Una parte de nuestra sociedad está infantilizada
Creo que a la hora de criticar al Gobierno yo no me quedo corto ni tengo pelos en la lengua, pero las cosas no son como queremos que sean, sino como son.
Tenemos una parte de la población que es para dar de comer aparte. Por tanto, unos cuantos fastidian a los demás la vida y los planes de mejora existencial del conjunto de la población.
Yo no me estoy jugando el bigote para esa gente irresponsable. Y van a ellos mis palabras lacerantes.
Me refiero a esos borregos que entienden la ciudadanía como un saco de derechos que el Estado ha de proporcionarles sin dar nada a cambio. Yo soy partidario de aquel aforismo que dijo alguien que dice “¿Y usted qué puede hacer por el Estado?”. Porque el Estado no es el Rey Sol, ni Sánchez, ni la izquierda bolchevique que padecemos, ni tampoco lo es usted, ciudadano irresponsable. El Estado lo somos todos. Al menos el Estado soberano, el que reside sobre la configuración y representación de la voluntad general. Es decir, no lo es el Estado español, que dudo que recoja esa voluntad, porque me niego a aceptar que la sociedad sea así, sino un verdadero Estado representativo de lo que son sus ciudadanos.
¿Y qué puede hacer, señor irresponsable, usted por los demás?
Para empezar, puede ponerse a pensar, es decir reflexionar, cómo usa los pequeños espacios de libertad que le proporciona este Gobierno con visos totalitarios.
Por ejemplo, señor padre irresponsable, tome nota:
Si el Gobierno, en aras a ir aflojando la camisa de fuerza que le han colocado mediante un Estado de Alarma inconstitucional, con graves limitaciones de las libertades y de las garantías constitucionales, le concede una vía de respiración para sus hijos, y le permite sacar “de paseo” a los mismos, aproveche bien esa posibilidad sin hacer el ganso. Es decir, sin salir a la calle sin mascarilla ni guantes. No permita que su hijo coma patatas fritas sin llevar guantes y tras pasar sus manos por manillas de puertas, pomos, objetos mobiliarios diversos de la calle, por el suelo, recogiendo el chuche o trozo de pan que se le ha caído al pavimento, etc. ¿No se da cuenta usted de que su hijo es un potencial transmisor del virus, y usted también? Porque si piensa que salir a la calle con su hijo es una excelente oportunidad para hacer relaciones sociales con otros papás que encuentra en el jardín, mal vamos. ¿No le da de sí para pensar esto? ¿No se plantea usted que el salir a la calle no es para pasárselo bien haciendo relaciones públicas hasta hoy prohibidas por razones obvias; sino para que su hijo, hija o hijos se expandan un poco, tomen el sol y respiren este aire primaveral tras haber estado días confinados? ¿No le parece a usted que aprovechar a su hijo para otras posibilidades de expansión sin pautas de protección es irresponsable, y condiciona que los demás ciudadanos podamos disfrutar de nuevos aflojamientos de la privación de libertad que supone este Estado de Excepción solapado? O lo que es peor… ¿no se plantea usted que la lucha contra esta pandemia es cosa de todos, y que usted forma parte de ese “todos”?
Porque si echamos por la borda tanto sacrificio para vencer esta pandemia en cuatro erróneos gestos, no solamente ponemos en riesgo a los demás, es decir al conjunto de la población, sino también a los miles de sanitarios que han puesto en peligro sus vidas porque un gobierno también irresponsable no les ha provisto de los medios de protección adecuados. Y, también, estamos maleducando a nuestros hijos o, en mi caso, nietos, expresando con esos malos ejemplos que no tenemos ninguna obligación con nuestra sociedad, con los demás. Y de paso estamos diciendo a voces a nuestro Gobierno que no nos deje más oportunidades para hacer uso de nuestra libertad, de nuestras oportunidades de tener nuestras válvulas de escape en estas livianas posibilidades de despojamiento de las limitaciones de nuestra casa que ya sentimos como opresoras. Y si piensan que no es necesario este Estado de Alarma o este confinamiento, exprésenlo con cacerolas, gritos o pancartas desde sus ventanas o balcones, pero sin extender el virus, por favor.
Sé que esos padres quizás no sean mayoría, aunque no tan escasos como debieran de ser. Nos queda aún mucho trecho para parecernos a sociedades más civilizadas y avanzadas como las del norte de Europa. No estoy identificado con este Gobierno liberticida, pero tampoco con una parte de esta sociedad víctima de la LOGSE. Y, también sé bien que no es la mayoritaria. Menos mal. Aunque, en mi escepticismo, tengo dudas de que una sociedad infantilizada sea la culpable de nuestras dolencias sistémicas.
Mi propósito no es hacerme amigos. A mis amigos, los escojo yo.
Simplemente pretendo ser justo, y no tener que exiliarme por desafección con un estado de cosas que me parecen simplemente surrealistas. Y lo primero que debemos hacer, antes de censurar a nuestro Gobierno, que motivos tiene para ser criticado, es dar ejemplo con nuestra conducta, y pensar en las consecuencias de nuestros actos.
