Autor de “No Society. El fin de la clase media occidental”
Christophe Guilluy: “El ‘antifascismo’ es un arma de las élites para frenar a las clases populares”
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El geógrafo francés Christophe Guilluy se ha convertido en una de las voces más controvertidas de Europa con su libro No Society. El fin de la clase media occidental (Editorial Taurus). Responsable del concepto sobre “la inseguridad cultural” que padecen los ciudadanos occidentales y analista pionero en contemplar la dicotomía periferia-metrópolis en Europa y Estados Unidos, Guilluy es también autor de ensayos fundamentales como “La Francia periférica” y “Fracturas francesas” (sin traducción al español).
El fin de las clases medias
“El modelo económico mundializado tiende a polarizar los empleos, hay unos muy cualificados y otros precarios. Y eso ha creado un ‘shock’ en las clases medias y populares que ocupaban los intermedios, que desaparecen. El sistema no permite ya integrar a la mayoría. La economía no crea ya sociedad. Hoy los empleos se concentran más y más en las grandes ciudades, las grandes metrópolis globalizadas, y esa geografía es una imagen de la mundialización: en ella la riqueza la crea un pequeño número. Hoy no tenemos ya necesidad de las clases populares y medias para crear riqueza. Cuando miras las cifras, lo esencial lo crean las grandes metrópolis. Hoy, París puede hacer vivir a Francia entera. Y las grandes metrópolis se convierten en ciudadelas medievales del siglo XXI. La paradoja es que en esas metrópolis impera el discurso de la sociedad abierta. Hay una burguesía ‘cool’, abierta al mundo, pero que en realidad poco a poco protagoniza un fenómeno de secesión del resto de la sociedad, proceso que hoy se acelera con la gentrificación de París, Londres, Barcelona”.
“La clase media integrada económica, social y culturalmente desaparece desde los años ochenta y los noventa. La clase popular tenía partidos y un discurso cultural muy poderosos, no eran los de otras clases que venían de la metrópolis. Una fractura económica ha provocado una fractura cultural muy importante. Se ve muy bien en los chalecos amarillos. Al principio no era un movimiento apoyado por la ‘intelligentsia’, ni por el mundo de la cultura, del cine, del teatro. Esto es muy particular. Históricamente, en Francia, todos los movimientos sociales han sido apoyados por la ‘intelligentsia’, los profesores universitarios. Este no. Esto muestra la separación de la sociedad, con un proceso de concentración de intelectuales, de periodistas en los mismos lugares o ciudades, que olvidan que existe un pueblo o una gente en Francia o en España o en Reino Unido”.
“El concepto de clase media es social y cultural,y describe a una clase mayoritaria e integrada. Hasta la década de 1980, la mayoría de los empleados (trabajadores, profesiones intermedias, gerentes) estaban integrados económica, social y culturalmente. Todas estas categorías tenían la sensación de pertenecer a la clase media, que era mayoritaria porque nos encontrábamos en un proceso de ascenso social. Todo cambió con la aparición del modelo económico globalizado y la división internacional del trabajo, que conllevó una desindustrialización masiva y la precarización de algunos puestos de trabajo. Desde entonces, hemos sido testigos de un lento proceso de salida de la clase media de aquellas categorías sociales que ya no están integradas en el modelo económico”.
“Comenzó con los obreros, siguió después con los campesinos que perdieron sus empleos con la desindustrialización y continuó con los empleados y los cuadros intermedios de algunos sectores profesionales. Este desarrollo está vinculado a la polarización del empleo, y por un lado tenemos grupos profesionales bien retribuidos y por otro empleos precarios y mal remunerados. Es constatable que la mayoría de las categorías sociales que ayer fueron la base de la clase media se han fragilizado. Ya no están económicamente integradas y se sienten relegadas culturalmente. Por eso estoy hablando de la desaparición de la mayoría de la clase media”.
“No creo en la noción de declive. Europa sigue siendo el continente más rico del planeta. La cuestión es diferente, sin embargo: tiene que ver con el hecho de que tenemos que vérnoslas con un modelo económico que ya no integra las categorías más modestas que solían formar la base de la clase media occidental. Son jornaleros, oficinistas, agricultores, propietarios de pequeños negocios, que todavía constituyen la mayoría, pero que no han encontrado su lugar dentro del modelo neoliberal. Sin deslizarse necesariamente hacia la pobreza, esas categorías han quedado socialmente debilitadas, y por tanto creen que el modelo económico propuesto por las clases dominantes no ha resultado ventajoso para ellos”.
