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Miércoles, 12 de Agosto de 2020 Tiempo de lectura:

La crisis del coronavirus y el miedo

[Img #18399]La muerte de la medicina clínico-científica y la culpabilizacion de los jovenes 

 

Es muy inquietante el silencio que está guardando ahora la medicina clínico-científica en todo lo relacionado con el bombardeo alarmante y con pocas explicaciones lógicas de malas noticias sobre el Covid-19: rebrotes, confinamientos, contagios, muertes, culpabilizacion de colectivos jóvenes... 

 

La medicina científica y clínica 

 

Los facultativos del primer mundo hemos aprendido la manera de decidir sobre el tratamiento de los enfermos, más allá del contacto personal, en sesiones clínicas donde médicos, biomédicos, enfermería y otro personal abordan el diagnostico, el tratamiento y el pronostico de los enfermos. Esto incluye largas discusiones, con  diferentes puntos de vista y contando con los más solidos conocimientos científicos existentes, llegándose al final a un acuerdo sobre el manejo del paciente. 

 

La ética médica y el juramento hipocrático deben prevalecer en lo que se comunica al enfermo, a su familia y a los medios: jamás se debe alarmar innecesariamente o predecir tiempos precisos y muertes que engendrarían mas sufrimiento y alarma para los pacientes y su entorno. El personal médico, y especialmente los médicos, estan comprometidos en contra de aumentar el sufrimiento de las personas. 

 

Noticias y declaraciones que inducen pánico: los jovenes y adolescentes

 

Todo esta metodología se ha olvidado en la epidemia del Covid-19, que se ha convertido también en una enfermedad del miedo, a base de declaraciones irresponsables de alguna autoridad (“…van a morir si no se comportan de tal manera…”) y de un bombardeo de noticias escalofriantes a través de la mayor parte de los medios de comunicación, a base de número de muertos y de rebrotes (que no se definen lo que realmente son: “PCR positivos”, en su mayoría) y número de “contagios", algo también sin definir. 

 

De este modo, se han conseguido dos efectos contrapuestos sobre los ciudadanos: 1) Miedo en la población, que incluso se autoconfina muchas veces; y 2) Que los jóvenes y adolescentes, que no ven a nadie a su alrededor enfermar, no hagan caso de las recomendaciones. Estos comportamientos son difíciles de que cambien. Han sido bastantes días de noticias terroríficas y de obligar a que los jóvenes, al no poder reunirse y divertirse en pubs, discotecas o bares, lo hagan en parques, lugares poco frecuentados o, incluso, en garajes de edificios, tal y como se ve en diversas ciudades. A mi juicio, es mejor controlar las reuniones de jóvenes y adolescentes, que dejar que éstos busquen lugares escondidos para hacerlo. Cerrar lugares públicos donde pueden ponerse normas y vigilar es un error, tanto desde el punto de vista sanitario como desde el punto de vista económico (se está generando una catástrofe económica sin precedentes en los locales ocio)

 

Por otra parte, el miedo produce efectos psicológicos colaterales: fobias a salir, depresiones, etc, y, desde luego, efectos supresores del sistema inmune, que a falta de vacunas o medicamentos, es la única defensa que queda al individuo para luchar contra virus y microbios.

 

Finalmente, culpabilizar a determinados colectivos de transmitir enfermedades y provocar muertes es volver a la Edad Media y a los métodos de la Inquisicion. Cuando al comienzo de la epidemia de SIDA ocurrió algo similar, culpabilizando al colectivo homosexual, los grupos "gay” pusieron las cosas en su sitio y aquí, en España, y en el resto del primer mundo, se guardó un respeto y una deferencia social hacia los enfermos, algo que no se está viendo ahora con el coronavirus. Incluso trabajadores de hospitales han sido rechazados socialmente en comunidades de vecinos. Por eso, ante el aluvión de la información del miedo, se necesita y urge la aparición en los medios de la medicina clínico-científica, casi ausente hasta ahora de los mismos. 

 

Si alguien pretende calmar a la población y con eso arreglar problemas no ajenos al coronavirus, lo que debe hacer es mostrar cómo se están enmendando y reforzando las insufiencias sanitarias que se han padecido hasta el momento. Inducir miedo generalizado a salir de la casa y a vivir normalmente puede servir para otras cosas, pero no para combatir el Covid-19.

 

El deber ético y profesional de los médicos clínico-cientificos de intervenir 

 

El desconcierto existente en la sociedad española este verano de 2020 es muy grande respecto a las medidas que las autoridades están tomando y a las alarmantes noticias que se bombardean sin cesar sobre los ciudadanos.

 

Los sanitarios clínico-científicos no solo han tenido su papel protagonista en la lucha cuerpo a cuerpo con la avalancha de enfermos sino que ahora deben de seguir actuando haciendo comprensible la situación actual, mitigando el miedo y ayudando a restaurar la normalidad existente. Y digo la normalidad, no la "nueva normalidad", que tiene una resonancia apocalíptica de cambio radical y que nadie sabe lo que es, a pesar de que se utilice la palabra en los discursos con profusión. A no ser que se refieran a una desestructuración de la sociedad, que yo solo la vería en determinadas intenciones, no en la realidad inmediata. 

