Plantar un voto
La campaña política de las elecciones europeas ha sido tan auténtica como el proyecto “científico” de caza de ballenas de Japón, la cuales son “investigadas a muerte” como denunciaba desde una lancha neumática una pancarta de activistas de Greenpace mientras eran embestidos por un gigantesco buque ballenero japonés.
Yo no sé si es que nos consideran idiotas o es que realmente lo somos y nos dan lo que nos merecemos. Para empezar, el debate ha sido religioso, en un mundo que necesita soluciones científicas urgentes. Un debate, si es que puede llamarse así a una discusión de taberna, en el que la falsa religión económica ha centrado toda la atención. Por si fuera poca la falsedad de esta religión, que no explica nada de lo que sucede en el mundo y en nuestras vidas porque está construida sobre mentiras disfrazadas de verdades pseudocientíficas (desarrollo, crecimiento, inflación, empleo, valor del dinero, inversiones, riesgo, etc.), encima sus sacerdotes nos deleitan con sermones tan interesantes para nosotros como los que versan sobre el purgatorio o la salvación de los neonatos no bautizados.
Nuestros políticos se comportan como una pareja de progenitores que discuten sobre la custodia de los hijos echándose en cara lo mal que lo hace la otra parte. Como jueces deberíamos quitarles la custodia de lo público a ambos y ponerla en otras manos.
Una de las muchas reflexiones de la entrevista que Jordi Évole realizó a Pepe Mújica, Presidente de Uruguay, fue sobre la vacuidad del discurso político europeo. Unos políticos que siguen con esquemas del siglo XIX pero que se enfrentan a retos del siglo XXI. Unos desafíos globales que necesitan pensar en la humanidad, en el largo plazo, y no tanto en el votante del distrito electoral, en intereses regionales y en los cuatro años de mandato.
Mújica apuntó hacia dos retos concretos: la distribución de la riqueza y el medio ambiente.
“Los pobres de África, no son de África, son de nuestra humanidad... Tenemos que empezar a pensar como especie. Aplaudimos la integración financiera, aplaudimos las comunicaciones globales; ¿Y qué pasa con la política? ¿Quién se va a hacer cargo de ese continente de basura plástica, más grande que Europa, que se está formando en el Pacífico? ¿Y cómo vamos a enfrentarnos al derretimiento de los polos?”.
Habiendo sufrido como nunca una campaña que sólo puede calificarse de esperpéntica, aburrida, mediocre y sin ideas, constatamos que no sólo tenemos políticos que no se enteran del siglo en el que viven ni de la sociedad que tienen detrás, sino que son mucho peores que los de siglos pasados. Ya no incumplen sus programas porque ni siquiera tienen programa.
Cambio, economía, reformas, empleo, recortes, austeridad, machismo, libertades, progreso, crecimiento y Europa. Tomen estas palabras y pónganlas en una licuadora para obtener el discurso de cualquier aspirante. ¿Alguien puede recordar un par de propuestas concretas que tengan alguna credibilidad? No recuerdo que se hablara de inmigración ni de medio ambiente, dos de los grandes retos globales a los que se enfrenta Europa. Tampoco de diversidad cultural, de racismo, del aumento vertiginoso de la extrema derecha y del euro-escepticismo. ¿Se habló de frenar los abusos de la banca? ¿Se habló de acabar con los paraísos fiscales? ¿Se habló de desarme? ¿Se habló de Ucrania o de Siria? ¿Y de las relaciones de Europa con Rusia, China, y el mundo árabe? ¿Se habló del problema energético y de las energías renovables como alternativa? ¿Se habló de la integración de Turquía o es algo que ya ha quedado descartado?
Escribo estas líneas el día que nos conceden para reflexionar. No sé si lo que tenemos que meditar es si debemos o no ir a votar, más que el sentido del voto, que parece dar lo mismo, vista la oferta y visto como funciona el sistema político.
Quizás debamos plantar un voto, escribir un manifiesto y adoptar un niño o un animal abandonado. Nuestro manifiesto debe ser breve: “salvemos el mundo y salvemos la humanidad... de las manos de esta panda de hipócritas”.
Ese será el abono para nuestro voto plantado. Lo podemos plantar en la desobediencia civil o en la protesta cívica; en la defensa ciudadana de la solidaridad; en la concienciación ambiental, en la defensa de todos los seres vivos de este planeta, de la biodiversidad, del clima, de los recursos naturales y de la economía justa al servicio de lo público; en la protección de la diversidad social, de la justicia, de las libertades y de la paz.
No lo van a hacer ellos por nosotros. Así que escribid en vuestro voto cuáles son vuestras prioridades y después plantad el voto en un descampado, en el monte o en una playa. Después, empezad a gobernaros a vosotros mismos sin esperar que nadie en la estructura política actual os ayude en vuestros objetivos.
