España oficial y España real
Las distancias entre la realidad política y las necesidades en la sociedad civil, las establecen los medios de comunicación. A los dirigentes les incomodan aquellas "salidas de madre" del paisanaje que se organiza y logra pasar del individualismo silente a las manifestaciones que ocupan las calles y amenazan con una unidad que hace frente público a las castas de mandarines.
Por una vez más, a los que mandan y a los que establecen las noticias, se les escapa la espontaneidad del pueblo. El sector primario de la economía. El tejido económico tradicionalmente callado y aislado, se echa a las calles. Nos hace sentirnos partícipes con sus problemas, proletarización, abandono. Cuando una industria como ALCOA está en crisis, todas las costuras y bisagras de la sociedad crujen. Las condiciones del trabajo y los salarios de los servicios y las factorías, son preocupación para todos, y hasta los políticos se apresuran a buscar soluciones, o al menos tratan de hacer que hacen...
Pero cuando un aldeano sufre las inclemencias de la naturaleza mezcladas con la climatología, se le tapa la boca con una subvención. Y de esta forma, se consigue la dependencia del medio rural, a estilo moderno de aquellos métodos caciquiles de los que presumía Romanones al comprar votos con un duro y un puro.
Pero algo me dice que esta vez hay motivos para que los urbanitas comiencen a sentir el despertar del medio rural, la España profunda, aquellas provincias que sólo existen cuando hay que contar escaños, la que iba a las demostraciones sindicales para bailar delante de "sus excelencias", la que se va quedando dormida por falta de personal y toma cuerpo novelesco como España vaciada.
¿Tenemos conciencia de cómo vive el agricultor, ganadero, pescador, dueño de montes dónde se da la madera? Algunos muchos se quedaron "anclados" en los paisajes bucólicos de los Pazos de Ulloa. Los pueblos y la España de pueblos, pedanías, parroquias y caseríos, forma parte del recuerdo o del mundo que describía Pío Baroja. Ahora toca incorporarse a la revolución tecnológica. Ahora los niños no juegan con un aro y las niñas con una comba. Todo lo ocupan las máquinas, el ciberespacio, las redes y la música que producen esas malditas mesas importadas de Japón que sustituyen al músico callejero, a las orquestas capaces de hacernos soñar con el amor en una verbena.
Por eso y deseo que no se convierta en un espejismo la presencia del campo en las ciudades protestando por sus miserias; son una llamada a lo que nos queda de conciencia social frente al capitalismo y a la alienación de las masas.
Por un momento, mientras los mandarines hablan de lo suyo en Barcelona, los aldeanos y sus tractores toman las calles de la capital del reino y protestan en medio de las rebajas y el tráfico. Para el "empecinado" jefe del Gobierno, Cataluña y su imputado representante -no sé de cuántos catalanes- lo que importa es lo suyo. Será un diálogo de besugos. Será un diálogo entre tratantes de feria a estilo San Lucas en el Mondoñedo de antaño. Será una visita a la Barcelona oficial, la que dicen controlar los nacionalistas, pero que depende a todos los efectos, si quiere comer, del campo, la mar, los bosques y la ganadería con sus maravillosos productos lácteos.
Mientras, Torra le cuenta a Sánchez lo que ya sabemos. Autodeterminación, referéndum, libertad para los presos, derechos nacionales para ser una nación con Estado propio; y Sánchez le canta una milonga de las suyas -nunca se sabe cuando habla en serio o cuándo está vendiendo humo- les llegan noticias del cabreo infinito con olor a sudor paisano de esos "paletos" que no soportan más la tiranía de los precios acompasados por las cuotas de la UE, las condiciones de las grandes superficies, el egoísmo de los comerciales y distribuidores o la llegada de productos más baratos envueltos en celofán chino.
Me asalta una duda. Mientras los inefables mandarines parlotean...¿qué harán los agricultores y ganaderos de la Cataluña comarcal, los productores de las peras limoneras de Lérida, la carne de Gerona, las conserveras de anchoas en el norte gerundense, o las cooperativas vitivinícolas del cava? Puede que hasta en eso hayan sido tocados por los hados de la asimetría promovida por esa España que dicen les roba.