Creo que a la hora de criticar al Gobierno yo no me quedo corto ni tengo pelos en la lengua, pero las cosas no son como queremos que sean, sino como son.
Tenemos una parte de la población que es para dar de comer aparte. Por tanto, unos cuantos fastidian a los demás la vida y los planes de mejora existencial del conjunto de la población.
Yo no me estoy jugando el bigote para esa gente irresponsable. Y van a ellos mis palabras lacerantes.
Me refiero a esos borregos que entienden la ciudadanía como un saco de derechos que el Estado ha de proporcionarles sin dar nada a cambio. Yo soy partidario de aquel aforismo que dijo alguien que dice “¿Y usted qué puede hacer por el Estado?”. Porque el Estado no es el Rey Sol, ni Sánchez, ni la izquierda bolchevique que padecemos, ni tampoco lo es usted, ciudadano irresponsable. El Estado lo somos todos. Al menos el Estado soberano, el que reside sobre la configuración y representación de la voluntad general. Es decir, no lo es el Estado español, que dudo que recoja esa voluntad, porque me niego a aceptar que la sociedad sea así, sino un verdadero Estado representativo de lo que son sus ciudadanos.
¿Y qué puede hacer, señor irresponsable, usted por los demás?
Para empezar, puede ponerse a pensar, es decir reflexionar, cómo usa los pequeños espacios de libertad que le proporciona este Gobierno con visos totalitarios.
Por ejemplo, señor padre irresponsable, tome nota:
Si el Gobierno, en aras a ir aflojando la camisa de fuerza que le han colocado mediante un Estado de Alarma inconstitucional, con graves limitaciones de las libertades y de las garantías constitucionales, le concede una vía de respiración para sus hijos, y le permite sacar “de paseo” a los mismos, aproveche bien esa posibilidad sin hacer el ganso. Es decir, sin salir a la calle sin mascarilla ni guantes. No permita que su hijo coma patatas fritas sin llevar guantes y tras pasar sus manos por manillas de puertas, pomos, objetos mobiliarios diversos de la calle, por el suelo, recogiendo el chuche o trozo de pan que se le ha caído al pavimento, etc. ¿No se da cuenta usted de que su hijo es un potencial transmisor del virus, y usted también? Porque si piensa que salir a la calle con su hijo es una excelente oportunidad para hacer relaciones sociales con otros papás que encuentra en el jardín, mal vamos. ¿No le da de sí para pensar esto? ¿No se plantea usted que el salir a la calle no es para pasárselo bien haciendo relaciones públicas hasta hoy prohibidas por razones obvias; sino para que su hijo, hija o hijos se expandan un poco, tomen el sol y respiren este aire primaveral tras haber estado días confinados? ¿No le parece a usted que aprovechar a su hijo para otras posibilidades de expansión sin pautas de protección es irresponsable, y condiciona que los demás ciudadanos podamos disfrutar de nuevos aflojamientos de la privación de libertad que supone este Estado de Excepción solapado? O lo que es peor… ¿no se plantea usted que la lucha contra esta pandemia es cosa de todos, y que usted forma parte de ese “todos”?
Porque si echamos por la borda tanto sacrificio para vencer esta pandemia en cuatro erróneos gestos, no solamente ponemos en riesgo a los demás, es decir al conjunto de la población, sino también a los miles de sanitarios que han puesto en peligro sus vidas porque un gobierno también irresponsable no les ha provisto de los medios de protección adecuados. Y, también, estamos maleducando a nuestros hijos o, en mi caso, nietos, expresando con esos malos ejemplos que no tenemos ninguna obligación con nuestra sociedad, con los demás. Y de paso estamos diciendo a voces a nuestro Gobierno que no nos deje más oportunidades para hacer uso de nuestra libertad, de nuestras oportunidades de tener nuestras válvulas de escape en estas livianas posibilidades de despojamiento de las limitaciones de nuestra casa que ya sentimos como opresoras. Y si piensan que no es necesario este Estado de Alarma o este confinamiento, exprésenlo con cacerolas, gritos o pancartas desde sus ventanas o balcones, pero sin extender el virus, por favor.
Sé que esos padres quizás no sean mayoría, aunque no tan escasos como debieran de ser. Nos queda aún mucho trecho para parecernos a sociedades más civilizadas y avanzadas como las del norte de Europa. No estoy identificado con este Gobierno liberticida, pero tampoco con una parte de esta sociedad víctima de la LOGSE. Y, también sé bien que no es la mayoritaria. Menos mal. Aunque, en mi escepticismo, tengo dudas de que una sociedad infantilizada sea la culpable de nuestras dolencias sistémicas.
Mi propósito no es hacerme amigos. A mis amigos, los escojo yo.
Simplemente pretendo ser justo, y no tener que exiliarme por desafección con un estado de cosas que me parecen simplemente surrealistas. Y lo primero que debemos hacer, antes de censurar a nuestro Gobierno, que motivos tiene para ser criticado, es dar ejemplo con nuestra conducta, y pensar en las consecuencias de nuestros actos.