Arabista y autor de “Les territoires conquis de l’islamisme”
Bernard Rougier: “La imposición del Islam radical en algunas zonas de Francia se hace con el consentimiento o la colaboración de las fuerzas políticas locales”
Arabista que ha trabajado durante varios años en países como Líbano, Jordania o Egipto, Bernard Rougier es hoy profesor en la Universidad de la Sorbona Nouvelle-Paris-III y director del Centro de Estudios Árabes y Orientales de Francia. Acaba de publicar el libro Les territoires conquis de l’islamisme, un trabajo demoledor en el que bajo su coordinación se estudia cómo las redes islamistas han logrado construir poderosos enclaves en el corazón de los barrios obreros galos y cómo los inmensos lobbies árabes de Oriente Medio trasladan a Europa su visión radical del Islam. Desde Aubervilliers hasta Toulouse, pasando por localidades y barrios como Argenteuil, Champigny, Mantes-la-Jolie o incluso Molenbeek (Bélgica), el libro de Rougier documenta con precisión cómo utilizando los lugares de culto, los espacios de ocio, los ámbitos profesionales y, sobre todo, los centros penitenciarios, se conforman los “territorios del Islam” en ruptura y confrontación con la sociedad francesa.
En una reciente entrevista publicada en el periódico frances Le Figaro, Bernard Rougier explica cómo está imposición del Islam radical se hace con el consentimiento o la colaboración de las fuerzas políticas locales. “En Aubervilliers”, por ejemplo, “los funcionarios electos responsables de la juventud o el empleo forman parte de una asociación que denuncia la igualdad de género y que desacredita a la escuela republicana”. “También se ha establecido una proximidad ideológica muy férrea”, denuncia el también autor de Qu'est-ce que le salafisme?, “entre los islamistas, los movimientos anticoloniales, parte de la izquierda, la extrema-izquierda y los Verdes, tal y como quedó demostrado en la manifestación que tuvo lugar el pasado 10 de noviembre de 2019 en París”.
Rougier revela que el corazón de estas redes islamistas se encuentra en la mezquita, especialmente “en las lecciones informales de religión que tienen lugar durante la semana. Para no crear tensión, los presidentes de las asociaciones musulmanas permiten que pasen predicadores itinerantes, que enseñan lecciones cuyo contenido teológico a menudo está en total ruptura con la sociedad francesa”.
Luego está la librería islámica, “lugar de venta de obras, con una salafización observada de la producción literaria islámica, pero donde también se celebran reuniones e intercambios. Los más jóvenes se radicalizan en los gimnasios o en los estadios de fútbol, donde se hacen oraciones colectivas en los vestuarios y donde no está bien vista la presencia de no musulmanes”.
“Otros lugares importantes para la expansión del salafismo: la tienda de bocadillos halal, donde la gente se reúne después de la oración, y el mercado donde se vende ropa islámica, perfumes u obras salafistas que llaman a la ‘yihad’ como “La Voie du Musulman”, denunciada por las autoridades francesas desde 2015, pero todavía a la venta... Finalmente, la escuela secundaria o la universidad también son parte de este ecosistema radical. En Mantes-la-Jolie, una escuela secundaria que pronto se abrirá, se encuentra cerca de una mezquita de 5.000 plazas: sin lugar a dudas, los estudiantes se verán influenciados por la difusión de los estándares salafistas".
“No hay que olvidar la ‘mezquita digital’”, explica Rougier, "que alumbra un sistema que tiende a confinar al individuo inculcándole un registro religioso de la realidad social e institucional, donde, además, se denuncia la supuesta islamofobia de la sociedad francesa. En ocasiones, el discurso religioso se une con una poderosa subcultura popular conspirativa: en Tremblay-en-France, hace unos días, un predicador explicó en la Gran Mezquita que Dios envió el coronavirus para castigar a los chinos que persiguen a los uigures”.
Para Rougier, el auge del islamismo en el Líbano entre 1990-2000 y el avance de este mismo movimiento en la Argelia de la década de los años noventa del pasado siglo fueron ejemplos de lo que está sucediendo ahora en Francia. “Efectivamente, así es. Los mecanismos de destrucción del patrimonio nacional se ponen en marcha mediante instrumentos de socialización que privilegian la geografía islamista en detrimento de la historia. Los ideólogos islamistas trabajan de la misma manera en las dos orillas del Mediterráneo, lo que hicieron hace 20 o 30 años en el Magreb, lo hacen hoy en Francia”.
El autor de Les territoires conquis de l’islamisme explica que la respuesta a esta situación preocupante pasa “por una represión de los comentarios anti-republicanos, el desarrollo de nuevas formas de sociabilidad, el estímulo de discursos para minimizar a los islamistas. Pero el Estado a veces se desconecta de los barrios. La inteligencia en los territorios debe fortalecerse, la universidad debe tener los medios para trabajar. Y de esta forma quizás podamos poner freno a la universidades islamo-izquierdistas que condenan trabajos como el nuestro".
“Si estos ecosistemas islamistas persisten, se irán apropiando gradualmente de la voz de todos nuestros compatriotas musulmanes, pidiendo cada vez más exenciones y ventajas... Esto podría llevarnos a que en el caso de una reacción o de una victoria electoral de la extrema-derecha nos situáramos en un escenario de guerra civil”.
