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David Márquez
Miércoles, 20 de Mayo de 2020 Tiempo de lectura:

Declaración Universal de los Derechos del Individuo (extracto)

Derecho a no atender cualquier tipo de canal “informativo”, en el formato que sea, a desconocer la actualidad, lo que ocurre o se dice, despreciando, abiertamente y sin dar lugar a represalias, la mínima insinuación de obligatoriedad en cuanto a “estar al día” se refiere. Derecho a desconectar el teléfono móvil y demás cacharrería, a discriminar llamadas cuando permanezca encendido; es más, a no disponer de teléfono, en absoluto, ni de email, Facebook, Google. Derecho a desconocer el uso, la mecánica (cosa que nadie conoce) y la misma existencia de Internet: esto es: a no ir deprisa.

 

Derecho a caminar por la calle en cualquier dirección, sin explicaciones, a bañarse en el mar, a tomar el sol, a sentarse en la yerba, la arena o el cemento. Derecho a la privacidad: a no exponer qué hacemos, adónde vamos, por qué o qué planes desarrollaremos allí.

 

Derecho a ser infeliz, insano, enfermo, antipático y atípico. Derecho a no cuidarse lo más mínimo, a arruinarse la vida, a estrellarse una y otra vez como, por otro lado, la inmensa mayoría de la población lleva a efecto.

 

Derecho a ser un amargado, avinagrado, cabreado, egoísta. Derecho a no “abrir las puertas de casa”, de los historiales médicos, de los armarios. Derecho a no salir del armario ni compartir miserias, dolores, cánceres en las redes sociales o la pescadería. Derecho a la intimidad total.

 

Derecho a envenenarse, sabiéndolo. Por tanto, derecho a conocer exactamente lo que uno consume, a cualquier hora. Derecho a no vacunarse, a no protegerse, a tocar el suelo y revolcarse en la acera y lamer el semáforo y no lavarse las manos y fumar hojas de parra o eucalipto liadas con el papel mojado de todas las especulaciones sobre virus, amenazas y miedos en general. Derecho a pasar frío y calor y dolor y placer. En definitiva: a vivir.

 

El afortunado que disfruta del cien por cien de todos estos derechos puede y debe declararse “antisocial”. El “nuevo orden” y la “nueva normalidad” se alimentan de los derechos del individuo. Ahora ya entendéis cuánto valor tenían vuestros datos personales. Pero el antisocial no necesita conocer ese extremo. Seguro que no está leyendo ni este ni el más mínimo artículo. Bendito sea.

 

David Márquez amazon.com/author/damefuego

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