Metrópolis y periferias
“Cuando hay periodos de crecimiento la creación de empleo se concentra cada vez más en las grandes metrópolis. Allí están los empleos más integrados en la economía globalizada. Los otros territorios, la Francia periférica o la América o la España periférica, son rurales, ciudades pequeñas y medias, un conjunto muy diverso, y en ellos ha habido una baja del empleo industrial, agrícola y del sector público, ligado a la caída del Estado del bienestar, su fragilización. En Francia, se compensó la caída de empleo industrial creando trabajo en el sector público hasta el año 2000. Ya no es posible dado el nivel de deuda. Y eso implica rabia fuerte en esos territorios periféricos. La contestación política de hoy emana de ahí. Los brexiters, el electorado de Trump... Los chalecos amarillos vienen de la Francia periférica.
Hay una cuestión estructural, sobre la composición económica de los territorios. El empleo hoy en día está muy polarizado. Tenemos la deslocalización, en Europa y Estados Unidos. Hay una fractura económica, porque la mayor parte del empleo y de la riqueza se crea en las grandes metrópolis. La paradoja es que las grandes metrópolis se definen como un territorio abierto. Pero no es así. Es un regreso a la Edad Media, con ciudadelas cada vez más cerradas, con una nueva burguesía, una burguesía cool. Se resguardan tras el muro del dinero. Esto es algo que encontramos en Estados Unidos, con Nueva York y Los Ángeles, frente a la América periférica. Lo que hay que entender bien es que estamos en un proceso de recomposición social. Tienes las categorías populares, obreros, campesinos, que no comparten una conciencia de clase en el sentido marxista sino una percepción común sobre la globalización. Por eso en Francia tenemos el movimiento de los chalecos amarillos, que incluía grupos de obreros muy distintos. Hay una recomposición social unida a la recomposición económica; entraña una gran recomposición política que observamos en el conjunto de países occidentales. Son dinámicas estructurales y continuarán. Es un modelo globalizado y que afecta a todo Occidente, con particularidades contextuales pero sin alterar la esencia. Es la misma dinámica de desindustrialización y de separación. Podemos pensar en Italia, en Francia, en España, en Grecia”.
“Trump y Macron son un producto de la globalización. Los dos han entendido que la clase media occidental ha terminado. Han comprendido que tenemos una recomposición política importante. Macron no cree ya en la fractura entre la derecha y la izquierda. Son puntos comunes. Son productos del XXI, inteligencias muy coherentes con la situación económica. Evidentemente, no tienen el mismo electorado. Trump tiene el electorado de la América periférica, mientras que Macron tiene el de las grandes metrópolis. La fractura fundamental es entre los ‘somewhere’ y ‘nowhere’, los que son de un sitio y los que no son de ninguna parte. Sé que en España la fractura izquierda-derecha sigue siendo muy presente. Pero la recomposición política también funciona allí”.
Fascistas, rascistas, antisemitas...
“La proporción de fascistas, racistas y antisemitas es la misma en el medio popular que en el burgués. Es una técnica de la burguesía para protegerse: si tratas un movimiento social de racista y antisemita, como con los chalecos amarillos, deslegitimas toda su reivindicación. Macron ha jugado a eso. No funcionó. Este movimiento habla a la sociedad profunda francesa, a la mayoría de clases medias y populares”.
“Las élites, la burguesía, los intelectuales, tienen que ser conscientes de que existe un pueblo dentro de su propio país. No va a desaparecer. Y es mayoritario. Un país no puede avanzar un país sólo con las grandes ciudades. Los grandes partidos tradicionales se concibieron para representar una clase media integrada y ahora deben reescribir sus programas para representar a una inmensa clase popular no integrada. Eso permitirá hacer entender que el modelo económico actual no es socialmente duradero”.
