No hagan juego señores
La caza, los toros, el tabaco, el alcohol, el plástico, la carne y un largo etcétera al que ahora se añade, no será la última pieza a abatir, el juego; los agoreros tratando de evitarnos problemas y procurando nuestro bienestar y felicidad. Dios nos pille confesados.
Según nos cuentan, la ludopatía está haciendo estragos al parecer entre la gente joven y entre quienes ya no lo son; las apuestas de todo tipo están arruinando sus vidas, no exclusivamente en el aspecto económico, sino también en el relativo a la salud mental, más importante aun si cabe.
La educación en valores brilla por su ausencia y en lugar de formar a los jóvenes para que tengan fuerza de voluntad, inculcarles que la vida es una carrera de obstáculos que para superarlos requiere una mente preparada para saber discernir qué conviene y qué no, se opta ora por la prohibición ora por la regulación para evitar tentaciones, ya que el ahora llamado ciudadano es incapaz por sí solo de optar por la moderación. Otros velan por él.
Malos tiempos se avecinan si para evitar el alcoholismo hubiese que cerrar los bares, si el tabaquismo acecha se echase el cierre a estancos y máquinas expendedoras, si la gente juega en demasía bajemos las persianas de todos los establecimientos que nos tientan con premios de ensueño y hagamos que el juego on line pase a mejor vida, si se comprueba que la gente es atrapada por el consumismo, requisemos parte de lo comprado y si aumentan los accidentes de tráfico, subamos los impuestos a la compra de vehículos.
Prohibir, vetar, regular, no es la solución; el ser humano está dotado de eso que se llama libre albedrío y si su voluntad se rige por el antojo o capricho y se equivoca, deberá aprender a gobernarse por la razón.
Los niños, mientras aprenden a andar en bicicleta, se caen, sufren golpes, heridas y rasguños ¿deberíamos prohibirles montar en la bici para evitarles dolor y lágrimas?. La vida no es una bucólica Arcadia feliz.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
La caza, los toros, el tabaco, el alcohol, el plástico, la carne y un largo etcétera al que ahora se añade, no será la última pieza a abatir, el juego; los agoreros tratando de evitarnos problemas y procurando nuestro bienestar y felicidad. Dios nos pille confesados.
Según nos cuentan, la ludopatía está haciendo estragos al parecer entre la gente joven y entre quienes ya no lo son; las apuestas de todo tipo están arruinando sus vidas, no exclusivamente en el aspecto económico, sino también en el relativo a la salud mental, más importante aun si cabe.
La educación en valores brilla por su ausencia y en lugar de formar a los jóvenes para que tengan fuerza de voluntad, inculcarles que la vida es una carrera de obstáculos que para superarlos requiere una mente preparada para saber discernir qué conviene y qué no, se opta ora por la prohibición ora por la regulación para evitar tentaciones, ya que el ahora llamado ciudadano es incapaz por sí solo de optar por la moderación. Otros velan por él.
Malos tiempos se avecinan si para evitar el alcoholismo hubiese que cerrar los bares, si el tabaquismo acecha se echase el cierre a estancos y máquinas expendedoras, si la gente juega en demasía bajemos las persianas de todos los establecimientos que nos tientan con premios de ensueño y hagamos que el juego on line pase a mejor vida, si se comprueba que la gente es atrapada por el consumismo, requisemos parte de lo comprado y si aumentan los accidentes de tráfico, subamos los impuestos a la compra de vehículos.
Prohibir, vetar, regular, no es la solución; el ser humano está dotado de eso que se llama libre albedrío y si su voluntad se rige por el antojo o capricho y se equivoca, deberá aprender a gobernarse por la razón.
Los niños, mientras aprenden a andar en bicicleta, se caen, sufren golpes, heridas y rasguños ¿deberíamos prohibirles montar en la bici para evitarles dolor y lágrimas?. La vida no es una bucólica Arcadia feliz.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria