Crónicas de la era Trump
Los orígenes del "Russiagate" y el brutal acoso a Donald Trump
"Russiagate". Hay muchos hilos que hilvanan esta compleja trama, que al describirla se asemejará demasiado a una novela conspiranoica. Pero todos los datos ofrecidos están bien documentados y en unos meses, cuando la investigación criminal sobre el FBI, CIA y NSA que está realizando el fiscal John Durham sea completada, dará credibilidad adicional a lo aquí escribo.
Lo importante comienza el 5 de julio del 2016. Toda la información del servidor del Comité Nacional del Partido Demócrata (DNC en inglés), según la versión del partido (cuya narrativa ha quedado como historia real), fue hackeada por los rusos: Gucifer 2.0. Pero tenemos a cuatro expertos (retirados) en Tecnología de Inteligencia con otra versión. Bill Binney, director técnico de la Agencia de Seguridad Nacional y co-fundador del sistema en esa agencia; Ed Loomis que tuvo el mismo puesto; Skip Folden, director de la misma tecnología en la IBM, y Ray MacGovern analista de la CIA y del Army. Después de un análisis forense posterior, los cuatro concluyeron en un reportaje que hackear toda esa información (1.976 megabytes) en 87 segundos (el tiempo que duró el copiarlo) era físicamente imposible. Según ellos, ningún servidor de aquellos tiempos y los métodos necesarios para un hack hubiesen sido capaces de realizarlo. Estos expertos concluyen que el contenido fue copiado y filtrado a Wikileaks por un empleado del propio DNC.
Los demócratas (léase Hillary Clinton, porque ésta tenía todo el control) negaron el permiso de analizar el servidor al FBI (¿?) y contrataron a la compañía de seguridad cibernética CrowdStrike para que lo analizara. Pero resulta que CrowStrike es una compañía fundada por el multimillonario ucraniano Victor Pinchuk, un fuerte donante a la campaña de Hillary Clinton, y le favorecía por todos los lados describir el caso como un hack de Gucifer 2.0 relacionado al GRU de los rusos. Los dos felices porque el relato le ponía a Hillary como víctima y a Trump favorecido por los rusos. Ahí nace el "RussiaGate". Con la intención de balancear el escrito, se admite que también ayudó al relato el que Rusia comprara unos anuncios en Facebook (algo de significado infinitesimal para una campaña billonaria) y tampoco voy a negar que desde el 2014 se conocían las actividades rusas. Pero fue precisamente la administración de Obama la que hizo caso omiso de esta situación. Es una clara realidad que la actividad de los rusos llegó a ser totalmente insignificante comparando con la enorme cantidad de horas y horas gratis que Hillary recibió de los medios, por afinidad nada más. Y no hablemos del sinfín de ataques a Trump, que recibe un 90% de reportajes negativos.
Abajo el memorándum escrito para el presidente Trump por los cuatro expertos, que también fue motivo de una reunión con el nuevo director de la CIA (en aquél momento) Mike Pompeo.
https://consortiumnews.com/2017/07/24/intel-vets-challenge-russia-hack-evidence/
Y si el relato es conveniente y el trabajo fue interno ¿quién pudo ser? Pues saber, saber, no se sabe. Pero en el DNC de Washington DC. trabajaba un joven llamado Seth Rich. Fue admirador de Bernie Sanders y es de conocimiento común que Hillary maniobró en las primarias del 2016 de forma que quedó como candidata. La dimisión posterior de la directora del Comité Nacional Demócrata en aquel momento, Debbie Wasserman Schultz, por ser cómplice, lo corrobora.
También se ha escuchado en los medios que bastantes partidarios de Sanders votaron por Trump como venganza. El hackeo (o filtración) que terminó en manos de WikiLeaks ocurrió el 5 de julio y Seth Rich apareció muerto con dos balazos en la espalda el día 10. La policía de la capital americana, cuyos votantes introdujeron su voto para Hillary en un 96%, concluyó que el asesinato fue un robo frustrado, aunque tenía todavía en su posesión la cartera, las tarjetas, el reloj.... Y el crimen sigue sin solucionarse. El FBI (dirigido por el destituido y bajo investigación criminal, James Comey) no ha comentado más sobre el caso.