“Trump se dirige a un electorado que constituye una mayoría, ciertamente relativa, pero que posee continuidad sociocultural: es la vieja clase media de la América periférica. Se trata de un electorado cuya demanda se expresa claramente: la mayoría de estos votantes están demandando empleos pero también la conservación de su modelo social y cultural. A la inversa, el problema de Macron es la fragilidad y heterogeneidad de su electorado. Al contrario de lo que suele decirse, el presidente francés no solo fue votado por los ganadores de las grandes metrópolis sino también por un electorado mayor que hoy se precariza y que comienza a participar en movimientos de contestación (muchos chalecos amarillos son jubilados). Este 'bloque burgués', ecologista y liberal, es una consecuencia mecánica y natural de la nueva organización económica y geográfica. Y por encima de todo, la geografía electoral de Macron descansa sobre ciudadelas (las grandes ciudades) que son estructuralmente minoritarias, que le sostuvieron a causa de que el 'bloque popular' está dividido, pero que son en realidad son muy frágiles”.
“Hoy en día, las capas superiores se repliegan en metrópolis que se parecen cada vez más a ciudadelas medievales. Encerrados en su burbuja cognitiva, abandonaron el bien común y denominan “deplorables” a las clases populares. Esta situación significa que las categorías populares, que ayer fueron la base de la clase media, ya no son referentes culturales, sino personas a las que uno no se debería parecer. El problema es que no se puede 'hacer sociedad' excluyendo a las clases populares mayoritarias. Este modelo no es socialmente sostenible ni duradero”.
El ocaso de la izquierda
“Hay un problema en la inteligencia francesa de izquierda y en el mundo universitario. Durante mucho tiempo para la inteligencia francesa el pueblo había desaparecido. Y había abandonado la cuestión social para abrazar toda la ideología neoliberal. El mundo intelectual y universitario está muy encerrado en las grandes ciudades, París y las localidades universitarias, y ha olvidado la Francia periférica, las clases populares, ha olvidado que las clases populares francesas siguen siendo mayoritarias. Creemos que las sociedades se reducen a las grandes metrópolis globalizadas pero no es así, las grandes metrópolis siguen siendo minoritarias y sigue habiendo estas categorías mayoritarias. Esto explica el fracaso electoral de la izquierda. Es un proceso lento que comenzó en los años ochenta, y la separación es por desgracia total”.
“La concentración de las minorías también se debe a la geografía. Las minorías se encuentran en las grandes metrópolis mundializadas. Es asombroso ver que los intelectuales y las clases dominantes por un lado han olvidado la clase trabajadora y por otro han utilizado las minorías para protegerse. Las han explotado y a la vez la nueva burguesía ha utilizado el arma del antifascismo para desestimar toda reivindicación social. Pensemos en los chalecos amarillos. Cuando surgieron, enseguida se decía: son fascistas, son antisemitas… Era una técnica retórica que permite deslegitimar toda reivindicación total, permite que la burguesía se proteja. Por eso digo que en la actualidad el antifascismo no es un combate contra el fascismo, sino una retórica que es un arma de clase para protegerse de las reivindicaciones sociales de la clase trabajadora”.
Tiempo de ruptura
“El punto esencial es el del reconocimiento cultural. Las clases dominantes ahora deben aceptar que hay un pueblo en Francia, Estados Unidos o España, y que va a estar ahí durante mucho tiempo. Más que en una 'revolución' (que es el título del libro-programa de Macron), creo en la potencia del movimiento real de la sociedad, el que es iniciado por el mayor número de personas, las de las clases populares. La revolución que estamos viendo es la del gran retorno de las clases populares a los campos político y cultural. Esta 'revolución lenta' dibuja una confrontación democrática entre 'el mundo de arriba' y 'el mundo de abajo’”.
No estamos viviendo el final de la democracia sino un tiempo de recomposición política. La desaparición de la clase media hará desaparecer lógicamente los partidos tradicionales que la representaban. La recomposición política que estamos presenciando es consecuencia de la recomposición social, y es inevitable. Un partido político es principalmente una sociología, pero también una geografía. Cuando la sociología evoluciona, algunos partidos desaparecen y aparecen otros. Macron y Trump no son un accidente de la historia, sino el producto de la gran recomposición social, geográfica y política que afecta a todos los países occidentales”.
