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Winston Galt
Miércoles, 08 de Enero de 2020 Tiempo de lectura:

Roma no paga traidores

[Img #16899]Sostener que Pedro Sánchez acuerda un Gobierno de coalición con Podemos y los separatistas de ERC y los herederos de ETA porque los partidos de centro y derecha no se abstienen en su investidura es una evidente falsedad. Si realmente Sánchez hubiera negociado con Ciudadanos y el Partido Popular hubiera podido obtener una investidura y continuar siendo presidente, acaso incluso con mayor estabilidad. El problema es que jamás ha intentado negociar ni ha estado dispuesto a ceder nada al centro ni a la derecha, por democráticos que sean. Los que sostienen lo contrario obvian hechos evidentes que ponen de manifiesto que jamás el actual PSOE ha tenido la menor intención de llegar a acuerdos de investidura y mucho menos de gobierno con otros partidos que no sean los de izquierda y demás secesionistas. Olvidan que el PSC gobernó con ERC en Cataluña y que el actual proyecto secesionista de Cataluña nació entonces, de la mano de Zapatero y de Montilla con ERC y que lo que ha ocurrido después no es sino la hoja de ruta diseñada entonces, conjuntamente con CDC. Y no mencionan que el evidente propósito del PSC es gobernar en Cataluña con ERC tras las próximas elecciones catalanas.

 

Los mismos ocultan que en la negociación de Zapatero con ETA se diseñó el abandono de las armas a cambio del blanqueo político de los continuadores de ETA y de la confluencia de intereses entre ambos.

 

Sánchez ha llegado a un acuerdo de gobierno con Podemos porque es el único partido con el que comparte ideología, a pesar de la escenificación de sus críticas anteriormente a las elecciones de noviembre, ahora probada y evidentemente mendaces. Hay quien dice que en este mundo posmoderno las ideologías están desapareciendo y ya no son importantes. Son ingenuos que se dejan engañar por las apariencias. Precisamente en este momento esa diferencia es más evidente que nunca.

 

Hay quien puede pensar también que este nuevo Gobierno se basa en una genialidad de Sánchez, dispuesto a dar el "abrazo del oso " a Podemos y quedarse en poco tiempo como único referente de la izquierda. Tampoco creo que sea cierto, porque si a alguien beneficia esta coalición, acabe como acabe el nuevo Gobierno, es a Podemos y a su líder, quien siempre podrá vanagloriarse de los "éxitos" de la legislatura y podrá culpar a Sánchez de los "errores". Lo que ha hecho Sánchez ha sido poner a Iglesias en una situación envidiable. Acepta una gran parte del poder pero no arriesga desgaste político alguno. Frente a la derecha no le importa ser demonizado (ya lo está) y frente a la izquierda, su público, siempre será culpable el PSOE de las políticas de izquierda que no puedan implementar.

 

La conclusión es obvia: Sánchez ha pactado con quien quería pactar desde el principio. No lo hizo en la anterior legislatura porque entonces el poder de Podemos traducido en escaños era superior al actual y Sánchez pensaba ampliar los suyos a costa de aquéllos en las elecciones de noviembre, saliéndole el tiro por la culata. Pero su intención, siempre, sin flaquear un solo instante, ha sido un Gobierno de izquierdas apoyado en ERC y Bildu.

 

Que esta decisión la imponen su ideología y su trayectoria no cabe duda. Lo viene haciendo desde hace tiempo: basta ver con quién y de qué manera ha gobernado o apoyado en los últimos diez años gobiernos en Baleares, Valencia o Navarra o en ciudades como Madrid o Cádiz.

 

Haber suspirado por una coalición o acuerdos de gobierno con Ciudadanos y mucho menos con el Partido Popular es de una ingenuidad insoportable. Por eso, los socialistas moderados que han apoyado a Pedro Sánchez en los últimos tiempos son tan responsables como él de lo que está ocurriendo. Ser un socialista moderado supone estar en el filo de la navaja, pues de tal supuesta moderación a lo que ha ocurrido sólo hay un paso que era bastante probable suponer que se iba a dar o que había muchas probabilidades de que se diera. Ser un socialista moderado y haber justificado los acuerdos de gobierno en las ciudades de Madrid o Cádiz, por ejemplo, supone no haber sido inocente en este gobierno que se avecina, del mismo modo que no es inocente de lo que ocurra ninguno de los diputados del PSOE que han votado sí a la investidura.

 

Que el nuevo Gobierno no es un gobierno más en la reciente historia democrática de España es de una evidencia cegadora. Y los pasos que se han dado para llegar a él, tampoco. Los acuerdos con Bildu y PNV en Navarra, aunque negados, evidentes. Los flirteos con los partidos independentistas anteriores a las elecciones de abril de 2019. Los recientes acuerdos con ERC y Bildu y los acuerdos programáticos con Podemos convierten al PSOE en un partido que no sólo roza los límites de la Constitución sino que lo colocan, directamente, fuera de ella porque muchos de tales planteamientos son abiertamente inconstitucionales. Desjudicializar la política, superar el conflicto o buscar un ámbito amplio de derecho no son sino eufemismos para continuar engañando a quien se deja engañar.

 

Se podrían mencionar una a una las cesiones y contrapartidas y complicidades, pero todo el mundo los conoce. Aceptar tales presupuestos supone, según el sentido común del término, una evidente traición a la Constitución y a España. Según el contenido jurídico del concepto, probablemente también. Alguien, en el futuro, tendrá que estudiar muy seriamente esa patológica querencia del EPSOE por el crimen. Da la impresión de que, con la salvedad de los años de González, el pensamiento político del PSO no ha evolucionado desde la Edad de Piedra de su concepción.

 

Una vez oído el discurso del Rey en la Pascua Militar da la impresión de que éste no va a salir huyendo como su bisabuelo. No es imposible, a pesar de todo, que puedan consumar el cambio de régimen para el que se han conjurado el PSOE y la izquierda neocomunista con sus socios separatistas y con los herederos del terrorismo, pues desde Zapatero se han dado muchos pasos, algunos de los cuales parecen irreversibles, pero aún tendrán muchos escollos para llegar a la meta.

 

Dante ubica a los traidores en el décimo círculo del Infierno, el destinado a los crímenes más execrables. Pero lo cierto es que muchos traidores han pasado a la historia como auténticos personajes, aunque no todos acabaron bien. Sisberto y Oppas creyeron que se beneficiarían de una simple excursión militar de Tariq y sus bereberes y acabaron desalojados del poder que ansiaban. Benedict Arnold vendió West Point a los ingleses, se marchó a vivir a Inglaterra pero allí lo repudiaron. Los que vendieron a Viriato tampoco obtuvieron sus treinta monedas: el conocido Roma no paga a traidores. Alguien debería advertir a Pedro Sánchez de las consecuencias de perder este órdago y cómo lo tratará entonces la historia. Aunque no se puede descartar que tenga éxito, en cuyo caso la historia lo juzgaría como un héroe. Esa historia falsa que alguien le escribiría con faltas de ortografía si gana la guerra civil fría que ha iniciado.

 

(*) Winston Galt es autor de la distopía "Frío Monstruo", una novela de especulación política que se ha convertido en uno de los grandes títulos de culto en Amazon

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