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Miércoles, 01 de Enero de 2020 Tiempo de lectura:

Alberto Acereda: "Rubén Darío rechazó siempre el anarquismo, el socialismo y el marxismo"

[Img #16871]Alberto Acereda es autor de numerosos libros y artículos de investigación en el campo de la literatura en español, con especial énfasis en el Modernismo en general y el fin de siglo hispánico. Durante años ejerció como catedrático en varias universidades norteamericanas si bien en la actualidad es director ejecutivo en una empresa multinacional del ámbito educativo. Recientemente, ha presentado su último ensayo titulado Rubén Darío, la Masonería y Cataluña con la editorial riojana Letras Inquietas.

 

¿Qué aporta este libro sobre la obra y figura de Rubén Darío y cómo conecta la España finisecular con la de hoy?

 

Se trata de una mirada a un asunto que conecta con las actuales discusiones a nivel social y político en España. El autor nicaragüense Rubén Darío, además de líder del movimiento literario conocido como Modernismo, de finales del siglo XIX e inicios del XX, fue un viajero de su tiempo, un cronista capaz de entender algunas de las cuestiones de la España del momento que hoy siguen vigentes. Este libro presenta a un Darío que, como testigo de su tiempo y hombre que conocía los movimientos heterodoxos, valora algunas de las discusiones sobre el catalanismo secesionista.

 

¿Por qué importa la opinión de Darío respecto a la España de finales del siglo XIX?

 

En la obra de Darío coinciden distintos sustratos ideológicos que confirman cómo el nicaragüense estuvo más preocupado por la cuestión social e ideológica de lo que la crítica ha venido indicando. Heredero de un tipo de liberalismo clásico de talante conservador, en oposición expresa al marxismo, al socialismo, al anarquismo, al krausismo y al mal llamado regeneracionismo, Darío fue muy consciente de lo que ocurría en España y la cuestión catalana no le fue ajena. Le importó el arte, pero también la vida social y económica. Por eso, este libro muestra cómo buscar en Darío un aliado del secesionismo supone tergiversar la visión que de una España unida tuvo Darío.  

 

¿Cómo conoció Darío todos estos asuntos de la cuestión catalana?

 

Rubén Darío pasó varias temporadas en Cataluña, concretamente en Barcelona donde llegó por primera vez el 1 de enero de 1899. Realizó varios viajes por toda España a lo largo de su vida, además de otros tantos por toda Europa e Hispanoamérica. Darío llega por vez primera a Barcelona como reportero enviado por el diario La Nación de Buenos Aires para relatar, a modo de crónicas periodísticas, el estado de España tras la Guerra de Cuba y el llamado desastre del 98. Esas crónicas fueron luego reunidas en su libro España contemporánea (1901). Si bien Darío sale rápidamente para Madrid tras su primera visita a Barcelona, algunas partes de esas crónicas ayudan a entender su visión positiva de la Barcelona finisecular y del Modernismo catalán, lo que no resultaba óbice para reiterar su rechazo al separatismo catalanista. Aunque Darío quiere en algún momento de su crónica en Barcelona buscar razones para justificar el ideal catalanista, es injusto afirmar, como ha querido hacer algún crítico y hasta algún político oportunista, que Darío simpatizara con las reivindicaciones secesionistas bajo la premisa de que Darío vio Barcelona en positivo y Madrid en negativo.

 

¿A qué te refieres respecto a las conexiones masónicas con el secesionismo?

 

Darío conoció los orígenes masónicos de la emancipación hispanoamericana de España. Desde Simón Bolívar a José Martí pasando por el general San Martín, los grandes líderes de la independencia de las repúblicas hispanoamericanas fueron masones. Era parte de un tiempo, el siglo XIX, en el que Darío nace y al que se acerca luego en 1909 para iniciarse como masón, más por moda de época que por sentimiento anticatólico. Darío ya ve esas conexiones y al llegar a Barcelona en su primer viaje -antes de hacerse masón en Nicaragua- ya intuye todo eso. En el caso español, junto al tradicional catolicismo y su marcada oposición a la masonería como herejía para la Iglesia Católica, cabe añadir que la masonería estuvo muy presente en el seno mismo de algunos movimientos nacionalistas que se fueron tornando secesionistas y se ligaron al radicalismo, la violencia y el acoso a la libertad. Lo curioso de todo esto es que buena parte del catolicismo más tradicional también apoyó, paradójicamente, esos reclamos catalanistas. De ahí el complejo entramado de todo este asunto.

 

¿Cómo se conecta todo esto con la heterodoxia que conoció Rubén Darío?