“Los medios de comunicación y el mundo académico producen sobre todo pequeños Torquemadas. Pero esta inquisición suscita muchas resistencias en los medios populares y ahora también en los círculos intelectuales. A partir de ahora va a ser difícil negar la realidad. La mayoría de los expertos y de los comentaristas recogen mis análisis sobre la Francia periférica y la recomposición política en torno al bloque burgués/bloque popular. Los medios de comunicación y el mundo académico han perdido hoy su hegemonía cultural y tendrán que adaptarse. Torquemada ha perdido su poder”.
Yo creo que las clases dominantes y la nueva burguesía explotan e instrumentalizan a los inmigrantes. Por esa razón hablo de la hipocresía de la ‘burguesía cool’ que apoya las ideas de una ‘sociedad abierta’, pero vive en realidad en sus ciudadelas segregadas, no en los vecindarios donde se concentra la inmigración. Así pues, es necesario dejar una cosa clara: la proporción de los racistas es exactamente la misma entre las clases trabajadoras y entre los burgueses. Si las clases altas y formadas no se deslizan hacia el populismo es sólo porque tienen los medios para erigir su ‘barrera invisible’. Esta es la razón por la cual cuestionarnos sobre esta cuestión constituye un requisito previo para reducir las tensiones. En mi trabajo he introducido el concepto de ‘inseguridad cultural’, tratando de mostrar que, sobre todo en un entorno de clase trabajadora, no es tanto la relación con “el otro” lo que suscita problemas sino más bien la inestabilidad demográfica la que lleva al temor de convertirse en minoría y perder un capital social y cultural al que se atribuye gran importancia. Es un temor que aflige a todas las clases trabajadoras, independientemente de sus orígenes”.
“No podemos “rehacer la sociedad” sin integrar a las clases populares que representan la mayoría de la población. Las protestas populares no lo detendrán, y los gilets jaunes y los partidarios del Brexit seguirán existiendo durante los próximos cien años si nada cambia. Por esta razón, las clases dominantes —incluyendo aquí a los partidos políticos— deberían revisar sus programas. Resulta necesario responder a nuevas necesidades sociales y culturales, teniendo en cuenta que la gente no va a desaparecer”.
Fuentes:
https://elpais.com/internacional/2018/12/04/actualidad/1543943788_620088.html
http://www.sinpermiso.info/textos/geografia-invisible-de-la-ira-de-clase-trabajadora-entrevista
El geógrafo francés Christophe Guilluy se ha convertido en una de las voces más controvertidas de Europa con su libro No Society. El fin de la clase media occidental (Editorial Taurus). Responsable del concepto sobre “la inseguridad cultural” que padecen los ciudadanos occidentales y analista pionero en contemplar la dicotomía periferia-metrópolis en Europa y Estados Unidos, Guilluy es también autor de ensayos fundamentales como “La Francia periférica” y “Fracturas francesas” (sin traducción al español).
El fin de las clases medias
“El modelo económico mundializado tiende a polarizar los empleos, hay unos muy cualificados y otros precarios. Y eso ha creado un ‘shock’ en las clases medias y populares que ocupaban los intermedios, que desaparecen. El sistema no permite ya integrar a la mayoría. La economía no crea ya sociedad. Hoy los empleos se concentran más y más en las grandes ciudades, las grandes metrópolis globalizadas, y esa geografía es una imagen de la mundialización: en ella la riqueza la crea un pequeño número. Hoy no tenemos ya necesidad de las clases populares y medias para crear riqueza. Cuando miras las cifras, lo esencial lo crean las grandes metrópolis. Hoy, París puede hacer vivir a Francia entera. Y las grandes metrópolis se convierten en ciudadelas medievales del siglo XXI. La paradoja es que en esas metrópolis impera el discurso de la sociedad abierta. Hay una burguesía ‘cool’, abierta al mundo, pero que en realidad poco a poco protagoniza un fenómeno de secesión del resto de la sociedad, proceso que hoy se acelera con la gentrificación de París, Londres, Barcelona”.
“La clase media integrada económica, social y culturalmente desaparece desde los años ochenta y los noventa. La clase popular tenía partidos y un discurso cultural muy poderosos, no eran los de otras clases que venían de la metrópolis. Una fractura económica ha provocado una fractura cultural muy importante. Se ve muy bien en los chalecos amarillos. Al principio no era un movimiento apoyado por la ‘intelligentsia’, ni por el mundo de la cultura, del cine, del teatro. Esto es muy particular. Históricamente, en Francia, todos los movimientos sociales han sido apoyados por la ‘intelligentsia’, los profesores universitarios. Este no. Esto muestra la separación de la sociedad, con un proceso de concentración de intelectuales, de periodistas en los mismos lugares o ciudades, que olvidan que existe un pueblo o una gente en Francia o en España o en Reino Unido”.
