Odiseo, el héroe del límite justo: una advertencia para los campeones de la desregulación
El segundo poema homérico es una fuente inagotable de enseñanzas filosóficas. Entre ellas destaca, en primer lugar, el valor de la paciencia y la consecuente capacidad de resistir la seducción del placer inmediato y no convencional, desde el canto de las sirenas hasta el de la hechicera Circe.
Todo el poema de La Odisea está cruzado, de hecho, por la tensión entre el ingenio multiforme de Odiseo por un lado, y el descarado libertinaje de los Pretendientes por el otro. Emblema del Padre y la Ley, de la nostalgia por su país y su familia, Odiseo es el que soporta mucho en vistas de su regreso a la rocosa Ítaca. Resistió el goce mortificante que en varias ocasiones se le mostró y al que muchos de sus compañeros también cedieron.
De manera diametralmente opuesta, los descarados Pretendientes se representan, desde el principio hasta el final del poema, como a merced del exceso y del goce anormal e indisciplinado: juntos, violan la ley de la patria y la de la familia, imponiendo la indisciplina del placer inmoderado y como un fin en sí mismo. Tal es la naturaleza de los "soberbios pretendientes" (I, 106).
En ausencia del Nomos representado por Odiseo, prevalece la única ley de desmesura y exceso, encarnada por el descarado comportamiento de los Pretendientes:
"Entretanto la casa me ocupan un día tras de otro, nos degüellan los bueyes, ovejas y cabras lozanas, al banquete se dan y se beben el vino espumoso sin mesura y sin cuenta; consúmese todo, pues falta en mi casa un varón como Ulises capaz de echar fuera una tal maldición (II, 56-59)
En el libro XIV (vv. 94-95), el engañador Eumeo explica a Odiseo cómo la desmesura es la figura de las acciones necias de los Pretendientes que instalaron a su esposa y a su país:
“Ni un día nos vienen de Zeus que no maten de las reses de aquél no una sola ni dos; cuanto al vino, se lo van agotando también con la misma insolencia.”
Esta es la escena de la larga noche de los Pretendientes, que se contrasta con el Nomos de la patria y la familia simbolizada por Odiseo, por su esposa Penélope - que en todo caso se opone a la actitud descarada de los Pretendientes - y por su hijo Telémaco, que va en busca de su padre a la Pilos arenosa y a Esparta. Es, después de todo, la lección que se condensa en las sabias palabras de Alcinoo, rey de los feacios: "En todo es mejor la mesura" (VII, 310).
A este respecto, uno podría probablemente entender a Odiseo no sólo como el paladín de la resistencia y la astucia, de los conocimientos prácticos y el engaño, sino también como el héroe de la medida correcta: que se determina, en términos concretos, como la lucha contra el exceso de los Pretendientes y como un esfuerzo para restaurar el Nomos de la patria y la familia, durante veinte años suspendido desde que zarpó gloriosamente a Ilión.
Es cierto que incluso Odiseo a veces comete la hybris del exceso: como cuando, cegado por el cíclope, asume, dejando en la nave rápida, un comportamiento soberbio y se enfurece contra él ya vencido. Pero, en esencia, Odiseo es y sigue siendo el héroe del límite correcto. Aquel que, a través de la masacre de los Pretendientes, restaura la correcta ley de medida y equilibrio.
Y es bajo esta luz que se explican las palabras, al final de la obra, que Odiseo se dirige a su hijo, exhortándole a la medida justa y siempre vigilante del respeto al linaje de los padres:
“iOh Telémaco! Vas a aprender por ti mismo, llegando a una lucha de hombres en donde los fuertes se criban, a no dar deshonor a tus padres y estirpe, que siempre nos gloriamos de fuerza y valor sobre toda la tierra” (XXIV, 506-509).
(1) Las citas de La Odisea de Homero en este artículo están tomadas de la edición española en Gredos, Madrid 1993 (1ª edición de 1982), traducción de José María Pavón.
