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Sábado, 23 de Mayo de 2020 Tiempo de lectura:

José Antonio Bielsa Arbiol: "Bergoglio no es católico; es algo, pero no católico"

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José Antonio Bielsa Arbiol, escritor, historiador del arte y graduado en Filosofía, acaba de publicar el libro El nimbo y la pluma, un libro que mira a los orígenes del cristianismo y que no solo contempla la patrística sino que también hace lo propio con la escolástica.

 

A su manera, viene a llenar un relativo vacío en los libros de su especie. En opinión del autor, “faltaba un título de iniciación a estas cuestiones, con una clara vocación didáctica y, lo que es más importante, destinado a ese amplio espectro de lectores cristianos que, sin saberlo, están cansados de las sempiternas distorsiones neomodernistas que silencian u ocultan a estos autores, tal vez porque resultan demasiado ‘antiguos’. Pues bien: con satisfacción podemos decir que aquí está ese libro. Y no sólo eso: El nimbo y la pluma inaugura la Colección San Agatón, siendo el primer título de ésta en la editorial Letras Inquietas.

 

¿Qué es la Edad de la Fe? ¿Qué periodo abarca?

 

El concepto “Edad de la Fe” fue popularizado por el filósofo Will Durant, autor de una monumental trilogía del mismo título que fue muy popular en los años 50, y que se integró en su obra magna Historia de la civilización.

 

Estamos hablando de casi un milenio de historia (una franja temporal equivalente a la abordada en El nimbo y la pluma), y que por convención va de la caída del Imperio romano de Occidente hasta el final de Bizancio. Ésa fue sin duda la “Edad de la Fe”, un milenio luminoso de la Historia en el que todo estaba ordenado hacia Dios Trino, en una cosmovisión profundamente cristocéntrica de la vida.

 

¿Bajo qué criterios has elaborado el listado de lo que defines como "los más prominentes héroes nimbados" de la Iglesia?

 

Para facilitar la selección, el primer criterio fue que cada autor escogido tuviera el título de Santo Doctor. De este modo nos aferramos a la tradición objetiva e infalible de la Iglesia. Esta limitación nos obligó a dejar fuera del libro a algunos nombres importantes, como San Cipriano de Cartago, o a capitales escritores eclesiásticos, como Tertuliano. Tras un largo análisis y cotejo, llegamos a la conclusión de que los autores indispensables a tratar debían ser San Atanasio de Alejandría, San Gregorio Nacianceno, San Basilio Magno, San Ambrosio de Milán, San Juan Crisóstomo, San Jerónimo de Estridón, San Agustín de Hipona, San Pedro Crisólogo y San León Magno, de la Edad Antigua; y San Gregorio Magno, San Isidoro de Sevilla, San Anselmo de Canterbury, San Buenaventura de Fidanza y Santo Tomás de Aquino, de la Edad Media. Advertimos en el prólogo que efectivamente son todos los que están, mas no están todos los que son.

 

Bajo tu punto de vista, ¿quiénes son los teólogos de lectura imprescindible para un católico?

 

Indudablemente Santo Tomás de Aquino, San Agustín de Hipona, San Juan Crisóstomo, San Atanasio, San Jerónimo y San Buenaventura, en este orden. Y luego el resto. A falta de tiempo, tenemos que seleccionar bien qué lecturas hay que anteponer, puesto que es prácticamente imposible leerlo todo.

 

Es importante no desdeñar las obras consideradas menores, incluso es preferible comenzar el estudio de cada autor por éstas, como primera toma de contacto; por ejemplo: mejor que entrar de lleno en la Suma Teológica de Santo Tomás (cuyo estudio nos puede llevar perfectamente varios años), nos resulte más provechoso empezar leyendo algunos de los tratados y opúsculos de éste, como El ente y la esencia.

 

El recorrido termina con Santo Tomás de Aquino. ¿Ha sido el Aquinate el último de los grandes doctrinarios de la Iglesia?

 

No ha sido el último, pero sí supone la culminación del viaje, en cuanto su obra constituye la más perfecta expresión sistemática de la síntesis católica. Poner punto y final en Santo Tomás es además una declaración de intenciones por nuestra parte, sin hacer concesiones a ese neomodernismo disolvente que hoy impera, el mismo que postula con suprema mentecatez la causa de la proclamación del arzobispo Óscar Romero o de Juan Pablo II como Doctores de la Iglesia.

 

Me pregunto si quienes tan alegremente promueven estas iniciativas han leído algo de estos autores y se han tomado la molestia de cotejar sus escritos con los textos de la Tradición… Cierto que tras el Aquinate vamos a encontrar a otras colosales figuras –y no precisamente del siglo XX– como San Roberto Belarmino o San Francisco de Sales, pero obviamente tienen algo crepuscular con respecto al autor de las Sumas.

 

¿Ha existido o existe en la historia contemporánea algún pensador católico que pueda estar al nivel de aquellos custodios?