“El concepto de clase media es social y cultural,y describe a una clase mayoritaria e integrada. Hasta la década de 1980, la mayoría de los empleados (trabajadores, profesiones intermedias, gerentes) estaban integrados económica, social y culturalmente. Todas estas categorías tenían la sensación de pertenecer a la clase media, que era mayoritaria porque nos encontrábamos en un proceso de ascenso social. Todo cambió con la aparición del modelo económico globalizado y la división internacional del trabajo, que conllevó una desindustrialización masiva y la precarización de algunos puestos de trabajo. Desde entonces, hemos sido testigos de un lento proceso de salida de la clase media de aquellas categorías sociales que ya no están integradas en el modelo económico”.
“Comenzó con los obreros, siguió después con los campesinos que perdieron sus empleos con la desindustrialización y continuó con los empleados y los cuadros intermedios de algunos sectores profesionales. Este desarrollo está vinculado a la polarización del empleo, y por un lado tenemos grupos profesionales bien retribuidos y por otro empleos precarios y mal remunerados. Es constatable que la mayoría de las categorías sociales que ayer fueron la base de la clase media se han fragilizado. Ya no están económicamente integradas y se sienten relegadas culturalmente. Por eso estoy hablando de la desaparición de la mayoría de la clase media”.
“No creo en la noción de declive. Europa sigue siendo el continente más rico del planeta. La cuestión es diferente, sin embargo: tiene que ver con el hecho de que tenemos que vérnoslas con un modelo económico que ya no integra las categorías más modestas que solían formar la base de la clase media occidental. Son jornaleros, oficinistas, agricultores, propietarios de pequeños negocios, que todavía constituyen la mayoría, pero que no han encontrado su lugar dentro del modelo neoliberal. Sin deslizarse necesariamente hacia la pobreza, esas categorías han quedado socialmente debilitadas, y por tanto creen que el modelo económico propuesto por las clases dominantes no ha resultado ventajoso para ellos”.
Metrópolis y periferias
“Cuando hay periodos de crecimiento la creación de empleo se concentra cada vez más en las grandes metrópolis. Allí están los empleos más integrados en la economía globalizada. Los otros territorios, la Francia periférica o la América o la España periférica, son rurales, ciudades pequeñas y medias, un conjunto muy diverso, y en ellos ha habido una baja del empleo industrial, agrícola y del sector público, ligado a la caída del Estado del bienestar, su fragilización. En Francia, se compensó la caída de empleo industrial creando trabajo en el sector público hasta el año 2000. Ya no es posible dado el nivel de deuda. Y eso implica rabia fuerte en esos territorios periféricos. La contestación política de hoy emana de ahí. Los brexiters, el electorado de Trump... Los chalecos amarillos vienen de la Francia periférica.
Hay una cuestión estructural, sobre la composición económica de los territorios. El empleo hoy en día está muy polarizado. Tenemos la deslocalización, en Europa y Estados Unidos. Hay una fractura económica, porque la mayor parte del empleo y de la riqueza se crea en las grandes metrópolis. La paradoja es que las grandes metrópolis se definen como un territorio abierto. Pero no es así. Es un regreso a la Edad Media, con ciudadelas cada vez más cerradas, con una nueva burguesía, una burguesía cool. Se resguardan tras el muro del dinero. Esto es algo que encontramos en Estados Unidos, con Nueva York y Los Ángeles, frente a la América periférica. Lo que hay que entender bien es que estamos en un proceso de recomposición social. Tienes las categorías populares, obreros, campesinos, que no comparten una conciencia de clase en el sentido marxista sino una percepción común sobre la globalización. Por eso en Francia tenemos el movimiento de los chalecos amarillos, que incluía grupos de obreros muy distintos. Hay una recomposición social unida a la recomposición económica; entraña una gran recomposición política que observamos en el conjunto de países occidentales. Son dinámicas estructurales y continuarán. Es un modelo globalizado y que afecta a todo Occidente, con particularidades contextuales pero sin alterar la esencia. Es la misma dinámica de desindustrialización y de separación. Podemos pensar en Italia, en Francia, en España, en Grecia”.