Ahora debemos remontarnos a finales del año 2015 y al inicio de la campaña de Donald Trump. Sorprendentemente, las encuestas daban cierta esperanza a la campaña y Trump se encontraba sin asesores. Confiado, sí, pero con un equipo esquelético. Fue una contienda de 16 candidatos, unos bastante fuertes y con muchos fondos, como Jeb Bush, Ted Cruz, Marco Rubio, Chris Christy, Rick Perry, siendo algunos gobernadores populares de estados muy poblados como Texas, New Jersey, Florida.... Estos políticos con experiencia, popularidad y capital, como es natural, se llevaron los mejores asesores de todos los temas. Y para Trump quedaban las migajas. Conviene avanzar que teníamos muy, muy poca información sobre su ideología política. Yo, personalmente, lo encontraba muy sospechoso y lo observaba con desdeño, ya que se sabía que había donado a los demócratas, era una personalidad de TV, y muchos pensábamos que sería una promoción adicional de la marca Trump. Pero después de observarle por tres años, sabemos que odia las guerras, porque no quiere ni muertes de soldados, ni despilfarrar en conflictos sin motivos verdaderamente serios. Aunque sí cree que un ejército fuerte intimida al posible agresor, y ello reduce la posibilidad de conflictos. Parecido a Reagan en esto.
Trump, al manifestar su "economía nacionalista" asesorada por el economista poco convencional, Peter Navarro, comenzó a atraer intención de voto del sector trabajador industrial, abandonado a los vientos de la globalización y la mano de obra barata de lugares como México y China. Y mientras Trump ganaba en popularidad y en delegados obtenidos en las primarias, otros iban abandonando, y sus asesores quedaban libres. Así pues, de la fracasada campaña del internacionalmente reconocido neurólogo Ben Carson, George Papadopoulos se presentó como voluntario a la campaña de Trump. Papadopoulos, nacido cerca de Chicago, de padres griegos y aunque tenía sólo 30 años, fue miembro del Hudson Institute, trabajó en el Centro de Ley Internacional de Londres y tenía conocimientos en el campo del gas y petróleo, así como leyes internacionales.
Durante sus viajes por Europa, Papadopoulos se encontró con tres "colegas académicos". Uno era Joseph Mifsud, de Malta, con conexiones con la CIA, el MI6 y se rumorea que también colabora con los rusos. Stefan Halper es un profesor americano que trabajó en la Universidad de Cambridge (Ing.) en asuntos exteriores y tiene décadas de colaboración con la CIA. Y Alexander Downer, político y diplomático australiano con el cargo de Alto Comisionado en Inglaterra durante esos años. También con contactos con el MI6. Nadie oculta que los líderes europeos estaban totalmente en contra de Trump y no es de extrañar que de la forma que pudieran, pondrían su granito de arena en la balanza.
Estos tres señores, todos ellos relacionados con diferentes servicios de inteligencia, se encuentran "por casualidad" con Papadopoulos y le preguntaron por separado sobre sus conocimientos en relación a los emails de Hillary Clinton. Mifsud, en una reunión en Italia, organizada con el pretexto de unas supuestas exploraciones petroleras en el este del Mediterraneo, le insinuó que tenía información negativa sobre Hillary que le podría servir a Trump en la campaña. Sabían que trabajaba para Trump. Aunque novato, George Papadopoulos sospechó que había algún tipo de incitación y terminó las reuniones. Al volver a EEUU, "por casualidad" fue interrogado por el FBI sobre sus reuniones con estos tres y encontraron que mintió en la exactitud de unas fechas y en la importancia de la reunión. Le encausaron por mentir al FBI y tuvo que cumplir 12 días de cárcel. Posteriormente ha producido una documental y escrito un libro titulado: Diana del Estado Profundo: Cómo me encontré en la mira telescópica de un complot para derrocar al presidente Trump. Se acaba de postular para congresista del distrito 25 de California.