Cierto que España no sólo es rica en patrimonio histórico, artístico, ecológico, religioso, costumbrista y cultural, como para sacar pecho y cantar a los vientos y mares nuestra identidad; es también fruto del complejo que han sufrido los gobernantes que toleran a los felones, pactan con ellos, atienden sus desmanes que convierten en normas; mientras al paisano leal, que vibra con un poco de cariño, capaz de ser buen soldado, dispuesto siempre al sacrificio, se les aplica el reglamento y la confiscación fiscal.
Pero algo puede estar cambiando. Los jubilados se organizan y salen a las calles. Los agricultores, hartos de estar hartos, no quieren políticos para la foto, quieren soluciones para sus problemas, quieren una enmienda a la totalidad para un sector que da de comer y exportar a muchas gentes, mientras ignoran la procedencia del género que llena sus frigoríficos. Y es que, vuelvo a repetirlo, el problema no es la política oficial, los tratados con catalanes y vascos, las reuniones de Bruselas con las despedidas a coro de los europarlamentarios ingleses; la política es que todo el pueblo viva con dignidad, frenar el abandono del medio rural, terminar con la miseria de los trabajos paupérrimos, generar una economía social que comience por defender lo nuestro.
Tengo que reconocer, muy a mi pesar, que el caballero del estropajo en la cabeza con mando a distancia desde la Casa Blanca sobre el Occidente, hizo realidad su frase: "¡América, primero!". Y puede que hasta logre la reelección. Cuánto daría por escuchar a coro lo de "¡España, primero!". Y fomentar la conciencia social aquella de consumir productos genuinamente españoles. Recorrer España antes de viajar a otros lugares de dudosa reputación cultural. Leer más y estar menos horas delante del televisor o del maldito aparato que nos hace esclavos de las redes... manejadas, vaya a saber usted por quién, y para instaurar el pensamiento único.
Las distancias entre la realidad política y las necesidades en la sociedad civil, las establecen los medios de comunicación. A los dirigentes les incomodan aquellas "salidas de madre" del paisanaje que se organiza y logra pasar del individualismo silente a las manifestaciones que ocupan las calles y amenazan con una unidad que hace frente público a las castas de mandarines.
Por una vez más, a los que mandan y a los que establecen las noticias, se les escapa la espontaneidad del pueblo. El sector primario de la economía. El tejido económico tradicionalmente callado y aislado, se echa a las calles. Nos hace sentirnos partícipes con sus problemas, proletarización, abandono. Cuando una industria como ALCOA está en crisis, todas las costuras y bisagras de la sociedad crujen. Las condiciones del trabajo y los salarios de los servicios y las factorías, son preocupación para todos, y hasta los políticos se apresuran a buscar soluciones, o al menos tratan de hacer que hacen...
Pero cuando un aldeano sufre las inclemencias de la naturaleza mezcladas con la climatología, se le tapa la boca con una subvención. Y de esta forma, se consigue la dependencia del medio rural, a estilo moderno de aquellos métodos caciquiles de los que presumía Romanones al comprar votos con un duro y un puro.
Pero algo me dice que esta vez hay motivos para que los urbanitas comiencen a sentir el despertar del medio rural, la España profunda, aquellas provincias que sólo existen cuando hay que contar escaños, la que iba a las demostraciones sindicales para bailar delante de "sus excelencias", la que se va quedando dormida por falta de personal y toma cuerpo novelesco como España vaciada.
¿Tenemos conciencia de cómo vive el agricultor, ganadero, pescador, dueño de montes dónde se da la madera? Algunos muchos se quedaron "anclados" en los paisajes bucólicos de los Pazos de Ulloa. Los pueblos y la España de pueblos, pedanías, parroquias y caseríos, forma parte del recuerdo o del mundo que describía Pío Baroja. Ahora toca incorporarse a la revolución tecnológica. Ahora los niños no juegan con un aro y las niñas con una comba. Todo lo ocupan las máquinas, el ciberespacio, las redes y la música que producen esas malditas mesas importadas de Japón que sustituyen al músico callejero, a las orquestas capaces de hacernos soñar con el amor en una verbena.
