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Pablo Mosquera
Domingo, 12 de Abril de 2020 Tiempo de lectura:

¡A mí no me confina nadie!

(Dedicado a Enrique Santín, un gallego ilustre, librepensador)

 

Primero fueron imprudentes y desoyendo los informes de la sanidad científica, consintieron las aglomeraciones del 8-M. Después, promovieron lo peor para que las gentes de Madrid salieran de vacaciones por toda España. Han sido incapaces de dotar con el material preciso a los sanitarios. Se han dedicado a criticar con miserable envidia la iniciativa de IFEMA, que es digna de alabanza y una muestra inequívoca del poder organizativo que atesora el pueblo español, cuando se le ponen metas urgentes.

 

Pero nos quedaban momentos por vivir, mejor dicho, sufrir con estos mandarines charlatanes y salvapatrias que nos han tocado de responsables en el peor de los momentos para hacer experimentos o engañar al personal con soflamas y con llamadas oportunistas a la unidad. Pero, ¿a qué unidad?. ¿A la que diseñan las amazonas que siguen a la Ministra de Igualdad? Por cierto, alguien deberá explicar a nuestros ciudadanos, que no son imbéciles, cuáles son las misiones y contenidos de tal organismo. En un país donde la igualdad viene dada por la ciudadanía que nunca tuvo género. A no ser que se disfrace de género un enfrentamiento entre sexos. Como hubo un enfrentamiento entre judíos y cristianos, entre suevos y fieles de Alá y su profeta Mahoma, que predicaban la guerra santa contra los infieles y la conquista de Hispania en el 711. Estoy contra todo tipo de violencia. Estoy contra toda desgracia que promueva y mantenga las desigualdades en la sociedad. Pero todas. No hace falta vestirlas de género, ni de tendencia sexual.

 

Me quedaba por comprobar cómo se han ido animando los de la casta dominante. No les llega con engañarnos al señalar como Emergencia Sanitaria lo que es un estado de excepción. Las libertades son sagradas para la dignidad del ciudadano. Que nadie aproveche el "viaje" para conducirnos al Archipiélago Gulag. Que nadie se esconda tras la pandemia para hacer de su capa un sallo y a estilo Manuel Pavía, disolver las funciones de las Cámaras elegidas directamente por el cuerpo electoral. Muchos olvidan que de los tres poderes, este es el único que sale directamente elegido por el pueblo soberano. Como no me cabe la menor duda sobre la mala memoria y la facilidad con la que se dice algo, y al poco tiempo lo contrario, para mostrar como el papel lo aguanta todo. Incluidos los Decretos Ley.     

 

Viene a cuento de tres hechos deleznables. Promover la delación entre ciudadanos. Que desde las ventanas se vigile y denuncie a quien sale con su mascota a darle un paseo necesario para su fisiología animal. Mientras el vicepresidente de asuntos sociales, en vez de respetar la cuarentena, se presentó en el Parlamento de la nación para mostrar a los ciudadanos que él manda, y se pasa por el forro las normas, ya que toda norma tiene su excepción. Las que permiten vivir en Galapagar o en dónde le apetezca en función de sus apetencias personales de convivencia, lo mismo que nombra cargos públicos a ciudadanos del otro género que le son afines a su privacidad sentimental.

 

Pasarse por el forro los derechos fundamentales del ciudadano a la privacidad, mediante el seguimiento a través del dispositivo que todos llevamos y que nos permite la telefonía móvil. No les basta con las cámaras de seguridad. Con los dispositivos tecnológicos confesados o clandestinos. Ahora nos seguirán los pasos y podrán intervenir nuestra movilidad, para que sintamos quién manda y que no conviene enojar al Gran Hermano...

 

Y alguien ha encontrado la pócima mágica para terminar con la pandemia. Someter mediante internamiento a todos aquellos que una vez capturados muestren signos biológicos de contacto con el dichoso virus. Aseguran que lo harán por las buenas o por las malas. Me recuerda aquella escena literaria de cómo las marinas de guerra hacían tripulantes de leva cuando necesitaban completar sus efectivos para seguir navegando.

 

Claro que nada es casual, todo es causal. La presencia en el Gobierno de España de un tal Iglesias y su tropa, supone un grave peligro de involución. De las libertades a la tiranía del Estado. De ahí que por una vez y sin que sirva de precedente, coincido con el actual líder del sector conservador de la política española. Corremos el riesgo de caer en la aplicación de un nuevo Régimen. Y el modelo lo tenemos mirando a la Venezuela de Maduro. Aprovechar la coyuntura para poner al país en cuarentena total, bajo estrecha vigilancia, procediendo a una confiscación de empresas y aplicando aquellas medidas odiosas que soportaron en Albania, Bulgaria, Rumanía, Alemania Oriental. Y lo digo desde mi condición de socialdemócrata, admirador de Olof Palme.

 

Ni capitalismo ni comunismo estaliniano. Así se pronunciaba mi primo natural y residente de la República Argentina, Jorge Mosquera Marioni, en una agradable comida que tuvimos en Santa María de Tamallancos, del Concello de Vilamarín, tras visitar a nuestros antepasados en el cementerio, como corresponde a dos hombres orgullosos de su estirpe y del compromiso de nuestras familias para con la justicia social.

 

El Estado debe ser como la piel. Nos envuelve, nos protege, nos comunica con el exterior, nos defiende de las inclemencias; lo que no hace nunca es ahogarnos, impedirnos el movimiento, limitar nuestras capacidades motoras o sensitivas. Si fuera así, estaríamos ante signos y síntomas de enfermedad.

 

Para terminar, una reflexión sobre la última gran mentira del Gobierno. Ahora resulta que jugaron a la baja con las cifras de la mortalidad. No sólo se han muerto en soledad, es que no están contabilizados por los registros del Estado. Y es que todo recuerda aquella terrible catástrofe en forma de conflagración mundial, que obligaba a declarar soldados desconocidos a los combatientes muertos sin tiempo para ser identificados.

 

Por todo lo dicho y alguna cuestión más, ni creo, ni espero, puedan llegar a los acuerdos que necesitamos ya sea en España ya sea en Bruselas. Hace falta otra gente con clase, ejercientes de la verdad, parcos en palabras, plenos de conocimientos puestos al servicio de la humanidad.

  

   

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