Otra diana del Estado Profundo fue Carter Page. Carter es asesor en la industria energética, especializándose en el petróleo y gas de los territorios rusos y Asia Central. También tiene su propio fondo de inversión. Fusion GPS, una organización mercenaria para encontrar (o fabricar) "suciedad política" en los adversarios, fue contratada por la campaña de HIllary Clinton a través de la difunta firma de abogados Perkins Coie. Pagaron 8 millones de dólares a GPS y 160.000 dólares al ex-agente inglés Christopher Steele. Este redactó un informe anti-Trump incluyendo supuestos actos bochornosos y repugnantes del ahora presidente de EEUU. Ese "dossier de inteligencia", lleno de falsa información, que hasta el mismo C. Steele admitió eventualmente que no podía verificar el contenido, fue de todas formas usado en la cortes de inteligencia internacional, llamadas FISA por sus siglas en inglés. Estas cortes solo actúan con la información del investigador (para no levantar la liebre) y por lo tanto exigen el máximo rigor. Pero eso es mucho pedir para todo lo relacionado a Hillary Clinton, quien se creía heredera a la presidencia y la primera mujer que lo lograra. Por lo que el "Steele Dossier" fue usado en dichas cortes para justificar la vigilancia a Carter Page y por ende a la campaña de Trump, en la cual Carter era otro asesor de asuntos exteriores. Y así fue como Carter se vio involucrado en este meollo que de ninguna forma ayudó a encontrar ninguna conexión entre Trump y Rusia, ya que no existía. La (ante)última investigación del inspector general Michael Horowitz lo exoneró y encontró que las aplicaciones a la corte FISA por el FBI fueron fraudulentas. El ex-director del FBI, James Comey, tendrá pronto muchas cosas que aclarar a la corte, ya que firmó por lo menos dos de las aplicaciones. Y los abogados de Carter Page ya están afilando el lápiz para la millonaria demanda que les caerá a los responsables. El prestigio de los altos cargos del FBI está por los suelos.
La red del FBI también se extendió para "pescar en algo" a otro asesor de asuntos exteriores para Donald Trump. Mejor dicho, el general Flynn, fue seleccionado para el cargo de director de Seguridad Nacional por su experiencia en la lucha contra el terrorismo yihadista, el cual estaba en un momento crítico. Una media de al menos un ataque por semana. Como se ha indicado al principio, Donald Trump detesta las guerras, el coste humano y económico que representan, y prefiere que los aliados arrimen el hombro con más fuerza en estos conflictos. Y también cree (o creía) que podía mejorar las relaciones con Putin, Kim, etc. para evitar guerras futuras. Desde el inicio de su campaña aludió a una mejora en las relaciones con Rusia. Y el general Flynn tuvo una conversación en una fiesta con el embajador de Rusia entonces, Sergey Kislyak. Como es de imaginar, el FBI estaba monitoreando todas las conversaciones del ruso y las palabras de Flynn quedaron grabadas también. Al segundo día de la nueva administración de Trump, el número 2 del FBI, Andrew McCabe, le citó para una reunión con sus agentes. Supuestamente no era para nada de importancia y los del FBI tampoco le advirtieron, como es práctica legal, que le estaban interrogando. Pensando que era una conversación informal, charlaron sobre su reunión con el embajador. De ahí redactaron un informe y más tarde le confrontaron con algunas discrepancias. Seguido le acusaron de mentir al FBI (felonía) y le amenazaron también con investigar a la empresa de su hijo. Como dijo Beria: Dime quién es y te mostraré el crimen. El FBI de Barack Obama no fue muy diferente con aquellos que significaban una amenaza a su legado. Flynn fue reconocido por las estrategias antiterrorista y fue director del Servicio de Inteligencia del Pentágono. No se llevaba nada bien con Obama y duró sólo dos años en ese puesto. Al verse emboscado por el FBI, dimitió y decidió declararse culpable para evitar los gastos legales insuperables. Así y todo, tuvo que vender su casa y ha quedado prácticamente arruinado. Recientemente, se ha revelado evidencia exculpatoria (parece que el FBI alteró el informe inicial) y se espera que tendrá un final mucho más halagüeño. Pero el "Deep State" ("Estado profundo") no tuvo ningún reparo en hundir la vida de un héroe nacional que dedicó y arriesgó su vida para defender al país.El objetivo obsesivo del "Deep State" era destruir la presidencia de Donald Trump como fuera.
