Jueves, 23 de Octubre de 2025

Actualizada Jueves, 23 de Octubre de 2025 a las 15:48:54 horas

Tienes activado un bloqueador de publicidad

Intentamos presentarte publicidad respectuosa con el lector, que además ayuda a mantener este medio de comunicación y ofrecerte información de calidad.

Por eso te pedimos que nos apoyes y desactives el bloqueador de anuncios. Gracias.

Continuar...

Antonio Ríos Rojas
Viernes, 24 de Enero de 2020 Tiempo de lectura:

¿Tanto os escandalizáis? Reflexiones sobre las declaraciones de Isabel Celaá

[Img #16960]“No podemos pensar que los niños pertenecen a los padres”. Es claro y evidente que los niños no pertenecen a sus padres, pues sólo las cosas –diríamos inanimadas- entran en el campo de la propiedad. Pero los hijos tampoco pertenecen ni al Estado ni a este Gobierno que hace de Estado.  Sin embargo, un niño tiene que estar tutelado y esa tutela -que implica elección en la educación de los hijos- recae con preferencia en los padres. Esto es sólo en la teoría; en la práctica, la verdad es muy distinta.

 

Las declaraciones de la ministra deberían servirnos para quitarnos el velo de la cara y limpiarnos de ingenuidad, porque eso de que “los hijos no pertenecen a los padres” -y pertenecen al Estado- viene pasando desde hace decenios en España, y los padres no querían saberlo, o sabiéndolo, callaban. Ahora se indignan, y lo hacen de forma ciega o hipócrita.

 

1.-La indignación

 

Es difícil ser padre hoy en día, tanto que somos muchos los que no nos atrevemos a dar ese salto. Pero, pese a ello, los que no somos padres no vivimos en la inopia, sobre todo si formamos parte del sistema educativo. La realidad es que muchos de esos padres que ahora se indignan ya han ofrecido sus hijos al Estado mucho antes de las declaraciones de Celaá. Los padres cada vez se implican menos en su educación, y menos aún en la inculcación de los llamados “valores tradicionales”, porque muchos de esos mismos padres han claudicado de esos valores hace tiempo. Para empezar, los padres han puesto a sus hijos en manos de una escuela (e instituto y universidad) cuya ideologización viene siendo brutal desde la LOGSE, y antes aún.  Con las declaraciones de la ministra, los padres creen ver venir al lobo, sin darse cuenta de que el lobo tiene ya tiene hincados los colmillos en su cuello –y en el de sus hijos-. No pocos de esos padres que ahora claman contra el nuevo Gobierno totalitario han menospreciado a los educadores exigentes cuando estos suspendían a su retoño, y han lamido o consentido a los profesores burócratas, a los psicopedagogos, a los “profesores animadores”. En casa se han rendido también al último grito en narcótico: los “pedagógicos y actuales” dibujos animados, y a lo más terrible: a la tableta electrónica y al teléfono móvil, que ponen de inmediato en manos de sus hijos para que estos les dejen un rato en paz, generalmente para ver también ellos sus móviles.

 

Los padres que hoy se indignan contra la ministra exigen una “educación en libertad” y que sean ellos y no el Estado los que elijan para sus hijos. Pero esta exigencia de “mayor libertad” es no sólo hipócrita, es también cínica. Sólo el que está ya derrotado –de hecho- exige una “libertad” mayor y más pura. Esa “libertad” sólo la reclama quien está en situación de mengua o de repliegue, quien ha perdido -de hecho- el poder, o quien se ha rendido voluntariamente a él. Sin embargo, esta estrategia de exigir “libertad de elección” no era seguida cuando en otras épocas ellos gozaban del poder y del despliegue, pues entonces ejercían la imposición de su ideología.

 

Es falso, hipócrita y también cínico que la educación familiar tradicional ofrezca más libertad. Esa es la apariencia actual debido a que la familia tradicional está en una situación de repliegue y de pérdida. Pese a todo, el que los hijos sean un poco más de los padres y un poco menos del Estado dará cuenta necesariamente de menor sensación de asfixia, ya que padres hay muchos y de signos muy distintos, mientras el Estado es uno, es monocorde, omnipotente. Los padres podrán influenciar en la educación de sus hijos para bien o para mal, pero esa doble posibilidad garantiza, si no la libertad, al menos el contraste. Y la democracia, para bien o para mal, alimenta la lucha entre esos contrastes hasta que, finalmente, sea un color el ganador que se trague a los otros. Este es el caso de hoy con este Gobierno. Y recordemos que tienen una mayoría más grande de lo que parece, pues partidos que han votado “no” a la investidura, votarán inmediatamente “sí”, en cuanto vean venir a “la derecha”.

