Mentirosos compulsivos
Es extraño, y síntoma de lo agónica que está la democracia en España, que la sociedad no reaccione ante tanto escándalo.
No solamente se trata de la nefasta gestión de la pandemia del coronavirus, ni del aprovechamiento absolutamente descarado e indisimulado del confinamiento para avanzar a velocidad de crucero en el plan de Soros y de todas las medidas que se han adoptado sin atender al marco jurídico, desmantelando sin ningún recato el Estado de Derecho, y desguazando la Constitución; sojuzgando al propio Jefe del Estado y abogando desde el Gobierno por el cambio de régimen (recordemos que el Gobierno es el Ejecutivo y que no hay que confundir Ejecutivo con Legislativo). Se trata, también de que se nos ha mentido de forma brutal.
La mentira tiene una envergadura tal que en cualquier país del ámbito democrático ello hubiera supuesto el cese inmediato por el Jefe de Estado (bien fuera del presidente de república o monarca parlamentario) del Gobierno, y convocatoria de nuevas elecciones.
La mentira ha afectado al propio sistema de adopción de acuerdos para atajar la pandemia, que, recordémoslo, se basaba en el criterio técnico de una supuesta Comisión de Expertos. En función de la misma se acordaron todos los pasos a seguir, según reiteradas justificaciones de los órganos del Gobierno y del propio Presidente del mismo.
Pues resulta que no había Comisión de Expertos. Que ello era una vulgar patraña para seguir un guión preestablecido que ahora se intenta diluir atribuyendo a las autonomías los fallos en la gestión de la pandemia cuando el propio Gobierno insistió de forma, incluso vehemente, de la naturaleza centralizadora de la gestión del Estado de Alarma. Una pandemia que, recordemos igualmente, se abordaba de una determinada forma por razones de salud pública evaluadas por un comité técnico que no ha existido. Esto es de tal gravedad que resulta sorprendente y deja pasmado a cualquier mente racional que no esté subyugada y subsumida por un régimen autocrático y totalitario. Pero en España, los medios de comunicación oficiales, bien sean públicos o privados, esquivan abordar este atropello al sistema constitucional y al régimen de libertades, pues están comprados por el Gobierno. Son medios mercenarios.
Pues…, si no había Comité de Expertos, tampoco había informes de carácter técnico, con razones de interés público y de orden sanitario, sino decisiones arbitrarias de naturaleza política. Y si la cuestión de la adopción de decisiones fue adoptada mediante intereses y estrategias de carácter exclusivamente partidario, buscando determinados efectos ajenos al interés general y a la adopción de medidas de único criterio sanitario, todo lo que ha sido hecho es un fraude de ley, una mentira sistemática como todas las cosas que salen de la boca del señor presidente de este desdichado país condenado a la ruina y a la indigencia económica e intelectual.
Por tanto, esto es suficientemente significativo como para exigir la dimisión del Gobierno, o, puesto que es de suponer no lo va a hacer motu propio, promover una moción de censura, como la que ha iniciado el presidente del Vox, el señor Abascal. La pregunta es qué ocultos intereses o motivaciones mueven al señor Casado para eludir el apoyo a esa moción de censura. ¿Se reunió Casado con el Club Bilderberg, tal como reflejan algunas informaciones, acompañado por la señora Arrimadas? ¿Está el señor Casado bajo las directrices y órdenes de instancias ajenas a nuestra soberanía nacional? ¿Qué razones tiene escondidas en su manga para evitar dar el apoyo a la moción de censura?
En cualquier país del ámbito civilizado y democrático, la mentira está penalizada y es un fraude a la conciencia colectiva. En el nuestro se admite un atropello de la dimensión de esta mentira flagrante que afecta a todo el desarrollo de las medidas para combatir la pandemia, basadas en decisiones arbitrarias y condicionadas por intereses ajenos a nuestra nación española y a sus ciudadanos.
Sánchez, dimita de una vez, o si no se va a encontrar en otoño con una situación que no va a tener capacidad de represión suficiente para frenar la ola de indignación colectiva, con lo que se nos viene encima.