Finalmente, Trump se encontró con otro voluntario, Paul Manafort. Manafort fue un asesor político desde Bush W. y entre muchas aventuras, ayudó en la campaña electoral al candidato ucraniano Viktor Yanukovych. Como sabemos, éste, al obtener la presidencia, desistió abruptamente de ser parte de la Unión Europea, causando el Maidan y su fuga a Rusia al tener buenas relaciones con Putin. Y es cuando Manafort desapareció del mapa europeo.
Su trabajo con Yanukovych llamó la atención de la activista demócrata Alexandra Chalupa quien trabajó en la Casa Blanca de Bill Clinton. Como en el 2016 era asesora de la campaña de Hillary, esta ucraniana/americana trabajaba con sus compatriotas en la diáspora y seguía de cerca los incidentes de su país de origen. Y así, se enteró de los trabajos de Manafort para Yanukovych y del apoyo financiero que los oligarcas pro-rusos daban al candidato y a su partido. También tuvo su foco en Trump y sus supuestos contactos con los rusos. Al ver que Manafort comenzó a trabajar para Trump, Alexandra inició a escarbar las finanzas del asesor con los contactos en Ucrania. Todo para que el escándalo ensuciara la campaña. Pudo encontrar que Manafort obtuvo pagos millonarios que nunca declaró. Manafort tampoco estaba registrado como agente de políticos extranjeros por lo que pagó caro con la justicia norteamericana. Le condenaron a 7 años y 6 meses hace casi un año y posteriormente le han reducido a 4 años por su edad (70) y corazón inestable. Manafort no fue culpable de ninguna colusión con los rusos, pero su asociación con Trump desde junio hasta agosto del 2016 le expuso al escrutinio de la política y le ha costado cárcel para rato. Los políticos asociados con Trump tienen que estar tan limpios como una patena.
Y todo esto únicamente para iniciar y mantener un relato absolutamente falso.
"Russiagate". Hay muchos hilos que hilvanan esta compleja trama, que al describirla se asemejará demasiado a una novela conspiranoica. Pero todos los datos ofrecidos están bien documentados y en unos meses, cuando la investigación criminal sobre el FBI, CIA y NSA que está realizando el fiscal John Durham sea completada, dará credibilidad adicional a lo aquí escribo.
Lo importante comienza el 5 de julio del 2016. Toda la información del servidor del Comité Nacional del Partido Demócrata (DNC en inglés), según la versión del partido (cuya narrativa ha quedado como historia real), fue hackeada por los rusos: Gucifer 2.0. Pero tenemos a cuatro expertos (retirados) en Tecnología de Inteligencia con otra versión. Bill Binney, director técnico de la Agencia de Seguridad Nacional y co-fundador del sistema en esa agencia; Ed Loomis que tuvo el mismo puesto; Skip Folden, director de la misma tecnología en la IBM, y Ray MacGovern analista de la CIA y del Army. Después de un análisis forense posterior, los cuatro concluyeron en un reportaje que hackear toda esa información (1.976 megabytes) en 87 segundos (el tiempo que duró el copiarlo) era físicamente imposible. Según ellos, ningún servidor de aquellos tiempos y los métodos necesarios para un hack hubiesen sido capaces de realizarlo. Estos expertos concluyen que el contenido fue copiado y filtrado a Wikileaks por un empleado del propio DNC.
