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Enrique Arias Vega
Lunes, 05 de Mayo de 2014 Tiempo de lectura:

Un plátano y dos racismos

Algunos consideran excesivo el revuelo montado por el lanzamiento de un plátano al futbolista de color Dani Alves en Villarreal. Para ellos, las innegables connotaciones racistas de ese gesto sólo son una minucia.

 

En otros países, en cambio, escarmentados por la virulencia de los conflictos raciales, no hay disculpa que valga. Lo acaba de comprobar en sus carnes el dueño del equipo de baloncesto Clippers, de Los Ángeles, integrado casi en su totalidad por jugadores negros. “Puedes acostarte con ellos… —ironizó con su pareja, blanca, como él—, pero te pido que no los traigas a mis partidos”.

 

La frasecita de marras le ha costado a su autor la prohibición de asistir de por vida a cualquier campo de la NBA y la obligación de desprenderse de su equipo de baloncesto. Ya ven.

 

Es que en los Estados Unidos no se permite ni una broma en los asuntos de discriminación racial y debido a ello han sido sancionados con dureza deportistas, empresarios, políticos y periodistas.

 

Poco después de las revueltas callejeras tras el apaleamiento policial a Richard King, unos directivos de Texaco hicieron unos cometarios privados que denigraban a sus trabajadores afroamericanos. Al conocerse el hecho, comenzó un boicot ciudadano a la compañía y, para pararlo, ésta debió indemnizar a sus empleados de color con 132 millones de euros. A Coca-Cola le pasó algo parecido por la discriminación histórica de su personal de color y debió enmendarla soltando 228 millones.

 

Los países que han sufrido revueltas raciales —como Estados Unidos, Inglaterra y otros— son, pues, mucho más sensibles al tema que nosotros, que hasta tenemos un idioma plagado de expresiones xenófobas las cuales usamos sin ningún miramiento. Se trata, por consiguiente, de dos reacciones distintas ante el mismo fenómeno. Entre otras razones, porque la exacerbación del racismo fuera de nuestras fronteras ha llevado a masacres étnicas tan terribles como el Holocausto.

 

Tras estas consideraciones, mantener que el lanzamiento del plátano dichoso sólo es una minucia resulta una temeridad irresponsable y hasta una cobarde ofensa a gran parte de la humanidad.      

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