(2) Fuente del artículo: https://www.ilfattoquotidiano.it/2020/03/27/odisseo-leroe-del-giusto-limite-un-monito-per-i-paladini-della-deregulation/5748803/
El segundo poema homérico es una fuente inagotable de enseñanzas filosóficas. Entre ellas destaca, en primer lugar, el valor de la paciencia y la consecuente capacidad de resistir la seducción del placer inmediato y no convencional, desde el canto de las sirenas hasta el de la hechicera Circe.
Todo el poema de La Odisea está cruzado, de hecho, por la tensión entre el ingenio multiforme de Odiseo por un lado, y el descarado libertinaje de los Pretendientes por el otro. Emblema del Padre y la Ley, de la nostalgia por su país y su familia, Odiseo es el que soporta mucho en vistas de su regreso a la rocosa Ítaca. Resistió el goce mortificante que en varias ocasiones se le mostró y al que muchos de sus compañeros también cedieron.
De manera diametralmente opuesta, los descarados Pretendientes se representan, desde el principio hasta el final del poema, como a merced del exceso y del goce anormal e indisciplinado: juntos, violan la ley de la patria y la de la familia, imponiendo la indisciplina del placer inmoderado y como un fin en sí mismo. Tal es la naturaleza de los "soberbios pretendientes" (I, 106).
En ausencia del Nomos representado por Odiseo, prevalece la única ley de desmesura y exceso, encarnada por el descarado comportamiento de los Pretendientes:
"Entretanto la casa me ocupan un día tras de otro, nos degüellan los bueyes, ovejas y cabras lozanas, al banquete se dan y se beben el vino espumoso sin mesura y sin cuenta; consúmese todo, pues falta en mi casa un varón como Ulises capaz de echar fuera una tal maldición (II, 56-59)
En el libro XIV (vv. 94-95), el engañador Eumeo explica a Odiseo cómo la desmesura es la figura de las acciones necias de los Pretendientes que instalaron a su esposa y a su país:
“Ni un día nos vienen de Zeus que no maten de las reses de aquél no una sola ni dos; cuanto al vino, se lo van agotando también con la misma insolencia.”
Esta es la escena de la larga noche de los Pretendientes, que se contrasta con el Nomos de la patria y la familia simbolizada por Odiseo, por su esposa Penélope - que en todo caso se opone a la actitud descarada de los Pretendientes - y por su hijo Telémaco, que va en busca de su padre a la Pilos arenosa y a Esparta. Es, después de todo, la lección que se condensa en las sabias palabras de Alcinoo, rey de los feacios: "En todo es mejor la mesura" (VII, 310).
A este respecto, uno podría probablemente entender a Odiseo no sólo como el paladín de la resistencia y la astucia, de los conocimientos prácticos y el engaño, sino también como el héroe de la medida correcta: que se determina, en términos concretos, como la lucha contra el exceso de los Pretendientes y como un esfuerzo para restaurar el Nomos de la patria y la familia, durante veinte años suspendido desde que zarpó gloriosamente a Ilión.
Es cierto que incluso Odiseo a veces comete la hybris del exceso: como cuando, cegado por el cíclope, asume, dejando en la nave rápida, un comportamiento soberbio y se enfurece contra él ya vencido. Pero, en esencia, Odiseo es y sigue siendo el héroe del límite correcto. Aquel que, a través de la masacre de los Pretendientes, restaura la correcta ley de medida y equilibrio.
Y es bajo esta luz que se explican las palabras, al final de la obra, que Odiseo se dirige a su hijo, exhortándole a la medida justa y siempre vigilante del respeto al linaje de los padres:
“iOh Telémaco! Vas a aprender por ti mismo, llegando a una lucha de hombres en donde los fuertes se criban, a no dar deshonor a tus padres y estirpe, que siempre nos gloriamos de fuerza y valor sobre toda la tierra” (XXIV, 506-509).
(1) Las citas de La Odisea de Homero en este artículo están tomadas de la edición española en Gredos, Madrid 1993 (1ª edición de 1982), traducción de José María Pavón.
(2) Fuente del artículo: https://www.ilfattoquotidiano.it/2020/03/27/odisseo-leroe-del-giusto-limite-un-monito-per-i-paladini-della-deregulation/5748803/