Los demócratas (léase Hillary Clinton, porque ésta tenía todo el control) negaron el permiso de analizar el servidor al FBI (¿?) y contrataron a la compañía de seguridad cibernética CrowdStrike para que lo analizara. Pero resulta que CrowStrike es una compañía fundada por el multimillonario ucraniano Victor Pinchuk, un fuerte donante a la campaña de Hillary Clinton, y le favorecía por todos los lados describir el caso como un hack de Gucifer 2.0 relacionado al GRU de los rusos. Los dos felices porque el relato le ponía a Hillary como víctima y a Trump favorecido por los rusos. Ahí nace el "RussiaGate". Con la intención de balancear el escrito, se admite que también ayudó al relato el que Rusia comprara unos anuncios en Facebook (algo de significado infinitesimal para una campaña billonaria) y tampoco voy a negar que desde el 2014 se conocían las actividades rusas. Pero fue precisamente la administración de Obama la que hizo caso omiso de esta situación. Es una clara realidad que la actividad de los rusos llegó a ser totalmente insignificante comparando con la enorme cantidad de horas y horas gratis que Hillary recibió de los medios, por afinidad nada más. Y no hablemos del sinfín de ataques a Trump, que recibe un 90% de reportajes negativos.
Abajo el memorándum escrito para el presidente Trump por los cuatro expertos, que también fue motivo de una reunión con el nuevo director de la CIA (en aquél momento) Mike Pompeo.
https://consortiumnews.com/2017/07/24/intel-vets-challenge-russia-hack-evidence/
Y si el relato es conveniente y el trabajo fue interno ¿quién pudo ser? Pues saber, saber, no se sabe. Pero en el DNC de Washington DC. trabajaba un joven llamado Seth Rich. Fue admirador de Bernie Sanders y es de conocimiento común que Hillary maniobró en las primarias del 2016 de forma que quedó como candidata. La dimisión posterior de la directora del Comité Nacional Demócrata en aquel momento, Debbie Wasserman Schultz, por ser cómplice, lo corrobora.
También se ha escuchado en los medios que bastantes partidarios de Sanders votaron por Trump como venganza. El hackeo (o filtración) que terminó en manos de WikiLeaks ocurrió el 5 de julio y Seth Rich apareció muerto con dos balazos en la espalda el día 10. La policía de la capital americana, cuyos votantes introdujeron su voto para Hillary en un 96%, concluyó que el asesinato fue un robo frustrado, aunque tenía todavía en su posesión la cartera, las tarjetas, el reloj.... Y el crimen sigue sin solucionarse. El FBI (dirigido por el destituido y bajo investigación criminal, James Comey) no ha comentado más sobre el caso.
Ahora debemos remontarnos a finales del año 2015 y al inicio de la campaña de Donald Trump. Sorprendentemente, las encuestas daban cierta esperanza a la campaña y Trump se encontraba sin asesores. Confiado, sí, pero con un equipo esquelético. Fue una contienda de 16 candidatos, unos bastante fuertes y con muchos fondos, como Jeb Bush, Ted Cruz, Marco Rubio, Chris Christy, Rick Perry, siendo algunos gobernadores populares de estados muy poblados como Texas, New Jersey, Florida.... Estos políticos con experiencia, popularidad y capital, como es natural, se llevaron los mejores asesores de todos los temas. Y para Trump quedaban las migajas. Conviene avanzar que teníamos muy, muy poca información sobre su ideología política. Yo, personalmente, lo encontraba muy sospechoso y lo observaba con desdeño, ya que se sabía que había donado a los demócratas, era una personalidad de TV, y muchos pensábamos que sería una promoción adicional de la marca Trump. Pero después de observarle por tres años, sabemos que odia las guerras, porque no quiere ni muertes de soldados, ni despilfarrar en conflictos sin motivos verdaderamente serios. Aunque sí cree que un ejército fuerte intimida al posible agresor, y ello reduce la posibilidad de conflictos. Parecido a Reagan en esto.
Trump, al manifestar su "economía nacionalista" asesorada por el economista poco convencional, Peter Navarro, comenzó a atraer intención de voto del sector trabajador industrial, abandonado a los vientos de la globalización y la mano de obra barata de lugares como México y China. Y mientras Trump ganaba en popularidad y en delegados obtenidos en las primarias, otros iban abandonando, y sus asesores quedaban libres. Así pues, de la fracasada campaña del internacionalmente reconocido neurólogo Ben Carson, George Papadopoulos se presentó como voluntario a la campaña de Trump. Papadopoulos, nacido cerca de Chicago, de padres griegos y aunque tenía sólo 30 años, fue miembro del Hudson Institute, trabajó en el Centro de Ley Internacional de Londres y tenía conocimientos en el campo del gas y petróleo, así como leyes internacionales.
