Tres pandemias
De las tres que voy a citar, la primera pandemia es esa enfermedad transmisible que reconoce como agente causal al coronavirus. Es, sin duda, la que podemos controlar. Siempre y cuando sigamos las instrucciones de los expertos y el virus no haga una mutación con mayor agresividad, al igual que en la segunda oleada de la gripe española (otoño-invierno entre 1918 y 1919).
La segunda pandemia la estamos viviendo con excesos de toda índole. Me refiero a la pandemia del pánico. Esa consecuencia del mundo sin fronteras en el reparto y acceso de información. Cualquier gaznápiro emite sentencia. Cualquier analfabeta convoca manifestaciones, aun a sabiendas que tal derecho colisiona con las medidas advertidas por los epidemiólogos sobre compartir espacios reducidos.
La tercera es la más grave y la que tardará más en controlarse. La pandemia económica. La globalización del sistema económico cuando se detiene o se le ponen fronteras, arroja una crisis sin precedentes en la riqueza y en el empleo. Claro que aquí, y como nos dice la historia, siempre ganan unos pocos, y siempre pierden una multitud.
En la cadena epidemiológica de la enfermedad, sabemos quién es el agente causal, su estructura -genoma-, cómo se transmite, quiénes son portadores sanos y enfermos, cómo se manifiesta clínicamente y qué complicaciones de salud produce. Todo ello en medio de una disponibilidad, que ahora más que nunca debemos valorar, como sistema nacional de salud universal, integral, con enorme prestigio y al mejor nivel de respuesta ante el usuario.
En la oleada de pánico tienen mucho que ver los medios de comunicación social y las redes del ciberespacio. Se ha propagado la enfermedad provocando el fantasma de la angustia -miedo a lo desconocido- que da lugar a toda una desgraciada tempestad de movimientos. La educación para la salud colectiva debe comenzar por frenar el uso indebido, por temor, de los recursos sanitarios, colapsando el sistema, y haciéndole ineficaz. Eficiencia necesaria más que nunca. Evitando que otros procesos mucho más graves no puedan ser atendidos. Usando el hogar como primera línea de diagnóstico y tratamiento, dónde tan importante o más que curar es cuidar.
En la crisis-crack económica, sólo cabe resguardarse. Corremos el riesgo de los desabastecimientos por el cierre de las fronteras. Pero sacaremos conclusiones sobre personas, métodos y sistemas propios de un capitalismo que va a fracasar.
Termino usando aquellas palabras de JFK. No preguntes qué puede hacer el país por ti. Pregúntate que puedes y debes hacer tú por el país.
De las tres que voy a citar, la primera pandemia es esa enfermedad transmisible que reconoce como agente causal al coronavirus. Es, sin duda, la que podemos controlar. Siempre y cuando sigamos las instrucciones de los expertos y el virus no haga una mutación con mayor agresividad, al igual que en la segunda oleada de la gripe española (otoño-invierno entre 1918 y 1919).
La segunda pandemia la estamos viviendo con excesos de toda índole. Me refiero a la pandemia del pánico. Esa consecuencia del mundo sin fronteras en el reparto y acceso de información. Cualquier gaznápiro emite sentencia. Cualquier analfabeta convoca manifestaciones, aun a sabiendas que tal derecho colisiona con las medidas advertidas por los epidemiólogos sobre compartir espacios reducidos.
La tercera es la más grave y la que tardará más en controlarse. La pandemia económica. La globalización del sistema económico cuando se detiene o se le ponen fronteras, arroja una crisis sin precedentes en la riqueza y en el empleo. Claro que aquí, y como nos dice la historia, siempre ganan unos pocos, y siempre pierden una multitud.
En la cadena epidemiológica de la enfermedad, sabemos quién es el agente causal, su estructura -genoma-, cómo se transmite, quiénes son portadores sanos y enfermos, cómo se manifiesta clínicamente y qué complicaciones de salud produce. Todo ello en medio de una disponibilidad, que ahora más que nunca debemos valorar, como sistema nacional de salud universal, integral, con enorme prestigio y al mejor nivel de respuesta ante el usuario.
En la oleada de pánico tienen mucho que ver los medios de comunicación social y las redes del ciberespacio. Se ha propagado la enfermedad provocando el fantasma de la angustia -miedo a lo desconocido- que da lugar a toda una desgraciada tempestad de movimientos. La educación para la salud colectiva debe comenzar por frenar el uso indebido, por temor, de los recursos sanitarios, colapsando el sistema, y haciéndole ineficaz. Eficiencia necesaria más que nunca. Evitando que otros procesos mucho más graves no puedan ser atendidos. Usando el hogar como primera línea de diagnóstico y tratamiento, dónde tan importante o más que curar es cuidar.
En la crisis-crack económica, sólo cabe resguardarse. Corremos el riesgo de los desabastecimientos por el cierre de las fronteras. Pero sacaremos conclusiones sobre personas, métodos y sistemas propios de un capitalismo que va a fracasar.
Termino usando aquellas palabras de JFK. No preguntes qué puede hacer el país por ti. Pregúntate que puedes y debes hacer tú por el país.