“Trump y Macron son un producto de la globalización. Los dos han entendido que la clase media occidental ha terminado. Han comprendido que tenemos una recomposición política importante. Macron no cree ya en la fractura entre la derecha y la izquierda. Son puntos comunes. Son productos del XXI, inteligencias muy coherentes con la situación económica. Evidentemente, no tienen el mismo electorado. Trump tiene el electorado de la América periférica, mientras que Macron tiene el de las grandes metrópolis. La fractura fundamental es entre los ‘somewhere’ y ‘nowhere’, los que son de un sitio y los que no son de ninguna parte. Sé que en España la fractura izquierda-derecha sigue siendo muy presente. Pero la recomposición política también funciona allí”.
Fascistas, rascistas, antisemitas...
“La proporción de fascistas, racistas y antisemitas es la misma en el medio popular que en el burgués. Es una técnica de la burguesía para protegerse: si tratas un movimiento social de racista y antisemita, como con los chalecos amarillos, deslegitimas toda su reivindicación. Macron ha jugado a eso. No funcionó. Este movimiento habla a la sociedad profunda francesa, a la mayoría de clases medias y populares”.
“Las élites, la burguesía, los intelectuales, tienen que ser conscientes de que existe un pueblo dentro de su propio país. No va a desaparecer. Y es mayoritario. Un país no puede avanzar un país sólo con las grandes ciudades. Los grandes partidos tradicionales se concibieron para representar una clase media integrada y ahora deben reescribir sus programas para representar a una inmensa clase popular no integrada. Eso permitirá hacer entender que el modelo económico actual no es socialmente duradero”.
“Trump se dirige a un electorado que constituye una mayoría, ciertamente relativa, pero que posee continuidad sociocultural: es la vieja clase media de la América periférica. Se trata de un electorado cuya demanda se expresa claramente: la mayoría de estos votantes están demandando empleos pero también la conservación de su modelo social y cultural. A la inversa, el problema de Macron es la fragilidad y heterogeneidad de su electorado. Al contrario de lo que suele decirse, el presidente francés no solo fue votado por los ganadores de las grandes metrópolis sino también por un electorado mayor que hoy se precariza y que comienza a participar en movimientos de contestación (muchos chalecos amarillos son jubilados). Este 'bloque burgués', ecologista y liberal, es una consecuencia mecánica y natural de la nueva organización económica y geográfica. Y por encima de todo, la geografía electoral de Macron descansa sobre ciudadelas (las grandes ciudades) que son estructuralmente minoritarias, que le sostuvieron a causa de que el 'bloque popular' está dividido, pero que son en realidad son muy frágiles”.
“Hoy en día, las capas superiores se repliegan en metrópolis que se parecen cada vez más a ciudadelas medievales. Encerrados en su burbuja cognitiva, abandonaron el bien común y denominan “deplorables” a las clases populares. Esta situación significa que las categorías populares, que ayer fueron la base de la clase media, ya no son referentes culturales, sino personas a las que uno no se debería parecer. El problema es que no se puede 'hacer sociedad' excluyendo a las clases populares mayoritarias. Este modelo no es socialmente sostenible ni duradero”.
El ocaso de la izquierda
“Hay un problema en la inteligencia francesa de izquierda y en el mundo universitario. Durante mucho tiempo para la inteligencia francesa el pueblo había desaparecido. Y había abandonado la cuestión social para abrazar toda la ideología neoliberal. El mundo intelectual y universitario está muy encerrado en las grandes ciudades, París y las localidades universitarias, y ha olvidado la Francia periférica, las clases populares, ha olvidado que las clases populares francesas siguen siendo mayoritarias. Creemos que las sociedades se reducen a las grandes metrópolis globalizadas pero no es así, las grandes metrópolis siguen siendo minoritarias y sigue habiendo estas categorías mayoritarias. Esto explica el fracaso electoral de la izquierda. Es un proceso lento que comenzó en los años ochenta, y la separación es por desgracia total”.