Arabista que ha trabajado durante varios años en países como Líbano, Jordania o Egipto, Bernard Rougier es hoy profesor en la Universidad de la Sorbona Nouvelle-Paris-III y director del Centro de Estudios Árabes y Orientales de Francia. Acaba de publicar el libro Les territoires conquis de l’islamisme, un trabajo demoledor en el que bajo su coordinación se estudia cómo las redes islamistas han logrado construir poderosos enclaves en el corazón de los barrios obreros galos y cómo los inmensos lobbies árabes de Oriente Medio trasladan a Europa su visión radical del Islam. Desde Aubervilliers hasta Toulouse, pasando por localidades y barrios como Argenteuil, Champigny, Mantes-la-Jolie o incluso Molenbeek (Bélgica), el libro de Rougier documenta con precisión cómo utilizando los lugares de culto, los espacios de ocio, los ámbitos profesionales y, sobre todo, los centros penitenciarios, se conforman los “territorios del Islam” en ruptura y confrontación con la sociedad francesa.
En una reciente entrevista publicada en el periódico frances Le Figaro, Bernard Rougier explica cómo está imposición del Islam radical se hace con el consentimiento o la colaboración de las fuerzas políticas locales. “En Aubervilliers”, por ejemplo, “los funcionarios electos responsables de la juventud o el empleo forman parte de una asociación que denuncia la igualdad de género y que desacredita a la escuela republicana”. “También se ha establecido una proximidad ideológica muy férrea”, denuncia el también autor de Qu'est-ce que le salafisme?, “entre los islamistas, los movimientos anticoloniales, parte de la izquierda, la extrema-izquierda y los Verdes, tal y como quedó demostrado en la manifestación que tuvo lugar el pasado 10 de noviembre de 2019 en París”.
Rougier revela que el corazón de estas redes islamistas se encuentra en la mezquita, especialmente “en las lecciones informales de religión que tienen lugar durante la semana. Para no crear tensión, los presidentes de las asociaciones musulmanas permiten que pasen predicadores itinerantes, que enseñan lecciones cuyo contenido teológico a menudo está en total ruptura con la sociedad francesa”.
Luego está la librería islámica, “lugar de venta de obras, con una salafización observada de la producción literaria islámica, pero donde también se celebran reuniones e intercambios. Los más jóvenes se radicalizan en los gimnasios o en los estadios de fútbol, donde se hacen oraciones colectivas en los vestuarios y donde no está bien vista la presencia de no musulmanes”.
“Otros lugares importantes para la expansión del salafismo: la tienda de bocadillos halal, donde la gente se reúne después de la oración, y el mercado donde se vende ropa islámica, perfumes u obras salafistas que llaman a la ‘yihad’ como “La Voie du Musulman”, denunciada por las autoridades francesas desde 2015, pero todavía a la venta... Finalmente, la escuela secundaria o la universidad también son parte de este ecosistema radical. En Mantes-la-Jolie, una escuela secundaria que pronto se abrirá, se encuentra cerca de una mezquita de 5.000 plazas: sin lugar a dudas, los estudiantes se verán influenciados por la difusión de los estándares salafistas".
“No hay que olvidar la ‘mezquita digital’”, explica Rougier, "que alumbra un sistema que tiende a confinar al individuo inculcándole un registro religioso de la realidad social e institucional, donde, además, se denuncia la supuesta islamofobia de la sociedad francesa. En ocasiones, el discurso religioso se une con una poderosa subcultura popular conspirativa: en Tremblay-en-France, hace unos días, un predicador explicó en la Gran Mezquita que Dios envió el coronavirus para castigar a los chinos que persiguen a los uigures”.
Para Rougier, el auge del islamismo en el Líbano entre 1990-2000 y el avance de este mismo movimiento en la Argelia de la década de los años noventa del pasado siglo fueron ejemplos de lo que está sucediendo ahora en Francia. “Efectivamente, así es. Los mecanismos de destrucción del patrimonio nacional se ponen en marcha mediante instrumentos de socialización que privilegian la geografía islamista en detrimento de la historia. Los ideólogos islamistas trabajan de la misma manera en las dos orillas del Mediterráneo, lo que hicieron hace 20 o 30 años en el Magreb, lo hacen hoy en Francia”.
El autor de Les territoires conquis de l’islamisme explica que la respuesta a esta situación preocupante pasa “por una represión de los comentarios anti-republicanos, el desarrollo de nuevas formas de sociabilidad, el estímulo de discursos para minimizar a los islamistas. Pero el Estado a veces se desconecta de los barrios. La inteligencia en los territorios debe fortalecerse, la universidad debe tener los medios para trabajar. Y de esta forma quizás podamos poner freno a la universidades islamo-izquierdistas que condenan trabajos como el nuestro".
“Si estos ecosistemas islamistas persisten, se irán apropiando gradualmente de la voz de todos nuestros compatriotas musulmanes, pidiendo cada vez más exenciones y ventajas... Esto podría llevarnos a que en el caso de una reacción o de una victoria electoral de la extrema-derecha nos situáramos en un escenario de guerra civil”.