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Sábado, 06 de Junio de 2020 Tiempo de lectura:

Necesidad de una moción de censura

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Aunque la fiebre ya había desaparecido, el despertar nunca había sido tan duro. A las brumas de mi espíritu, se añadieron las penumbras del lugar. Pasaron unos minutos, una hora y, de repente, imágenes de recuerdos enterrados, se abrieron paso en mi cerebro y se acumularon, dando formas al pensamiento, formas que no tardaron en convertirse en una dolorosa lucidez, pronto transmutada en un angustioso sentimiento de culpabilidad.

 

Sin comprender ni el cómo ni el porqué, sin saber qué droga me habían inyectado, constaté dolorido que en mi zombi deambular había disfrutado cuatro meses de mentiras, reprimido a voces disidentes y ensalzado la incoherencia de nuestros dirigentes, pero también recordé que había vivido muchos días de impotencia y por ella, había silenciado el eco de un país que se suicida, bajo el yugo de una rosa envenenada. Y me pregunté:

 

¿Qué se puede hacer para frenar este cáncer de dolor culpable?

 

Para sobreponerme y reactivarme, conecté la prensa que anunciaba el lema de la protesta general con un fuerte ruido de cacerolas, escuchando claramente "Gobierno dimisión”; en otra cadena, otro programa explicaba las constantes mentiras del Ejecutivo, y otro más, informaba que las medidas del Gobierno, que se había anticipado a la crisis, nos permitían hoy dormir tranquilos, sabiendo que de esta crisis saldríamos más fuertes.

 

El cuarto programa hablaba de los continuos engaños cometidos por este Gobierno: los encapuchados de la Embajada de México en Bolivia; lo de Bildu en Navarra; lo de Ábalos y las cajas de Delsy en el aeropuerto de Barajas; las mentiras de Sánchez en la campaña; lo de su tesis; lo de las niñas prostituidas en Mallorca; lo del uso de prostíbulos con dinero oficial y falsas facturas; lo de los cursos de formación en Andalucía; lo de la sentencia de los ERE; lo de la firma con EH-Bildu para derogar la totalidad de la reforma laboral; lo de las compras fraudulentas, con facturas infladas, de mascarillas inútiles para la protección de los trabajadores de salud, de los cuales, muchos han enfermado e incluso han muerto por ello; lo de la compra mediante intermediarios de "amiguetes", de test inútiles de detección del coronavirus a empresas sin homologar pero pagando cantidades astronómicas, pero sin poder ser fiscalizados por los auditores de Hacienda, ya que aprovecharon el Estado de Alarma para lucrarse de forma indigna; lo de los 9.000 millones de euros desaparecidos, según el Tribunal de Cuentas, en la gestión 2018 del Gobierno; lo del control y censura en las redes sociales, lo del arresto domiciliario de toda España, lo de la discriminación de los ancianos en el acceso a la Sanidad o lo de la injerencia del Ejecutivo en un procedimiento judicial (asunto Cobos-Marlaska), rompiendo la separación de poderes o, lo que es lo mismo, rompiendo el normal funcionamiento democrático de un Estado de Derecho.

 

Entonces recordé con dolor cuales habían sido las consecuencias de todo esto para los miembros de este Gobierno: ninguna.

 

No ha habido ni una sola consecuencia legal para ninguno de los miembros del Gobierno, así como tampoco ha habido ceses o dimisiones. Aparentemente, todo seguía igual y daba la sensación de que nada se podía hacer pues disfrutaban de una total impunidad.

 

Frustrado, apagué el PC y me puse a reflexionar sobre esta situación de abandono de todo principio moral del actual Ejecutivo, así como de su impunidad aparente o de la incapacidad de nuestro sistema legal-institucional para frenar sus desmanes. La pregunta que sin cese me llegaba, empujada por mis miedos orwelianos, era:

 

¿Qué estrategia aplicar para eliminar esta gangrena social y política?

 

Todos hemos visto y comprobado la ineficacia de las protestas, de las manifestaciones y de las demandas de dimisión, tanto como las sesiones de control parlamentario; por lo tanto, si estos métodos no funcionan, habrá que pensar en otros métodos, en otras formas. Quizás llegó la hora de un cambio de estrategia.

 

¿Qué estrategia adoptar?

