Corruptio corruptionis
La corrupción florece por dondequiera que haya poder siendo este el mejor abono para que la cosecha resulte feraz; todos conocemos cuál es la vacuna para que desaparezca, y es arrancarla de raíz castigando con severidad a quienes incurren en ella y enviarlos de por vida al ostracismo.
El País Vasco no es refractario a dicho mal; nuestra pequeña comunidad, donde todos nos conocemos, no es la famosa aldea gala que con su mágica pócima se defiende y ataca ese virus que todo lo emponzoña.
Quienes creían a pie juntillas en la virginidad del PNV como partido limpio, por encima del bien y del mal e impoluto cual patena, han caído del burro. Desde que existe el mundo la corrupción convive con el homo sapiens como algo inherente y consustancial a su ser y los peneuvistas como humanos que son también tropiezan. Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra.
Existe no obstante otro tipo de corrupción aun más dañina y perniciosa que aquella llevada a cabo para conseguir dinero u otros bienes materiales, y es la llamada corrupción ética, moral, consistente en el blanqueamiento, en la banalización de comportamientos y actitudes de grupos cuyos planteamientos no superan el mínimo aprobado democrático; vemos la intensa campaña que se está desarrollando para la limpieza de grupos y personajes que son presentados como pulcros y aseados de toda la vida, EH Bildu y en especial su primer espada, Arnaldo Otegui. Todos, en especial por estos lares, conocemos qué representan dicho grupo político y su carismático líder.
Estas son las corrupciones que habitan entre nosotros y contra las que debemos luchar con denuedo. La democracia como argamasa de la convivencia no puede permitirse sufrir esa aluminosis y vivir con las termitas que derrumbarían el edificio.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
La corrupción florece por dondequiera que haya poder siendo este el mejor abono para que la cosecha resulte feraz; todos conocemos cuál es la vacuna para que desaparezca, y es arrancarla de raíz castigando con severidad a quienes incurren en ella y enviarlos de por vida al ostracismo.
El País Vasco no es refractario a dicho mal; nuestra pequeña comunidad, donde todos nos conocemos, no es la famosa aldea gala que con su mágica pócima se defiende y ataca ese virus que todo lo emponzoña.
Quienes creían a pie juntillas en la virginidad del PNV como partido limpio, por encima del bien y del mal e impoluto cual patena, han caído del burro. Desde que existe el mundo la corrupción convive con el homo sapiens como algo inherente y consustancial a su ser y los peneuvistas como humanos que son también tropiezan. Quien esté libre de pecado que arroje la primera piedra.
Existe no obstante otro tipo de corrupción aun más dañina y perniciosa que aquella llevada a cabo para conseguir dinero u otros bienes materiales, y es la llamada corrupción ética, moral, consistente en el blanqueamiento, en la banalización de comportamientos y actitudes de grupos cuyos planteamientos no superan el mínimo aprobado democrático; vemos la intensa campaña que se está desarrollando para la limpieza de grupos y personajes que son presentados como pulcros y aseados de toda la vida, EH Bildu y en especial su primer espada, Arnaldo Otegui. Todos, en especial por estos lares, conocemos qué representan dicho grupo político y su carismático líder.
Estas son las corrupciones que habitan entre nosotros y contra las que debemos luchar con denuedo. La democracia como argamasa de la convivencia no puede permitirse sufrir esa aluminosis y vivir con las termitas que derrumbarían el edificio.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria