Coronavirus, tercera edad y lumpen social
Ha saltado a la opinión publicada el dato de que el gasto de pensiones baja por primera vez en la historia por el coronavirus. Nada menos que en 38.508 prestaciones en el mes de abril, lo que equivale al mismo número de ancianos fallecidos, puesto que no parece que la causa sea el desistimiento de la pensión.
Desde un punto de vista estadístico podríamos obtener una estimación aproximada de los fallecidos mayores de 65 años por coronavirus restando de esa cifra el dato de bajas en las prestaciones por jubilación en el mismo periodo del año pasado. De esa forma, podríamos estimar la afectación real de la infección por coronavirus en las franjas de población mayores de 65 años, y ver los efectos letales que ha producido el dejar a las residencias a su aire, sin atención; o lo que es lo mismo, con discriminación intencionada a personas mayores; no cubriendo las necesidades sanitarias que hubieran requerido por razones de su edad y teniendo en cuenta su morbilidad.
Parece bastante evidente que ha existido una intencionalidad por parte de las autoridades sanitarias en relegar a los ancianos en las atenciones de UCI y de emergencia, llegando a la situación aparente de desasistir a personas dependientes atendidas en residencias de la tercera edad; lo cual, si se demuestra, constituye un delito de lesa humanidad y correspondería aplicar las medidas judiciales correspondientes a quien así haya procedido en el uso de sus responsabilidades políticas o administrativas. Sería de justicia llevar a los tribunales a los que de forma prevaricadora así hayan actuado en el caso de probarse dolo o intencionalidad, o, cuando menos negligencia temeraria con efecto de homicidio.
Lo cierto es que el Consejo de Europa ha advertido del hecho de un crecimiento exponencial de discursos de odio en las redes contra las personas mayores. En las redes sociales crecen las frases de esta naturaleza: “No notamos la diferencia. Las personas mayores mueren todos los días, uno más, uno menos”; “Dejen meter el virus en las residencias de mayores. Así no habrá reforma de las pensiones. Este solo mata a los viejos”, según denuncia la Comisaría Europea de Derechos Humanos.
Si nos fijamos bien en lo que puede haber en la cabeza de estas gentes gerontocidas, observamos un profundo individualismo y desprecio a las personas mayores.
Lo que no acabo de entender es que unas redes sociales determinadas cuyos negocios giran en torno a millones de cibernautas admitan este tipo de mensajes, que denotan que vuelven tiempos de miseria moral y desierto axiológico, hasta el plano más diabólico y barriobajero de los últimos siglos, muy comparable a las etapas del genocidio nazi o de las purgas soviéticas o maoístas. Con una connotación aún más peligrosa y alarmante, que es que se trata de liquidar toda una generación de personas que en su mayor parte ha sacado adelante a este estercolero humano.
Los que hemos superado la sesentena hemos cuidado de nuestros abuelos, de nuestros padres enfermos, de nuestros tíos y hermanos cuando se encontraban desasistidos; y ahora, en una gran parte, de nuestros nietos.
Hemos atravesado épocas de escasez, de cartillas de racionamiento, y sacado a nuestros respectivos países adelante con trabajos de seis días a la semana y más de cuarenta y cinco horas de lunes a sábado inclusive. Hemos vivido en la austeridad. Hemos acumulado bienes y ahorros con sacrificio de forma estoica para nutrir la herencia de nuestros sucesores y que reciban un patrimonio mejorado con respecto al acumulado por nuestros ancestros con sudor y lágrimas, y a veces tras derramar sangre por guerras incívicas.
Hemos logrado llevar al país desde dictaduras a democracias mediante la reconciliación, dejando el rencor en el olvido, porque con resabio no se logra ni mejorar las sociedades ni ser felices.
Y ahora, unos maleducados, resentidos, a los que no se les ha exigido el más mínimo esfuerzo ni aumentado su autoestima mediante éxitos mediatos logrados con tesón y sacrificio desprecian ese capital labrado con sudor. Porque no conocen la satisfacción de llegar a metas de desarrollo personal dejando horas de sueño para lograr estudios que no nos pudieron dar nuestros padres. Compatibilizando trabajo y estudio.
Esos ninis malcriados, cuyos cerebros han sido lavados con lejía para que no les llegue ni un rescoldo del legado antropológico de sus antepasados, inseminando en sus neuronas ideas basadas en la destrucción de todo lo que viene de atrás, con moldes culturales artificiales para que sean clones de unas conspiraciones satánicas, solo conocen el hedonismo basado en el mecanismo pauloviano de estímulo-respuesta, de naturaleza sensorial. Un mecanismo de envilecimiento humano que busca destruir a una parte de la población que consume recursos económicos pues para eso ha trabajado durante tres cuartas partes de su existencia y contribuido a la economía de su colectividad. Los que han pagado en sus cotizaciones sociales un capital que supera lo recibido en sus pagas de pensión, en muchos casos.
Esos ninis, verdadero lumpen social, que no son capaces de hacer ni un esfuerzo de aproximación a la idea antropológica de la existencia humana y del sentido de sus vidas, quieren quitar de en medio a cientos de personas cuyo único requerimiento que exigen es una atención mínima a sus necesidades, alimento, cobijo y asistencia médica, y, si es posible, un poco de afecto y calor humano. Esos mismos son los que hacen llamamientos en contra de nuestra civilización cristiana y a favor de culturas foráneas a las que quieren engordar su presencia.
La pregunta es, amable lector, con qué partido político asocian ustedes esta actitud, y quiénes están al cargo de las políticas sociales de la tercera edad. E igual obtienen la respuesta a esto que expongo.
