Carta abierta a María Jauregi
He leído su extenso artículo "Carta a aita" publicado en El Diario Vasco el pasado miércoles 29.
Vd. y quien suscribe estas reflexiones tenemos un nexo, ya que a ambos ETA asesinó a nuestro padre. El suyo era euskaltzale, el mío también, aunque solo lo chapurreaba, pero en misa lo cantaba muy bien, no puede ni imaginarse la gran cantidad de amigos baserritarras que tenía y lo feliz que se encontraba entre ellos. Su aita defendió los derechos humanos, mi padre respetaba a todos. Su aita, mi padre también, era una persona cercana, receptiva, a quien le gustaba, y mucho, conversar, ayudar de muchas maneras y multitud de hechos lo corroboran. Su aita había sido un alto cargo político mientras que mi padre fue durante un período de su vida un humilde guardia civil que llevó con honor y orgullo el uniforme y a quien agradezco todo lo que me enseñó e inculcó y jamás me he salido un ápice de sus valores, que son los míos: honor, lealtad, tesón, humildad, entrega, fidelidad y un largo etc. No puede ni imaginarse lo orgulloso que me siento de él, de todo lo que hizo en su vida y del listón tan alto que me dejó, muy difícil de superar. Su aita se llamaba Juan Mari, mi padre Alejandro.
Me sorprende muy mucho su ingenuidad al desgranar unas cuantas actuaciones de su aita de lo que se desprende que debería haber estado fuera del punto de mira de los etarras debido a sus digamos "méritos" (Galindo, Lasa, Zabala, abusos, torturas, discursos en euskera, etc.). ¿Acaso cree que esas actuaciones le iban a librar de ser condenado a muerte y ejecutado? ¿Tan poco conoce a estas alturas cuáles eran los planes y anhelos de ETA?. Ya ve, lo mataron los etarras y no el "propio Galindo".
Como puede imaginarse, yo sé a la perfección lo que sintió al enterarse del asesinato de su aita, de sus sollozos, sus preguntas, su rabia contenida, su desgarrador dolor, y todo ello me sigue produciendo escalofríos, pero, sin embargo, me veo obligado a decirle con profunda tristeza que su escrito me ha resultado indignante e insultante, y con humildad no exenta de firmeza, estoy convencido que la inmensa mayoría, repito, la inmensa mayoría de quienes han padecido situaciones similares sienten lo mismo que yo.
No trate de incluir en la misma lista a todos los que perdieron la vida, no formaban parte de lo mismo. No pretenda preparar una ensalada rusa con ingredientes que son antagónicos. Sigue habiendo clases y clases; lo digo desde el más profundo respeto.
Confío tener su misma suerte y ver publicada esta sincera y apasionada carta.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
He leído su extenso artículo "Carta a aita" publicado en El Diario Vasco el pasado miércoles 29.
Vd. y quien suscribe estas reflexiones tenemos un nexo, ya que a ambos ETA asesinó a nuestro padre. El suyo era euskaltzale, el mío también, aunque solo lo chapurreaba, pero en misa lo cantaba muy bien, no puede ni imaginarse la gran cantidad de amigos baserritarras que tenía y lo feliz que se encontraba entre ellos. Su aita defendió los derechos humanos, mi padre respetaba a todos. Su aita, mi padre también, era una persona cercana, receptiva, a quien le gustaba, y mucho, conversar, ayudar de muchas maneras y multitud de hechos lo corroboran. Su aita había sido un alto cargo político mientras que mi padre fue durante un período de su vida un humilde guardia civil que llevó con honor y orgullo el uniforme y a quien agradezco todo lo que me enseñó e inculcó y jamás me he salido un ápice de sus valores, que son los míos: honor, lealtad, tesón, humildad, entrega, fidelidad y un largo etc. No puede ni imaginarse lo orgulloso que me siento de él, de todo lo que hizo en su vida y del listón tan alto que me dejó, muy difícil de superar. Su aita se llamaba Juan Mari, mi padre Alejandro.
Me sorprende muy mucho su ingenuidad al desgranar unas cuantas actuaciones de su aita de lo que se desprende que debería haber estado fuera del punto de mira de los etarras debido a sus digamos "méritos" (Galindo, Lasa, Zabala, abusos, torturas, discursos en euskera, etc.). ¿Acaso cree que esas actuaciones le iban a librar de ser condenado a muerte y ejecutado? ¿Tan poco conoce a estas alturas cuáles eran los planes y anhelos de ETA?. Ya ve, lo mataron los etarras y no el "propio Galindo".
Como puede imaginarse, yo sé a la perfección lo que sintió al enterarse del asesinato de su aita, de sus sollozos, sus preguntas, su rabia contenida, su desgarrador dolor, y todo ello me sigue produciendo escalofríos, pero, sin embargo, me veo obligado a decirle con profunda tristeza que su escrito me ha resultado indignante e insultante, y con humildad no exenta de firmeza, estoy convencido que la inmensa mayoría, repito, la inmensa mayoría de quienes han padecido situaciones similares sienten lo mismo que yo.
No trate de incluir en la misma lista a todos los que perdieron la vida, no formaban parte de lo mismo. No pretenda preparar una ensalada rusa con ingredientes que son antagónicos. Sigue habiendo clases y clases; lo digo desde el más profundo respeto.
Confío tener su misma suerte y ver publicada esta sincera y apasionada carta.
Francisco Javier Sáenz Martínez
FJS.
Lasarte-Oria
