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Jueves, 06 de Febrero de 2020 Tiempo de lectura:

Giulio Meotti: "Los islamistas también se encuentran en las instituciones públicas francesas"

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Extractos del artículo "Francia, 'la república islámica en ciernes'", publicado por el periodista italiano Giulio Meotti en la página web del Gatestone Institute de Nueva York.

 

(...)

 

En un país que solía defender la libertad de expresión, la autocensura va al alza. "Para los humoristas de Francia, siempre es fácil hacer bromas con el papa y los católicos, siempre es fácil hacer bromas con los judíos, siempre es fácil hacer bromas con los protestantes", confiesa Patrick Pelloux, veterano columnista de Charlie Hebdo. Pero con el islam no es fácil. "Sentimos que esta religión da miedo. La palabra 'islam' da miedo y, en esa parte, los terroristas han ganado". La sumisión está ganando.

 

Mientras que las cárceles francesas se han convertido en un caldo de cultivo para los yihadistas, la islamización de los suburbios de las ciudades, las banlieues, avanza a toda velocidad. El semanario Le Point dedicó hace poco una portada a "los territorios conquistados por los islamistas". En muchas de esas áreas, arrecia la violencia; 1.500 coches fueron quemados allí en Nochevieja. En un libro recientemente publicado, Les territoires conquis de l'islamisme (Los territorios conquistados por el islamismo), de Bernard Rougier, profesor de la Universidad de la Sorbona Nueva y director del Centro de Estudios Árabes y Orientales, explica que el islamismo es un "proyecto hegemónico" que está fragmentando los barrios de clase obrera. Estos "ecosistemas", afirma, funcionan sobre una "lógica de la ruptura" de la sociedad francesa, sus valores e instituciones, y se construyen en las mezquitas, las librerías, los clubs deportivos y los restaurantes halal.

 

Hugo Micheron, investigador en la Ecole Normale Supérieure, dijo que los yihadistas están cómodos en un "aislamiento territorial y comunitario". "Hoy, la visibilidad del islam en Francia está saturada por el velo y la yihad", dijo el presidente del Consejo Superior de Programas del Ministerio de Educación.

 

Mientras los predicadores y reclutadores islamistas están afuera en la calle, buscando a las mentes débiles que formaran la línea frontal de su guerra santa, el islam político también forma listas electorales en los suburbios de Francia. El presidente francés, Emmanuel Macron, se opuso a prohibir a estas organizaciones políticas. "Francia es una república islámica en ciernes", señaló el novelista argelino Bualem Sansal. En esos "territorios", dijo, viven muchos de los terroristas que atacan Francia, desde los hermanos Kuachi de Charlie Hebdo a los yihadistas que asesinaron a multitud de personas en la sala Bataclan.

 

Dos poblaciones que viven "lado a lado" podrían verse pronto "cara a cara", dijo Gérard Collomb, exministro del Interior. Tenía razón. Los islamistas también se encuentran en las instituciones públicas.

 

Los islamistas, además, han reclutado a decenas de soldados franceses y exmilitares que se han convertido al islam. Muchos provienen de unidades de mando y tienen experiencia en el manejo de armas y explosivos. Francia se está convirtiendo en una "sociedad de la vigilancia" en su lucha contra la "hidra" de la militancia islamista, como dijo Macron.

 

En los cinco años transcurridos desde la masacre en Charlie Hebdo, cuyo objetivo era la libertad de expresión, los islamistas han podido cometer atrocidades contra objetivos como un sacerdote en una iglesia católica en Rouen; una fiesta nacional laica (el atentado en Niza el Día de la Bastilla); las comunidades judías (desde París a Toulouse) y gente común. El pasado octubre, un islamista atentó en uno de los edificios más seguros de Francia: el monumental cuartel general de la policía de París, cerca de la catedral de Notre Dame, donde asesinó a cuatro de sus compañeros. "Este es un importante punto de inflexión en el terrorismo islamista", dijo Gilles Kepel, experto en Oriente Medio y el yihadismo.

 

"Es difícil creer que la policía, de la que dependemos para que nos proteja y que se supone que debe ser nuestra última muralla contra el terrorismo, pueda ser su víctima, y que haya degollamientos en la sacrosanta prefectura de Policía."

 

A raíz del atentado, se les confiscaron las armas a siete policías "sospechosos de radicalización".

 

"Tengo la impresión de que nuestras defensas inmunes se han venido abajo y que el islamismo está ganando", dice el escritor francés Pascal Bruckner.

 

"Sus principales exigencias se han cumplido: nadie se atreve ya a publicar caricaturas de Mahoma. Predomina la autocensura (...) El odio se dirige contra los que se resisten a ocultar la información, en vez de a quienes la ocultan. Por no hablar de la psiquiatrización del terrorismo, con el fin de exonerar al islam. Si a principios de la década de 2000 nos hubiesen dicho que en 2020 unos 20 dibujantes e intelectuales franceses estarían bajo protección policial, no nos lo habríamos creído. Se ha elevado el umbral de la servidumbre."

 

Cinco años después de los asesinatos terroristas en Charlie Hebdo, la libertad de expresión es menos libre en Francia. "Nadie publicaría hoy las viñetas de Mahoma", dijo hace poco Philippe Val, exdirector de Charlie Hebdo.

 

"Durante los últimos cinco años, he estado yendo a la comisaría una vez al mes, más o menos, a presentar una denuncia por amenazas de muerte; no insultos: amenazas de muerte", dice Marika Bret, periodista de Charlie Hebdo.

 

En París, cinco años después de los asesinatos en Charlie Hebdo, hubo una manifestación para protestar, no contra el terrorismo, sino contra la "islamofobia". "Voltaire se desvanece ante Mahoma, y la Ilustración ante la sumisión", escribió el escritor Éric Zemmour. Y Qatar sigue financiando libremente la construcción de mezquitas francesas.

 

(...)

 

 

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