Ha saltado a la opinión publicada el dato de que el gasto de pensiones baja por primera vez en la historia por el coronavirus. Nada menos que en 38.508 prestaciones en el mes de abril, lo que equivale al mismo número de ancianos fallecidos, puesto que no parece que la causa sea el desistimiento de la pensión.
Desde un punto de vista estadístico podríamos obtener una estimación aproximada de los fallecidos mayores de 65 años por coronavirus restando de esa cifra el dato de bajas en las prestaciones por jubilación en el mismo periodo del año pasado. De esa forma, podríamos estimar la afectación real de la infección por coronavirus en las franjas de población mayores de 65 años, y ver los efectos letales que ha producido el dejar a las residencias a su aire, sin atención; o lo que es lo mismo, con discriminación intencionada a personas mayores; no cubriendo las necesidades sanitarias que hubieran requerido por razones de su edad y teniendo en cuenta su morbilidad.
Parece bastante evidente que ha existido una intencionalidad por parte de las autoridades sanitarias en relegar a los ancianos en las atenciones de UCI y de emergencia, llegando a la situación aparente de desasistir a personas dependientes atendidas en residencias de la tercera edad; lo cual, si se demuestra, constituye un delito de lesa humanidad y correspondería aplicar las medidas judiciales correspondientes a quien así haya procedido en el uso de sus responsabilidades políticas o administrativas. Sería de justicia llevar a los tribunales a los que de forma prevaricadora así hayan actuado en el caso de probarse dolo o intencionalidad, o, cuando menos negligencia temeraria con efecto de homicidio.
Lo cierto es que el Consejo de Europa ha advertido del hecho de un crecimiento exponencial de discursos de odio en las redes contra las personas mayores. En las redes sociales crecen las frases de esta naturaleza: “No notamos la diferencia. Las personas mayores mueren todos los días, uno más, uno menos”; “Dejen meter el virus en las residencias de mayores. Así no habrá reforma de las pensiones. Este solo mata a los viejos”, según denuncia la Comisaría Europea de Derechos Humanos.
Si nos fijamos bien en lo que puede haber en la cabeza de estas gentes gerontocidas, observamos un profundo individualismo y desprecio a las personas mayores.
Lo que no acabo de entender es que unas redes sociales determinadas cuyos negocios giran en torno a millones de cibernautas admitan este tipo de mensajes, que denotan que vuelven tiempos de miseria moral y desierto axiológico, hasta el plano más diabólico y barriobajero de los últimos siglos, muy comparable a las etapas del genocidio nazi o de las purgas soviéticas o maoístas. Con una connotación aún más peligrosa y alarmante, que es que se trata de liquidar toda una generación de personas que en su mayor parte ha sacado adelante a este estercolero humano.
Los que hemos superado la sesentena hemos cuidado de nuestros abuelos, de nuestros padres enfermos, de nuestros tíos y hermanos cuando se encontraban desasistidos; y ahora, en una gran parte, de nuestros nietos.
Hemos atravesado épocas de escasez, de cartillas de racionamiento, y sacado a nuestros respectivos países adelante con trabajos de seis días a la semana y más de cuarenta y cinco horas de lunes a sábado inclusive. Hemos vivido en la austeridad. Hemos acumulado bienes y ahorros con sacrificio de forma estoica para nutrir la herencia de nuestros sucesores y que reciban un patrimonio mejorado con respecto al acumulado por nuestros ancestros con sudor y lágrimas, y a veces tras derramar sangre por guerras incívicas.
Hemos logrado llevar al país desde dictaduras a democracias mediante la reconciliación, dejando el rencor en el olvido, porque con resabio no se logra ni mejorar las sociedades ni ser felices.
Y ahora, unos maleducados, resentidos, a los que no se les ha exigido el más mínimo esfuerzo ni aumentado su autoestima mediante éxitos mediatos logrados con tesón y sacrificio desprecian ese capital labrado con sudor. Porque no conocen la satisfacción de llegar a metas de desarrollo personal dejando horas de sueño para lograr estudios que no nos pudieron dar nuestros padres. Compatibilizando trabajo y estudio.
Esos ninis malcriados, cuyos cerebros han sido lavados con lejía para que no les llegue ni un rescoldo del legado antropológico de sus antepasados, inseminando en sus neuronas ideas basadas en la destrucción de todo lo que viene de atrás, con moldes culturales artificiales para que sean clones de unas conspiraciones satánicas, solo conocen el hedonismo basado en el mecanismo pauloviano de estímulo-respuesta, de naturaleza sensorial. Un mecanismo de envilecimiento humano que busca destruir a una parte de la población que consume recursos económicos pues para eso ha trabajado durante tres cuartas partes de su existencia y contribuido a la economía de su colectividad. Los que han pagado en sus cotizaciones sociales un capital que supera lo recibido en sus pagas de pensión, en muchos casos.
Esos ninis, verdadero lumpen social, que no son capaces de hacer ni un esfuerzo de aproximación a la idea antropológica de la existencia humana y del sentido de sus vidas, quieren quitar de en medio a cientos de personas cuyo único requerimiento que exigen es una atención mínima a sus necesidades, alimento, cobijo y asistencia médica, y, si es posible, un poco de afecto y calor humano. Esos mismos son los que hacen llamamientos en contra de nuestra civilización cristiana y a favor de culturas foráneas a las que quieren engordar su presencia.
La pregunta es, amable lector, con qué partido político asocian ustedes esta actitud, y quiénes están al cargo de las políticas sociales de la tercera edad. E igual obtienen la respuesta a esto que expongo.