos nos conocemos, no es la famosa aldea gala que con su mágica pócima se defiende y ataca ese virus que todo lo emponzoña.

 

Quienes creían a pie juntillas en la virginidad del PNV como partido limpio, por encima del bien y del mal e impoluto cual patena, han caído del burro. Desde que existe el mundo la corrupción convive con el homo sapiens como algo inherente y consustancial a su ser y los peneuvistas como humanos que son también tropiezan. Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra. 

 

Existe no obstante otro tipo de corrupción aun más dañina y perniciosa que aquella llevada a cabo para conseguir dinero u otros bienes materiales, y es la llamada corrupción ética, moral, consistente en el blanqueamiento, en la banalización de comportamientos y actitudes de grupos cuyos planteamientos no superan el mínimo aprobado democrático; vemos la intensa campaña que se está desarrollando para la limpieza de grupos y personajes que son presentados como pulcros y aseados de toda la vida, EH Bildu y en especial su primer espada, Arnaldo Otegui. Todos, en especial por estos lares, conocemos qué representan dicho grupo político y su carismático líder. 

 

Estas son las corrupciones que habitan entre nosotros y contra las que debemos luchar con denuedo. La democracia como argamasa de la convivencia no puede permitirse sufrir esa aluminosis y vivir con las termitas que derrumbarían el edificio. 

 

Francisco Javier Sáenz Martínez 

FJS. 

Lasarte-Oria 

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