 

Darío había conocido ya en París y en su propia Nicaragua, además de sus lecturas personales, mucho del movimiento ocultista y heterodoxo. En Barcelona halló también mucho de eso. Barcelona era ya en la segunda mitad del siglo XIX una de las capitales mundiales del esoterismo ocultista. En lo que toca a la filiación masónica y el catalanismo, no se olvide que con la revolución de 1868 y la instauración de la Primera República Española, de corte federal, muchos de sus líderes políticos fueron masones catalanes (Estanislao Figueras y Francisco Pi i Margall, por ejemplo). El primer grupo independista catalán organizado fuera de España apareció justo en el fin de siglo en Santiago de Cuba, tras la pérdida de la isla en la guerra contra Estados Unidos. Fue precisamente en el Centre Català de Santiago de Cuba donde se publica el primer periódico abiertamente independentista (Fora Grillons) y donde ondeó por vez primera la llamada “estelada”, que fue creada por Vicenç Albert Ballester, un catalán residente en Cuba y cuyo diseño se inspiraba en la bandera cubana.

 

¿En qué modo conoció y participó Darío en todo este debate de la Cataluña finisecular?

 

Existen testimonios que aporta este libro que prueban cómo Darío, pese a sus amistades con los artistas y autores catalanes del Modernismo, se negó a participar e insertarse en los programas político-culturales de partidos políticos como la Lliga Regionalista. Darío ya conoció la Semana Trágica de Barcelona y el empuje masónico que tenía allí un personaje como Francisco Ferrer i Guardia. Y no se olvide que muchos de los propulsores del secesionismo catalán provienen de ahí y evolucionan después en diferentes frentes al llegar a la Segunda República Española, donde hasta catorce consejeros de los distintos gobiernos de la llamada Cataluña autónoma eran masones, y en particular los que acabaron proclamando el “Estat Català”, concretamente Francesc Macià y Lluís Companys, con toda una línea de masones que pueblan diversos grupos políticos secesionistas, con Esquerra Republicana a la cabeza y el socialismo catalán a su lado.

 

¿Por qué la visión de Darío sobre estos sucesos resulta importante?

 

Con sus contradicciones internas, como las de muchos intelectuales de su tiempo, Darío fue un ser complejo pero reconocible en lo ideológico al acercarse a un tipo de liberalismo clásico que entronca con un talante conservador que miró siempre a una España unida. Darío vivió en la época cumbre de la Restauración española, un período a menudo menospreciado pero que, bien mirado, supuso un voluntario esfuerzo por forjar y asentar un régimen liberal y parlamentario antes nunca visto en España. Darío admiró a Marcelino Menéndez Pelayo, a Antonio Cánovas del Castillo y a muchas de las figuras que buscaron retomar la tradición liberal-conservadora española que provenía de las Cortes de Cádiz. Por lo mismo, rechazó siempre el anarquismo, el socialismo y el marxismo.

 

¿Cómo vio Darío ese Modernismo catalán?

 

Darío fue el líder del movimiento modernista en lengua española y saludó siempre lo que de artístico y universal tuvo el equivalente modernista en Cataluña. De hecho, los modernismos hispánicos fueron la expresión del Simbolismo en sus formas hispánicas, que incluían las peninsulares. Por eso, este libro presenta ideas de la delimitación del llamado Modernisme catalán y algunas de las tergiversaciones de la crítica. El Romanticismo en Cataluña se quiso presentar como una suerte de Renaixença de la cultura catalana. Sin embargo, lo que acabó siendo fue un intento romántico de servir una artificial toma de conciencia de la identidad catalana y una búsqueda de legitimar una diferenciación con lo español. Lo que Darío supo entender es que, aunque el Modernismo catalán tuvo un componente ideológico de corte regionalista y en casos particulares hubo atisbos ligados a una querencia separatista, su gran logro provino de la mirada universal de su arte. De ahí la amistad artística -que no política- con figuras como Santiago Rusiñol y el grupo modernista catalán. Las valoraciones de Darío sobre la Barcelona modernista dejan muy clara su posición respecto al error del secesionismo.

 

¿Qué pensaría Darío de vivir ahora en la España actual?

 

Es imposible saberlo, claro está. De lo que no hay duda -porque así lo escribió el propio Darío- es que España no estaba entonces para agotar sus energías en lo que él califica como luchas internas, como batallas de grupos aislados, cosas y asuntos parciales de partidos, sin preocuparse de la suerte común de una España que él percibió como necesitada de unión tras la herida del 98. Es en esa esa mirada de Darío donde cuaja su negación a mirar el fenómeno modernista catalán como paradigma de una reduccionista catalanidad o un catalanismo excluyente y antiespañol. Barcelona fue para Darío un núcleo fecundo para la cultura y una cuna indudable del arte. Sin embargo, el nicaragüense no vio el camino secesionista como la solución. Lo que él quiso fue entender ese regionalismo y hasta intentar comprenderlo y explicarlo, pero siempre concluyó que el progreso debería provenir de la unión entre la intelectualidad catalana con la española como un impulso común. Hoy sabemos que aquellas ideas conciliatorias de Darío no se hicieron realidad. Su aspiración fue que cada provincia, cada región debía conservar su idiosincrasia para poder así formar lo que él llamó “la más grande España”.

 

Alberto Acereda: Rubén Darío, la Masonería y Cataluña. Letras Inquietas, 2019

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