 

2.-Declaraciones de Celaá desde la perspectiva de una filosofía materialista

 

La ministra de Educación ha reconocido -indirectamente- a la educación como sinónimo de cebo ideológico. Ese cebo ideológico fue fortísimo en el franquismo hasta los años sesenta. Fue seguido de un periodo de mucha menor carga ideológica en los últimos decenios del Gobierno de Franco, y a partir de la LOGSE la sobrealimentación ideológica fue brutal, sobrealimentación en la que el PSOE y el PP han bailado al mismo ritmo: la ideologización en el mundialismo, en los nacionalismos minúsculos, en el multiculturalismo, en la ideología de género, en la “memoria histórica”… todo esto se activó desde finales de los ochenta, cuando la televisión complementa a la escuela y sustituye a las parroquias como granja cebadora de ideología.

 

Sin embargo, más que las declaraciones en sí mismas, lo más aberrante es la ignorancia de la ministra al pretender vincular esa ideologización brutal -a la que ya están sometidos nuestros hijos y que el gobierno sólo va a robustecer- a la idea de “ciudadanos libres”. Esto es lo indignante intelectualmente, pues, además, Celaá, como todo y toda progre, entiende la libertad como concepto sinónimo de autonomía e independencia. Sin embargo, el individuo no se convierte en tal de forma autónoma, ni de forma independiente. ¡Pablo Iglesias lo sabe mejor que nadie! El individuo es heterónomo (y hasta la pretendida autonomía kantiana es heterónoma de la moral prescrita) y es también dependiente de instituciones, del poder reinante, de la propia herencia biológica, etc…

 

Lo que está en juego en la crianza y educación de los hijos en los sistemas democráticos es un conflicto entre ideologías (esos “contrastes” que mencionábamos en el primer apartado) y en ese conflicto dar el primer golpe es tan importante como no cesar de golpes sucesivos. Quien así actúa se hace de hecho con el poder. Así se ha hecho la izquierda posmoderna con el poder en la democracia española desde los años ochenta. Un primer golpe y muchos golpecitos continuos. Las declaraciones de la ministra no son sino el golpe de gracia de la izquierda posmoderna, que completa al primer golpe y a la sucesión de los mismos que ya padecíamos. Es la coronación de la ideologización de los niños en las escuelas, una ideologización que en Cataluña ha tomado tintes brutales.

 

Celaá no ha sido la primera en la historia que ha dicho “los hijos no pertenecen a sus padres”. Esto se ha pensado, dicho y ejecutado políticamente de maneras muy distintas a lo largo de la historia. Lo ha hecho la democracia griega, lo han hecho los totalitarismos nazi y comunista, lo ha hecho también el cristianismo, que ha insistido en que el individuo sólo es criatura de Dios. Jesús tampoco perteneció a sus padres, sino a Dios, un Dios que hace con su hijo “encajes de bolillo”, hasta dejarlo morir en una cruz; y los cristianos, llamados todos a la santidad, son de sus padres sólo muy secundariamente, pues si pertenecen a alguien es a Dios. De hecho, cuando algunos desgraciados padres sufren la trágica y dolorosa muerte de un hijo en edad temprana, se consuelan –si pueden- con la idea de que ese hijo no les pertenecía a ellos, sino que era de Dios, que lo quería a su lado porque era suyo.

 

Muy especialmente han sido los cristianos, defensores acérrimos de la familia tradicional, los que han salido en defensa de la “libertad” y en contra de la ministra Celaá. Al cristianismo (y en especial al catolicismo) se le llena la boca con la palabra libertad porque la necesita para encajar la idea de pecado, pero en ningún caso cristianismo es libertad. Esto es un inmenso engaño. El cristianismo defiende la libertad tan de boquilla –aunque bien ensamblada en el cuento teológico- como este Gobierno infame. Con una diferencia importante: los resultados de la “libertad” que defiende el cristianismo me parecen más sanos, más productivos para la sociedad, mejores en el campo ético y estético, que los que defiende la izquierda posmoderna. La familia es sin duda un instrumento sólido de transmisión de esos valores y de esa ideología cristiana.

 

No creo que haya que sorprenderse ni indignarse tanto por las declaraciones de Isabel Celaá. Se trata de saber qué instituciones y qué ideología hacen mejor al niño, al educando, en el camino. Qué le hace convertirse en una persona lo más racional posible, porque de ser alguna vez libre sólo podrá serlo por la razón; esta nunca le hará autónomo ni independiente, pues estos dos últimos los usan más bien los estúpidos y los ignorantes. En el fondo se trata de ver quién crea un cuento más perfecto y operativo, quién ideologiza con más tacto, quién siembra más semillas de belleza y de racionalidad.

Etiquetada en...

Portada

Con tu cuenta registrada

Escribe tu correo y te enviaremos un enlace para que escribas una nueva contraseña.