“La concentración de las minorías también se debe a la geografía. Las minorías se encuentran en las grandes metrópolis mundializadas. Es asombroso ver que los intelectuales y las clases dominantes por un lado han olvidado la clase trabajadora y por otro han utilizado las minorías para protegerse. Las han explotado y a la vez la nueva burguesía ha utilizado el arma del antifascismo para desestimar toda reivindicación social. Pensemos en los chalecos amarillos. Cuando surgieron, enseguida se decía: son fascistas, son antisemitas… Era una técnica retórica que permite deslegitimar toda reivindicación total, permite que la burguesía se proteja. Por eso digo que en la actualidad el antifascismo no es un combate contra el fascismo, sino una retórica que es un arma de clase para protegerse de las reivindicaciones sociales de la clase trabajadora”.
Tiempo de ruptura
“El punto esencial es el del reconocimiento cultural. Las clases dominantes ahora deben aceptar que hay un pueblo en Francia, Estados Unidos o España, y que va a estar ahí durante mucho tiempo. Más que en una 'revolución' (que es el título del libro-programa de Macron), creo en la potencia del movimiento real de la sociedad, el que es iniciado por el mayor número de personas, las de las clases populares. La revolución que estamos viendo es la del gran retorno de las clases populares a los campos político y cultural. Esta 'revolución lenta' dibuja una confrontación democrática entre 'el mundo de arriba' y 'el mundo de abajo’”.
No estamos viviendo el final de la democracia sino un tiempo de recomposición política. La desaparición de la clase media hará desaparecer lógicamente los partidos tradicionales que la representaban. La recomposición política que estamos presenciando es consecuencia de la recomposición social, y es inevitable. Un partido político es principalmente una sociología, pero también una geografía. Cuando la sociología evoluciona, algunos partidos desaparecen y aparecen otros. Macron y Trump no son un accidente de la historia, sino el producto de la gran recomposición social, geográfica y política que afecta a todos los países occidentales”.
“Los medios de comunicación y el mundo académico producen sobre todo pequeños Torquemadas. Pero esta inquisición suscita muchas resistencias en los medios populares y ahora también en los círculos intelectuales. A partir de ahora va a ser difícil negar la realidad. La mayoría de los expertos y de los comentaristas recogen mis análisis sobre la Francia periférica y la recomposición política en torno al bloque burgués/bloque popular. Los medios de comunicación y el mundo académico han perdido hoy su hegemonía cultural y tendrán que adaptarse. Torquemada ha perdido su poder”.
Yo creo que las clases dominantes y la nueva burguesía explotan e instrumentalizan a los inmigrantes. Por esa razón hablo de la hipocresía de la ‘burguesía cool’ que apoya las ideas de una ‘sociedad abierta’, pero vive en realidad en sus ciudadelas segregadas, no en los vecindarios donde se concentra la inmigración. Así pues, es necesario dejar una cosa clara: la proporción de los racistas es exactamente la misma entre las clases trabajadoras y entre los burgueses. Si las clases altas y formadas no se deslizan hacia el populismo es sólo porque tienen los medios para erigir su ‘barrera invisible’. Esta es la razón por la cual cuestionarnos sobre esta cuestión constituye un requisito previo para reducir las tensiones. En mi trabajo he introducido el concepto de ‘inseguridad cultural’, tratando de mostrar que, sobre todo en un entorno de clase trabajadora, no es tanto la relación con “el otro” lo que suscita problemas sino más bien la inestabilidad demográfica la que lleva al temor de convertirse en minoría y perder un capital social y cultural al que se atribuye gran importancia. Es un temor que aflige a todas las clases trabajadoras, independientemente de sus orígenes”.
“No podemos “rehacer la sociedad” sin integrar a las clases populares que representan la mayoría de la población. Las protestas populares no lo detendrán, y los gilets jaunes y los partidarios del Brexit seguirán existiendo durante los próximos cien años si nada cambia. Por esta razón, las clases dominantes —incluyendo aquí a los partidos políticos— deberían revisar sus programas. Resulta necesario responder a nuevas necesidades sociales y culturales, teniendo en cuenta que la gente no va a desaparecer”.
Fuentes:
https://elpais.com/internacional/2018/12/04/actualidad/1543943788_620088.html
http://www.sinpermiso.info/textos/geografia-invisible-de-la-ira-de-clase-trabajadora-entrevista