Durante sus viajes por Europa, Papadopoulos se encontró con tres "colegas académicos". Uno era Joseph Mifsud, de Malta, con conexiones con la CIA, el MI6 y se rumorea que también colabora con los rusos. Stefan Halper es un profesor americano que trabajó en la Universidad de Cambridge (Ing.) en asuntos exteriores y tiene décadas de colaboración con la CIA. Y Alexander Downer, político y diplomático australiano con el cargo de Alto Comisionado en Inglaterra durante esos años. También con contactos con el MI6. Nadie oculta que los líderes europeos estaban totalmente en contra de Trump y no es de extrañar que de la forma que pudieran, pondrían su granito de arena en la balanza.
Estos tres señores, todos ellos relacionados con diferentes servicios de inteligencia, se encuentran "por casualidad" con Papadopoulos y le preguntaron por separado sobre sus conocimientos en relación a los emails de Hillary Clinton. Mifsud, en una reunión en Italia, organizada con el pretexto de unas supuestas exploraciones petroleras en el este del Mediterraneo, le insinuó que tenía información negativa sobre Hillary que le podría servir a Trump en la campaña. Sabían que trabajaba para Trump. Aunque novato, George Papadopoulos sospechó que había algún tipo de incitación y terminó las reuniones. Al volver a EEUU, "por casualidad" fue interrogado por el FBI sobre sus reuniones con estos tres y encontraron que mintió en la exactitud de unas fechas y en la importancia de la reunión. Le encausaron por mentir al FBI y tuvo que cumplir 12 días de cárcel. Posteriormente ha producido una documental y escrito un libro titulado: Diana del Estado Profundo: Cómo me encontré en la mira telescópica de un complot para derrocar al presidente Trump. Se acaba de postular para congresista del distrito 25 de California.
Otra diana del Estado Profundo fue Carter Page. Carter es asesor en la industria energética, especializándose en el petróleo y gas de los territorios rusos y Asia Central. También tiene su propio fondo de inversión. Fusion GPS, una organización mercenaria para encontrar (o fabricar) "suciedad política" en los adversarios, fue contratada por la campaña de HIllary Clinton a través de la difunta firma de abogados Perkins Coie. Pagaron 8 millones de dólares a GPS y 160.000 dólares al ex-agente inglés Christopher Steele. Este redactó un informe anti-Trump incluyendo supuestos actos bochornosos y repugnantes del ahora presidente de EEUU. Ese "dossier de inteligencia", lleno de falsa información, que hasta el mismo C. Steele admitió eventualmente que no podía verificar el contenido, fue de todas formas usado en la cortes de inteligencia internacional, llamadas FISA por sus siglas en inglés. Estas cortes solo actúan con la información del investigador (para no levantar la liebre) y por lo tanto exigen el máximo rigor. Pero eso es mucho pedir para todo lo relacionado a Hillary Clinton, quien se creía heredera a la presidencia y la primera mujer que lo lograra. Por lo que el "Steele Dossier" fue usado en dichas cortes para justificar la vigilancia a Carter Page y por ende a la campaña de Trump, en la cual Carter era otro asesor de asuntos exteriores. Y así fue como Carter se vio involucrado en este meollo que de ninguna forma ayudó a encontrar ninguna conexión entre Trump y Rusia, ya que no existía. La (ante)última investigación del inspector general Michael Horowitz lo exoneró y encontró que las aplicaciones a la corte FISA por el FBI fueron fraudulentas. El ex-director del FBI, James Comey, tendrá pronto muchas cosas que aclarar a la corte, ya que firmó por lo menos dos de las aplicaciones. Y los abogados de Carter Page ya están afilando el lápiz para la millonaria demanda que les caerá a los responsables. El prestigio de los altos cargos del FBI está por los suelos.