Es extraño, y síntoma de lo agónica que está la democracia en España, que la sociedad no reaccione ante tanto escándalo.
No solamente se trata de la nefasta gestión de la pandemia del coronavirus, ni del aprovechamiento absolutamente descarado e indisimulado del confinamiento para avanzar a velocidad de crucero en el plan de Soros y de todas las medidas que se han adoptado sin atender al marco jurídico, desmantelando sin ningún recato el Estado de Derecho, y desguazando la Constitución; sojuzgando al propio Jefe del Estado y abogando desde el Gobierno por el cambio de régimen (recordemos que el Gobierno es el Ejecutivo y que no hay que confundir Ejecutivo con Legislativo). Se trata, también de que se nos ha mentido de forma brutal.
La mentira tiene una envergadura tal que en cualquier país del ámbito democrático ello hubiera supuesto el cese inmediato por el Jefe de Estado (bien fuera del presidente de república o monarca parlamentario) del Gobierno, y convocatoria de nuevas elecciones.
La mentira ha afectado al propio sistema de adopción de acuerdos para atajar la pandemia, que, recordémoslo, se basaba en el criterio técnico de una supuesta Comisión de Expertos. En función de la misma se acordaron todos los pasos a seguir, según reiteradas justificaciones de los órganos del Gobierno y del propio Presidente del mismo.
Pues resulta que no había Comisión de Expertos. Que ello era una vulgar patraña para seguir un guión preestablecido que ahora se intenta diluir atribuyendo a las autonomías los fallos en la gestión de la pandemia cuando el propio Gobierno insistió de forma, incluso vehemente, de la naturaleza centralizadora de la gestión del Estado de Alarma. Una pandemia que, recordemos igualmente, se abordaba de una determinada forma por razones de salud pública evaluadas por un comité técnico que no ha existido. Esto es de tal gravedad que resulta sorprendente y deja pasmado a cualquier mente racional que no esté subyugada y subsumida por un régimen autocrático y totalitario. Pero en España, los medios de comunicación oficiales, bien sean públicos o privados, esquivan abordar este atropello al sistema constitucional y al régimen de libertades, pues están comprados por el Gobierno. Son medios mercenarios.
Pues…, si no había Comité de Expertos, tampoco había informes de carácter técnico, con razones de interés público y de orden sanitario, sino decisiones arbitrarias de naturaleza política. Y si la cuestión de la adopción de decisiones fue adoptada mediante intereses y estrategias de carácter exclusivamente partidario, buscando determinados efectos ajenos al interés general y a la adopción de medidas de único criterio sanitario, todo lo que ha sido hecho es un fraude de ley, una mentira sistemática como todas las cosas que salen de la boca del señor presidente de este desdichado país condenado a la ruina y a la indigencia económica e intelectual.
Por tanto, esto es suficientemente significativo como para exigir la dimisión del Gobierno, o, puesto que es de suponer no lo va a hacer motu propio, promover una moción de censura, como la que ha iniciado el presidente del Vox, el señor Abascal. La pregunta es qué ocultos intereses o motivaciones mueven al señor Casado para eludir el apoyo a esa moción de censura. ¿Se reunió Casado con el Club Bilderberg, tal como reflejan algunas informaciones, acompañado por la señora Arrimadas? ¿Está el señor Casado bajo las directrices y órdenes de instancias ajenas a nuestra soberanía nacional? ¿Qué razones tiene escondidas en su manga para evitar dar el apoyo a la moción de censura?
En cualquier país del ámbito civilizado y democrático, la mentira está penalizada y es un fraude a la conciencia colectiva. En el nuestro se admite un atropello de la dimensión de esta mentira flagrante que afecta a todo el desarrollo de las medidas para combatir la pandemia, basadas en decisiones arbitrarias y condicionadas por intereses ajenos a nuestra nación española y a sus ciudadanos.
Sánchez, dimita de una vez, o si no se va a encontrar en otoño con una situación que no va a tener capacidad de represión suficiente para frenar la ola de indignación colectiva, con lo que se nos viene encima.