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Pablo Mosquera
Domingo, 07 de Junio de 2020 Tiempo de lectura:

La mentira al servicio del Estado

Ahora lo entiendo. El concepto de política ha evolucionado en el tiempo. Fue arte o ciencia para gobernar. Llegó a ser el arte de hacer posible lo imposible. Para Emilio Romero, una pieza mitad teatral, mitad basura. Pero hoy, con estos dirigentes y en medio de la pandemia, vivimos la política como el arte de mentir. Conviene hacerlo con un lenguaje corporal de actor, unas veces trágico, otras solemne, otras con un ejercicio de autocomplacencia, donde el mentiroso desprecia la inteligencia del respetable, algo precedido según aquella máxima que explica cómo el fin justifica los medios. Y el fin es muy concreto. Mandar. Lástima que el gran Marañón que le dedicó una obra al Conde Duque de Olivares, no se la pueda dedicar a Pedro Sánchez, máxime cuando está creando escuela. Y es que a falta de grandes dialécticos, la política está preñada de grandes embusteros/as.

 

Ya nadie recuerda lo que dijo Gandhi. "Más vale ser vencido diciendo la verdad, que triunfar por la mentira". Hoy es diferente. Nadie puede ser dirigente si no sabe mentir. Casi me atrevería a señalar que para gestionar y que los afectados sigan al dirigente, su poder de convicción es directamente proporcional a su buena disposición para mentir sin inmutarse.

 

En el mismo país dónde la mentira se ha instalado entre los poderes públicos, hay una vieja institución que orgullosamente mantiene como divisa el honor. Por tal se comportan y transmiten entre generaciones esa forma de estar en el mundo. Son como aquellos caballeros de Camelot que hacían más francos los caminos liberándolos de truhanes y malandrines o actuaban en aumento de la justicia contra malhechores. Me estoy refiriendo a la Guardia Civil, ese benemérito instituto fundado por el Duque de Ahumada.

 

Algunos son muy desagradecidos. Olvidan su estancia en el País Vasco. No sólo el servicio impagable de la Benemérita. Olvidan cómo sus agentes guardaron su vida. Deberían por lo menos saber que la trayectoria de los agentes y oficiales del cuerpo son guardianes del orden y la ley, por tanto indisponibles para manipulaciones de informes o filtraciones por "obediencia indebida", cuando actúan como policía judicial a requerimiento del poder que representa una juez, a la que debe la Guardia Civil entregar los informes requeridos, aun cuando de ellos puedan desprenderse graves responsabilidades para personas ligadas al poder ejecutivo, que en este caso además, tuvo consecuencias muy graves en muertos y contagiados por un virus del que había informes científicos que se ocultaron por razones de estrategia política al servicio de una causa que han logrado desprestigiar, me refiero al feminismo...

 

Mal asunto. Intentar someter a un miembro de la Benemérita, con una hoja de servicios que ya quisieran para sí muchos de esos mandarines sin escrúpulos a los que las circunstancias han colocado en las más altas jerarquías de nuestro país. 

       

Hacer de la mentira un instrumento para manipular. Pero han de ir mucho más lejos. Cuando vengan mal dadas por responsabilidad civil y penal derivadas por demandas de ciudadanos y colectivos sanitarios, echaran las culpas a las administraciones autonómicas. La falta de medios para la obligatoria protección laboral en los hospitales con resultado de 50.000 trabajadores afectados, habrá que dilucidar a quién corresponde ser sujeto para la justicia. Aunque en esta huida hacia delante, tratarán de callar a los jueces, mediante ceses con embustes y presiones, tal como se ha visto en determinados casos.

 

Al menos en los mismos días y para cualquier observador se pone en franca discordia el discurso miserable del Ministro de Justicia y el discurso claro y digno de la Ministra de Defensa, ambos de la carrera judicial. Y en el medio, una Directora General de un cuerpo cargado de prestigio ganado a pie de obra, sin mediar despachos, pelotas, quejas, movimientos sindicalistas propios de un Estado que compra voluntades. Y la tal Directora, en poco tiempo, ha mostrado su ignorancia y su falta de respeto. Como me dijeron el día que me impusieron la insignia de la Guardia Civil: "Llévala con honor y recuerda que el honor, si se pierde, nunca se recupera". Esta dama ha cometido tres errores gravísimos. Ha instado a un Coronel para que se saltara las órdenes de la autoridad judicial -hija del Cuerpo- . Ha hecho de "corre ve y dile" de un ministro saltimbanqui entre partidos políticos -primero con el PP y ahora con el PSOE-. Ha cesado a un caballero que viste con honor, prestigio y brillante hoja de servicios, el uniforme de la Benemérita -no sabe con quién está tratando-.

 

Me temo que el juez con aspiraciones más allá de su valía profesional, intentará no sólo cesar la cadena de mando leal al compañerismo y a la propia lealtad interna; cometerá su último error. No sólo buscará algún indigno con aspiraciones, que entre más de ochenta mil agentes, tiene que haberlo para ser la excepción que confirma la regla. Es que intentará desprestigiar al Coronel y sus compañeros. Es que intentará lo que alguno ya intentó, desmilitarizar al Instituto Armado. Si lo pone en marcha, seremos muchos los que haremos lo preciso para impedirlo. Y es que la gratitud a la Guardia Civil, lo que nos han enseñado en sus salas de oficiales, o en sus actos castrenses, lo llevamos en el ADN.

 

La mentira y el honor son incompatibles. Han acontecido demasiados hechos que los quieren ocultar, y para tal menester usan la mentira. Desde finales del pasado 2019 sabían que comenzaba a extenderse la infección del coronavirus. Pero entre la salud y la propaganda política, fueron tan atrevidos o tan ignorantes, que optaron por lo segundo, y así convirtieron a Madrid en el epicentro del problema. Pero en vez de dar marcha atrás, siguieron en "mantenerla y no enmendarla". Haciendo arma arrojadiza con el Gobierno de la comunidad para ver quién cargaba con la morbilidad y la mortalidad, mientras la todavía ¿Ministra de Igualdad?, sacaba a sus mesnadas por las calles en una demostración más propia de arrogante ignorancia y que tantos infectados ha dejado por tierras y gentes de España. Ojalá la justicia sea capaz de vencer las dificultades que le pone este indigno Ejecutivo, para que se llegue a la verdad y se castigue a los culpables. Lo debemos a la democracia. Lo debemos a las víctimas. Lo debemos al aprendizaje para cuando se produzca la segunda oleada de la pandemia.

 

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