La red del FBI también se extendió para "pescar en algo" a otro asesor de asuntos exteriores para Donald Trump. Mejor dicho, el general Flynn, fue seleccionado para el cargo de director de Seguridad Nacional por su experiencia en la lucha contra el terrorismo yihadista, el cual estaba en un momento crítico. Una media de al menos un ataque por semana. Como se ha indicado al principio, Donald Trump detesta las guerras, el coste humano y económico que representan, y prefiere que los aliados arrimen el hombro con más fuerza en estos conflictos. Y también cree (o creía) que podía mejorar las relaciones con Putin, Kim, etc. para evitar guerras futuras. Desde el inicio de su campaña aludió a una mejora en las relaciones con Rusia. Y el general Flynn tuvo una conversación en una fiesta con el embajador de Rusia entonces, Sergey Kislyak. Como es de imaginar, el FBI estaba monitoreando todas las conversaciones del ruso y las palabras de Flynn quedaron grabadas también. Al segundo día de la nueva administración de Trump, el número 2 del FBI, Andrew McCabe, le citó para una reunión con sus agentes. Supuestamente no era para nada de importancia y los del FBI tampoco le advirtieron, como es práctica legal, que le estaban interrogando. Pensando que era una conversación informal, charlaron sobre su reunión con el embajador. De ahí redactaron un informe y más tarde le confrontaron con algunas discrepancias. Seguido le acusaron de mentir al FBI (felonía) y le amenazaron también con investigar a la empresa de su hijo. Como dijo Beria: Dime quién es y te mostraré el crimen. El FBI de Barack Obama no fue muy diferente con aquellos que significaban una amenaza a su legado. Flynn fue reconocido por las estrategias antiterrorista y fue director del Servicio de Inteligencia del Pentágono. No se llevaba nada bien con Obama y duró sólo dos años en ese puesto. Al verse emboscado por el FBI, dimitió y decidió declararse culpable para evitar los gastos legales insuperables. Así y todo, tuvo que vender su casa y ha quedado prácticamente arruinado. Recientemente, se ha revelado evidencia exculpatoria (parece que el FBI alteró el informe inicial) y se espera que tendrá un final mucho más halagüeño. Pero el "Deep State" ("Estado profundo") no tuvo ningún reparo en hundir la vida de un héroe nacional que dedicó y arriesgó su vida para defender al país.El objetivo obsesivo del "Deep State" era destruir la presidencia de Donald Trump como fuera.
Finalmente, Trump se encontró con otro voluntario, Paul Manafort. Manafort fue un asesor político desde Bush W. y entre muchas aventuras, ayudó en la campaña electoral al candidato ucraniano Viktor Yanukovych. Como sabemos, éste, al obtener la presidencia, desistió abruptamente de ser parte de la Unión Europea, causando el Maidan y su fuga a Rusia al tener buenas relaciones con Putin. Y es cuando Manafort desapareció del mapa europeo.
Su trabajo con Yanukovych llamó la atención de la activista demócrata Alexandra Chalupa quien trabajó en la Casa Blanca de Bill Clinton. Como en el 2016 era asesora de la campaña de Hillary, esta ucraniana/americana trabajaba con sus compatriotas en la diáspora y seguía de cerca los incidentes de su país de origen. Y así, se enteró de los trabajos de Manafort para Yanukovych y del apoyo financiero que los oligarcas pro-rusos daban al candidato y a su partido. También tuvo su foco en Trump y sus supuestos contactos con los rusos. Al ver que Manafort comenzó a trabajar para Trump, Alexandra inició a escarbar las finanzas del asesor con los contactos en Ucrania. Todo para que el escándalo ensuciara la campaña. Pudo encontrar que Manafort obtuvo pagos millonarios que nunca declaró. Manafort tampoco estaba registrado como agente de políticos extranjeros por lo que pagó caro con la justicia norteamericana. Le condenaron a 7 años y 6 meses hace casi un año y posteriormente le han reducido a 4 años por su edad (70) y corazón inestable. Manafort no fue culpable de ninguna colusión con los rusos, pero su asociación con Trump desde junio hasta agosto del 2016 le expuso al escrutinio de la política y le ha costado cárcel para rato. Los políticos asociados con Trump tienen que estar tan limpios como una patena.
Y todo esto únicamente para iniciar y mantener un relato absolutamente falso.