La campaña política de las elecciones europeas ha sido tan auténtica como el proyecto “científico” de caza de ballenas de Japón, la cuales son “investigadas a muerte” como denunciaba desde una lancha neumática una pancarta de activistas de Greenpace mientras eran embestidos por un gigantesco buque ballenero japonés.
Yo no sé si es que nos consideran idiotas o es que realmente lo somos y nos dan lo que nos merecemos. Para empezar, el debate ha sido religioso, en un mundo que necesita soluciones científicas urgentes. Un debate, si es que puede llamarse así a una discusión de taberna, en el que la falsa religión económica ha centrado toda la atención. Por si fuera poca la falsedad de esta religión, que no explica nada de lo que sucede en el mundo y en nuestras vidas porque está construida sobre mentiras disfrazadas de verdades pseudocientíficas (desarrollo, crecimiento, inflación, empleo, valor del dinero, inversiones, riesgo, etc.), encima sus sacerdotes nos deleitan con sermones tan interesantes para nosotros como los que versan sobre el purgatorio o la salvación de los neonatos no bautizados.
Nuestros políticos se comportan como una pareja de progenitores que discuten sobre la custodia de los hijos echándose en cara lo mal que lo hace la otra parte. Como jueces deberíamos quitarles la custodia de lo público a ambos y ponerla en otras manos.
Una de las muchas reflexiones de la entrevista que Jordi Évole realizó a Pepe Mújica, Presidente de Uruguay, fue sobre la vacuidad del discurso político europeo. Unos políticos que siguen con esquemas del siglo XIX pero que se enfrentan a retos del siglo XXI. Unos desafíos globales que necesitan pensar en la humanidad, en el largo plazo, y no tanto en el votante del distrito electoral, en intereses regionales y en los cuatro años de mandato.
Mújica apuntó hacia dos retos concretos: la distribución de la riqueza y el medio ambiente.
“Los pobres de África, no son de África, son de nuestra humanidad... Tenemos que empezar a pensar como especie. Aplaudimos la integración financiera, aplaudimos las comunicaciones globales; ¿Y qué pasa con la política? ¿Quién se va a hacer cargo de ese continente de basura plástica, más grande que Europa, que se está formando en el Pacífico? ¿Y cómo vamos a enfrentarnos al derretimiento de los polos?”.
Habiendo sufrido como nunca una campaña que sólo puede calificarse de esperpéntica, aburrida, mediocre y sin ideas, constatamos que no sólo tenemos políticos que no se enteran del siglo en el que viven ni de la sociedad que tienen detrás, sino que son mucho peores que los de siglos pasados. Ya no incumplen sus programas porque ni siquiera tienen programa.
Cambio, economía, reformas, empleo, recortes, austeridad, machismo, libertades, progreso, crecimiento y Europa. Tomen estas palabras y pónganlas en una licuadora para obtener el discurso de cualquier aspirante. ¿Alguien puede recordar un par de propuestas concretas que tengan alguna credibilidad? No recuerdo que se hablara de inmigración ni de medio ambiente, dos de los grandes retos globales a los que se enfrenta Europa. Tampoco de diversidad cultural, de racismo, del aumento vertiginoso de la extrema derecha y del euro-escepticismo. ¿Se habló de frenar los abusos de la banca? ¿Se habló de acabar con los paraísos fiscales? ¿Se habló de desarme? ¿Se habló de Ucrania o de Siria? ¿Y de las relaciones de Europa con Rusia, China, y el mundo árabe? ¿Se habló del problema energético y de las energías renovables como alternativa? ¿Se habló de la integración de Turquía o es algo que ya ha quedado descartado?
Escribo estas líneas el día que nos conceden para reflexionar. No sé si lo que tenemos que meditar es si debemos o no ir a votar, más que el sentido del voto, que parece dar lo mismo, vista la oferta y visto como funciona el sistema político.
Quizás debamos plantar un voto, escribir un manifiesto y adoptar un niño o un animal abandonado. Nuestro manifiesto debe ser breve: “salvemos el mundo y salvemos la humanidad... de las manos de esta panda de hipócritas”.
Ese será el abono para nuestro voto plantado. Lo podemos plantar en la desobediencia civil o en la protesta cívica; en la defensa ciudadana de la solidaridad; en la concienciación ambiental, en la defensa de todos los seres vivos de este planeta, de la biodiversidad, del clima, de los recursos naturales y de la economía justa al servicio de lo público; en la protección de la diversidad social, de la justicia, de las libertades y de la paz.
No lo van a hacer ellos por nosotros. Así que escribid en vuestro voto cuáles son vuestras prioridades y después plantad el voto en un descampado, en el monte o en una playa. Después, empezad a gobernaros a vosotros mismos sin esperar que nadie en la estructura política actual os ayude en vuestros objetivos.