 

Creo que es urgente, y necesaria, la aplicación de una moción de censura al actual gobierno, como parte principal de la nueva estrategia, según el procedimiento establecido en el artículo 113 de la Constitución española de 1978.

 

Esta moción debe realizarse, y para ello, exige un acuerdo urgente entre los partidos de la oposición, aun a sabiendas de que probablemente no se alcancen los votos suficientes para ganarla.

 

¿Por qué, entonces, presentar la moción de censura si no se puede ganar?

 

Existen varias razones estratégicas que justifican el esfuerzo político de una moción de censura.

 

El primero de los motivos es bastante evidente. Hasta ahora, ninguna otra estrategia ha dado resultado, la impunidad de sus felonías es la prueba, y por lo tanto, mantenerse en la inacción es lo mismo que acelerar nuestra caída, ergo, nada se opone a la realización de una moción de censura.

 

El segundo de los motivos no es tan evidente, pues el objetivo es crear una situación que fuerce una negociación sin salida para el Ejecutivo, ¿en qué sentido? Al encontrarse entre la espada y la pared, el Ejecutivo se verá obligado a tomar decisiones que estarán sometidas a una alta probabilidad de error legal y/o constitucional. ¿Por qué hacerlo? Por una simple razón: debido a la acción combinada de la oposición en la realización de la moción de censura, la cabeza del Gobierno, para mantenerse en la poltrona, tendrá que buscar apoyos y no tendrá más remedio que pactar de nuevo con sus separatistas bisagra, y éstos, siendo coherentes con sus postulados, exigirán lo imposible para ofrecerle la ayuda que le permita mantenerse en el poder, lo que, probablemente, le hará ceder y, por lo tanto, tomar medidas de dudosa o nula legalidad. ¿Dónde está el beneficio de esta estrategia? - me dirán algunos -. Pues, precisamente, para los que jueguen al ajedrez, es evidente que esa es la jugada a realizar, pues piensen que cuando se está acosado por el uso y abuso de múltiples mentiras, es mucho más fácil cometer el error de aceptar y conceder lo imposible con tal de conservar el mando. Por lo tanto, de cumplirse la cesión ante las exigencias de los separatistas bisagra, por las prisas, la presión y lo desmesurado de sus demandas, habrá filtraciones, errores y traiciones que una vez analizados, permitirán preparar una acción judicial adecuada para que ésta sea conocida por los electores y pueda costarle legalmente el puesto a todos los miembros del Gobierno (cada día que se pierda, sin hacer nada, es un elector más que el Gobierno recluta) y además, como castigo, la cesación judicial es menos honrosa que una dimisión.

 

En definitiva, o esto se comprende y se aplica, o en breve tendremos que aceptarlo absolutamente todo porque, no nos engañemos, en este Gobierno nadie va a dimitir, pues para dimitir, hay que tener dignidad, y eso no entra en su registro de conceptos.

 

Por último, respecto a la moción de censura, hay un  tercer motivo de interés, y este es fundamentalmente de orden político, pues con la moción de censura se abre la posibilidad de generar un impacto comunicativo positivo, preludio de la próxima campaña electoral, y además con un reducido coste, pues durante una moción de censura se produce un gran debate televisado, lo que permite transmitir de manera estructurada y no obstante empática, los elementos clave del disfuncionamiento antidemocrático y ruinoso del actual Gobierno, y por otro lado, también permite medir el impacto de dicha comunicación ante los españoles, para que sepan con detalle de todas las artimañas, engaños y traiciones efectuadas por el actual Gobierno, y también con el fin de crear expectativas reales de cambio, que faciliten la próxima campaña electoral.

 

Recordemos que Felipe González (PSOE) intentó una moción contra Adolfo Suarez (UCD) en 1980. Esta moción fue rechazada, pero preparó la campaña del 82, que ganó el PSOE. Asimismo, en 2017, Podemos, inició una moción contra Rajoy, que fue rechazada, pero permitió afinar los argumentos para que la moción de 2018, de Sánchez contra Rajoy, tuviese éxito y en esa ocasión fue ganada.

 

La situación actual, exige – aunque solo sea circunstancialmente - una acción programada de los dos principales partidos de la oposición, donde el primer paso es que aprendan a jugar al ajedrez; el segundo, realizar la moción; y el tercero, una vez condenados por el juez, meter al actual Gobierno entre rejas.

 

 

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