"Quien se mueve no sale en la foto" es una lapidaria frase de Alfonso Guerra en el sentido de seguir la disciplina férrea de un Gobierno o un partido político, ya que de lo contrario, quien se salga del guión establecido, es considerado una manzana podrida y como tal invitado a abandonar el grupo, cuando no expulsado ipso facto. 

La situación excepcional que estamos padeciendo ante el sañudo ataque del Covid-19 puede resultar la ocasión propicia para que los gobiernos caigan en la tentación de restringir y conculcar derechos como el de informar, contrastar y opinar. 

El llamado cuarto poder es en momentos como el actual donde debe extremar estar ojo avizor, alerta, para denunciar el más mínimo ataque a la libertad de información, aunque ello le supusiera pagar algún peaje, por ejemplo en su cuenta de resultados; los medios de comunicación deben ser el faro, la linterna, la luz diáfana que alumbre a la sociedad la realidad de lo que sucede, tal cual, y no un sucedáneo a gusto del poder; donde no hay disparidad de criterios y se impone el nemine discrepante, la democracia brilla por su ausencia. Sería una democracia con apellido. 

Censurar, reprobar, condenar, son las armas que ciñen a veces los gobiernos para impedir que su monolítico mensaje se resquebraje, se ponga en tela de juicio y comiencen a filtrarse los hilos de la verdad que al final hacen que la presa reviente y aquella lo inunde todo. Un Gobierno sin medios de comunicación críticos consigue moldear la sociedad a su gusto. Ingeniería social. 

La verdad nos hace libres por dura y cruel que sea. La información pública es una cosa y la publicada, otra; vetar, filtrar, impedir, denegar, amordazar, silenciar, falsear, son también virus letales para el ser humano ya que matan su espíritu. 

Cicerón lo tenía claro: "La verdad se corrompe o con la mentira, o con el silencio".

Francisco Javier Sáenz Martínez 

FJS. 

Lasarte-Oria