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Lidia Falcón
Jueves, 12 de Marzo de 2020 Tiempo de lectura:

Un 8 de marzo convulso

Los acontecimientos de la celebración del último 8 de marzo me obligan a analizar la situación actual del Movimiento Feminista (MF). Como está siendo habitual en los últimos años, la izquierda no se atreve a reconocer la verdad de los hechos en los que está involucrada. Así, las situaciones se  embellecen a tenor de lo que quieran defender sus protagonistas. Pero, por primera vez en un cuarto de siglo, las manifestaciones del 8 de marzo han vivido momentos de tensión y hasta de violencia pública, como ha sucedido en Barcelona y en Madrid.

    

Porque ya no se puede mantener más tiempo la ficción de la unidad del MF que, según las organizadoras de la manifestación está representado por una Comisión 8 de Marzo, que se arroga, desde hace tiempo, la única propiedad de la manifestación y por ende del Movimiento.

    

No es ningún secreto dentro del MF que esa Comisión está parasitada por las llamadas anticapitalistas, que desde hace años, siguiendo la conocida estrategia del “entrismo”, se introdujeron en ella para ir dirigiéndola en el sentido que les conviene. Y las demás, pertenecientes a otros grupos, han permitido que se aprobaran resoluciones que están desvirtuando el feminismo. Primero se  eliminaron de los manifiestos algunos de los principios por los que está luchando el MF desde hace décadas: abolición de la prostitución, prohibición de la pornografía y más recientemente  los “vientres de alquiler”.   

    

A las que han maniobrado durante años para que en las supuestas asambleas se aprobara lo que pretendían, se han sumado, como nuevas carcomas del MF, las que podríamos calificar de  populistas. Pertenecientes a las jóvenes generaciones, que han decidido dirigir el objetivo y la estrategia del Movimiento, aunque estén desinformadas y no tengan una ideología de izquierda, están apoyando la legalización de la prostitución y de la pornografía. Las demás dirigentes, que han sido pioneras y resistentes durante medio siglo en la lucha feminista, y que representan las organizaciones más veteranas, han permitido esta deriva, embelesadas por sumar al Movimiento a las nuevas generaciones y para no romper “la unidad”.

    

Este es un conflicto que se ha perpetuado demasiado tiempo. En algunas ciudades como Sevilla hace años que la manifestación del 8 de Marzo se ha dividido entre las prostituidoras y las abolicionistas. Hoy, la 'ley Trans' también se ha introducido como motivo de enfrentamiento, ya que está defendida por esas tendencias “modernas” y amparada por el propio Gobierno.

    

Hasta que este año el conflicto ha estallado como un absceso purulento en Madrid y en Barcelona. Madrid ha vivido los momentos más tensos. Como las organizadoras, es decir las que patrimonializan la manifestación y creen que el espacio público es propiedad privada de ellas, ahora también de ellos, puesto que un 'trans' que se hace llamar Diana estaba en el servicio de orden dispuesto a pegarle a cualquiera que quisiera visibilizarse en la manifestación, deciden quienes van en la pancarta central, qué manifiestos se leen y les dan permiso a unas para hacerlo y se lo quitan a otras, un grupo de las opositoras intentó alcanzar la cabecera con la pancarta abolicionista. Y allí se organizó la batalla.

    

Resulta esperpéntico que un señor que se hace llamar Diana, porque ha decidido por su cuenta que es una mujer, fuera uno de los organizadores de la manifestación, se atribuyera el servicio de orden y agrediera a las mujeres que pretendían exponer la pancarta. Otros y otras le ayudaron, empujando a las abolicionistas, dándoles puñetazos y rompiendo las pancartas con navajas que llevaban preparadas.

    

Esa tal Diana, con el que he compartido tribuna en el programa Todo es Mentira, ya advirtió unos días antes que iba a haber violencia, y así ha sido. Porque la agresividad machista se manifiesta siempre en los que han sido socializados como tales.

    

Este enfrentamiento se ha hecho visible después de haber estado ocultándolo durante muchos años el resto del MF, que, con una estrategia ingenua, creían que aceptando las condiciones de las manipuladoras, cada vez más inaceptables, mantendrían la deseada unidad y presentarían ante la sociedad el mayor éxito jamás visto: la unidad férrea de un movimiento social. Como si tal milagro fuese posible.

    

Como cualquier conocedor sabe, los movimientos sociales están penetrados por todas las fuerzas políticas. Es totalmente inmaduro creer que en las asambleas y reuniones abiertas no se introducen todo el abanico de tendencias, y en un tiempo democrático como el actual, sin necesidad de camuflarse.

    

Para nadie era un secreto la adscripción política de las más conocidas dirigentes del feminismo, con las que nos encontramos desde hace medio siglo en todas las luchas. Y tampoco lo estaba siendo que las nuevas llegadas a este espacio desde las posturas posmodernas estaban parasitando este Movimiento, que tanto trabajo y luchas y sacrificios nos había costado levantar. Querer mantenerlo incólume e inamovible, cerrándose a la evidencia de que unos sectores estaban trabajando para dirigirlo hacia objetivos que nada tienen de feministas, era una tarea estéril que nos ha hecho perder varios años y que al final ha estallado en un enfrentamiento público.

    

Pero ni siquiera los actos de violencia de este 8 de Marzo son lo más preocupante. Ahora se trata de que el feminismo no tenga miedo de definirse y plantear la batalla a las y los que quieren pervertirlo. Hemos dicho muchas veces que el futuro será feminista o no será. Ahora se trata de explicar claramente qué es el feminismo. Porque las que lo hemos estudiado y teorizado y batallado tenemos el deber, y el derecho, de definirlo. Y cualquiera que se declara feminista, sin defender las líneas maestras del objeto del feminismo, no lo es.

 

De la misma manera que el fascismo se apoderó de algunos principios del socialismo y pervirtiéndolos engañó a amplias masas del siglo XX, hoy el feminismo está siendo víctima de los ataques indisimulados de la mafia de la prostitución, de los negocios de los vientres de alquiler, de la gran industria de la pornografía, y de las farmacéuticas, clínicas y estéticas que promueve el lobby 'trans', apoyados por más de un partido político.

 

Y puede que sectores populares desinformados se dejen engañar, creyendo que tales reivindicaciones son feministas. Este es el gran peligro. De la misma manera que el fascismo se atrajo a muchos trabajadores con el señuelo de algunas medidas sociales, la opinión pública española puede convencerse de que legalizar la prostitución, la pornografía, los vientres de alquiler, y aprobar la 'ley Trans' forma parte de un ideario y un proyecto feminista.

 

Ahora el MF ha de diferenciarse claramente de quienes quieren pervertirlo, posicionarse sin miedo en la defensa de los principios por los que siempre ha batallado y difundir eficazmente en nuestra sociedad el mensaje de que no todo el que se proclama feminista lo es, y que la mercantilización y exhibición del cuerpo de las mujeres, la explotación prostituidora, la fabricación de niños en el útero de mujeres pobres y la ideología 'queer' no tienen cabida en nuestro seno.

 

Y sentirnos seguras de lo que decimos y de lo que hacemos, porque las vacilaciones siempre son entendidas por el enemigo como debilidad. Nosotras, que hemos acumulado más victorias que los demás movimientos sociales, no retrocedamos ahora cuando la ofensiva se visualiza más directa, más agresiva y protegida por los poderes económicos y políticos.

 

Porque si vacilamos no habrá nadie para defendernos.

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