Por eso y deseo que no se convierta en un espejismo la presencia del campo en las ciudades protestando por sus miserias; son una llamada a lo que nos queda de conciencia social frente al capitalismo y a la alienación de las masas.
Por un momento, mientras los mandarines hablan de lo suyo en Barcelona, los aldeanos y sus tractores toman las calles de la capital del reino y protestan en medio de las rebajas y el tráfico. Para el "empecinado" jefe del Gobierno, Cataluña y su imputado representante -no sé de cuántos catalanes- lo que importa es lo suyo. Será un diálogo de besugos. Será un diálogo entre tratantes de feria a estilo San Lucas en el Mondoñedo de antaño. Será una visita a la Barcelona oficial, la que dicen controlar los nacionalistas, pero que depende a todos los efectos, si quiere comer, del campo, la mar, los bosques y la ganadería con sus maravillosos productos lácteos.
Mientras, Torra le cuenta a Sánchez lo que ya sabemos. Autodeterminación, referéndum, libertad para los presos, derechos nacionales para ser una nación con Estado propio; y Sánchez le canta una milonga de las suyas -nunca se sabe cuando habla en serio o cuándo está vendiendo humo- les llegan noticias del cabreo infinito con olor a sudor paisano de esos "paletos" que no soportan más la tiranía de los precios acompasados por las cuotas de la UE, las condiciones de las grandes superficies, el egoísmo de los comerciales y distribuidores o la llegada de productos más baratos envueltos en celofán chino.
Me asalta una duda. Mientras los inefables mandarines parlotean...¿qué harán los agricultores y ganaderos de la Cataluña comarcal, los productores de las peras limoneras de Lérida, la carne de Gerona, las conserveras de anchoas en el norte gerundense, o las cooperativas vitivinícolas del cava? Puede que hasta en eso hayan sido tocados por los hados de la asimetría promovida por esa España que dicen les roba.
Cierto que España no sólo es rica en patrimonio histórico, artístico, ecológico, religioso, costumbrista y cultural, como para sacar pecho y cantar a los vientos y mares nuestra identidad; es también fruto del complejo que han sufrido los gobernantes que toleran a los felones, pactan con ellos, atienden sus desmanes que convierten en normas; mientras al paisano leal, que vibra con un poco de cariño, capaz de ser buen soldado, dispuesto siempre al sacrificio, se les aplica el reglamento y la confiscación fiscal.
Pero algo puede estar cambiando. Los jubilados se organizan y salen a las calles. Los agricultores, hartos de estar hartos, no quieren políticos para la foto, quieren soluciones para sus problemas, quieren una enmienda a la totalidad para un sector que da de comer y exportar a muchas gentes, mientras ignoran la procedencia del género que llena sus frigoríficos. Y es que, vuelvo a repetirlo, el problema no es la política oficial, los tratados con catalanes y vascos, las reuniones de Bruselas con las despedidas a coro de los europarlamentarios ingleses; la política es que todo el pueblo viva con dignidad, frenar el abandono del medio rural, terminar con la miseria de los trabajos paupérrimos, generar una economía social que comience por defender lo nuestro.
Tengo que reconocer, muy a mi pesar, que el caballero del estropajo en la cabeza con mando a distancia desde la Casa Blanca sobre el Occidente, hizo realidad su frase: "¡América, primero!". Y puede que hasta logre la reelección. Cuánto daría por escuchar a coro lo de "¡España, primero!". Y fomentar la conciencia social aquella de consumir productos genuinamente españoles. Recorrer España antes de viajar a otros lugares de dudosa reputación cultural. Leer más y estar menos horas delante del televisor o del maldito aparato que nos hace esclavos de las redes... manejadas, vaya a saber usted por quién, y para instaurar el pensamiento único.