 

No. La razón profunda de este hecho va aparejada al propio contexto de una Catolicidad en ruinas, atacada por todos los frentes y mal defendida desde dentro, cuando no infiltrada por sus peores enemigos. Sobre todo desde ese catastrófico Concilio Vaticano II, o “conciliábulo de apostasía” del decir de muchas notables cabezas, en cuanto hecho histórico parangonable a la satánica Revolución Francesa de 1789 (debidamente trasvasada en espíritu a la Iglesia Católica Romana).

 

Se puede afirmar que en estos últimos tres siglos de la era contemporánea, los grandes custodios del genuino pensamiento católico se han ido reduciendo estrepitosamente a una selecta y casi desconocida minoría de eruditos y ascetas. Incluso cuando hablamos de figuras tan alabadas como el P. Antonio Rosmini, comprendemos releyendo sus textos más controversiales que “lo católico” comienza a ser perturbado y/o erosionado por influencias anticatólicas. Y cito a Rosmini porque sorprendentemente fue beatificado en 2007 por Benedicto XVI. Su caso es paradigmático: por tradición se sabía que había diluido herejías en sus obras y que su filosofía no podía ser considerada “católica”; pues bien: esta figura tan dudosa va camino de ser “canonizada”. Y no, no puede considerarse –en justicia y bajo ningún concepto– lo que hemos definido como “un gran custodio católico” al tal Rosmini, sencillamente porque nunca lo fue.

 

En la época de Facebook, Twitter y YouTube, ¿se sigue desarrollando algún tipo de pensamiento católico consistente?

 

De la fe púber a la cátedra de teología, el genuino pensamiento católico se sigue desarrollando a diferentes grados y velocidades de conocimiento, pero de hacerlo hoy, lo hace en la sombra, cada día más ilocalizable, es decir recluido a las catacumbas del mundo intelectual y sin apenas visibilidad entre la feligresía que apostató casi sin saberlo. De hecho, hoy por hoy, la doctrina católica más o menos estable sólo puede encontrarse con ciertas garantías en los ámbitos tradicionalistas, ya que el Novus Ordo lo ha arrasado prácticamente todo.

 

Las estanterías de las librerías religiosas están plagadas de obras de corte "new age" y de apelaciones al "diálogo interreligioso"...

 

En cuanto a las llamadas librerías “católicas” de España, de las que he sido regular visitante durante mucho tiempo, seré categórico: han devenido efectivos instrumentos idóneos para acelerar el proceso de apostasía de los fieles, quienes de buena fe –y a falta de disponer de buenos libros “de los de antes”– acudirán a ellas, por lo general para comprar libros de moda que de “católicos” no tienen más que el nombre. Tomemos, como grotesco ejemplo, el libro Sobre el cielo y la tierra: Las opiniones del papa Francisco, coescrito en 2010 entre Bergoglio y el rabino Abraham Skorka (!); en la página 218, el futuro obispo de Roma dice esto: “Soy respetuoso de nuevas propuestas espirituales... Sobrevivir al paso del tiempo es la mejor prueba de la pureza espiritual”. Si estas ideas las difundiera un Osho, una Marcia Grad Powers o un Sai Baba, nadie se sorprendería en absoluto; incluso sería “interesante”. Ahora, pongámoslas en labios de un León XIII, un San Pío X o un San Agatón. ¿He de ser más explícito? Incluso el menos despierto de los católicos de a pie comprenderá que algo no marcha muy bien que digamos...

 

¿Ha leído el Papa Francisco a los catorce pensadores que recoges en tu libro?

 

No pondría la mano en el fuego. Si de verdad ha leído a alguno de estos autores, a juzgar por los errores y herejías que difunde, bien poca huella le han debido dejar. No se puede servir a Cristo y a Belial al mismo tiempo.

 

La formación teológica de Jorge Mario Bergoglio ha sido muy criticada desde los sectores más tradicionales de la Iglesia, particularmente desde la publicación de su encíclica Amoris laetitia. Las malas lenguas dicen que, cuando era Obispo, Bergoglio fue enviado a Alemania por los Jesuitas para estudiar un doctorado y volvió a Argentina sin él...

 

Desconozco qué clase de formación teológica católica puede tener alguien como Bergoglio, pero es evidentísimo que se remojó durante mucho tiempo en las aguas negras de la marxista Teología de la Liberación, sin contar los muchos residuos neomodernistas, sincretistas y new age que jalonan sus ilegibles textos, a cual más confundidor, verboso y hasta “excomulgable”, que diría Antonio Caponnetto en su último libro. ¿De qué extrañarse entonces? Quien pueda entender esto, que lo entienda. De lo que no me cabe ninguna duda es que Bergoglio no es católico; es algo, pero no católico.

 

Me gustaría terminar con una cita de San Atanasio, cuyas palabras, después de casi 1.700 años, resuenan rabiosamente actuales: “Es un hecho que ellos tienen los edificios, los templos; pero, en cambio, vosotros tenéis la fe apostólica. Ellos han podido quedarse con nuestros templos, pero están fuera de la verdadera fe”.

 

José Antonio Bielsa Arbiol: El nimbo y la pluma. Grandes custodios de la doctrina católica: de San Atanasio al Aquinate. Letras Inquietas (Abril de 2020)

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