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Pablo Mosquera
Sábado, 16 de Mayo de 2020 Tiempo de lectura:

¿Qué nos espera?

No sé el día de la semana. Se me ha olvidado, o simplemente no me interesa el mes. No sólo me va desinteresando el devenir inmediato. Simplemente, me voy exiliando del tiempo presente. Se nos ha parado el reloj. Unas veces me hastían y otras escapo para no ver las noticias de los informativos audiovisuales. Han logrado, perversamente, dos renuncias. Mi libertad es una serie de recuerdos que cada vez se alejan más en el mundo de mis pensamientos. Temo enfrentarme con esos presagios que producen mis propios conocimientos científicos y mediáticos.  Estoy siendo víctima del pesimismo. Y lo fundamento en la incertidumbre y en la deriva constante de la conducta de quienes mandan. Falta de liderazgo mundial. Ensalada con despropósitos y embustes por tierra, mar y aire.

 

Me hubiera gustado equivocarme. Me aterroriza saber lo que aprendí y enseñé. Las pandemias siguen teniendo las mismas cadenas epidemiológicas que cuando las explicaba en Salud Pública. Para vencer a la pandemia, los pasos siguen siendo los mismos, lo que nos han cambiado son los nombres. Ahora al aislamiento -que son de dos tipos- lo han reducido a uno y le llaman y legislan como confinamiento general de la población con incautación de los derechos fundamentales.

 

Se han hecho públicas las fases y los eslabones de la enfermedad. Estamos a punto de conocer el resultado del estudio multicentros sobre necropsias realizadas para saber cómo se comporta el virus dentro del organismo infectado, espero que digan toda le verdad e incluyan las modificaciones por mutación que sus cambios en el poder patógeno ha manifestado como gravedad multiorgánica de una enfermedad que, recuerden, nos la comenzaron a "vender" como una gripe estacional, supongo por razones políticas y así justificar conductas repugnantes como las del 8-M, que convierten a Barcelona y Madrid en los centros neurálgicos de la infección por tierras y gentes de España.

 

Lo mismo que nos han administrado la información y paso a paso han reconocido: las mutaciones imprevisibles del virus o la segunda oleada en el otoño, y ahora comienzan a poner el foco de nuestra atención en el continente de África, dónde la pandemia está descontrolada y saltará a Europa por la frontera sur, es decir, por España, tras mutaciones en proporción al número de contagios que se hayan producido en los humanos.

 

También y nada más comenzar la pandemia oficial, señalé las otras tres pandemias: infección-pánico-pobreza. Y es la que denominan como crisis económica la que me resulta más abominable. Tanto que nos obligan a elegir entre salud y hambre. Al menos sirve para que hasta los más alienados por el sistema hayan descubierto la fragilidad del propio sistema capitalista que en cincuenta días ha dado al traste con todos los indicadores manejados por economistas al servicio de los poderes fácticos que decretaron la globalización y los mercados sin fronteras. Ahora es el momento de preguntarse qué diferencias hubo entre la resistencia de aquella España aislada desde 1936 a 1959, y esta de ahora, que se ha hecho absolutamente dependiente de tratados, mercados y préstamos, y todo ello con un tejido productivo más propio de una comunidad dirigida por trileros que un país orgulloso por sus puntos fuertes. Es más, una vez tuvimos y descubrimos la decadencia que nos dejó aquel Imperio de los Austrias que vivía de las riquezas producidas en ultramar, mientras abandonaba los campos y el genio del habitante hispano. Todo lo bueno venía por barco o se iba en busca de alternativas por el mismo camino. El sistema consistía y puede volver a consistir, en legiones de parias a los que una minoría, que pone y quita Gobiernos, alimentan con migajas.

 

Comienza a plantarse la semilla del odio. No hay más que ver los debates parlamentarios. De las colas para un plato de comida en los comedores sociales, pasaremos a los tumultos callejeros en los que algunos preparan sus tácticas para conquistar el poder y la inmensa mayoría acude para gritar por hambre y desesperación, como una salida a la rabia y lo que les queda de dignidad. Ya advierto que perderán el miedo a las multas y toda suerte de represión, para enfrentarse con los servidores públicos, hasta que estos mismos, que son hijos del pueblo, formen cuerpo con la multitud y decidan asaltar el "palacio de invierno".

 

Lo hablamos entre libros y piezas antiguas, cuatro veteranos luchadores en un lugar desconocido para la inmensa mayoría de los mortales, Trabada. ¿Qué podemos esperar de la juventud?. Los han sabido amaestrar. Lo suyo son las máquinas y el corto recorrido. No saben ni sus derechos. Viven convencidos que son la generación mejor preparada. Se equivocan. Estar preparado es tener conciencia y espíritu crítico con fuerzas para luchar contra las injusticias y los viejos-nuevos caciques. Quedamos la generación que hizo la Transición. Pero, ¡qué casualidad!, la pandemia ha venido a por nosotros. Alguien nos ha visto como peligrosos. Somos independientes económicamente, pues no dependemos de un puesto de trabajo. Tenemos cultura por libros y experiencias vividas. Hemos luchado muchos lustros por los derechos, las libertades, la justicia social y la verdad. Estamos en la diana del clandestino Club Bildelberg que todavía dirigen los Rockefeller y el inmortal Kissinger. Llevan tiempo, que se sepa, muy preocupados con la pirámide poblacional...   

 

La Unión Europea. La América que manda en Occidente. La Rusia que busca la reconstrucción de sus repúblicas asociadas por las buenas o por el Pacto de Varsovia. La China con sus inmensidades poblacionales. Los refugios ignorados por los continentes de esos humanoides que juegan con el mando a distancia de los Gobiernos. Los que han decidido que la democracia ya no sirve. Los que se han propuesto equilibrar a la población mundial. ¿Quién se quedará con el mundo?. ¿Cómo quedará este mundo que construimos los del siglo XX una vez concluyan las variables que se producen cada nuevo siglo?

   

Por lo de pronto, Francia reclama que las industrias Renault y PSA regresen; otro tanto sucede con Nissan. Y es que aquella Europa-Unidad en la que íbamos a desarrollar un concepto progresista de ciudadanía era sólo un anuncio o un engaño que prestamistas usureros nos pusieron como zanahoria no azucarera. Sin embargo, hay quien sigue defendiendo que disponer de tantos kilómetros de costa es el mayor potencial de un país.    

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