 

En la enseñanza, los exámenes a distancia en la universidad han creado graves problemas; se han interrumpido caras investigaciones; siendo profesor o alumno, se ha padecido una falta de comunicación directa que no se puede sustituir por la vía telemática sin renunciar a gran parte de la vida privada. Ni profesores ni alumnos, pobles o ricos, están preparados para llevar a cabo una docencia telemática. Los mismos problemas se pueden transponer a la educación preuniversitaria y a la de formación profesional, donde muchos estudiantes se han quedado este año... ¡sin practicas!.

 

Los muertos, los rebrotes y los contagios 

 

Acabo de oír en la Cadena SER  (14.20 horas del 12.8.20) la opinión de un epidemiólogo que dice que el aumento de ingresos en España en las UVIs nos dice que "algo se esta haciendo mal". Estas afirmaciones son inadecuadas, y se debería tener en cuenta, por ejemplo, que en la ola de calor de julio de 2018 también se produjo un repunte de muertes en España: enfermos y mayores crónicos graves tendrían mas probabilidades de fallecimiento en una ola de calor. Asimismo, se ha publicado este año que en España se ha revertido el pico anual de muertes con síntomas respiratorios (Reversal of the seasonality of temperature-attributable mortality from respiratory diseases in Spain, publicado 20.5.2020, enviado en 16.10.2019; Nature Communications): ahora no ocurre en invierno, coincide con el pico de calor del verano. 

 

Debemos pues preguntarnos si el aumento del ingreso en UVIs en estos meses de julio y agosto de 2020 se debe exclusivamente al coronavirus o también a pacientes crónicos con una enfermedad de base grave que además han dado positivo en PCR y/o tienen las típicas neumonías y demás síntomas de coagulación y vasculitis que ahora ya se conocen. La medicina científico-clínica debe aquí ayudar a identificar el origen preciso de muertes e ingresos en UVIs en esta ola de calor del verano de 2020. 

 

La obligación y la necesidad de la medicina clínico-cientifica de ayudar en esta crisis 

 

Algunos de los efectos negativos que se están sufriendo en la crisis del coronavirus se deben a la abstención y al silencio inexplicable de esta medicina: médicos, enfermería, biosanitarios y todo el personal de apoyo, deben intervenir, de una manera individual o corporativa. Deberímos ayudar a los dirigentes que hasta ahora llevan el peso de solucionar esta crisis y, por ello, los aspectos que marco a continuación deberían ser abordados en discusión publica. Hasta ahora, en los medios, prácticamente siempre vemos a las mismas caras, repitiendo incesantemente las mismas opiniones: la audiencia se ha cansado y ya hay gente de mi entorno universitario y extra-universitario que se niega a escuchar las noticias, siempre las mismas, malas o peores. Es el efecto perverso de una hiperinformación poco explicada y dispar.

 

Se deben discutir públicamente y concluir sobre los siguientes puntos: 

 

1-¿Ser PCR positivo sano es un contagio?. Faltan datos científicos claros. 

 

2- Unificar los criterios de prevención sobre mascarillas y distanciamientos. España es el único país de nuestro entorno en el que los ciudadanos tienen que usar siempre la mascarilla en público. Faltan explicaciones científicas convincentes de las razones por las que esto se hace aquí y no se hace en otros países.

 

3- Unificar los criterios de contaje de fallecidos atribuidos exclusivamente al virus. Ademas se debe investigar exhaustivamente si hay fallecidos atribuibles al colapso del sistema sanitario (y abandono relativo durante un tiempo) del urgente tratamiento que algunas enfermedades y dependientes. Esto requiere una intervención del colectivo clínico-científico muy importante. 

 

4- Se ha dejado en manos de los jueces el control en España de las dispares medidas coercitivas de las diferentes administraciones sobre horarios, locales, confinamientos, etc. Los magistrados hacen su labor sobre informes médicos y supongo que con los forenses adscritos a sus juzgados. Los criterios no son unifomes, lógicamente. Es necesaria también una unificación científico-médica en este tema de asesoramiento. 

 

En resumen, creo que la medicina clínico-científica está muerta en esta crisis veraniega del coronavirus: opino que es necesario que no deje sin su consejo a otros profesionales que hacen lo que pueden. Se debe ayudar al país no a entrar en una “nueva normalidad” que pocos saben lo que es sino a recuperarse de la destrucción social y a recuperar la enseñanza, la economía y la salud de España, como Estado, al nivel en el que se encontraba antes de la llegada del coronavirus.

 

(*) Antonio Arnáiz-Villena es catedrático de Inmunología de la Universidad Complutense. Fundador y ex-Jefe del Servicio de Inmunología del Hospital 12 de Octubre. Ex-Presidente de la Sociedad Española de Inmunología y ex-Presidente de la Comision Interministerial de la Especialidad. 

 

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